sábado, 29 de agosto de 2015

RELATOS HISTORICOS DE SANTA MARIA PETAPA, OAX. II

MEMORIA HISTORICA DE STA.MA.PETAPA, OAX.

La Constitución Política de la República Mexicana, promulgada el 5 de febrero de 1857, estaba  programada para entrar en vigor el 16 de septiembre de ese año; La nueva Constitución establecía la reincorporación del Territorio del Istmo de Tehuantepec al estado de Oaxaca; pero diversos hechos que dieron origen a un serio antagonismo entre las poblaciones de Tehuantepec y Juchitán, hacía casi imposible un avenimiento al respecto. Sólo Tehuantepec aceptó la reincorporación.  Los juchitecos seguían reconociendo a Minatitlán como cabecera política, en razón de que el  Gobernador Militar del Territorio, nombrado por el gobierno federal, estableció su sede en aquella población. Petapa, en aquel entonces, pertenecía a la Prefectura de Juchitán.  Para resolver amistosamente esta diferencia se programaron varias reuniones en diversas poblaciones del Istmo, siendo Petapa una de ellas, junto con Comitancillo, Juchitán y Chihuitán. (* )  Mecott  Francisco, Mario. Historia del Istmo de Tehuantepec. Oaxaca, México,2005. primera edición, pág. Pág. 60..

LA BANDA DE MUSICA.

A fines del siglo XIX no había banda de música en el pueblo; tampoco en los pueblos vecinos. La  más próxima  era la de Tehuantepec. Las fiestas profanas eran amenizadas con la música monótona de una flauta de carrizo y un tambor  La flauta la llamaban  “huiilo” y el experto que la tocaba se llamaba Esteban Mendoza y era apodado “Steba Huiilo”, pues era costumbre poner a las personas, hombres generalmente, un sobrenombre que denotaba su ocupación.; así a un asiduo cazador de venados le llamaron “Pedro Nbichina”,

No se conoce la fecha exacta en que se fundó la banda de música del pueblo; probablemente fue a principios del siglo XX. Un hombre progresista, don Erasmo C. Hermesdorf, comerciante, hijo de alemán y de mujer petapense, con el apoyo del sacerdote Porfirio Tirado, párroco del pueblo, organizó y financió la primera banda filarmónica, con 23 campesinos que aprendieron  solfeo y a tocar los instrumentos propios de banda, como son: saxofón, tuba, trombón, clarinete, soprano, trompeta, flauta, tambora, redoblante, claves, platillos. El instructor de la Banda fue un maestro músico de Tehuantepec, población que tenía la mejor banda de música de la región.

Los primeros músicos del pueblo fueron: Lázaro Orozco López, Francisco Domínguez, Marcelino Lorenzo, Lucio Morales, Julián silva, Gregorio Girón, Manuel Tonel, Lucio Vásquez,  Ricardo Martínez, Leonardo Ortiz, Braulio Juárez, Abundio Ruiz, Casimiro Mendoza, Aniceto Hernández, Laureano Dehesa, Carlos López, Nicanor Lorenzo, Pedro Gutiérrez, Othón Cabrera, Zenón Villagómez, Albino Ruiz y Leobardo Montero.
(*)  Hermesdorf, Gustavo C., Breve Lista de Obras Recomendables. Edición mimeográfica.  Petapa, Oax. 1970

A mediados del siglo, la banda tenía ya muy poco integrantes.. La formaban algunos descendientes de los antiguos filarmónicos y otros aficionados a la música; Pedro Orozco, bajo; Luis Martínez, trompeta;  Estanislao Vázquez, clarinete; Aurelio Brabilla, batería; Salomón Ramírez, saxofón; Alfredo Mendoza, soprano; Leopoldo Brabilla, trompeta;  Juan Brabilla, tambora;  Mateo Vázquez, trombón; Faustino Vázquez, redoblante.  Cien años después de fundada la banda, a principios del siglo XIX, únicamente quedaban cuatro descendientes de Lázaro y Pedro Orozco: Fleury, Víctor José y Lázaro.; fallecidos los dos primeros, actualmente sobreviven José,  hijo de Pedro, y Lázaro, nieto del fundador del mismo nombre, los únicos sostenedores de la tradición musical. Es necesaria una acción relevante para renovar la tradición de una banda bien reconocida por sus méritos como lo fue en la región  la banda de música de Petapa.

EL MESTIZAJE.

Actualmente es difícil o casi imposible encontrar en  Petapa  tipos indígenas autóctonos; al igual que en la mayor parte del Estado de Oaxaca el mestizaje ha operado transformando  el perfil  biológico de los pobladores, de tal manera que hasta en los poblados más apartados se encuentran individuos con características de las diversas razas.  Hay regiones, en varias  zonas del Estado, por ejemplo el Istmo de Tehuantepec y la Costa,  en que predominan mestizos cuyo físico recuerda a los nativos  del viejo Continente. El Istmo de Tehuantepec y el pueblo de Petapa, que está situado en medio de la región ístmica, ha sido el crucero de todos los caminos, y viajeros de todos los rumbos se han establecido aquí por el comercio, dando origen a un nutrido mestizaje  que ha resultado realmente benéfico, pues  ha conformado el temperamento y el carácter positivo, libertario y  emprendedor del istmeño.

En Petapa lo mismo se puede encontrar descendientes de la raza negra, que los de raza blanca, quienes conservan en buen equilibrio las características de ambas  etnias junto con las de origen zapoteca.  En tiempos de la Colonia la presencia del elemento español contribuyó al mestizaje en gran proporción; vino después la invasión francesa y el contingente de  austriacos, argelinos y de otras etnias europeas que formaban el ejército invasor  contribuyó a la mezcla de sangre. La presencia de los migrantes  de origen africano ó afrocaribeño en el Istmo y particularmente en el pueblo vecino de El Barrio, aportó su  contribución al mestizaje.  Otros migrantes,  alemanes, japoneses, chinos, coreanos, turcos, libaneses, judíos, ingleses,  que desde el siglo XIX arribaron al Istmo generalmente para dedicarse al comercio, hicieron crecer  la variedad de tipos humanos  en la región. A raíz de la inauguración del Ferrocarril Nacional de Tehuantepec, a principios del siglo XIX, el poblado de Rincón Antonio, agencia municipal de Petapa,  y el Llano Suchiapa donde se estableció el principal taller o Casa Redonda del ferrocarril, se constituyeron en la sede de una  numerosa población  de inmigrantes de todos los rumbos.

Relatos Históricos de Santa María Petapa, Oax.,  escritos por Aurelio Altamirano Hernández con datos de las entrevistas realizadas a varias personas del lugar. 1990.


LA CASA DE SAMUEL  RODRIGUEZ.

En el sitio en que actualmente está el Jardín de Niños “Emiliano Zapata”, en el costado poniente del parque municipal, estuvo la tienda de Samuel  Rodríguez, comerciante de origen español, que caso con Juana Aragòn,  nativa del pueblo. Ocupaba una casa tejabana, de paredes gruesas y pilares en el corredor; era una de las casas mejor construidas del pueblo, con piso de ladrillo y puertas dobles reforzadas. Hacia 1940 solo quedaban ruinas de la tienda. El techo deteriorado, podridos los morillos, las tejas rotas estaban esparcidas en el piso.

Cuentan que el dueño abandonó la tienda con todo y mercancía, porque salió huyendo del pueblo con toda su familia cuando se enteró de que lo iban a matar. Eran tiempos de revuelta social, las primeras décadas del siglo XX. En una carreta su familia se trasladó a la estación del ferrocarril Rincón  Antonio, conocido antes como Rincón Viejo, en donde se venera una imagen de San Antonio, y actualmente llamada Matías Romero. Él. salió a caballo, de noche, bordeando el pueblo por veredas para alcanzar a los suyos y se trasladaron a Puerto México, hoy Coatzacoalcos,en donde radicaron en definitiva.

En ese tiempo en el pueblo había dos partidos: rojo y verde. El rojo predominaba en las secciones primera y segunda y el verde en las secciones tercera y cuarta (mismas que ahora se agrupan en solo dos secciones), y Samuel Rodríguez pertenecía al partido rojo, de filiación liberal, identificada con las gentes del gobierno; el partido verde tenía sus seguidores  en guedxe dja, la parte alta del pueblo. La mayoría de la población no sabía de política ni por qué le señalaban un partido a seguir; las mujeres del partido rojo usaban listón de ese color en las trenzas y los hombres una cinta roja en el sombrero: Los del partido verde usaban listón y cinta de ese color. (*) La lucha se centraba en ganar la presidencia municipal y los del partido rojo  llevaban ya tiempo en el poder.  Había inconformidad, y se hablaba de levantamiento armado, como ocurría en la mayor parte del país.

En los años cuarenta  todavía estaban en pie las viejas paredes de adobe y la yerba crecía en lo que fueron las habitaciones y la tienda. A la hora del recreo salíamos a jugar canicas en los corredores de la vieja casona. Se veía que  había sido saqueada, por todas partes había regados  clavos, los viejos de antaño, forjados a mano, de corte cuadrangular, no eran cilíndricos como los de ahora. Las barricas de madera, que seguramente habían servido para contener líquidos,  aguardiente o mezcal,  estaban desvencijados, los tabletas de madera podridas; únicamente quedaban los aros de fierro, que nos servían  para jugar   rodándolos  auxiliados de un gancho de alambre conveniente doblado para empujar el aro.

Samuel  Rodríguez tuvo tres hijos varones. Dos de ellos, fuera de matrimonio: Gregorio y Delfino; el primero con una señora que vivía en el rancho Septune y el segundo con otra señora de Santo Domingo. El hijo que procrearon él y su esposa Juana Aragón, se llamó Ismael, quien más tarde se significó como un eminente intelectual, maestro  y líder social que participó de manera relevante en la realización de programas sociales de alcance nacional, como veremos más adelante.

* Información proporcionada al autor por la señora Teresa Hernàndez Gutiérrez, en los años 50.



LA CASA DE ERASMO C. HERMESDORF.


La otra tienda importante del pueblo era la de Erasmo C. Hermesdorf, nativo del pueblo; hijo de Matías Gustavo Hermesdorf, originario de Alemania, que casò con Juana Manuela Cortés, nativa del lugar. Don Erasmo, o herr Erasmo, como le llamaban en el pueblo. heredó la actividad comercial, a la que se dedicaba su padre, La tienda ocupaba un gran espacio de la casa solariega ubicada en el centro del pueblo, en la actual calle Independencia. Era otra de las casas mejor construidas; paredes de adobe y ladrillo, techo de tejas  montado  en morillos de madera de cerro, o sea madera muy durable y bilihuana, nombre en zapoteco de  las tabletas de aproximadamente un metro por veinte centímetros que se utilizaban para soportar las tejas. El piso era de ladrillo rojo, cuadrado como se acostumbraba en esa época.  La construcción era posiblemente del siglo XIX; al fondo, hacia el poniente tenía un jardìn y árboles frutales.

Matías Gustavo Hermesdorf se dedicaba al comercio para sostener su familia y como hombre culto que era, hablaba alemán, inglés y español,  se interesó en conocer mejor la región, al grado de que escribió un extenso artículo intitulado “On the Isthmus of Tehuantepec”, que fue publicado en la Revista  de la Nacional Geografic Society de Londres. De esta obra hizo la traducción al español su nieto el escritor Rubèn I. Hermesdorf y la corta edición privada realizada en 1954 circuló en un reducido círculo de amigos. La edición está agotada y resulta  difícil localizar un ejemplar. Existe un ejemplar en la Biblioteca Nacional de México.

En las tienda se expendía de todo, prácticamente cuanto la gente empleaba para la vida de todos los días; frijol, maíz, panela, café, harina de trigo, manteca, aceite para lámpara, velas, veladoras, petróleo, algunos útiles de labranza y algunos implementos como hachas, zapapicos, machetes, tarpalas, huaraches, sombreros de palma y muchas cosas  más. (*) Contaba don Erasmo que en tiempos de la revolución cada vez que una partida militar arribaba al pueblo lo llamaban para pedirle su cooperación a la causa. Decìa que nunca supo a què partido o bando pertenecían los milicianos, y con su paciencia y buen humor les ofrecía lo que buenamente le alcanzaba y que no le quedaba otra opción que cooperar con quien llegara a pedir su aportación.

A mediados del siglo XX, de la casa solo quedaba techada una pieza grande que era a la vez estancia, cocina, comedor y dormitorio de don Erasmo. El resto de la casona eran paredes sin techo, en las piezas desnudas cuando llovía se formaban lagunas en las que nadaban algunos patos y bajaban los zanates a beber agua.  De la tienda solo quedaban unos pequeños armarios y un mostrador chico colocados cerca de la puerta del lado norte; los únicos artículos que se ofrecían al público eran caramelos, chicles  y algunos medicamentos populares como sal de uvas, carbonato, mentolato y alguna vez artículos escolares. Atendía el pequeño negocio personalmente don Erasmo.

Don Erasmo, herr Yadjo, dada Yadjo o Shigula Yadjo, como era conocido en el pueblo,  tuvo varios hijos fuera de matrimonio. Con la señora Lorenza Vàsquez procróò a Víctor, Willehado, Isauro  y Fidel que conservaron el apellido de la mamá. Delfino y Alicia se apellidaron Ventura por la mamá y tuvo otro varón, Gilberto,  con una señora de Santo Domingo. Se casó con Florinda Caba, originaria de Ixtaltepec; con quien procreó tres hijos varones: Gustavo (gemelo, el hermano falleció siendo bebé), Alfredo y Rubèn y una mujer que se llamó también Florinda como la mamá. Don Erasmo enviudó y no volvió a contraer nupcias. Ya muy anciano se fue a México a vivir en casa de su hijo Rubén, donde falleció.  Está enterrado en el Distrito Federal.

Su hijo Gustavo  destacó como impulsor de la educación popular. Siendo  funcionario de la Secretaría de Educación Pública no escatimó  esfuerzos para ayudar a las comunidades que acudían en solicitud de apoyo para la educación rural. Contribuyó de manera decisiva a formar una generación de profesionales petapenses que se han distinguido en diversas áreas de la cultura y su empeño en lograr la reconciliación de los grupos políticos fructificó al desterrar la violencia en el pueblo. Sus restos reposan en el panteón municipal de Santa María Petapa. Rubén, el menor de la familia, se inclinó por la literatura; de él  es  la  colección de cuentos intitulada  “Caminantes”, la primera que escribió, los libros   “Morelos, Siervo de la Nación” y “Erasmo de  Rotherdam” Falleció muy joven  en la ciudad de México.


POLITICA Y TRAGEDIA EN UN PUEBLO HUMILDE.

Se puede pensar que en los pueblos  pequeños no tienen impacto los grandes conflictos de naturaleza  política, o que tienen que ver con  las controversias en materia de posesión, utilización y administración de los recursos  públicos que sustentan la economía de una naciòn o una comunidad. Pues el hecho es que hasta en los poblados de menor significación se forman grupos o partidos que pretenden y logran el poder local para incidir en el curso de los acontecimientos sociales. Petapa no es la excepción y desde su aparición como poblado de cierta importancia en la geografía del Istmo hacia  el Siglo XVIII, ha sufrido en carne propia  las consecuencias  de la lucha social, como un reflejo de los problemas económicos, políticos y sociales  generados en el país.

A raíz del  conflicto que se suscitó entre el poder civil y la jerarquía católica en los años veinte del Siglo XX, la situación existente por la presencia de los llamados partidos “rojo” y “verde” se complicó, no obstante que el núcleo de la rebelión cristera contra el gobierno establecido se generó muy lejos y cobró auge más bien  en la zona del Bajío en el centro de la República. El culto religioso fue suspendido por la jerarquía de la iglesia; el cura párroco se fue del pueblo y el templo y sus pertenencias quedaron  bajo la custodia  de un comité de ciudadanos que se encargaban de abrir el recinto religioso los domingos, tocar las campanadas de las doce del día y de la oración de las seis de la tarde, así como el toque de difuntos y algunas de las fiestas profano-religiosas.

Una mañana la conmoción hizo presa del ánimo del pueblo. El presidente municipal, de apellido Santiago, fue asesinado en el camino cuando se dirigía de su casa, ubicada en uno de los ranchos, al pueblo para ejercer sus funciones cotidianas de presidente. El hecho trágico se sumó a la tensión ya existente por la suspensión del culto religioso y se dijo que el responsable era  el grupo opositor al gobierno municipal.

Cierto día, cuando apenas amanecía, un señalado miembro del partido “verde”, Aurelio Toledo, hijo de un sacerdote que tuvo a su cargo la parroquia de Petapa y de doña Luisa,  vecina del pueblo, fue asesinado en su propia casa, mientras dormía. en su cama. Su mamá relató el acontecimiento como sigue; “mi hijo, inocente por completo, dormía tranquilamente esa mañana, su cama estaba cubierta con pabellón para protegerse de los mosquitos. De repente un grupo de rancheros irrumpió en el patio y penetró la habitación; dispararon a quemarropa sobre mi hijo…..salieron en tropel, mientras las vecinas que acudieron de inmediato al escuchar mi llanto, pobres mujeres como yo, presas de angustia no sabíamos qué hacer…. Poco tiempo después oímos otros disparos hacia el centro del pueblo.”

“Era muy temprano –-relata Gonzalo Altamirano--, estábamos en la casa grande,   mi papá  y sólo yo, pues mis hermanos menores estarían desayunando o preparándose para ir a a escuela en la otra casa, la de Teresita, mi madrastra, en donde estaba la cocina. Escuchamos un tiroteo producido en la parte sur del pueblo, y minutos después un agitado movimiento de gentes que comentaban con alarma que habían matado a un hombre. Mi padre me llamó al interior de la casa, cerró la puerta, la atrancó por dentro y me dió instrucciones. Alcanzó su rifle 30-30 y un puñado de cartuchos y me dió la escopeta cargada, que yo sabía manejar. Eran tiempos violentos.  Mi padre era secretario municipal y como quiera que fueran las cosas él era cabeza visible de la autoridad local. Me dijo que por ningún concepto se iba a abrir la puerta y que disparara yo contra cualquiera que pretendiera irrumpir con violencia. Transcurrieron unos diez o quince minutos y escuchamos un disparo como a doscientos metros y luego un movimiento en tropel de gentes  que se dirigían hacia el lado norte del pueblo por la actual calle Benito Juárez. Unos minutos después oímos  que una puerta era fuertemente golpeada y gritos reclamando que abrieran de inmediato. Era la casa de unos vecinos, dos hermanos, que vivían casi  en la esquina de las actuales calles de Benito Juárez y Ayuntamiento. Instantes después se escuchó un tronido de armas largas… y el silencio se hizo…..nadie se atrevía a salir a ver lo que habìa sucedido. Mi padre esperó un tiempo prudente  y cuando escuchamos  las voces de los vecinos  que alarmados comentaban los hechos, abrimos la puerta y pudimos enterarnos de lo ocurrido”

“Escuchamos un fuerte tiroteo en guedxe dja (pueblo arriba) –comenta la señora Teresa Gutiérrez—y poco tiempo después un grupo de hombres armados llegaron a la casa de los hermanos que vivìan casi enfrente de nosotros. Golpearon la puerta furiosamente y los conminaron a salir, amenazándolos con romper la puerta…. Poco tiempo transcurrió y la puerta se abrió desde dentro y en el mismo instante los asaltantes dispararon sobre los dos hermanos que cayeron acribillados… Se comentó entonces que ellos habían matado al presidente municipal”


LA LUCHA POR EL PODER MUNICIPAL.

Después de los acontecimientos de los años veinte relatados , hechos aislados de violencia, con algunos asesinatos de por medio, ocurrieron en el pueblo hasta entrados ya los años cincuenta. La lucha por el poder municipal no había cesado, la controversia entre un grupo de vecinos de posición desahogada, dedicados principalmente al comercio,  y otro integrado en su mayoría por campesinos, entre los cuales destacaban los rancheros hizo crisis a finales de los años cuarenta y desembocó en actos de violencia perpetrados por ambos bandos. Ya no se hablaba de partidos rojo o verde. Solo había un partido oficial  dominante,  y  en su seno se suscitaban  conflictos  por el reparto del poder, hasta en los lugares más remotos de la geografía nacional.

En 1950, el Ayuntamiento estaba a cargo del grupo de los campesinos, encabezado  por Cipriano Vásquez y apoyados por el Gral. Heliodoro Charis Castro, cacique revolucionario de Juchitán y hombre progresista que había gestionado y logrado la introducción del agua potable en Petapa y municipios vecinos.  Como es natural, entre ellos había alguno o algunos inconformes que buscaban acercarse al grupo opositor. Sucedió que en una fiesta que ofreció la familia de Willehado Vásquez y su esposa Alejandra Rivera con motivo del cumpleaños de una de sus hijas, se reunieron  sus amistades tanto de Santa María como de Santo Domingo Petapa, entre los cuales figuraban algunos que habían tenido participación en la política local. Asistieron entre otros Román de Gyves, Félix Aragòn y Leopoldo Castillo, de Santo domingo; Lauro Mendoza, Fernando Altamirano y numerosos vecinos que convivieron largo rato, desde mediodía hasta bien entrada la tarde.  Todos estaban divirtiéndose tranquilamente  --relata Alejandra Rivera ,  cuarenta años después, cuando los ánimos estaban ya apaciguados--. Don Fernando ya se había retirado, lo mismo que otros invitados y solo quedaban los de Santo Domingo bebiendo cerveza con Lauro y otros invitados. Entre éstos estaba Nicolás Garcìa “Lachi”, ranchero que había sido antes Presidente Municipal  del grupo de Cipriano Vásquez y que ahora buscaba acercamiento con el grupo de Lauro y los comerciantes,  entre los cuales se señalaba a mi marido Willehado Vásquez y a su hermano Fidel…. Alguien me avisó de repente que un grupo de sospechosos, estaba rodeando mi casa y que entre ellos estaban los policías municipales y gente de Cipriano Vásquez. De inmediato cerré las puertas, atrancándolas por dentro y puse en aviso a mis invitados. Salí por una puerta trasera y me enfrenté al que consideré que encabezaba el grupo: Sebastián Vásquez ,hermano de Cipriano, quien fue atento conmigo, me aclaró que sólo iban a detener a Nicolás, el disidente y que no se  iban a meter con nadie de mis huéspedes. Le pedí que dejaran ir a los de Santo Domingo para evitar conflictos con el otro pueblo. Lauro escap+o por la puerta trasera y se fue a esconder quién sabe dónde.  Le hablé con franqueza a Sebastián, eso le gustó, le regalé una botella de licor y permitieron la salida de Román, Félix y Leopoldo….Me encendí ante el atropello y ya conoces mi carácter. Segura de que no se iban a retirar hasta no alcanzar su objetivo, me preparé a pedir auxilio…dejé suficiente comida, agua y dinero a los encerrados y me escapé. Fui a ver a Román de Gyves en Santo Domingo para pedirle que me hiciera una denuncia ante el Ministerio Público de Juchitán. Román no la hizo, no sé por qué. Yo desesperada esperé a la madrugada para salir, a pie, con rumbo a Matías Romero, para movilizarme… A mitad del camino entre Santo Domingo y Petapa me alcanzó  un camión de carga, le hice la parada y resultó ser de José Cortés. Se extrañó al verme en esas condiciones y le narré lo sucedido. Me llevó hasta Matías Romero, pero antes, al pasar por Petapa, me bajé  para espiar…. allí estaban,  vigilando mi casa….. En Matías Romero acudí a mis amigos, comerciantes muy influyentes, Beto Symor, los Guraieb  y  López Lena, quienes me ofrecieron toda clase de ayuda. Me trasladé a Juchitán donde denuncié el caso ante el Ministerio Pùblico. Me sugirieron pedir auxilio al Ejército y me dirigí a Ixtepec, en donde hablé con el Comandante de la Zona Militar. Me dijo que era necesario un acuerdo del Gobernador del Estado para que ellos pudieran intervenir. Salí ese mismo día a Oaxaca y pedí audiencia  al Gobernador. Fui atendida rápidamente y me ofreció solicitar de inmediato la autorización de la Secretaráa de la Defensa Nacional. Al día siguiente, tercero desde los sucesos, regresé a Ixtepec con la autorización  y una partida militar salió conmigo a Petapa, adonde llegamos como a la medianoche. Los soldados rodearon mi casa, protegidos por la oscuridad, y de repente sorprendieron a los secuestradores…varios cayeron presos y otros escaparon…Toqué la puerta y me abrieron, todos sorprendidos y admirados de cuanto había yo hecho para liberarlos.”

La cosa no terminó allì. Era demasiado serio el conflicto y las acciones de uno y otro grupo siguieron su curso para cobrarse los agravios.

Por esa época, en diferentes fechas,  ocurrieron dos suicidios y dos asesinatos que nunca fueron aclarados. Un muchacho llamado Manuel   y   otro señor de nombre Juan, fueron encontrados colgados del techo de sus respectivas casas; eran amigos muy cercanos  y se dijo que se habían suicidado.  El “Teco”, un ixtaltepecano que hizo pareja  con  una   vecina del lugar y  tía  de Manuel  el  “suicida”, murió de un escopetazo que le dispararon a bocajarro, mientras dormía con su hijo en brazos, en una hamaca colgada en el corredor de su casa, ubicada por el rumbo del panteón. Otro “teco”, oriundo del rumbo de Juchitán, que hizo vida marital  con otra tía de Manuel, el “suicida”,  apareció  muerto a cuchilladas en  una esquina  de la calle Benito Juàrez. Corrió el rumor, nunca confirmado, de que la causa  fue que se había  descubierto uno o dos complots  para asesinar a dos cabecillas, uno de cada grupo de la política local.. Lo curioso del caso es que  los cuatro muertos estaban ligados, tres de ellos  por un lazo familiar y los “suicidas” por una amistad muy cercana. Del último asesinado se dijo, tal vez para encubrir el verdadero móvil,  que lo mataron para robarle, pues acababa de vender una máquina de escribir, posiblemente robada pues no se le conocía oficio de escribiente.

Al año siguiente,  ocurrió otro hecho lamentable, posiblemente ligado a los anteriores. Era todavía presidente municipal Cipriano Vásquez, líder de los campesinos y rancheros. Cierto día, el silencio de la madrugada fue interrumpido por un fuerte tiroteo. Los disparos se escucharon horrendos, pues eran de arma larga reglamentaria del Ejército. Fueron hechos por el rumbo de la casa del presidente. La verdad no se supo hasta que amaneció, cuando  se esparció la noticia de que el presidente municipal y dos de sus colaboradores más cercanos, Roberto Celaya y Francisco Kuri llamado “Chico Turco”, estaban detenidos, maniatados y amarrados a los pilares del mercado público.
Cipriano estaba herido en una pierna y con rozones de bala en el cuerpo. Se supo que cuando el destacamento militar enviado por no se sabe quién para aprehenderlo tocó a su puerta conminándolo a entregarse, él se escapó por una puerta trasera y corrió  arrimándose a las casas y cercas de la calle hacia el norte. Fue visto por los soldados, quienes le dispararon  y ya herido en una pierna y tirado en el suelo se entregó gritando que no le dispararan más.

El jefe de la partida militar se negó a que se le prestaran los auxilios de emergencia  al herido. Iba yo acompañado del director de la escuela, Enrique Vásquez Cruz, con mi maletín de curaciones  y me ofrecí a curarlos personalmente Más tarde, ese día fueron trasladados a Juchitán, cabecera distrital, donde se dijo que  fueron recluidos en la cárcel. El Ayuntamiento quedó  a cargo de una Administración Civil integrada por ciudadanos  ajenos a la política partidista, neutrales  y de reconocida solvencia moral: Cipriano Teràn,  asumiò la Presidencia.  nativo de Santa Marìa Guienagati y avecindado en Petapa desde hacía muchos años, comerciante y entusiasta patrocinador de fiestas profano-religiosas;. Fernando Altamirano, nativo de Ixtaltepec y avecindado en Petapa desde 1928, que lo mismo se dedicaba a labores del campo o ejercía funciones de secretario municipal con las distintas administraciones municipales sin fijarse en la filiación política de cada quién, pues todos eran sus amigos, y él que para entonces no ejercía ningún cargo en el Municipio;  asumió  la Secretaría  con el aval de su experiencia  e imparcialidad. Otros ciudadanos no comprometidos con los grupos en pugna ocuparon los demás  puestos de la Administración Civil. Poco tiempo después el presidente municipal depuesto y sus colaboradores que fueron apresados con él salieron libres y regresaron a sus hogares, pero ya no volvieron a sus cargos.

La intranquilidad y la falta de seguridad imperaban en el pueblo. No transcurrió mucho tiempo y nuevos hechos sangrientos conmovieron al pueblo. Isidro Cabrera “Chido”, líder agrario petapense que vivía por el rumbo de Sarabia o Tolosita, de quien se decía que estaba involucrado en los conflictos, fue asesinado. Nicolás Garcìa  “Lachi” que estuvo encerrado en la casa de Alejandra Rivera hasta que él y sus acompañantes fueron liberados por los soldados, murió de un escopetazo que le dispararon en pleno día, en riña,  frente a  numeroso público cerca de la casa en donde había estado secuestrado meses antes.


En los años de 1951 a 1953 era inquietante la inestabilidad política en el pueblo. El maestro Gustavo C. Hermesdorf, interesado desde años atrás en promover la educación en el terruño, veía con preocupación la situación. En una de sus cartas al autor de estas Memorias  expresó su preocupación por los nefastos hechos que alarmaban al pueblo. Apoyado por un comité realizó  una intensa campaña en  favor de la educación con  el propósito de terminar la construcción del nuevo edificio escolar  Las acciones del Comitè deEducaciòn, de la Sociedad de Amigos de la Escuela y  la presencia de  la Sociedad de Estudiantes Petapenses, de cuyo seno empezaban a surgir los primeros profesionales, ayudaron  a crear un ambiente favorable a la reconciliación.

Cuando en 1955 se realizó la ceremonia de abanderamiento de la Escuela Primaria Federal “Vicente Guerrero” promovida por el maestro Hermesdorf y la Sociedad de Amigos de la Escuela, con la participación de  todo el pueblo sin bandería política,    se vió que las cosas iban mejorando. No obstante que el poder municipal estaba en manos de sus oponentes, un numeroso contingente encabezado por Cipriano Vásquez, haciendo a un lado los agravios recibidos  años atrás, contribuyó al lucimiento de la ceremonia. Fue emocionante ver al grupo desfilando por las calles para dirigirse al acto y hacer entrega de un hermoso nicho de cedro rojo para el lábaro patrio. Un mensaje de civismo de esa naturaleza fue bien vista y ayudó a normalizar las relaciones sociales. Por ese mismo tiempo, la invasión de las tierras de Guivicía, patrimonio del pueblo, por extraños que fundaron colonias en terrenos comunales, destruyendo sembradíos de maíz y de cafetales, unificó al pueblo y se vivieron momentos gratificantes de solidaridad en torno a los intereses legítimos de los ciudadanos. A partir de entonces la calma volvió al pueblo por un tiempo.


.MEMORIA HISTORICA DE STA.MA.PETAPA, OAX.

La Constitución Política de la República Mexicana, promulgada el 5 de febrero de 1857, estaba  programada para entrar en vigor el 16 de septiembre de ese año; La nueva Constitución establecía la reincorporación del Territorio del Istmo de Tehuantepec al estado de Oaxaca; pero diversos hechos que dieron origen a un serio antagonismo entre las poblaciones de Tehuantepec y Juchitán, hacía casi imposible un avenimiento al respecto. Sólo Tehuantepec aceptó la reincorporación.  Los juchitecos seguían reconociendo a Minatitlán como cabecera política, en razón de que el  Gobernador Militar del Territorio, nombrado por el gobierno federal, estableció su sede en aquella población. Petapa, en aquel entonces, pertenecía a la Prefectura de Juchitán.  Para resolver amistosamente esta diferencia se programaron varias reuniones en diversas poblaciones del Istmo, siendo Petapa una de ellas, junto con Comitancillo, Juchitán y Chihuitán. (* Mecott  Francisco, Mario. Historia del Istmo de Tehuantepec. Oaxaca, México,2005. primera edición, pág. 60.

LA BANDA DE MUSICA.

A fines del siglo XIX no había banda de música en el pueblo; tampoco en los pueblos vecinos. La  más próxima  era la de Tehuantepec. Las fiestas profanas eran amenizadas con la música monótona de una flauta de carrizo y un tambor  La flauta la llamaban  “huiilo” y el experto que la tocaba se llamaba Esteban Mendoza y era apodado “Steba Huiilo”, pues era costumbre poner a las personas, hombres generalmente, un sobrenombre que denotaba su ocupación.; así a un asiduo cazador de venados le llamaron “Pedro Nbichina”,

No se conoce la fecha exacta en que se fundó la banda de música del pueblo; probablemente fue a principios del siglo XX. Un hombre progresista, don Erasmo C. Hermesdorf, comerciante, hijo de alemán y de mujer petapense, con el apoyo del sacerdote Porfirio Tirado, párroco del pueblo, organizó y financió la primera banda filarmónica, con 23 campesinos que aprendieron  solfeo y a tocar los instrumentos propios de banda, como son: saxofón, tuba, trombón, clarinete, soprano, trompeta, flauta, tambora, redoblante, claves, platillos. El instructor de la Banda fue un maestro músico de Tehuantepec, población que tenía la mejor banda de música de la región.

Los primeros músicos del pueblo fueron: Lázaro Orozco López, Francisco Domínguez, Marcelino Lorenzo, Lucio Morales, Julián silva, Gregorio Girón, Manuel Tonel, Lucio Vásquez,  Ricardo Martínez, Leonardo Ortiz, Braulio Juárez, Abundio Ruiz, Casimiro Mendoza, Aniceto Hernández, Laureano Dehesa, Carlos López, Nicanor Lorenzo, Pedro Gutiérrez, Othón Cabrera, Zenón Villagómez, Albino Ruiz y Leobardo Montero.
(*)  Hermesdorf, Gustavo C., Breve Lista de Obras Recomendables. Edición mimeográfica.  Petapa, Oax. 1970

A mediados del siglo, la banda tenía ya muy poco integrantes.. La formaban algunos descendientes de los antiguos filarmónicos y otros aficionados a la música; Pedro Orozco, bajo; Luis Martínez, trompeta;  Estanislao Vázquez, clarinete; Aurelio Brabilla, batería; Salomón Ramírez, saxofón; Alfredo Mendoza, soprano; Leopoldo Brabilla, trompeta;  Juan Brabilla, tambora;  Mateo Vázquez, trombón; Faustino Vázquez, redoblante.  Cien años después de fundada la banda, a principios del siglo XIX, únicamente quedaban cuatro descendientes de Lázaro y Pedro Orozco: Fleury, Víctor José y Lázaro.; fallecidos los dos primeros, actualmente sobreviven José,  hijo de Pedro, y Lázaro, nieto del fundador del mismo nombre, los únicos sostenedores de la tradición musical. Es necesaria una acción relevante para renovar la tradición de una banda bien reconocida por sus méritos como lo fue en la región  la banda de música de Petapa.

EL MESTIZAJE.

Actualmente es difícil o casi imposible encontrar en  Petapa  tipos indígenas autóctonos; al igual que en la mayor parte del Estado de Oaxaca el mestizaje ha operado transformando  el perfil  biológico de los pobladores, de tal manera que hasta en los poblados más apartados se encuentran individuos con características de las diversas razas.  Hay regiones, en varias  zonas del Estado, por ejemplo el Istmo de Tehuantepec y la Costa,  en que predominan mestizos cuyo físico recuerda a los nativos  del viejo Continente. El Istmo de Tehuantepec y el pueblo de Petapa, que está situado en medio de la región ístmica, ha sido el crucero de todos los caminos, y viajeros de todos los rumbos se han establecido aquí por el comercio, dando origen a un nutrido mestizaje  que ha resultado realmente benéfico, pues  ha conformado el temperamento y el carácter positivo, libertario y  emprendedor del istmeño.

En Petapa lo mismo se puede encontrar descendientes de la raza negra, que los de raza blanca, quienes conservan en buen equilibrio las características de ambas  etnias junto con las de origen zapoteca.  En tiempos de la Colonia la presencia del elemento español contribuyó al mestizaje en gran proporción; vino después la invasión francesa y el contingente de  austriacos, argelinos y de otras etnias europeas que formaban el ejército invasor  contribuyó a la mezcla de sangre. La presencia de los migrantes  de origen africano ó afrocaribeño en el Istmo y particularmente en el pueblo vecino de El Barrio, aportó su  contribución al mestizaje.  Otros migrantes,  alemanes, japoneses, chinos, coreanos, turcos, libaneses, judíos, ingleses,  que desde el siglo XIX arribaron al Istmo generalmente para dedicarse al comercio, hicieron crecer  la variedad de tipos humanos  en la región. A raíz de la inauguración del Ferrocarril Nacional de Tehuantepec, a principios del siglo XIX, el poblado de Rincón Antonio, agencia municipal de Petapa,  y el Llano Suchiapa donde se estableció el principal taller o Casa Redonda del ferrocarril, se constituyeron en la sede de una  numerosa población  de inmigrantes de todos los rumbos.



Relatos Históricos de Santa María Petapa, Oax.,  escritos por Aurelio Altamirano Hernández con datos de las entrevistas realizadas a varias personas del lugar. 1990.

LA CASA DE SAMUEL  RODRIGUEZ.

En el sitio en que actualmente está el Jardín de Niños “Emiliano Zapata”, en el costado poniente del parque municipal, estuvo la tienda de Samuel  Rodríguez, comerciante de origen español, que caso con Juana Aragòn,  nativa del pueblo. Ocupaba una casa tejabana, de paredes gruesas y pilares en el corredor; era una de las casas mejor construidas del pueblo, con piso de ladrillo y puertas dobles reforzadas. Hacia 1940 solo quedaban ruinas de la tienda. El techo deteriorado, podridos los morillos, las tejas rotas estaban esparcidas en el piso.

Cuentan que el dueño abandonó la tienda con todo y mercancía, porque salió huyendo del pueblo con toda su familia cuando se enteró de que lo iban a matar. Eran tiempos de revuelta social, las primeras décadas del siglo XX. En una carreta su familia se trasladó a la estación del ferrocarril Rincón  Antonio, conocido antes como Rincón Viejo, en donde se venera una imagen de San Antonio, y actualmente llamada Matías Romero. Él. salió a caballo, de noche, bordeando el pueblo por veredas para alcanzar a los suyos y se trasladaron a Puerto México, hoy Coatzacoalcos,en donde radicaron en definitiva.

En ese tiempo en el pueblo había dos partidos: rojo y verde. El rojo predominaba en las secciones primera y segunda y el verde en las secciones tercera y cuarta (mismas que ahora se agrupan en solo dos secciones), e Ismael Rodríguez pertenecía al partido rojo, de filiación liberal, identificada con las gentes del gobierno; el partido verde tenía sus seguidores  en guedxe dja, la parte alta del pueblo. La mayoría de la población no sabía de política ni por qué le señalaban un partido a seguir; las mujeres del partido rojo usaban listón de ese color en las trenzas y los hombres una cinta roja en el sombrero: Los del partido verde usaban listón y cinta de ese color. (*) La lucha se centraba en ganar la presidencia municipal y los del partido rojo  llevaban ya tiempo en el poder.  Había inconformidad, y se hablaba de levantamiento armado, como ocurría en la mayor parte del país.

En los años cuarenta  todavía estaban en pie las viejas paredes de adobe y la yerba crecía en lo que fueron las habitaciones y la tienda. A la hora del recreo salíamos a jugar canicas en los corredores de la vieja casona. Se veía que  había sido saqueada, por todas partes había regados  clavos, los viejos de antaño, forjados a mano, de corte cuadrangular, no eran cilíndricos como los de ahora. Las barricas de madera, que seguramente habían servido para contener líquidos,  aguardiente o mezcal,  estaban desvencijados, los tabletas de madera podridas; únicamente quedaban los aros de fierro, que nos servían  para jugar   rodándolos  auxiliados de un gancho de alambre conveniente doblado para empujar el aro.

Samuel  Rodríguez tuvo tres hijos varones. Dos de ellos, fuera de matrimonio: Gregorio y Delfino; el primero con una señora que vivía en el rancho Septune y el segundo con otra señora de Santo Domingo. El hijo que procrearon él y su esposa Juana Aragón, se llamó Ismael, quien más tarde se significó como un eminente intelectual, maestro  y líder social que participó de manera relevante en la realización de programas sociales de alcance nacional, como veremos más adelante.

* Información proporcionada al autor por la señora Teresa Hernàndez Gutiérrez, en los años 50.



LA CASA DE ERASMO C. HERMESDORF.


La otra tienda importante del pueblo era la de Erasmo C. Hermesdorf, nativo del pueblo; hijo de Matías Gustavo Hermesdorf, originario de Alemania, que casò con Juana Manuela Cortés, nativa del lugar. Don Erasmo, o herr Erasmo, como le llamaban en el pueblo. heredó la actividad comercial, a la que se dedicaba su padre, La tienda ocupaba un gran espacio de la casa solariega ubicada en el centro del pueblo, en la actual calle Independencia. Era otra de las casas mejor construidas; paredes de adobe y ladrillo, techo de tejas  montado  en morillos de madera de cerro, o sea madera muy durable y bilihuana, nombre en zapoteco de  las tabletas de aproximadamente un metro por veinte centímetros que se utilizaban para soportar las tejas. El piso era de ladrillo rojo, cuadrado como se acostumbraba en esa época.  La construcción era posiblemente del siglo XIX; al fondo, hacia el poniente tenía un jardìn y árboles frutales.

Matías Gustavo Hermesdorf se dedicaba al comercio para sostener su familia y como hombre culto que era, hablaba alemán, inglés y español,  se interesó en conocer mejor la región, al grado de que escribió un extenso artículo intitulado “On the Isthmus of Tehuantepec”, que fue publicado en la Revista  de la Nacional Geografic Society de Londres. De esta obra hizo la traducción al español su nieto el escritor Rubèn I. Hermesdorf y la corta edición privada realizada en 1954 circuló en un reducido círculo de amigos. La edición está agotada y resulta  difícil localizar un ejemplar. Existe un ejemplar en la Biblioteca Nacional de México.

En las tienda se expendía de todo, prácticamente cuanto la gente empleaba para la vida de todos los días; frijol, maíz, panela, café, harina de trigo, manteca, aceite para lámpara, velas, veladoras, petróleo, algunos útiles de labranza y algunos implementos como hachas, zapapicos, machetes, tarpalas, huaraches, sombreros de palma y muchas cosas  más. (*) Contaba don Erasmo que en tiempos de la revolución cada vez que una partida militar arribaba al pueblo lo llamaban para pedirle su cooperación a la causa. Decìa que nunca supo a què partido o bando pertenecían los milicianos, y con su paciencia y buen humor les ofrecía lo que buenamente le alcanzaba y que no le quedaba otra opción que cooperar con quien llegara a pedir su aportación.

A mediados del siglo XX, de la casa solo quedaba techada una pieza grande que era a la vez estancia, cocina, comedor y dormitorio de don Erasmo. El resto de la casona eran paredes sin techo, en las piezas desnudas cuando llovía se formaban lagunas en las que nadaban algunos patos y bajaban los zanates a beber agua.  De la tienda solo quedaban unos pequeños armarios y un mostrador chico colocados cerca de la puerta del lado norte; los únicos artículos que se ofrecían al público eran caramelos, chicles  y algunos medicamentos populares como sal de uvas, carbonato, mentolato y alguna vez artículos escolares. Atendía el pequeño negocio personalmente don Erasmo.

Don Erasmo, herr Yadjo, dada Yadjo o Shigula Yadjo, como era conocido en el pueblo,  tuvo varios hijos fuera de matrimonio. Con la señora Lorenza Vàsquez  procreó a Víctor, Willehado, Isauro  y Fidel que conservaron el apellido de la mamá. Delfino y Alicia se apellidaron Ventura por la mamá y tuvo otro varón, Gilberto,  con una señora de Santo Domingo. Se casó con Florinda Caba, originaria de Ixtaltepec; con quien procreó tres hijos varones: Gustavo (gemelo, el hermano falleció siendo bebé), Alfredo y Rubèn y una mujer que se llamó también Florinda como la mamá. Don Erasmo enviudó y no volvió a contraer nupcias. Ya muy anciano se fue a México a vivir en casa de su hijo Rubén, donde falleció.  Está enterrado en el Distrito Federal.

Su hijo Gustavo  destacó como impulsor de la educación popular. Siendo  funcionario de la Secretaría de Educación Pública no escatimó  esfuerzos para ayudar a las comunidades que acudían en solicitud de apoyo para la educación rural. Contribuyó de manera decisiva a formar una generación de profesionales petapenses que se han distinguido en diversas áreas de la cultura y su empeño en lograr la reconciliación de los grupos políticos fructificó al desterrar la violencia en el pueblo. Sus restos reposan en el panteón municipal de Santa María Petapa. Rubén, el menor de la familia, se inclinó por la literatura; de él  es  la  colección de cuentos intitulada  “Caminantes”, la primera que escribió, y los libro “Los Infieles”   “Morelos, Siervo de la Nación” y “Erasmo de  Rotherdam”.  Falleció muy joven  en la ciudad de México.


POLITICA Y TRAGEDIA EN UN PUEBLO HUMILDE.

Se puede pensar que en los pueblos  pequeños no tienen impacto los grandes conflictos de naturaleza  política, o que tienen que ver con  las controversias en materia de posesión, utilización y administración de los recursos  públicos que sustentan la economía de una naciòn o una comunidad. Pues el hecho es que hasta en los poblados de menor significación se forman grupos o partidos que pretenden y logran el poder local para incidir en el curso de los acontecimientos sociales. Petapa no es la excepción y desde su aparición como poblado de cierta importancia en la geografía del Istmo hacia  el Siglo XVIII, ha sufrido en carne propia  las consecuencias  de la lucha social, como un reflejo de los problemas económicos, políticos y sociales  generados en el país.

A raíz del  conflicto que se suscitó entre el poder civil y la jerarquía católica en los años veinte del Siglo XX, la situación existente por la presencia de los llamados partidos “rojo” y “verde” se complicó, no obstante que el núcleo de la rebelión cristera contra el gobierno establecido se generó muy lejos y cobró auge más bien  en la zona del Bajío en el centro de la República. El culto religioso fue suspendido por la jerarquía de la iglesia; el cura párroco se fue del pueblo y el templo y sus pertenencias quedaron  bajo la custodia  de un comité de ciudadanos que se encargaban de abrir el recinto religioso los domingos, tocar las campanadas de las doce del día y de la oración de las seis de la tarde, así como el toque de difuntos y algunas de las fiestas profano-religiosas.

Una mañana la conmoción hizo presa del ánimo del pueblo. El presidente municipal, de apellido Santiago, fue asesinado en el camino cuando se dirigía de su casa, ubicada en uno de los ranchos, al pueblo para ejercer sus funciones cotidianas de presidente. El hecho trágico se sumó a la tensión ya existente por la suspensión del culto religioso y se dijo que el responsable era  el grupo opositor al gobierno municipal:. los “rancheros”.

Cierto día, cuando apenas amanecía, un señalado miembro del partido “verde”, Aurelio Toledo, hijo de un sacerdote que tuvo a su cargo la parroquia de Petapa y de doña Luisa,  vecina del pueblo, fue asesinado en su propia casa, mientras dormía. en su cama. Su mamá relató el acontecimiento como sigue; “mi hijo, inocente por completo, dormía tranquilamente esa mañana, su cama estaba cubierta con pabellón para protegerse de los mosquitos. De repente un grupo de rancheros irrumpió en el patio y penetró la habitación; dispararon a quemarropa sobre mi hijo…..salieron en tropel, mientras las vecinas que acudieron de inmediato al escuchar mi llanto, pobres mujeres como yo, presas de angustia no sabíamos qué hacer…. Poco tiempo después oímos otros disparos hacia el centro del pueblo.”

“Era muy temprano –-relata Gonzalo Altamirano--, estábamos en la casa grande,   mi papá  y sólo yo, pues mis hermanos menores estarían desayunando o preparándose para ir a a escuela en la otra casa, la de Teresita, mi madrastra, en donde estaba la cocina. Escuchamos un tiroteo producido en la parte sur del pueblo, y minutos después un agitado movimiento de gentes que comentaban con alarma que habían matado a un hombre. Mi padre me llamó al interior de la casa, cerró la puerta, la atrancó por dentro y me dió instrucciones. Alcanzó su rifle 30-30 y un puñado de cartuchos y me dió la escopeta cargada, que yo sabía manejar. Eran tiempos violentos.  Mi padre era secretario municipal y como quiera que fueran las cosas él era cabeza visible de la autoridad local. Me dijo que por ningún concepto se iba a abrir la puerta y que disparara yo contra cualquiera que pretendiera irrumpir con violencia. Transcurrieron unos diez o quince minutos y escuchamos un disparo como a doscientos metros y luego un movimiento en tropel de gentes  que se dirigían hacia el lado norte del pueblo por la actual calle Benito Juárez. Unos minutos después oímos  que una puerta era fuertemente golpeada y gritos reclamando que abrieran de inmediato. Era la casa de unos vecinos, dos hermanos, que vivían casi  en la esquina de las actuales calles de Benito Juárez y Ayuntamiento. Instantes después se escuchó un tronido de armas largas… y el silencio se hizo…..nadie se atrevía a salir a ver lo que habìa sucedido. Mi padre esperó un tiempo prudente  y cuando escuchamos  las voces de los vecinos  que alarmados comentaban los hechos, abrimos la puerta y pudimos enterarnos de lo ocurrido”

“Escuchamos un fuerte tiroteo en guedxe dja (pueblo arriba) –comenta la señora Teresa Gutiérrez—y poco tiempo después un grupo de hombres armados llegaron a la casa de los hermanos que vivìan casi enfrente de nosotros. Golpearon la puerta furiosamente y los conminaron a salir, amenazándolos con romper la puerta…. Poco tiempo transcurrió y la puerta se abrió desde dentro y en el mismo instante los asaltantes dispararon sobre los dos hermanos que cayeron acribillados… Se comentó entonces que ellos habían matado al presidente municipal”


LA LUCHA POR EL PODER MUNICIPAL.

Después de los acontecimientos de los años veinte relatados , hechos aislados de violencia, con algunos asesinatos de por medio, ocurrieron en el pueblo hasta entrados ya los años cincuenta. La lucha por el poder municipal no había cesado, la controversia entre un grupo de vecinos de posición desahogada, dedicados principalmente al comercio,  y otro integrado en su mayoría por campesinos, entre los cuales destacaban los rancheros hizo crisis a finales de los años cuarenta y desembocó en actos de violencia perpetrados por ambos bandos. Ya no se hablaba de partidos rojo o verde. Solo había un partido oficial  dominante,  y  en su seno se suscitaban  conflictos  por el reparto del poder, hasta en los lugares más remotos de la geografía nacional.

En 1950, el Ayuntamiento estaba a cargo del grupo de los campesinos, encabezado  por Cipriano Vásquez y apoyados por el Gral. Heliodoro Charis Castro, cacique revolucionario de Juchitán y hombre progresista que había gestionado y logrado la introducción del agua potable en Petapa y municipios vecinos.  Como es natural, entre ellos había alguno o algunos inconformes que buscaban acercarse al grupo opositor. Sucedió que en una fiesta que ofreció la familia de Willehado Vásquez y su esposa Alejandra Rivera con motivo del cumpleaños de una de sus hijas, se reunieron  sus amistades tanto de Santa María como de Santo Domingo Petapa, entre los cuales figuraban algunos que habían tenido participación en la política local. Asistieron entre otros Román de Gyves, Félix Aragòn y Leopoldo Castillo, de Santo domingo; Lauro Mendoza, Fernando Altamirano y numerosos vecinos que convivieron largo rato, desde mediodía hasta bien entrada la tarde.  Todos estaban divirtiéndose tranquilamente  --relata Alejandra Rivera ,  cuarenta años después, cuando los ánimos estaban ya apaciguados--. Don Fernando ya se había retirado, lo mismo que otros invitados y solo quedaban los de Santo Domingo bebiendo cerveza con Lauro y otros invitados. Entre éstos estaba Nicolás Garcìa “Lachi”, ranchero que había sido antes Presidente Municipal  del grupo de Cipriano Vásquez y que ahora buscaba acercamiento con el grupo de Lauro y los comerciantes,  entre los cuales se señalaba a mi marido Willehado Vásquez y a su hermano Fidel…. Alguien me avisó de repente que un grupo de sospechosos, estaba rodeando mi casa y que entre ellos estaban los policías municipales y gente de Cipriano Vásquez. De inmediato cerré las puertas, atrancándolas por dentro y puse en aviso a mis invitados. Salí por una puerta trasera y me enfrenté al que consideré que encabezaba el grupo: Sebastián Vásquez ,hermano de Cipriano, quien fue atento conmigo, me aclaró que sólo iban a detener a Nicolás, el disidente y que no se  iban a meter con nadie de mis huéspedes. Le pedí que dejaran ir a los de Santo Domingo para evitar conflictos con el otro pueblo. Lauro escap+o por la puerta trasera y se fue a esconder quién sabe dónde.  Le hablé con franqueza a Sebastián, eso le gustó, le regalé una botella de licor y permitieron la salida de Román, Félix y Leopoldo….Me encendí ante el atropello y ya conoces mi carácter. Segura de que no se iban a retirar hasta no alcanzar su objetivo, me preparé a pedir auxilio…dejé suficiente comida, agua y dinero a los encerrados y me escapé. Fui a ver a Román de Gyves en Santo Domingo para pedirle que me hiciera una denuncia ante el Ministerio Público de Juchitán. Román no la hizo, no sé por qué. Yo desesperada esperé a la madrugada para salir, a pie, con rumbo a Matías Romero, para movilizarme… A mitad del camino entre Santo Domingo y Petapa me alcanzó  un camión de carga, le hice la parada y resultó ser de José Cortés. Se extrañó al verme en esas condiciones y le narré lo sucedido. Me llevó hasta Matías Romero, pero antes, al pasar por Petapa, me bajé  para espiar…. allí estaban,  vigilando mi casa….. En Matías Romero acudí a mis amigos, comerciantes muy influyentes, Beto Symor, los Guraieb  y  López Lena, quienes me ofrecieron toda clase de ayuda. Me trasladé a Juchitán donde denuncié el caso ante el Ministerio Pùblico. Me sugirieron pedir auxilio al Ejército y me dirigí a Ixtepec, en donde hablé con el Comandante de la Zona Militar. Me dijo que era necesario un acuerdo del Gobernador del Estado para que ellos pudieran intervenir. Salí ese mismo día a Oaxaca y pedí audiencia  al Gobernador. Fui atendida rápidamente y me ofreció solicitar de inmediato la autorización de la Secretaráa de la Defensa Nacional. Al día siguiente, tercero desde los sucesos, regresé a Ixtepec con la autorización  y una partida militar salió conmigo a Petapa, adonde llegamos como a la medianoche. Los soldados rodearon mi casa, protegidos por la oscuridad, y de repente sorprendieron a los secuestradores…varios cayeron presos y otros escaparon…Toqué la puerta y me abrieron, todos sorprendidos y admirados de cuanto había yo hecho para liberarlos.”

La cosa no terminó allí. Era demasiado serio el conflicto y las acciones de uno y otro grupo siguieron su curso para cobrarse los agravios.

Por esa época, en diferentes fechas,  ocurrieron dos suicidios y dos asesinatos que nunca fueron aclarados. Un muchacho llamado Manuel   y   otro señor de nombre Juan, fueron encontrados colgados del techo de sus respectivas casas; eran amigos muy cercanos  y se dijo que se habían suicidado.  El “Teco”, un ixtaltepecano que hizo pareja  con  una   vecina del lugar y  tía  de Manuel  el  “suicida”, murió de un escopetazo que le dispararon a bocajarro, mientras dormía con su hijo en brazos, en una hamaca colgada en el corredor de su casa, ubicada por el rumbo del panteón. Otro “teco”, oriundo del rumbo de Juchitán, que hizo vida marital  con otra tía de Manuel, el “suicida”,  apareció  muerto a cuchilladas en  una esquina  de la calle Benito Juàrez. Corrió el rumor, nunca confirmado, de que la causa  fue que se había  descubierto uno o dos complots  para asesinar a dos cabecillas, uno de cada grupo de la política local.. Lo curioso del caso es que  los cuatro muertos estaban ligados, tres de ellos  por un lazo familiar y los “suicidas” por una amistad muy cercana. Del último asesinado se dijo, tal vez para encubrir el verdadero móvil,  que lo mataron para robarle, pues acababa de vender una máquina de escribir, posiblemente robada pues no se le conocía oficio de escribiente.

Al año siguiente,  ocurrió otro hecho lamentable, posiblemente ligado a los anteriores. Era todavía presidente municipal Cipriano Vásquez, líder de los campesinos y rancheros. Cierto día, el silencio de la madrugada fue interrumpido por un fuerte tiroteo. Los disparos se escucharon horrendos, pues eran de arma larga reglamentaria del Ejército. Fueron hechos por el rumbo de la casa del presidente. La verdad no se supo hasta que amaneció, cuando  se esparció la noticia de que el presidente municipal y dos de sus colaboradores más cercanos, Roberto Celaya y Francisco Kuri llamado “Chico Turco”, estaban detenidos, maniatados y amarrados a los pilares del mercado público.
Cipriano estaba herido en una pierna y con rozones de bala en el cuerpo. Se supo que cuando el destacamento militar enviado por no se sabe quién para aprehenderlo tocó a su puerta conminándolo a entregarse, él se escapó por una puerta trasera y corrió  arrimándose a las casas y cercas de la calle hacia el norte. Fue visto por los soldados, quienes le dispararon  y ya herido en una pierna y tirado en el suelo se entregó gritando que no le dispararan más.

El jefe de la partida militar se negó a que se le prestaran los auxilios de emergencia  al herido. Iba yo acompañado del director de la escuela, Enrique Vásquez Cruz, con mi maletín de curaciones  y me ofrecí a curarlos personalmente Más tarde, ese día fueron trasladados a Juchitán, cabecera distrital, donde se dijo que  fueron recluidos en la cárcel. El Ayuntamiento quedó  a cargo de una Administración Civil integrada por ciudadanos  ajenos a la política partidista, neutrales  y de reconocida solvencia moral: Cipriano Teràn,  asumiò la Presidencia.  nativo de Santa Marìa Guienagati y avecindado en Petapa desde hacía muchos años, comerciante y entusiasta patrocinador de fiestas profano-religiosas;. Fernando Altamirano, nativo de Ixtaltepec y avecindado en Petapa desde 1928, que lo mismo se dedicaba a labores del campo o ejercía funciones de secretario municipal con las distintas administraciones municipales sin fijarse en la filiación política de cada quién, pues todos eran sus amigos, y él que para entonces no ejercía ningún cargo en el Municipio;  asumió  la Secretaría  con el aval de su experiencia  e imparcialidad. Otros ciudadanos no comprometidos con los grupos en pugna ocuparon los demás  puestos de la Administración Civil. Poco tiempo después el presidente municipal depuesto y sus colaboradores que fueron apresados con él salieron libres y regresaron a sus hogares, pero ya no volvieron a sus cargos.

La intranquilidad y la falta de seguridad imperaban en el pueblo. No transcurrió mucho tiempo y nuevos hechos sangrientos conmovieron al pueblo. Isidro Cabrera “Chido”, líder agrario petapense que vivía por el rumbo de Sarabia o Tolosita, de quien se decía que estaba involucrado en los conflictos, fue asesinado. Nicolás Garcìa  “Lachi” que estuvo encerrado en la casa de Alejandra Rivera hasta que él y sus acompañantes fueron liberados por los soldados, murió de un escopetazo que le dispararon en pleno día, en riña,  frente a  numeroso público cerca de la casa en donde había estado secuestrado meses antes.


En los años de 1951 a 1953 era inquietante la inestabilidad política en el pueblo. El maestro Gustavo C. Hermesdorf, interesado desde años atrás en promover la educación en el terruño, veía con preocupación la situación. En una de sus cartas al autor de estas Memorias  expresó su preocupación por los nefastos hechos que alarmaban al pueblo. Apoyado por un comité realizó  una intensa campaña en  favor de la educación con  el propósito de terminar la construcción del nuevo edificio escolar  Las acciones del Comitè deEducaciòn, de la Sociedad de Amigos de la Escuela y  la presencia de  la Sociedad de Estudiantes Petapenses, de cuyo seno empezaban a surgir los primeros profesionales, ayudaron  a crear un ambiente favorable a la reconciliación.

Cuando en 1955 se realizó la ceremonia de abanderamiento de la Escuela Primaria Federal “Vicente Guerrero” promovida por el maestro Hermesdorf y la Sociedad de Amigos de la Escuela, con la participación de  todo el pueblo sin bandería política,    se vio que las cosas iban mejorando. No obstante que el poder municipal estaba en manos de sus oponentes, un numeroso contingente encabezado por Cipriano Vásquez, haciendo a un lado los agravios recibidos  años atrás, contribuyó al lucimiento de la ceremonia. Fue emocionante ver al grupo desfilando por las calles para dirigirse al acto y hacer entrega de un hermoso nicho de cedro rojo para el lábaro patrio. Un mensaje de civismo de esa naturaleza fue bien vista y ayudó a normalizar las relaciones sociales. A partir de entonces la calma volvió al pueblo por un tiempo.
Por ese mismo tiempo, la invasión de las tierras de Guivicía, patrimonio del pueblo, por extraños que fundaron colonias en terrenos comunales, destruyendo sembradíos de maíz y de cafetales, unificó al pueblo y se vivieron momentos gratificantes de solidaridad en torno a los intereses legítimos de los ciudadanos. Por cierto, se da a conocer la valiente defensa, fusil en mano y con cartucho cortado, que hizo en Guivicía el líder Ángel Vásquez Santiago de los derechos del pueblo frente a la guardia de federales que pretendían desarmar a los campesinos de Petapa. *
·         Entrevista realizada a Cesáreo García “Ito”.

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RELATOS HISTORICOS DE SANTA MARIA PETAPA, OAX.  II

La Constitución Política de la República Mexicana, promulgada el 5 de febrero de 1857, estaba  programada para entrar en vigor el 16 de septiembre de ese año; La nueva Constitución establecía la reincorporación del Territorio del Istmo de Tehuantepec al estado de Oaxaca; pero diversos hechos que dieron origen a un serio antagonismo entre las poblaciones de Tehuantepec y Juchitán, hacía casi imposible un avenimiento al respecto. Sólo Tehuantepec aceptó la reincorporación.  Los juchitecos seguían reconociendo a Minatitlán como cabecera política, en razón de que el  Gobernador Militar del Territorio, nombrado por el gobierno federal, estableció su sede en aquella población. Petapa, en aquel entonces, pertenecía a la Prefectura de Juchitán.  Para resolver amistosamente esta diferencia se programaron varias reuniones en diversas poblaciones del Istmo, siendo Petapa una de ellas, junto con Comitancillo, Juchitán y Chihuitán. (* )  Mecott  Francisco, Mario. Historia del Istmo de Tehuantepec. Oaxaca, México,2005. primera edición, pág. Pág. 60..

LA BANDA DE MUSICA.

A fines del siglo XIX no había banda de música en el pueblo; tampoco en los pueblos vecinos. La  más próxima  era la de Tehuantepec. Las fiestas profanas eran amenizadas con la música monótona de una flauta de carrizo y un tambor  La flauta la llamaban  “huiilo” y el experto que la tocaba se llamaba Esteban Mendoza y era apodado “Steba Huiilo”, pues era costumbre poner a las personas, hombres generalmente, un sobrenombre que denotaba su ocupación.; así a un asiduo cazador de venados le llamaron “Pedro Nbichina”,

No se conoce la fecha exacta en que se fundó la banda de música del pueblo; probablemente fue a principios del siglo XX. Un hombre progresista, don Erasmo C. Hermesdorf, comerciante, hijo de alemán y de mujer petapense, con el apoyo del sacerdote Porfirio Tirado, párroco del pueblo, organizó y financió la primera banda filarmónica, con 23 campesinos que aprendieron  solfeo y a tocar los instrumentos propios de banda, como son: saxofón, tuba, trombón, clarinete, soprano, trompeta, flauta, tambora, redoblante, claves, platillos. El instructor de la Banda fue un maestro músico de Tehuantepec, población que tenía la mejor banda de música de la región.

Los primeros músicos del pueblo fueron: Lázaro Orozco López, Francisco Domínguez, Marcelino Lorenzo, Lucio Morales, Julián silva, Gregorio Girón, Manuel Tonel, Lucio Vásquez,  Ricardo Martínez, Leonardo Ortiz, Braulio Juárez, Abundio Ruiz, Casimiro Mendoza, Aniceto Hernández, Laureano Dehesa, Carlos López, Nicanor Lorenzo, Pedro Gutiérrez, Othón Cabrera, Zenón Villagómez, Albino Ruiz y Leobardo Montero.
(*)  Hermesdorf, Gustavo C., Breve Lista de Obras Recomendables. Edición mimeográfica.  Petapa, Oax. 1970

A mediados del siglo, la banda tenía ya muy poco integrantes.. La formaban algunos descendientes de los antiguos filarmónicos y otros aficionados a la música; Pedro Orozco, bajo; Luis Martínez, trompeta;  Estanislao Vázquez, clarinete; Aurelio Brabilla, batería; Salomón Ramírez, saxofón; Alfredo Mendoza, soprano; Leopoldo Brabilla, trompeta;  Juan Brabilla, tambora;  Mateo Vázquez, trombón; Faustino Vázquez, redoblante.  Cien años después de fundada la banda, a principios del siglo XIX, únicamente quedaban cuatro descendientes de Lázaro y Pedro Orozco: Fleury, Víctor José y Lázaro.; fallecidos los dos primeros, actualmente sobreviven José,  hijo de Pedro, y Lázaro, nieto del fundador del mismo nombre, los únicos sostenedores de la tradición musical. Es necesaria una acción relevante para renovar la tradición de una banda bien reconocida por sus méritos como lo fue en la región  la banda de música de Petapa.

EL MESTIZAJE.

Actualmente es difícil o casi imposible encontrar en  Petapa  tipos indígenas autóctonos; al igual que en la mayor parte del Estado de Oaxaca el mestizaje ha operado transformando  el perfil  biológico de los pobladores, de tal manera que hasta en los poblados más apartados se encuentran individuos con características de las diversas razas.  Hay regiones, en varias  zonas del Estado, por ejemplo el Istmo de Tehuantepec y la Costa,  en que predominan mestizos cuyo físico recuerda a los nativos  del viejo Continente. El Istmo de Tehuantepec y el pueblo de Petapa, que está situado en medio de la región ístmica, ha sido el crucero de todos los caminos, y viajeros de todos los rumbos se han establecido aquí por el comercio, dando origen a un nutrido mestizaje  que ha resultado realmente benéfico, pues  ha conformado el temperamento y el carácter positivo, libertario y  emprendedor del istmeño.

En Petapa lo mismo se puede encontrar descendientes de la raza negra, que los de raza blanca, quienes conservan en buen equilibrio las características de ambas  etnias junto con las de origen zapoteca.  En tiempos de la Colonia la presencia del elemento español contribuyó al mestizaje en gran proporción; vino después la invasión francesa y el contingente de  austriacos, argelinos y de otras etnias europeas que formaban el ejército invasor  contribuyó a la mezcla de sangre. La presencia de los migrantes  de origen africano ó afrocaribeño en el Istmo y particularmente en el pueblo vecino de El Barrio, aportó su  contribución al mestizaje.  Otros migrantes,  alemanes, japoneses, chinos, coreanos, turcos, libaneses, judíos, ingleses,  que desde el siglo XIX arribaron al Istmo generalmente para dedicarse al comercio, hicieron crecer  la variedad de tipos humanos  en la región. A raíz de la inauguración del Ferrocarril Nacional de Tehuantepec, a principios del siglo XIX, el poblado de Rincón Antonio, agencia municipal de Petapa,  y el Llano Suchiapa donde se estableció el principal taller o Casa Redonda del ferrocarril, se constituyeron en la sede de una  numerosa población  de inmigrantes de todos los rumbos.