LA INEFICACIA DE LA VIOLENCIA.
Por Aurelio Altamirano Hernández.
Existen
situaciones en la vida que no se resuelven bien, de inmediato, con violencia y
desesperación.
Más
vale ante todas ellas la paciencia y la esperanza de que se compongan en el
transcurso del tiempo.
La
serenidad de espíritu alimenta optimismo hasta en donde por lógica y por
sentimiento no debía existir. La calma, la quietud, el apaciguamiento del
ánimo, no es derrota, sino en tregua prudente, junto con la firma voluntad y
empeño de superar las dificultades orienta más el pensamiento, al sentir y a la
acción hacia mejores rumbos.
La
violencia ha sido siempre mala consejera en las situaciones que requieren de
tiempo y de reflexión, más que otras cosas, para resolverse en debida forma.
Donde
debe imperar la delicadeza, la finura y la exquisitez, donde debe usarse de
fino tacto, como en todos los problemas delicados de la vida, es inútil el vano
intento de entronizar la fuerza. Es preferible suplir la falta de aquellas
sutiles, pero también eficaces manifestaciones de la energía del carácter
humano, con el silencio y la inacción si fuera necesario y mejor, para no comprometer en forma grave la
propia personalidad.
Desear
la paz no significa debilidad. Manifiesta nobleza de ánimo y de intelecto.
Con
la exaltación de las pasiones humanas se llega al choque inevitable de las
mismas para dar a catástrofes lamentables.
Cuando
hay tiempo de remediar las cosas, es mejor la espera paciente. Así se resuelvan
las cosas a favor o en contra. Si a favor es para regocijarse plenamente y
felicitarse de la propia prudencia y del talento personal. Si en contra, para
soportar mejor los desencantos mediante la previa preparación del ánimo lograda
en el transcurso de la tregua o período de estudio.
Cuando
no hay tiempo de remediar las cosas o se cree que no existe, hay que hacerlo o
convencerse de que existe y debe existir porque de lo contrario, se cae en las
redes de la desesperación, de la violencia y de la consecuente realización de
acciones y expresiones de las que después se lamenta el ánimo arrepentido.
Las
cosas importantes se resuelven siempre bien o se considera bien resueltas o no,
después de que trascurre algún tiempo después de su iniciación.
Muchas
veces surgen repentinamente, deformes, impelidas por la estrechez de la
situación, por las exigencias inaplazables de circunstancias obligadas por
fuerza mayor; pero no surgen definitivas necesariamente se resuelven en
contradicciones lógicas interiores hasta alcanzar su maduración. En tanto
cobran perfiles de encontrado sistema los factores determinativos de su curso,
se van encaminando en su desarrollo a la creación de las formas naturales,
correctas y racionales que deben asumir.
Acelerar
el desenvolvimiento de una situación mediante la utilización de la violencia en
el sentir, en el pensar y en el actuar es entorpecer inútilmente la realización
de hechos que deben llegar a su debido tiempo y en el lugar correcto, en las
debidas proporciones.
No
siempre se llega a la feliz realización del anhelo de ponerle diques al
impulsivo afán del hombre de resolver en el momento bien o mal, los problemas
que le aquejan.
La
eterna lucha de la razón con los sentimientos, de la mente con los instintos,
es cosa que en realidad no pasa de ser una de esas frecuentes luchas en las que
gana, por desgracia, la cantidad sobre la calidad, y seguirá siéndolo, a pesar del noble interés humano de
contener con la razón los impulsos
típicamente animales hasta que la estructura orgánica del hombre haga imperar
la voluntad sobre las reacciones lógicas escapadas hoy de nuestro control
intelectual.
ISTMO GRÁFICO, Salina Cruz, Oax. Febrero
de 1957.
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