DEBE INCREMENTARSE LA INVESTIGACIÓN
CIENTÍFICA EN MÉXICO.
Es una necesidad inaplazable de la
ciencia, en todas sus manifestaciones, la renovación constante y el
acrecentamiento continuo de los principios en que funda sus trabajos cuando
busca las verdades materiales e ideales que mejor sirven a la vida y la cultura.
El estudio detenido de los hechos y de
las ideas que tratan de interpretar a aquellos es lo que constituye la
investigación y solo esta puede lograr la superación que necesitan todas las
obras humanas.
En nuestro país se puede ya hablar de
un adelanto de la ciencia y de la técnica en grado muy considerable, en forma
tal que no desmerece al lado de otros países bien adelantados en esos aspectos
de la cultura. La industrialización emplea métodos modernos para incrementar la
producción y se ponen ya los medios necesarios para tecnificar completamente
las labores del campo, y si se mira el desarrollo de las actividades
intelectuales en México, la fisonomía del mismo como país culto, no deja lugar a dudas sobre la
respetable categoría del mexicano.
Nada más que se ha descuidado y se
sigue prestando muy poca atención a la investigación científica, que debe
correr paralela a la marcha ascendente de las producciones actuales. Todo lo
nuevo obligadamente lo tenemos que tomar del exterior, porque aquí no se crea
ni se puede crear si se mantiene ese estado de conformismo que padecen los
hombres de ciencia mexicanos.
Hay que reconocer que las condiciones
materiales para el desarrollo de la investigación científica en México, no son
de los mejores, ni siquiera medianamente aceptables. La situación es inadecuada
si se exceptúa la limitada en que trabajan pequeños núcleos de estudiosos
profesionales sin gran apoyo gubernamental ni de la iniciativa privada. Por otra parte, hay escasa vocación científica
en la mayoría de los estudiantes y profesionales de nuestro medio cultural, con
grave riesgo para el desarrollo de la ciencia en nuestro país.
Cuando se detiene la ciencia en una
serie de conquistas, corre el riesgo de desaparecer, no obstante el florecimiento
que cobren sus manifestaciones totales si solo es en torno de principios
limitados, incompletos, inexactos y envejecidos y si señala nuevos rumbos a los
hechos del porvenir.
El deber mayúsculo de todos los que se
dedican a las labores científicas es el de contribuir en alguna forma a
integrar nuevas realizaciones que sigan elevando el caudal de experiencias
útiles y el número de las posibilidades
de una vida mejor. Hacer algo para que la ciencia no se detenga, para que no se
encierre en perenne repetición de técnicas, teorías y demás instrumentos de la
producción material e intelectual, es lo que debe interesar en primer término a
todo aquel que abraza una carrera científica, y hay muchos a quienes hay que
recordarles e imponerles este deber en nuestro país.
La revisión constante de los hechos e
ideas que constituyen la ciencia es una obligación de quien adquiere la
responsabilidad de servir a aquella por encima de cualquier otro interés.
Para la ciencia es tóxico todo lo que
tiene carácter rutinario, lo que no se sale de lo común y lo corriente, lo que
nace, crece y perece en medio de lo mismo, con lo mismo y para lo mismo
intrascendente; es venenoso para la ciencia la limitación arbitraria de sus
alcances a la solución de problemas de solo una condición de lugar y tiempo y
como consecuencia la repetición mecánica, la producción en serie de hechos e
ideas anquilosadas que si algún día fueron ciencia ya únicamente son bagatelas
intrincadas y de relumbrón, casi igual de valederas a las realidades del
empirismo.
Un importante aspecto de la
investigación científica lo constituye un conjunto de actividades intelectuales
que no requieren precisamente de máquinas, aparatos y demás instrumentos
materiales para su desarrollo, como son las investigaciones filosóficas de
primera mano, muchos cálculos matemáticos cuyo planteamiento técnico e incluso
su realización práctica puede efectuarse aquí; algunos principios deben
razonarse, en el terreno de la física y de la química, adelantando los trabajos
que algún día el mejoramiento se las condiciones económicas del medio puede
desarrollar y completar.
Pero, si en esto que dejamos asentado y
hasta en las investigaciones de las ciencias sociales no adelanta mucho, el
signo es revelador de la existencia de un descuido, de una abulia y un
desinterés, que no falta de capacidad para la ciencia, como es posible
demostrar.
Hay que combatir el limitado afán de
los técnicos y conocedores de la ciencia, mexicanos, hay que condicionar el
ambiente para que México pueda contribuir con algo nuevo en el terreno
científico, porque puede hacerlo como se ha demostrado en otras ocasiones. No
es gran cosa que aquí se armen automóviles, refrigeradores, televisores,
radios, máquinas de escribir; que se envasen antibióticos, sulfamidas,
vitaminas y hormonas o que se impriman aquí trabajos extraños. No. Lo
importante es producir aquí esas cosas en su totalidad con materias primas de
aquí de donde sea y procurar el mejoramiento de las mismas por medio del
estudio sistemático que es la investigación científica.
Numerosos hechos de los más nuevos, que
marcan el adelanto de la técnica, de la ciencia y del arte, pudieron haber
nacido aquí en México, de no ser por la desidia de muchos técnicos nuestros que
se dejan anquilosar en tareas de la rutina más absorbente. Otros quizás
tuvieron y tienen antecedentes autóctonos para honra del país, pero un
condenable afán de considerar lo extranjero como mejor que lo nuestro y la
estupidez de darle mayor crédito a una cosa si viene con etiqueta en lengua
extraña y apoyada en un nombre que suena exótico, ha sido la causa de que no
hayan sido tomadas en cuenta buenas realizaciones de México en el campo de la
investigación científica.
Es necesario, entonces, una
consideración más seria del problema de parte de las instituciones que tienen
la obligación de estructurar las bases del porvenir de la nación en los
aspectos más importantes de la ciencia, buscando siempre colocar a México en el
renglón de los que crean y dirigen las nuevas ideas y realizaciones.
Diario NOVEDADES,
México, D.F., 1 de agosto de 1957.