lunes, 14 de noviembre de 2016

HACIA UNA INDUSTRIALIZACIÓN CON SENTIDO PATRIÓTICO.



HACIA UNA INDUSTRIALIZACIÓN CON SENTIDO PATRIÓTICO.

Por Aurelio Altamirano Hernández.

      Ese sentimiento que en el hombre logra mantener su espíritu adherido de manera muy profunda y firme a su lugar de origen, que lo identifica plenamente con las aspiraciones materiales e ideales de su pueblo y que lo liga a éste en las manifestaciones de su idiosincrasia, es el sentimiento de la nacionalidad.

      Es el interés de los hombres buenos por la naturaleza y la realidad social que les rodea, un cariño superior a las cosas bellas que constituyen su patrimonio económico y cultural; interés y amor que lo acompañan toda su vida e inspiran sus trabajos encaminados al procuramiento del bienestar social.

      No puede estar reñido el sentimiento de la nacionalidad con el amor que se debe a la humanidad entera y a sus ideales, porque es base fundamental del cariño al bien del conglomerado humano la estimulación del propio bien. Para querer a los demás, hay que saber quererse a sí mismo, saber estimar y justipreciar lo nuestro, afinar y consolidar nuestras virtudes y corregir nuestros defectos, como medida de situación la propia personalidad en consonancia con su misión de ponerse al servicio de la bondad. Todo esto sin culto al egoísmo, sin dar lugar a la erección de esa calamidad del egocentrismo que, proyectando en las manifestaciones de la vida de los países, conduce a los falsos nacionalismos que condena el buen sentir y que repugnan al pensamiento y a la acción bien intencionada de las fuerzas progresistas que buscan el mejoramiento de los hombres, sin distingos de ninguna especie.

      La difusión cada día creciente del conocimiento de las potencias nuestras, la reafirmación de los grandes alcances de nuestras buenas obras en la conciencia popular y la elevación espiritual e intelectual que debe traer consigo la educación, asentarán con más firmeza en el ánimo de las mayorías el cariño a las riquezas materiales y morales de nuestra nacionalidad.

      Ahora que vemos surgir un próspero desenvolvimiento de la industrialización en nuestro país, existe la necesidad urgente de reafirmar el sentimiento de la nacionalidad que tanta falta hace en nuestro medio para hacer entender al pueblo, y  de manera particular a las juventudes de hoy, la importancia de afirmar el valimiento de lo nuestro, de rescatar del olvido y de la indiferencia los grandes valores de nuestra patria y de colocar en alto pedestal nuestro patriotismo.

      Al mismo tiempo que cobran inusitado desarrollo la ciencia, la técnica y  el arte en todo el territorio nacional, debe cobrar también perfiles de agigantamiento la tarea de  incrustar  y consolidar sus realizaciones mejores, el ideal de ponerlas al servicio del país, al servicio de la población mexicana del presente y del futuro.

      Un elevado ideal humano, el de procurar el mejoramiento social cada día mayor y que alcance a las más amplias capas de la población debe inspirar todos los trabajos de la técnica y de la ciencia.

      Esa es la causa y la finalidad de la cultura en  sí.

      De nada vale un adelanto mayúsculo de la industrialización, si no sirve de verdad  para satisfacción de las necesidades humanas en el medio en que se opera. Tiene que tender al aprovechamiento industrial de las riquezas minera, agrícolas, pecuarias, forestales y marítimas a condicionar un prospero nivel de vida a la totalidad de los habitantes; porque de lo contrario, si solo es instrumento para enriquecimiento de reducidos sectores de la población y de la satisfacción de  necesidades de lugares muchas veces alejados del territorio patrio, sin la  debida compensación a la nación, entonces se están gastando inútilmente las reservas naturales del país  y las energías de los trabajadores mexicanos en obras que, lejos de favorecer a la economía nacional, atentan contra la misma con derroche innecesario de la riqueza potencial.

      Algunas realizaciones económicas surgidas del movimiento revolucionario que se ha operado en el país en el presente siglo, han servido para iniciar el trabajo de otorgar a lo nuestro, a lo que es propio de nuestra idiosincrasia y de nuestras capacidades económicas y culturales, su verdadero valor y su importancia como factor decisivo en el forjamiento de la personalidad característica de México como nación y de los mexicanos como grupo humano de la geografía mundial.

      Ya se han dado los primeros pasos para poner la técnica al servicio de la mexicanidad. La educación cívica de las masas estudiantiles y del pueblo en general, logrará los frutos que se anhelan para beneficio de la nación entera.

      El mexicano sabe muy bien qué tipo de industrias satisfacen en el momento histórico de México las necesidades materiales de la nación y sirven al mismo tiempo al ideal de estructurar el poderío económico doméstico haciendo del país un centro productor, en el concierto de las naciones, y fomentando interés patriótico para elevar las condiciones de vida de la población nacional.

      No todo el tiempo vamos a estar en el papel de consumidores de la producción de otros países, si existen en el país capacidad natural del medio y del material humano para constituir una prospera industrialización. Parece que esta verdad ha sido comprendida por las fuerzas progresistas que determinan el curso de la vida nacional y, conforme a ella, se van dando los pasos que conducirán a la formación de una próspera economía nacional fincada en el florecimiento de la industria y del comercio al servicio del pueblo.

      La producción, tanto del campo, como de las fábricas y de los talleres, debe tender a acrecentar el poderío netamente nacional en materia de industrialización. No a supeditarnos a otros centros productores, como son los instrumentos de expansión de poderíos ajenos a los intereses de la nacionalidad.
     


      Si tienen que aprovecharse los recursos naturales que guarda el territorio nacional, tienen que serlo en función de los intereses patrios, procurando que sirvan a la satisfacción de las necesidades totales del pueblo mexicano.

      Uno de los casos en dónde conviene hacer aplicación del afán de darle orientación patriótica a la industrialización nacional, se encuentra en el de la industria petrolera del país, la cual ha cobrado un desarrollo inusitado bajo los regímenes revolucionarios y que se encuentra en la actualidad frente al problema de incrementar sus exploraciones del subsuelo, la explotación de nuevos pozos, la instalación de nuevas refinerías y la distribución y venta mejor de sus productos tanto en el país como en el extranjero, y la que necesita se le libere de la carga de los subsidios que pesan sobre su economía y se le proporcionen mejores condiciones administrativas y técnicas e inyección de fondos para su desarrollo hacia términos de superación, a fin de que siga representando mejor su papel preponderante en el desenvolvimiento económico de la nación.

LA NOTICIA, México D.F., 28 de Mayo 1957.


LA INEFICACIA DE LA VIOLENCIA.



LA INEFICACIA DE LA VIOLENCIA.
Por Aurelio Altamirano Hernández.

            Existen situaciones en la vida que no se resuelven bien, de inmediato, con violencia y desesperación.
            Más vale ante todas ellas la paciencia y la esperanza de que se compongan en el transcurso del tiempo.
            La serenidad de espíritu alimenta optimismo hasta en donde por lógica y por sentimiento no debía existir. La calma, la quietud, el apaciguamiento del ánimo, no es derrota, sino en tregua prudente, junto con la firma voluntad y empeño de superar las dificultades orienta más el pensamiento, al sentir y a la acción hacia mejores rumbos.
            La violencia ha sido siempre mala consejera en las situaciones que requieren de tiempo y de reflexión, más que otras cosas, para resolverse en debida forma.
            Donde debe imperar la delicadeza, la finura y la exquisitez, donde debe usarse de fino tacto, como en todos los problemas delicados de la vida, es inútil el vano intento de entronizar la fuerza. Es preferible suplir la falta de aquellas sutiles, pero también eficaces manifestaciones de la energía del carácter humano, con el silencio y la inacción si fuera necesario y  mejor, para no comprometer en forma grave la propia personalidad.
            Desear la paz no significa debilidad. Manifiesta nobleza de ánimo y de intelecto.
            Con la exaltación de las pasiones humanas se llega al choque inevitable de las mismas para dar a catástrofes lamentables.
            Cuando hay tiempo de remediar las cosas, es mejor la espera paciente. Así se resuelvan las cosas a favor o en contra. Si a favor es para regocijarse plenamente y felicitarse de la propia prudencia y del talento personal. Si en contra, para soportar mejor los desencantos mediante la previa preparación del ánimo lograda en el transcurso de la tregua o período de estudio.
            Cuando no hay tiempo de remediar las cosas o se cree que no existe, hay que hacerlo o convencerse de que existe y debe existir porque de lo contrario, se cae en las redes de la desesperación, de la violencia y de la consecuente realización de acciones y expresiones de las que después se lamenta el ánimo arrepentido.
            Las cosas importantes se resuelven siempre bien o se considera bien resueltas o no, después de que trascurre algún tiempo después de su  iniciación.
            Muchas veces surgen repentinamente, deformes, impelidas por la estrechez de la situación, por las exigencias inaplazables de circunstancias obligadas por fuerza mayor; pero no surgen definitivas necesariamente se resuelven en contradicciones lógicas interiores hasta alcanzar su maduración. En tanto cobran perfiles de encontrado sistema los factores determinativos de su curso, se van encaminando en su desarrollo a la creación de las formas naturales, correctas y racionales que deben asumir.

            Acelerar el desenvolvimiento de una situación mediante la utilización de la violencia en el sentir, en el pensar y en el actuar es entorpecer inútilmente la realización de hechos que deben llegar a su debido tiempo y en el lugar correcto, en las debidas proporciones.
            No siempre se llega a la feliz realización del anhelo de ponerle diques al impulsivo afán del hombre de resolver en el momento bien o mal, los problemas que le aquejan.
            La eterna lucha de la razón con los sentimientos, de la mente con los instintos, es cosa que en realidad no pasa de ser una de esas frecuentes luchas en las que gana, por desgracia, la cantidad sobre la calidad, y seguirá  siéndolo, a pesar del noble interés humano de contener con la razón  los impulsos típicamente animales hasta que la estructura orgánica del hombre haga imperar la voluntad sobre las reacciones lógicas escapadas hoy de nuestro control intelectual.


ISTMO GRÁFICO, Salina Cruz, Oax. Febrero de 1957.

UNA AMISTAD RAZONABLE. MEXICO-EE.UU.

UNA AMISTAD RAZONABLE. MEXICO- EE.UU.

                                            (Artículo editorial de Aurelio Altamirano Hernández, publicado
                                             en el diario Novedades, de México, D.F. el 20 de agosto de 1957.)

            Ningún país puede permanecer al margen de las relaciones económicas y culturales que debe cultivar con los demás países del mundo, sin menoscabo de su desarrollo integral. Es una necesidad vital para el desenvolvimiento de los pueblos que establezcan entre sí un intercambio útil de ideas y de realizaciones, de conceptos y de materialidades, para poder alcanzar un equilibrio saludable que sirve a la paz y a las actividades creadoras.

            La cercanía geográfica de México a los Estados Unidos de Norteamérica ha realizado una vinculación estrecha de nuestras transformaciones sociales desarrollo económico y cultural de aquel país, de modo que puedan hablarse con razón de una identificación con raíces bien cimentadas entre ambos países.

            Por estas razones, son equívocas  e inútiles las posiciones que buscan alejar totalmente a México del pueblo de los Estados Unidos y niegan las relaciones que existen, si no en la idiosincrasia y en todas las aspiraciones, sí en lo que respecta a la realización de varios fenómenos económicos y políticos entre nuestros países.

            Es un caso típico, el de México y los Estados Unidos, de los que sirven para demostrar que por encima de las diferencias, en muchas ocasiones profundamente marcadas, el espíritu afectivo de los hombres y de los pueblos triunfa sobre todas las cosas y vence todas las barreras.

            En las cosas de la amistad, cuenta mucho la sinceridad. Hay que reconocer que los países hispanoamericanos, entre ellos México, con incipiente desarrollo, tiene plena conciencia de la presión que el poderío yanqui ejerce sobre sus personalidades y de alguna manera esa potencia ha ejercido una influencia desagradable sobre sus respectivos patrimonios materiales y morales con perjuicio de la soberanía por la que han luchado siempre.

            La amistad de México con los Estados Unidos no se guía por una conveniencia innoble, sino por la necesidad de establecer un intercambio económico y cultural con el vecino y porque México sabe que responde en plan de altura como amigo y colaborador de un pueblo que tiene también en su historia páginas escritas con fuego y sangre de lucha libertarias como las nuestras. Esto es algo de lo que deben saber los norteamericanos yanquis en torno  a la amistad, que cultivamos como hombres y como pueblo, con ellos, los mexicanos.

            Los Estados Unidos de Norteamérica no ignoran que existe en el ánimo de los países hispanoamericanos un sentimiento hostil hacia ellos por motivos que no se ocultan ni se pueden ocultar, pero también que sobre esa circunstancia existen hechos que hablan elocuentemente del afecto y la estimación con que se mira a su pueblo, a su intelectuales, a sus hombres de ciencia, a sus técnicos, a sus artistas, a sus trabajadores, a sus jóvenes estudiantes y a todos los humanos nacidos o avecindados en su territorio, que saben ganarse honestamente la vida y cumplen con las elevadas obligaciones del hombre.

            Tampoco ignoran que numerosos hechos que realizan dentro del plan de cooperación interamericana son desviados a sus nobles objetivos por fuerzas internas de su organización económica y política, para las que no cuenta el humanismo, la bondad, la moral, la soberanía de los pueblos y el afecto que se deben los humanos guardar unos a los otros. Entre otras cosas, esto ha sido la causa de la pesadilla que padecen los Estados Unidos frente al mundo para atormentarse pensando en que ya todos los pueblos de la tierra se les vienen encima, con ánimos de destruirlos totalmente acicateados por el comunismo internacional. Nada hay de cierto en tal suposición de los círculos políticos de Washington, pues el mismo régimen comunista de la U.R.S.S., su adversario más potente en la actualidad, ha ratificado su propósito de establecer mejores nexos  amistosos con los EE.UU. bajo las normas de la convivencia pacífica.
  
            Deben estar seguros los Estados Unidos de que México no quebranta su promesa hecha de mantener su amistad con ellos en torno a los ideales democráticos, porque los mexicanos honestos saben cumplir con su palabra, pero deben recordar también que las cosas son condicionadas por circunstancias favorables a su mantenimiento y mejoramiento y que hasta lo más firmemente cimentado, en las relaciones humanas, se viene abajo cuando ya no se sustenta sobre las bases de una mutua comprensión e interés por el bienestar social..

            Hay motivos suficientes para creer en que a pesar de todo lo que molesta de la política y de la vida norteamericana a la sensibilidad de nuestros pueblos indoamericanos, no todo está en contra de los intereses particulares de los pueblos nuestros, porque es preciso reconocer que más allá del Río Bravo, al Norte, también palpitan corazones y piensan cerebros de hombres y mujeres, ancianos, jóvenes y niños, que anhelan como nosotros la paz y el mejoramiento del mundo y de  la vida.

            Admiramos del pueblo de los Estados Unidos de Norteamérica su voluntad emprendedora, su amplia capacidad creadora, su espíritu libertario, la hospitalidad de su país, el cosmopolitismo de sus hombres y su interés en superar sus propias fallas. De esto pueden estar seguros los norteamericanos y de que en esos motivos se funda nuestra amistad sincera con ellos.


Novedades, Martes 20 de Agosto de 1957.

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