FILOSOFIA, POLITICA Y RELIGIÓN.
AURELIO ALTAMIRANO HERNÁNDEZ
Es necesario ponernos a pensar si
el vocablo Religión ha sido hasta ahora
correctamente definido. Se le ha querido limitar únicamente a su connotación etimológica en el concepto de
religar a los individuos como si una visión de conjunto mal enfocada los considerara dispersos, desunidos, aislados
cada quien de los demás y sumidos todos
en el caos.
Desde los tiempos más remotos el
hombre ha vivido siempre en comunidad.
Los padres y los hijos, la familia en
general y los miembros de un
grupo solidario, han permanecido siempre cercanos, excepto cuando
circunstancias fortuitas los han separado, pero han mantenido siempre el
sentimiento y el interés de reunión, de convivencia y de participación en el
destino común.
El hombre primitivo fundó la organización más elemental como núcleo
familiar en torno a la madre y el padre y de allí surgieron los clanes y las
tribus para después ir constituyendo sociedades más complejas y mejor
organizadas. En todo tiempo ha permanecido vigente el espíritu de unión y
solidaridad, pues de otra manera la vida individual y colectica y la
permanencia del hombre sencillamente hubiera sido imposible. Sólo se rompió ese vínculo moral cuando el
interés material de acumular beneficios
individuales se sobrepuso al interés colectivo; cuando la ambición y la hipocresía de alguien o de unos cuantos
se aprovechó de la ignorancia y la
superstición para buscar el embotamiento del don más preciado que tiene el ser
humano: su conciencia, la percepción racional de su vida interior, el conocimiento de su ser
íntimo como única autoridad que puede
guiar su pensamiento, sus sentimientos y su acción por el sendero de la razón y
de la justicia.
El Examen de Conciencia
El conocimiento de su ser íntimo por medio de la reflexión,
el acercamiento a su conciencia por el camino de la meditación y si se quiere
con el concurso de la oración que es de hecho otra forma de dialogar consigo
mismo, esa introspección del Yo Soy es el medio idóneo para definir la
Filosofía o conjunto de valores que preside nuestra concepción del mundo y de la vida.
De una u otra manera, dependiendo de cómo se aborde esa búsqueda
y la interpretación de sus resultados, con mucho o poco conocimiento, saldrá a la luz una actitud filosófica basada
en la investigación y el conocimiento de
la realidad ó un sentimiento religioso o espíritu creyente proclive a las concepciones míticas, al
misterio y los arcanos indescifrables.
La actitud filosófica es una
posición consciente y racional que
reconoce la presencia en nuestro Ser Íntimo de una entidad rectora que guía nuestros actos; es la convicción de que en nuestro Yo Profundo subyace una estructura
hecha de herencias y tradiciones, así
como de
continuas adquisiciones de nuestro ser biológico, intelectual y emotivo que le da forma a nuestro comportamiento y nuestra moral.
Reconocer esa potencia interior
como un atributo personal ligado a
nuestra conformación biológica, psicológica y social es la actitud racional a
la que se llega por medio de la meditación, de la introspección y del auto-examen. De hecho aquí empieza la
Filosofía a presidir la vida del hombre,
aquí el hombre inicia la conquista de la
libertad de conciencia; a concederse el privilegio de liberarse del fanatismo y
disfrutar del don de creer o no creer
De esta manera, con la fe racional sinónima de conocimiento,
empieza a sentirse dueño de sí mismo para disponer inteligentemente de sus
potencialidades. La fe racional es el conocimiento de la realidad, es la
aceptación de lo posible y la protección contra la fantasía y la ilusión.
De otra manera, en contraposición
a esa actitud racional se encuentra el
sentimiento o espíritu creyente
inspirado solamente en la fe primitiva, hermana del instinto que no
razona, porque es más fácil creer y no investigar las causas y los efectos de
las situaciones. Es la fe ciega, amiga
de las ilusiones, de los sueños y de las aspiraciones fantásticas.
Las necesidades de la vida material,
la urgencia de satisfacer requerimientos físicos del organismo, obligaron al
ser humano a buscar los medios de aprovechar los recursos naturales a su favor.
Se hizo necesaria la administración de los bienes disponibles y de ahí surgió
el arte o ingenio de la administración que después se convirtió en la ciencia
de la Política.
Cuando el hombre o la mujer,
frente a los avatares de la existencia se refugia en su mundo íntimo, en busca
de la inspiración que le señale un camino de liberación, si no tiene la
instrucción o educación suficiente para razonar, se convierte en víctima de la fe ciega y liga su destino a entidades
ilusorias producto de la fantasía.
Es aquí donde empieza la idea de Religión, cuando el hombre liga o
religa su realidad física con su mundo interior y si no tiene más herramientas
intelectuales para entender la vida y el cosmos que le rodea, se inclina
simplemente por una creencia en lo sobrenatural y recurre a la fe primitiva
para explicar lo que ocurre en su entorno.
Surge entonces el fanatismo en todas sus modalidades: religioso,
político, económico y de las subculturas, como la de la moda; se define como
la adhesión ciega y acrítica, la aceptación inconsciente de ideas que
esclavizan y nada más, como dijimos antes, porque es más fácil creer por creer y no
buscar la razón de ser de las cosas.
Política y Religión.
La manipulación de la conciencia de
los individuos y de las multitudes se convirtió entonces en el objetivo de quienes siempre han
pretendido usufructuar el esfuerzo ajeno, acumular riquezas, pisotear las libertades y cometer una serie interminable
de tropelías en nombre de una simbiosis enfermiza que se dio por llamarse “Política y Religión”.
La mezcla de Política y Religión adulteró la concepción y práctica de
cada cual. La reunión del poder de unos cuantos sobre las cosas materiales y de
los bienes productos del intelecto y la moral condujo a la manipulación, la
discordia, la guerra y el exterminio de los valores humanos. Sólo el esfuerzo heroico de los hombres
libres y de buenas costumbres ha logrado
en parte rescatar los elevados ideales del hombre y meter orden en el caos.
La Política y la Religión como creaciones
intelectuales del ser humano son
enteramente respetables; tienen bien delimitadas sus áreas de aplicación y sus
atributos; ambas buscan la comprensión de los fenómenos que afectan la vida del
individuo y de la sociedad. Por eso los
librepensadores, hombres y mujeres,
en el ejercicio legítimo de
nuestros deberes y derechos, abordamos
los temas políticos y religiosos, en el seno de nuestra convivencia social, como centros de interés para el análisis y la crítica serena, sin afán de
proselitismo y con la mejor intención de utilizar el método científico en la
búsqueda y aceptación de las mejores conclusiones.
Es necesario insistir en que la Política y la Religión, en sus áreas de
aplicación son distintas y separadas; la
Política es instrumento propio de la administración pública y del poder civil, se ubica por lo mismo entre las Ciencias
sociales y está atada al compromiso
ético y moral de éstas, en tanto que la
Religión, como abstracción cuyo estudio se deslinda de las concepciones materiales y físico-matemáticas, se maneja con liberalidad, tiene su campo de
acción en los terrenos de la Metafísica,
de lo puramente especulativo, de la
introspección y la meditación que son actitudes individuales, personales y
privadas.
La ambición por el poder, que es
innato en el ser humano, aprovechó la organización de la sociedad como un campo
propicio para manipular a los grupos e individuos en
beneficio de unos cuantos. La sociedad organizada, que es el Estado,
ideada para aprovechar los recursos de la comunidad para beneficio colectivo,
se fue convirtiendo poco a poco en una estructura de clases estratificadas
conforme a su participación en el disfrute de los bienes producidos. Surgieron los individuos que se apropian de los recursos de la
comunidad para su provecho personal y se inició la formación de grandes
legiones de proletarios que subsisten en la pobreza y la miseria.
La religión pretendió justificar la existencia de individuos
privilegiados como un designio de entidades abstractas (el derecho divino de los reyes) y de esa manera contribuyó a
fortalecer moralmente a la explotación de los desposeídos.
Se hicieron poderosas las iglesias al compartir el poder y los bienes, originalmente propiedad de la colectividad,
con los políticos o administradores corruptos de la sociedad organizada. Esa es
la simbiosis de que hablamos, Política y Religión, astutamente manejada para
mantener el orden social de la desigualdad.
Córdoba, Ver, México, 14 de abril de
20014.