lunes, 20 de agosto de 2018

EL VERBO SER



             EL VERBO SER

El verbo Ser es tu íntima Consciencia
Tu recóndito Yo que está oculto.
Y si la gramática fuera ciencia
A ese Verbo rendiría su culto.

Los religiosos dicen que es divino,
Lo  representan como una paloma.
Sabiendo mejor de  dónde provino
El agnóstico  lo conjuga y toma.

 Tú, creyente  o no, también reflexionas
Y sabes que tu Consciencia es la Vida.
El canto al Amor y a la Vida entonas
Y permites que la Razón decida.

Perceptible energía que te anima
Es el Ser Idea, Pensamiento y Razón.
De la muerte está siempre por encima,
Es el Universo entero en acción

              M. A. JERALTHER.

sábado, 11 de agosto de 2018

EL ESTADO LAICO Y LA EDUCACION PARA LA DEMOCRACIA




EL ESTADO LAICO Y LA
EDUCACIÓN PARA LA DEMOCRACIA

 AURELIO ALTAMIRANO HERNÁNDEZ.


Qué  es el laicismo.

Empecemos por la definición del Laicismo como la doctrina que sustenta la separación  entre el poder civil o poder del pueblo organizado en un Estado, o en otras palabras la sociedad organizada como Estado separada   del poder eclesiástico o de cualquier  organización religiosa en particular.  Su  atributo principal  es  que  privilegia la preeminencia del poder civil representado por el Estado sobre el poder de cualquier iglesia.

En consecuencia, Laico es el sujeto, individuo u organismo social,  que guía su pensamiento y sus acciones por la doctrina del laicismo. 

No confundir estos términos  con los neologismos de laicidad y laicista  que  todavía no acaban de definirse y siembran la duda y el desconcierto. El vocablo laicidad empezó a aparecer en la literatura  a raíz de que el Vaticano habló de una “sana laicidad”; no aparecía en los diccionarios de la lengua española hasta hace apenas unos años en la última edición de la real Academia.

 El uso indiscriminado de los términos laicismo y laicidad como sinónimos pretenden  establecer  una medianía o moderación en la separación de los poderes civiles y los  eclesiásticos; inclusive  pretenden  sustituir la libertad de conciencia por la  libertad religiosa que no es más que el interés del poder eclesiástico de  manifestarse sin cortapisas  públicamente, a la hora y en el lugar que le plazca.

El Estado tiene el deber y el derecho inalienable de sujetar a las organizaciones religiosas a las reglamentaciones estatuidas para todas las organizaciones civiles.

En un sentido estricto el laicismo es la doctrina que postula la potestad del pueblo organizado como Estado y con un gobierno soberano e independiente  para  regir sus destinos por encima de las influencias  particulares de  organismos políticos, económicos, religiosos e inclusive del orden cultural, los cuales deberán siempre supeditar sus acciones a los intereses superiores de la nación. Es esencialmente el cumplimiento de  la voluntad popular de ser libre para acceder  al ejercicio pleno de la democracia.

Los hombres de pensamiento libertario y defensores de los valores morales de la cultura y la civilización son  partidarios del laicismo porque  ésta defiende la libertad de los hombres y de los pueblos para sacudirse el yugo de la ignorancia, del fanatismo y de las ambiciones  que les han impuesto los intereses creados a la sombra  de los mitos y las supersticiones y del interés insano de acumular riquezas  en pocas manos a base de la explotación de los siempre marginados.

Un Estado verdaderamente laico es aquel que  para cumplir fielmente con los aspiraciones del laos y del demos, o sea el pueblo de donde deriva su connotación y su poder, asume decididamente su responsabilidad de defender los intereses de ese pueblo frente a las continuas acechanzas y agresiones de las ambiciones  de todo tipo, tanto los de carácter político y mercantilista, como de sus aliados que muchas veces revisten características falsamente religiosas  o simulan corrientes dizque culturales que sólo buscan  enajenar  el pensamiento y los sentimientos del pueblo. 

El laicismo se identifica con el sentimiento de la nacionalidad, sin caer en la torpeza de un nacionalismo exclusivista, sino consciente de la responsabilidad de participar como pueblo soberano e independiente en el concierto de las naciones  civilizadas. Es la lucha del pueblo por emanciparse de las cadenas que lo atan a los imperios  y  monopolios locales y  transnacionales, para lo cual se esfuerza por alcanzar la libertad de su conciencia, su derecho a creer o no creer, su autodeterminación y su derecho a regir su propio destino.

 Nunca aceptaremos la intromisión  flagrante y grosera  de  los imperios  económicos y políticos que con una falsa visión global  pretenden  implantar una  inequitativa división del trabajo a escala internacional, y fomentan monopolios que solo sirven a los intereses de los países más ricos.  Tampoco la injerencia de un Estado transnacional, como el Vaticano, que con súbditos, adeptos y contribuyentes en muchos países,  ejerce no solo las funciones de un organismo religioso sino asume papeles de instituciones financieras,  comerciales y bancarias por ejemplo, en forma directa o indirecta, se  entromete en política de los países que están en su órbita y pretende asumir la educación de las masas.

Educación para la democracia.

En cuanto a la  aspiración humana de ser y formar hombres libres y de buenas costumbres, dedicados a cavar pozos profundos al vicio, tenemos que tomar en cuenta  la educación, como primer paso para contribuir a la formación de pueblos libres, de  sociedades comprometidas con  la cultura y la civilización y de ciudadanos decididos a fomentar la ciencia, la tecnología y las artes con una gran visión de universalidad, en la que no cabe la exclusión, el monopolio y la discriminación.

Los pueblos que luchan por su desarrollo, México en particular, tienen que conservar en su poder sus recursos naturales y no cederlos a intereses extranjeros; tienen derecho al aprovechamiento de sus recursos naturales con la mejor tecnología de punta que están en condiciones de pagar con sus propios recursos y no recibir a precio de oro  los desechos  de una tecnología obsoleta que los seguirá manteniendo en el subdesarrollo y la marginación.


  De ahí la necesidad de  comprometernos a participar  en el mejoramiento de la educación de nuestros pueblos, en la  cimentación de una educación científica,  democrática, popular, incluyente y  laica.

La educación es el único instrumento que otorga al hombre el disfrute de la libertad y del progreso. Su importancia es de primer orden en la lucha por la liberación de los pueblos que viven oprimidos por la ignorancia, la esclavitud económica y política y toda la secuela de males sociales que éstas significan. Precisamente por eso los fundamentos teóricos y prácticos de la educación y las instituciones encargadas de estudiarlos y aplicarlos son objeto de interés tanto de los promotores de la educación popular para la democracia y la justicia social, como de los poseedores de los medios de producción y explotación económica para  seguir conservando sus privilegios.

En la actualidad, estamos seguros de que la educación del pueblo,  la liberación de todas las potencialidades que alimentan las nuevas generaciones por medio del trabajo y el estudio es  el arma ideal y auténtica para ganar la revolución pacífica, patrocinada por el talento y la virtud,  que estamos sembrando a pesar de  todos  nuestros tropiezos y  de todas las claudicaciones y  traiciones cometidas en las altas esferas del poder político.

Agresión constante a la educación pública.

A lo largo de las transformaciones sociales  que han dado impulso a la educación popular, ésta ha sufrido numerosas agresiones inspiradas en el propósito de impedir que su poder de liberación alcance a las clases sociales más desprotegidas.

En nuestro país, las instituciones de educación superior: Universidad Nacional Autónoma de México y demás universidades públicas, el Instituto Politécnico  Nacional, la Escuela Nacional de Maestros, las Escuelas normales rurales, los Institutos Tecnológicos, y todas  las demás  instituciones que fomentan la cultura popular, han sido objeto de recurrentes recortes presupuestales, inclusive existe el propósito injustificado de desaparecer las  Normales Rurales.  En lo que respecta a la educación primaria, secundaria  y preparatoria la escasez de recursos es crónica, son insuficientes los fondos asignados por los tres niveles de gobierno: federal, estatal y municipal.

 En cambio, las corporaciones privadas dedicadas a la educación en todos sus niveles, vuelcan en sus universidades y colegios  jugosos presupuestos, como que están conscientes de que son áreas de un negocio productivo, en el que la educación aparte de ser una mercancía es un instrumento político para la preparación doctrinal  de un amplio sector de la población de alto poder adquisitivo..

Se agrede a la educación popular desde todos los frentes: legislativo, económico, político, social y cultural, a través de  reformas inconstitucionales; limitaciones presupuestarias; manipulación y represión de movimientos magisteriales; apoyo a grupos interesados en la privatización del sistema educativo,  y  acondicionamiento de los contenidos de los planes y programas de estudio.

 Urge, entonces, una acción concertada, inteligente y honesta para que la escuela mexicana oriente su acción hacia el propósito de alcanzar la educación popular, la educación de las masas, con un claro objetivo de servir a la democracia, a la participación del pueblo en la dirección de sus destinos, en el reparto equitativo de la riqueza social y al disfrute de todos los bienes que producen los trabajadores manuales e intelectuales, que son los que construyen todos los días la tecnología, la ciencia y el arte, como quien dice la cultura y la civilización en todas sus manifestaciones.

Córdoba, Ver. México. 13 de febrero de 2018.

EL GRAN HERMANO


            EL GRAN HERMANO

Hombres libres y de costumbres buenas
que acusáis a vuestro hermano ateo de impío
sin ver que con vuestras propias cadenas
del buen Gadu hacéis soberano lío.

Sólo cambiáis de símbolo y de nombre
al ignoto e indescifrable arcano,
y no veis que en vuestra Conciencia de Hombre
el mismo Ser es vuestro Gran Hermano.

            M. A.  JERALTHER