EL
ESTADO LAICO Y LA
EDUCACIÓN
PARA LA DEMOCRACIA
AURELIO ALTAMIRANO HERNÁNDEZ.
Qué es el laicismo.
Empecemos
por la definición del Laicismo como la doctrina que sustenta la separación entre el poder civil o poder del pueblo
organizado en un Estado, o en otras palabras la sociedad organizada como Estado
separada del poder eclesiástico o de cualquier organización religiosa en particular. Su
atributo principal es que
privilegia la preeminencia del poder civil representado por el Estado
sobre el poder de cualquier iglesia.
En consecuencia, Laico es el sujeto, individuo u
organismo social, que guía su
pensamiento y sus acciones por la doctrina del laicismo.
No
confundir estos términos con los
neologismos de laicidad y laicista que
todavía no acaban de definirse y siembran la duda y el desconcierto. El
vocablo laicidad empezó a aparecer en la literatura a raíz de que el Vaticano habló de una “sana
laicidad”; no aparecía en los diccionarios de la lengua española hasta hace
apenas unos años en la última edición de la real Academia.
El uso indiscriminado de los términos laicismo y laicidad como sinónimos pretenden
establecer una medianía o
moderación en la separación de los poderes civiles y los eclesiásticos; inclusive pretenden sustituir la libertad de conciencia por la libertad religiosa que no es más que el interés
del poder eclesiástico de manifestarse
sin cortapisas públicamente, a la hora y
en el lugar que le plazca.
El Estado
tiene el deber y el derecho inalienable de sujetar a las organizaciones
religiosas a las reglamentaciones estatuidas para todas las organizaciones
civiles.
En un sentido
estricto el laicismo es la doctrina que postula la potestad del pueblo
organizado como Estado y con un gobierno soberano e independiente para regir sus destinos por encima de las
influencias particulares de organismos políticos, económicos, religiosos
e inclusive del orden cultural, los cuales deberán siempre supeditar sus
acciones a los intereses superiores de la nación. Es esencialmente el cumplimiento
de la voluntad popular de ser libre para
acceder al ejercicio pleno de la
democracia.
Los
hombres de pensamiento libertario y defensores de los valores morales de la
cultura y la civilización son partidarios
del laicismo porque ésta defiende la
libertad de los hombres y de los pueblos para sacudirse el yugo de la
ignorancia, del fanatismo y de las ambiciones
que les han impuesto los intereses creados a la sombra de los mitos y las supersticiones y del
interés insano de acumular riquezas en
pocas manos a base de la explotación de los siempre marginados.
Un Estado
verdaderamente laico es aquel que para
cumplir fielmente con los aspiraciones del laos
y del demos, o sea el pueblo de
donde deriva su connotación y su poder, asume decididamente su responsabilidad
de defender los intereses de ese pueblo frente a las continuas acechanzas y
agresiones de las ambiciones de todo
tipo, tanto los de carácter político y mercantilista, como de sus aliados que
muchas veces revisten características falsamente religiosas o simulan corrientes dizque culturales que
sólo buscan enajenar el pensamiento y los sentimientos del
pueblo.
El
laicismo se identifica con el sentimiento de la nacionalidad, sin caer en la
torpeza de un nacionalismo exclusivista, sino consciente de la responsabilidad
de participar como pueblo soberano e independiente en el concierto de las
naciones civilizadas. Es la lucha del
pueblo por emanciparse de las cadenas que lo atan a los imperios y
monopolios locales y transnacionales, para lo cual se esfuerza por
alcanzar la libertad de su conciencia, su derecho a creer o no creer, su
autodeterminación y su derecho a regir su propio destino.
Nunca aceptaremos la intromisión flagrante y grosera de los
imperios económicos y políticos que con
una falsa visión global pretenden implantar una
inequitativa división del trabajo a escala internacional, y fomentan
monopolios que solo sirven a los intereses de los países más ricos. Tampoco la injerencia de un Estado
transnacional, como el Vaticano, que con súbditos, adeptos y contribuyentes en
muchos países, ejerce no solo las
funciones de un organismo religioso sino asume papeles de instituciones
financieras, comerciales y bancarias por
ejemplo, en forma directa o indirecta, se
entromete en política de los países que están en su órbita y pretende
asumir la educación de las masas.
Educación
para la democracia.
En
cuanto a la aspiración humana de ser y
formar hombres libres y de buenas costumbres, dedicados a cavar pozos profundos
al vicio, tenemos que tomar en cuenta la
educación, como primer paso para contribuir a la formación de pueblos libres,
de sociedades comprometidas con la cultura y la civilización y de ciudadanos
decididos a fomentar la ciencia, la tecnología y las artes con una gran visión
de universalidad, en la que no cabe la exclusión, el monopolio y la
discriminación.
Los pueblos que
luchan por su desarrollo, México en particular, tienen que conservar en su
poder sus recursos naturales y no cederlos a intereses extranjeros; tienen
derecho al aprovechamiento de sus recursos naturales con la mejor tecnología de
punta que están en condiciones de pagar con sus propios recursos y no recibir a
precio de oro los desechos de una tecnología obsoleta que los seguirá
manteniendo en el subdesarrollo y la marginación.
De ahí la necesidad de comprometernos a participar en el mejoramiento de la educación de
nuestros pueblos, en la cimentación de
una educación científica, democrática, popular,
incluyente y laica.
La educación es el
único instrumento que otorga al hombre el disfrute de la libertad y del
progreso. Su importancia es de primer orden en la lucha por la liberación de
los pueblos que viven oprimidos por la ignorancia, la esclavitud económica y
política y toda la secuela de males sociales que éstas significan. Precisamente
por eso los fundamentos teóricos y prácticos de la educación y las
instituciones encargadas de estudiarlos y aplicarlos son objeto de interés
tanto de los promotores de la educación popular para la democracia y la
justicia social, como de los poseedores de los medios de producción y
explotación económica para seguir
conservando sus privilegios.
En la actualidad,
estamos seguros de que la educación del pueblo,
la liberación de todas las potencialidades que alimentan las nuevas
generaciones por medio del trabajo y el estudio es el arma ideal y auténtica para ganar la
revolución pacífica, patrocinada por el talento y la virtud, que estamos sembrando a pesar de todos
nuestros tropiezos y de todas las
claudicaciones y traiciones cometidas en
las altas esferas del poder político.
Agresión
constante a la educación pública.
A lo largo de las
transformaciones sociales que han dado
impulso a la educación popular, ésta ha sufrido numerosas agresiones inspiradas
en el propósito de impedir que su poder de liberación alcance a las clases
sociales más desprotegidas.
En
nuestro país, las instituciones de educación superior: Universidad Nacional
Autónoma de México y demás universidades públicas, el Instituto
Politécnico Nacional, la Escuela
Nacional de Maestros, las Escuelas normales rurales, los Institutos
Tecnológicos, y todas las demás instituciones que fomentan la cultura popular,
han sido objeto de recurrentes recortes presupuestales, inclusive existe el
propósito injustificado de desaparecer las
Normales Rurales. En lo que
respecta a la educación primaria, secundaria
y preparatoria la escasez de recursos es crónica, son insuficientes los
fondos asignados por los tres niveles de gobierno: federal, estatal y
municipal.
En cambio, las corporaciones privadas
dedicadas a la educación en todos sus niveles, vuelcan en sus universidades y
colegios jugosos presupuestos, como que
están conscientes de que son áreas de un negocio productivo, en el que la
educación aparte de ser una mercancía es un instrumento político para la
preparación doctrinal de un amplio
sector de la población de alto poder adquisitivo..
Se
agrede a la educación popular desde todos los frentes: legislativo, económico,
político, social y cultural, a través de reformas inconstitucionales; limitaciones
presupuestarias; manipulación y represión de movimientos magisteriales; apoyo a
grupos interesados en la privatización del sistema educativo, y acondicionamiento
de los contenidos de los planes y programas de estudio.
Urge, entonces, una acción concertada,
inteligente y honesta para que la escuela mexicana oriente su acción hacia el
propósito de alcanzar la educación popular, la educación de las masas, con un
claro objetivo de servir a la democracia, a la participación del pueblo en la
dirección de sus destinos, en el reparto equitativo de la riqueza social y al
disfrute de todos los bienes que producen los trabajadores manuales e
intelectuales, que son los que construyen todos los días la tecnología, la
ciencia y el arte, como quien dice la cultura y la civilización en todas sus
manifestaciones.
Córdoba,
Ver. México. 13 de febrero de 2018.