EL SISTEMA POLITICO MEXICANO.
Aurelio Altamirano
Una visión panorámica.
El sistema político mexicano,
en su etapa de consolidación en el siglo XX, es como un ancho río que tiene
numerosos afluentes y del que se
desprenden varios brazos que hacen cada
cual su recorrido, unos para perderse al disminuir su caudal en el desierto o
el pantano y otros para reincorporarse sin pena ni gloria a la corriente principal.
Sigue una trayectoria zigzagueante como la de
cualquier canal de agua que encuentra muchos obstáculos en su camino, pero su
corriente principal, dominada por un partido hegemónico, señala con claridad su
curso.
Hasta ahora, después de más de
ochenta y cinco años de vida, no ha sido
desplazado por otro que pudiera operar como lo ha hecho el partido dominante, maniobrando
a derecha e izquierda un buen tiempo, un rato cargado a la izquierda y más
tiempo inclinado a la derecha.
Su origen data de la fundación
del partido
nacional revolucionario (PNR) en 1929, cuyo propósito fue reunir en un
organismo de control a todas o la
mayoría de las corrientes que se autonombraban revolucionarias y que con pretensiones
de partido luchaban entre sí para
acceder al poder público.
Antes de esa fecha existieron numerosas
formaciones políticas que
enarbolaban banderas a cual más diversas,
encontradas y contradictorias. Casi
todas proclamaban la reivindicación de auténticos
anhelos populares, pero varias encubrían bajo las mismas proclamas las
aspiraciones de grupos interesados en conservar
sus antiguos privilegios.
Los primeros pasos de la
organización política.
Mucho antes de que se
integrara México como una nación, ya existían en su antiguo
territorio habitado por varios pueblos de diverso origen, las luchas de
clases sociales y comunidades enteras por la defensa de sus derechos como
individuos y como colectividades. No
existían organizaciones formales que agruparan a personas identificadas por los
mismos ideales, pero sí se podía establecer una diferenciación por las condiciones de vida de cada conjunto.
El poder omnímodo del jefe,
señor o cacique mantenía sobre los súbditos la opresión y la manipulación que
no daba lugar a manifestaciones de
disidencia, ésta sólo se daba entre gobernantes que se consideraban iguales,
desembocaba generalmente en guerras que se decidían por la fuerza de las
armas o de la diplomacia.
Durante la colonización (1500
a 1800) se encontraron frente a frente
dos conjuntos de pobladores: de un lado los colonizadores que se amparaban en
el derecho del conquistador, protegidos por la Corona española y la Iglesia, y
por el otro los antiguos habitantes que fueron despojados de sus recursos del
suelo y subsuelo, campos de cultivo y minas, aguas y bosques, y tuvieron que
optar para subsistir, unos por el exilio forzoso a zonas montañosas y
selváticas y otros por la sumisión y la
adaptación a las nuevas condiciones imperantes.
El único componente del
sistema político de la Colonia era la monarquía
que se imponía a sangre y fuego.
La revolución de independencia
define posiciones.
Es hasta 1810, con el inicio
de la guerra de independencia, cuando surge la fuerza política de ambos grupos
contendientes: los insurgentes, aborígenes, mestizos y criollos, con claros conceptos de reivindicación de sus
derechos y los realistas que luchaban por conservar sus privilegios. La lucha
duró una década, tuvo su periodo álgido entre 1810 y 1815, con Hidalgo y
Morelos y sus seguidores, y después se
convirtió en guerra de guerrillas en el Sur, con Guerrero a la cabeza de la
insurgencia.
Los cambios políticos que
ocurrieron en España a partir de la invasión napoleónica a la península,
contribuyeron a cambiar las condiciones de la guerra de independencia del México invadido. La influencia de las
Cortes de Cádiz y del pensamiento republicano que empezaba a cobrar fuerza en
la metrópoli, contribuyó a la búsqueda de un acuerdo que pusiera fin a la
guerra y le confiriera a la nación
mexicana un nuevo status político que
fuera visto de conformidad por los grupos dominantes.
Aquí es donde aparecen las
figuras relevantes del guerrillero insurgente Vicente Guerrero y el jefe del
ejército realista Agustín de Iturbide. Después de la reunión de Acatémpan ( 10
de febrero de1821) y el Plan de Iguala (24 de febrero de 1821), Iturbide y el
enviado español Juan O`Donoju se reunieron
en Córdoba, el 21 de agosto de
1821, para convenir en los acuerdos de
esa fecha, indebidamente llamados “Tratados de Córdoba” pues nunca fueron ratificados por las
autoridades de ambos países.