jueves, 25 de junio de 2020

EN POLITICA, PRIVILEGIAR EL DIALOGO


EN POLITICA, PRIVILEGIAR EL DIALOGO
Por Aurelio Altamirano Hernández.
Los Gobernadores tienen en CONAGO un foro para el diálogo democrático. Si no lo saben aprovechar algunos  y prefieren  el conciliábulo, el complot y la conspiración, allá ellos, con sus acciones clandestinas sólo se convierten en subversivos.
Un Gobernador tiene una categoría política y social superior a la de ser líder o promotor de un partido político.  Tiene la responsabilidad de gobernar un Estado, de velar por los derechos al bienestar  de todo el pueblo a su cargo,  no de servir a una élite  o a intereses partidistas.
Los líderes de un partido político, de cualquier color que sea, disponen también de foros para discutir sus propuestas y acordar medidas que van a beneficiar su partido. Si son verdaderos profesionales de la política sabrán ventilar sus diferencias en plan de altura, examinarán las controversias  anteponiendo el interés nacional y del partido a las conveniencias personales.
Si en lugar de dialogar en el seno del partido, se van, cada quién a sus tribunas favoritas a la vista de todo el mundo, antes de buscar el acuerdo en el ámbito interno, lo único que resalta es que buscan el protagonismo y hacen proselitismo, para acabar sembrando la confrontación, la confusión y la pérdida de la unidad de acción.
El estrepitoso fracaso de varios partidos políticos, del cual hemos sido testigos recientemente, se debe a la profunda división interna que fueron alimentadas por sus continuos desencuentros  exhibidos abiertamente a la luz pública. Lo peor del caso, en ocasiones fueron sobre temas no sustanciales para la ideología del partido, si es que se manejaba alguna bien definida.
Cualquier traspié es aprovechado de inmediato  por el adversario, que está a caza de oportunidades para aumentar su número de adeptos. Si a eso se suma la falta de consolidación como partido con cuadros bien capacitados, con contrapesos  macizos que equilibren los factores de poder, y una estricta vigilancia para cerrar el paso a espías, traidores y arrimados que sólo buscan acomodarse, las bases de un partido político se debilitan  y cunde la desesperanza y la desbandada.
Ciudad de México, 26 de junio de 2020.

miércoles, 3 de junio de 2020

FILOSOFIA, POLITICA Y RELIGION


FILOSOFIA, POLITICA Y RELIGIÓN.

                                        AURELIO ALTAMIRANO HERNÁNDEZ

Es necesario ponernos a pensar si  el vocablo Religión ha sido hasta ahora  correctamente definido. Se le ha querido limitar únicamente a  su connotación etimológica en el concepto de religar  a los individuos como si una  visión de conjunto mal enfocada los  considerara dispersos, desunidos, aislados cada quien de los demás  y sumidos todos en el caos.
Desde los tiempos más remotos el hombre  ha vivido siempre en comunidad. Los padres y los hijos, la familia en  general y los miembros  de un grupo solidario, han permanecido siempre cercanos, excepto cuando circunstancias fortuitas los han separado, pero han mantenido siempre el sentimiento y el interés de reunión, de convivencia y de participación en el destino común.
El hombre primitivo fundó la organización más elemental como núcleo familiar en torno a la madre y el padre y de allí surgieron los clanes y las tribus para después ir constituyendo sociedades más complejas y mejor organizadas. En todo tiempo ha permanecido vigente el espíritu de unión y solidaridad, pues de otra manera la vida individual y colectica y la permanencia del hombre sencillamente hubiera sido imposible.  Sólo se rompió ese vínculo moral cuando el interés material  de acumular beneficios individuales se sobrepuso al interés colectivo; cuando la ambición  y la hipocresía de alguien o de unos cuantos se aprovechó  de la ignorancia y la superstición para buscar el embotamiento del don más preciado que tiene el ser humano: su conciencia, la percepción racional  de su vida interior, el conocimiento de su ser íntimo como única autoridad que  puede guiar su pensamiento, sus sentimientos y su acción por el sendero de la razón y de la justicia.
El Examen de Conciencia
El conocimiento  de su ser íntimo por medio de la reflexión, el acercamiento a su conciencia por el camino de la meditación y si se quiere con el concurso de la oración que es de hecho otra forma de  dialogar  consigo  mismo, esa introspección del Yo  Soy es el medio idóneo para  definir  la  Filosofía  o  conjunto de valores que  preside  nuestra concepción del mundo y de la vida.
De una u otra manera, dependiendo de cómo se aborde  esa búsqueda  y la interpretación de sus resultados, con mucho o  poco conocimiento,  saldrá a la luz una actitud filosófica basada en la investigación y  el conocimiento de la realidad ó un sentimiento religioso o espíritu creyente  proclive a las concepciones míticas, al misterio y los arcanos indescifrables.
La actitud filosófica  es una posición  consciente y racional que reconoce la presencia en  nuestro Ser Íntimo  de una entidad rectora  que guía nuestros actos;  es la convicción de que en nuestro Yo Profundo subyace una estructura hecha de herencias y tradiciones,  así como  de  continuas adquisiciones de nuestro ser biológico,  intelectual y emotivo  que le da forma a nuestro comportamiento  y nuestra moral.
 Reconocer esa potencia interior como un atributo personal  ligado a nuestra conformación biológica, psicológica y social es la actitud racional a la que se llega por medio de la meditación, de la introspección y   del auto-examen. De hecho aquí empieza la Filosofía a presidir la  vida del hombre, aquí  el hombre inicia la conquista de la libertad de conciencia; a  concederse  el privilegio de liberarse del fanatismo y disfrutar del don de creer o no creer
  De esta manera,  con la fe racional sinónima de conocimiento, empieza a sentirse dueño de sí mismo para disponer inteligentemente de sus potencialidades. La fe racional es el conocimiento de la realidad, es la aceptación de lo posible y la protección contra la fantasía y la ilusión.
De otra manera, en  contraposición a esa actitud racional se encuentra el  sentimiento o espíritu  creyente inspirado solamente en la  fe  primitiva, hermana del instinto que no razona, porque es más fácil creer y no investigar las causas y los efectos de las situaciones.  Es la fe ciega, amiga de las ilusiones, de los sueños y de las aspiraciones fantásticas.
Las necesidades de la vida material, la urgencia de satisfacer requerimientos físicos del organismo, obligaron al ser humano a buscar los medios de aprovechar los recursos naturales a su favor. Se hizo necesaria la administración de los bienes disponibles y de ahí surgió el arte o ingenio de la administración que después se convirtió en la ciencia de la Política.
 Cuando el hombre o la mujer, frente a los avatares de la existencia se refugia en su mundo íntimo, en busca de la inspiración que le señale un camino de liberación, si no tiene la instrucción o educación suficiente para razonar, se convierte en víctima de  la fe ciega y liga su destino a entidades ilusorias producto de la fantasía.
Es aquí donde empieza la idea de Religión, cuando el hombre liga o religa su realidad física con su mundo interior y si no tiene más herramientas intelectuales para entender la vida y el cosmos que le rodea, se inclina simplemente por una creencia en lo sobrenatural y recurre a la fe primitiva para explicar lo que ocurre en su entorno.
Surge entonces el fanatismo en todas sus modalidades: religioso, político, económico y de las subculturas, como la de la moda;  se define como  la adhesión ciega y acrítica, la aceptación inconsciente de ideas que esclavizan y  nada más,  como dijimos antes,  porque es más fácil creer por creer y no buscar  la razón de ser de las cosas.

Política y Religión.

La manipulación de la conciencia de los individuos y de las multitudes se convirtió entonces  en el objetivo de quienes siempre han pretendido usufructuar el esfuerzo ajeno, acumular riquezas, pisotear  las libertades y cometer una serie interminable de tropelías en nombre de una simbiosis enfermiza  que se dio por llamarse “Política y Religión”.
La mezcla de Política y Religión adulteró la concepción y práctica de cada cual. La reunión del poder de unos cuantos sobre las cosas materiales y de los bienes productos del intelecto y la moral condujo a la manipulación, la discordia, la guerra y el exterminio de los valores humanos.  Sólo el esfuerzo heroico de los hombres libres y de buenas costumbres ha  logrado en parte rescatar los elevados ideales del hombre y meter orden en el caos.
 La Política y la Religión como creaciones intelectuales  del ser humano son enteramente respetables; tienen bien delimitadas sus áreas de aplicación y sus atributos; ambas buscan la comprensión de los fenómenos que afectan la vida del individuo y de la sociedad. Por eso los  librepensadores, hombres y mujeres,   en el ejercicio legítimo de nuestros deberes y derechos,  abordamos los temas políticos y religiosos, en el seno de nuestra convivencia social,  como centros de interés para el   análisis y la crítica serena, sin afán de proselitismo y con la mejor intención de utilizar el método científico en la búsqueda y aceptación de las mejores conclusiones.
Es necesario insistir en que la Política y la Religión, en sus áreas de aplicación son distintas y separadas;  la Política es instrumento propio de la administración pública y del  poder civil,  se ubica por lo mismo entre las Ciencias sociales y está  atada al compromiso ético y moral de éstas, en tanto que  la Religión, como abstracción cuyo estudio se deslinda de las concepciones materiales  y físico-matemáticas, se  maneja con liberalidad, tiene su campo de acción en los terrenos de  la Metafísica, de lo puramente especulativo,  de la introspección y la meditación que son actitudes individuales, personales y privadas.
La ambición por el poder, que es innato en el ser humano, aprovechó la organización de la sociedad como un campo propicio para manipular a los grupos e individuos  en  beneficio de unos cuantos. La sociedad organizada, que es el Estado, ideada para aprovechar los recursos de la comunidad para beneficio colectivo, se fue convirtiendo poco a poco en una estructura de clases estratificadas conforme a su participación en el disfrute de los bienes producidos.  Surgieron los individuos  que se apropian de los recursos de la comunidad para su provecho personal y se inició la formación de grandes legiones de proletarios que subsisten en la pobreza y la miseria.
La religión pretendió justificar la existencia de individuos privilegiados como un designio de entidades abstractas (el derecho divino de los reyes) y de esa manera contribuyó a fortalecer moralmente a la explotación de los desposeídos.
Se hicieron poderosas las iglesias al compartir el poder y los bienes,  originalmente propiedad de la colectividad, con los políticos o administradores corruptos de la sociedad organizada. Esa es la simbiosis de que hablamos, Política y Religión, astutamente manejada para mantener el orden social de la desigualdad.

Córdoba, Ver, México, 14 de abril de 20014.