martes, 24 de agosto de 2021

LA TRAICION DE ITURBIDE. 24 DE AGOSTO DE 1821

Muestra de la mayor ignorancia dE NUESTRA historiaM es conmemorar el 24 de agosto de 1821, como aniversario de la Independencia de México. Se ve que los que organizan esta conmemoración no han leido los llamados tratados, que no se refieren a ninguna independencia. Solo hablan de ofrecer la corona del imperio al rey de España Fenando VII o a alguno de la realeza española, y si ninguno de éstos aceptara, se podía nombrar a otro personaje. De esyo último se aprovechó Iturbide para proclamarse emperador mediante un golpe militar que él mismo organizó y que fue realizado por el sargento Pío Marcha, mediante un motin de militares y vecinos de la ciudad de México, el 22 de mayo de 1821. Iturbide fue el que inauguró los golpes militares para hacerse del poder público.

domingo, 22 de agosto de 2021

REVOLUCIÓN Y CONTRARREVOLUCION EN MÉXICO. Introducción. Antecedentes. La República en Armas.

REVOLUCION Y CONTRAREVOLUCION EN MEXICO AURELIO ALTAMIRANO HERNANDEZ INTRODUCCIÓN. El fenómeno social y político conocido como Revolución Mexicana es un acontecimiento complejo, que debe ser estudiado considerando cada uno de sus componentes como una unidad con sus propias características económicas, políticas y sociales, para después hacer una síntesis que tome en cuenta la participación e influencia de cada componente en la configuración final del movimiento revolucionario iniciado en la primera década del siglo XX y que continúa con altibajos y desviaciones ya entrado el siglo XXI. En el caso de la revolución mexicana, objeto de nuestro estudio, después de los antecedentes que son de larga data, el examen de los acontecimientos a partir de 1910 se divide en varios capítulos, uno para cada etapa, en los que se examina el perfil socioeconómico, político y cultural del régimen dominante, en el marco de las movilizaciones militares, civiles y de guerrillas que son una constante en toda transformación violenta del orden social. Las cuatro etapas a considerar en este ensayo. El escenario (1910 a 2018) en que se inscriben los acontecimientos relevantes del movimiento revolucionario mexicano presenta cuatro etapas que comprenden: la república en armas (1910-1920), la revolución en marcha (1920-1940), el revisionismo y el equilibrio inestable (1940-1980) y el retroceso y la contrarrevolución 1980-2018). En cada una de las etapas se observan periodos de transición en los que no se advierten signos claros de una tendencia política, hay acciones contradictorias o la búsqueda de un equilibrio en la lucha de contrarios, que acaba en una transacción perjudicial para los propósitos revolucionarios. Cómo asumen su papel los gobiernos post-porfiristas. Con el fin de considerar no sólo el aspecto político, el método de estudio a seguir se ha simplificado en tres maneras de abordar cada tema: primero, de fondo, por la adhesión de los gobiernos a los principios constitucionales; segundo, de forma, por la manera en que asumen soluciones a los problemas económicos, políticos y sociales y tercero, de resultados, por el impacto que esas soluciones producen en las condiciones de vida de la población. Para ubicar la gestión de un gobierno en el espectro político es necesario tener un patrón de referencia. Respecto a los gobiernos mexicanos posteriores al viejo régimen, emanados de los diversos movimientos sociales que convergieron para configurar la revolución, los puntos de comparación se tienen que remitir en principio al grado de cumplimiento que dieron a los postulados constitucionales paradigmáticos o más radicales y representativos de la transformación. En el caso de México los artículos constitucionales 3º, 27º, 123º y 130º de la Constitución de 1917, representan el corolario de las luchas populares. En la medida en que fueron respetados y aplicados al desarrollo social se califica el comportamiento doctrinario de un régimen, en un abanico de tendencias y posiciones que van del régimen conservador intransigente al régimen revolucionario radical, lo que en el lenguaje común se conoce como la extrema derecha y la extrema izquierda respectivamente, pasando por puntos intermedios que muestran el grado de influencia que ejercen los factores de poder en el conjunto. La calidad de vida de la población, indicador principal. Los perfiles socioeconómicos y políticos de cada etapa se definen por el apego de cada régimen a la ideología de la revolución social, por los planes, programas y procedimientos que utilizaron para la realización de los factores de bienestar social. Mostrar cómo o con qué procedimientos abordaron las situaciones económicas, políticas y sociales, implica conocer qué objetivos y metas se fijaron y qué resultados obtuvieron, con lo que podemos inferir la eficacia y eficiencia de su actuación, o en otras palabras qué impacto lograron sus acciones en la comunidad. La calidad de vida de la población es el indicador general que da idea del nivel de justicia social imperante; se evalúa según como se encuentran realizados los factores del bienestar social: alimentación, vivienda, salud, educación, trabajo, recreación, libertad y seguridad. La lucha de contrarios es permanente En la línea del tiempo, para un lugar determinado, los hechos socioeconómicos y políticos se suceden aparentemente sin orden ni concierto; pero si se analizan sus causas y sus efectos se observa que hay una relación entre un hecho y otro, en la medida en que lo permite el espacio en que se encuentran distribuidos. En cada etapa el comportamiento del régimen, su respuesta frente a las movilizaciones militares o civiles, las de guerrillas y ante la opinión pública, influye sobre los acontecimientos posteriores para tratar de perpetuar su política y encuentra también la oposición que trata de frenar su avance. La lucha de contrarios es permanente. El tema central de este ensayo se refiere a los conceptos de revolución y contra-revolución presentes en el fenómeno social que se inicia en la primera década del siglo XX, y que ha venido transformando con signos contradictorios la realidad de México a lo largo de más de un siglo. Dos visiones contradictorias de los objetivos. Desde el principio, los protagonistas de la conmoción social que a través de numerosas movilizaciones militares y civiles produjo el fenómeno conocido como revolución social mexicana, mostraron visiones diferentes de los objetivos que pretendían. El germen de la contra-revolución estuvo presente desde entonces y estorbó de muchas maneras el avance de las luchas libertarias. A la fecha subsiste todavía una concepción dual sobre la revolución social mexicana: la de las clases populares cuyas aspiraciones se centran en la necesidad de solucionar sus problemas de alimentación, vivienda, salud, educación, trabajo, recreación, libertad y seguridad; y la de las clases pudientes, poseedoras de los medios de producción -- --tierras, ganadería, minas, fábricas--, que tienen sobradamente resueltas aquellas necesidades primarias y que pretenden conservar sus privilegios en los sectores de la industria, el comercio y los servicios. Presencia de los conservadores en el movimiento social. Los elementos ligados al viejo régimen que se veían marginados del poder público y además confrontados entre sí en sus propios intereses, buscaban sólo el cambio político que les permitiera participar en la dirección de los asuntos públicos, conservando sus privilegios de clase. Sus proclamas estuvieron ajenas a las reivindicaciones populares; pero sí aprovecharon a la clase proletaria para engrosar las filas del ejército rebelde cuando se dio el levantamiento armado. Buscaban reformas con tintes democráticos, pero supieron ocultar sus propósitos enfocados a preservar el sistema socioeconómico y político que les favorecía. El Plan de San Luis de Francisco I. Madero y el Plan de Guadalupe de Venustiano Carranza en sus primeras versiones proclamadas participan de estas características. En ese contexto se inscribe la rebelión encabezada por Francisco I. Madero, y su paso por la Presidencia de la República. El Plan de San Luis sólo exhibe el interés por los cambios políticos y no toma en cuenta las reivindicaciones populares. Madero no tuvo recursos para iniciar una transformación a fondo de la realidad mexicana; durante todo su mandato fue hostigado por los herederos del viejo régimen que dejó incrustados en el gobierno. Su afán de reconciliación despertó desconfianza en las clases populares y finalmente se le rebelaron en 1912 los militares porfiristas Bernardo Reyes y Félix Días y su caída se produjo en febrero de 1913 por la traición de Victoriano Huerta. Las clases proletarias y sus anhelos de reivindicación. En cambio, las clases populares sin ninguna participación en la política gubernamental y marginadas del progreso socioeconómico de que se ufanaba el viejo régimen, vieron en el movimiento armado la oportunidad de reivindicar sus derechos. Desde entonces, estimulados por la propaganda que les ofrecía sufragio efectivo y no reelección al principio, y tiempo después la recuperación de sus tierras usufructuadas por hacendados latifundistas y compañías extranjeras, así como otros derechos antaño vulnerados; o simplemente excitados por las prácticas demagógicas que hicieron su aparición de inmediato, se hicieron a la idea de que el movimiento era efectivamente reivindicador de las aspiraciones populares y se lanzaron a la lucha no solamente aportando su cuota de sangre sino enarbolando ideales que desde los tiempos de las guerras de la Independencia y de la Reforma expresan la necesidad de satisfacer sus reclamos fundamentales. El Plan de Ayala de Emiliano Zapata, concretamente enfocado al problema agrario, y las reformas sociales introducidas en el Plan de San Luis, de Madero adoptado por Francisco Villa, reivindicaron la lucha revolucionaria original y marcaron nuevo rumbo a los reclamos populares. Carranza, con la expedición de la Ley Agraria del 6 de enero de 1915, en Veracruz, fortaleció la lucha de los pueblos por la restitución de sus tierras arrebatadas por latifundistas. Poco después, en las filas zapatistas y villistas surgieron las contradicciones alimentadas por la presencia de agentes de la reacción conservadora y las divisiones en cada una de ellas debilitaron la acción revolucionaria. La división del Norte, influenciada por el maderismo, asimiló a muchos elementos del antiguo ejército federal. Otros militares que sirvieron a Díaz y Huerta se acercaron a las filas zapatistas y a otros contingentes rebeldes como los soberanistas de Oaxaca, renuentes éstos desde un principio a aceptar a los gobiernos emanados de las rebeliones armadas. En Oaxaca era natural esperar esa reacción, por la enorme influencia del porfirismo en ese Estado. Revolución burguesa o revolución popular. Unos y otros piensan que la revolución se hizo exclusivamente para cada uno de ellos, de donde resulta que se habla de una revolución democrática burguesa –como la llaman los marxistas--, para las clases de elevados ingresos incorporadas al capitalismo, y de una revolución democrática popular para las clases de menores recursos: campesinos, obreros, artesanos, empleados del gobierno y de las empresas privadas, intelectuales de la clase media, inversionistas de la pequeña y mediana empresa, etc. Para no incurrir en extremismos innecesarios, el término que podríamos adoptar para el movimiento reivindicador iniciado en México en las primeras décadas del siglo XX sería el de revolución democrática liberal, inserta por razones geopolíticas en el ámbito del capitalismo y su forma superior de desarrollo: el imperialismo y la economía global .La denominación y definición correctas la dará el desenlace imprevisible por ahora de las luchas que se avecinan arduas y de larga duración.. Las contradicciones de una revolución inconclusa. En los hechos, como podemos ver a lo largo de este ensayo, la revolución mexicana en todas sus etapas asume las características de un fenómeno híbrido, en el que confluyen dos corrientes antagónicas. Cada cual asume en determinado momento mayor o menor relevancia, dando la impresión de los altibajos que se observan en la aplicación de los principios paradigmáticos de la Constitución. La consecuencia es que aún permanece la lucha de contrarios, que se trata de una revolución inconclusa; que se ha superado por ahora la confrontación armada y los conflictos se abordan de parte del proletariado por medio de movilizaciones civiles en las que participan de manera relevante las organizaciones de obreros campesinos, maestros, estudiantes e intelectuales, que tienen desarrollada una mayor consciencia social. Pero, en realidad, los grandes problemas económicos, políticos y sociales permanecen sin solución y con el descontento popular que se manifiesta periódicamente establecen las condiciones objetivas y subjetivas para otro estallido social. ANTECEDENTES. No se puede considerar a la revolución mexicana como un hecho aislado, sin relación con otros fenómenos ubicados en la línea del tiempo, dentro y fuera de las fronteras nacionales; las causas y los efectos de la misma se pueden encontrar no solo en el ámbito interior sino también en varios puntos del contexto internacional. Tiene profundas raíces en la historia nacional y universal. El pensamiento liberal, que ha ejercido gran influencia en las transformaciones sociales en muchos países como el nuestro, tiene un origen universal y encontró en México terreno fértil abonado por nuestras grandes revoluciones del siglo XIX: la Independencia y la Reforma. Desde la época de la insurgencia para la liberarnos del colonialismo español y que dio por resultado la independencia política; y desde la guerra de Reforma que liberó al Estado de la intromisión de la Iglesia católica en los asuntos públicos; México ha estado siempre en el centro de la atención de las potencias mundiales. A finales del siglo XVIII cuando España había decaído como potencia marítima, Inglaterra que se proponía consolidarse como reina de los mares, vio con beneplácito, apoyó y alentó los movimientos de independencia en los países latinoamericanos con el concurso de las logias masónicas que entonces desempeñaban un papel de partidos políticos. Los Estados Unidos, por su parte, también se dispusieron a establecer las políticas (la Doctrina Monroe, 1823, por ejemplo) que en el futuro les permitieran ejercer su influencia en el devenir de las nuevas naciones liberadas. México en la mira de los intereses comerciales. A fines del siglo XIX y principios del XX cuando el gobierno porfiriano dio claras muestras de su preferencia por las inversiones de origen europeo -- fábricas textiles francesas, ferrocarriles ingleses, armamento alemán--, en tanto que el capital estadounidense invertido en México estaba adquiriendo un porcentaje cada día más elevado, el país se convirtió en centro de conflictos entre los grandes consorcios dedicados a las actividades industriales y comerciales de alcance internacional. Cada quién buscó aliados en México para afianzar sus privilegios. La desigualdad social, causa del descontento popular. La inestabilidad generada en el país por la desigualdad imperante en las condiciones de vida de una élite favorecida por el régimen y una masa enorme de población inmersa en la pobreza, además de las propias contradicciones existentes entre los beneficiados por el sistema porfiriano, dio como resultado el estallido social de 1910. Intereses extraños en los conflictos armados. Dado el interés de las potencias mundiales en obtener ganancias del conflicto mexicano, se dieron injerencias extrañas en el proceso revolucionario, desde su inicio, como lo prueban los apoyos crediticios otorgados u ofrecidos para dotar de armamento y otros recursos a las rebeliones armadas de las diversas filiaciones. Estas intervenciones, se sumaron a las condiciones internas propias de la conmoción social y se convirtieron a su vez en causas y efectos de los virajes que tuvo el movimiento armado. Entre 1900 y 1910, se mostraron muy claros los signos del rechazo popular a la dictadura de Porfirio Díaz, cuando el viejo régimen, atrapado entre las redes de su inmovilidad y sus teorías caducas, se vio envuelto en la contradicción típica del capitalismo en expansión: la existencia de una prosperidad creciente de la oligarquía y la presencia de una gran masa popular de pobres y desheredados. La élite gobernante seguía creyendo que la incorporación del país a la modernidad se iba a realizar con los obreros esclavizados en las fábricas y con los peones acasillados en las viejas haciendas consideradas como unidades de producción agropecuaria. Los adictos al régimen porfirista no entendieron que los gobiernos de Occidente estaban en proceso de reorganización, ante la crisis mundial del capitalismo y la proximidad de la Primera Guerra Mundial. La rebelión proletaria encuentra apoyo intelectual. Los antecedentes del descontento popular y de la insurrección consecuente que decidió tomar las armas en 1910, se encuentran en las numerosas protestas expresadas en los periódicos de oposición de la época y en la rebelión de núcleos indígenas, en el norte y el sur del país, por la agudización del problema agrario heredado desde siglos atrás. La oposición de las masas populares a la situación imperante encontró eco en el programa y el manifiesto del Partido Liberal Mexicano (16 de marzo de 1906) redactado por destacados liberales encabezados por los hermanos Ricardo y Enrique Flores Magón. Este el primer documento político que asumió formalmente el compromiso de combatir al viejo régimen. Numerosas protestas, de los campesinos sin tierras o de los que se veían acosados por políticos influyentes que pretendían arrebatarles sus terrenos comunales, fueron reprimidas sistemáticamente, muchas veces a sangre y fuego como ocurrió con los yaquis en Sonora, los mayas en Yucatán y muchos grupos indígenas más a lo largo del territorio nacional. Las huelgas de los trabajadores mineros de Cananea (1º de junio de 1906) y la de los obreros textiles de Río Blanco (7 de enero de 1907), fueron la más enérgica condena de los trabajadores a la explotación de que eran víctimas. Es bien sabido que sus legítimas protestas fueron acalladas con las armas por los opresores que tenían todo el apoyo del viejo régimen. El libro de Andrés Molina Enríquez intitulado “Los Grandes Problemas Nacionales”, publicado en 1909, es la producción intelectual más destacada sobre el problema agrario en la primera década del siglo XX. Contribuyó de manera significativa a fundamentar el movimiento agrarista que más tarde se expresó en el Plan de Ayala proclamado por Emiliano Zapata. La reelección inveterada de Porfirio Díaz, jefe del poder ejecutivo federal y la intención manifiesta de imponer como su sucesor a Ramón Corral, abonaron el terreno al descontento de poderosos grupos oligárquicos que vino a desembocar en la escisión del viejo régimen. En las filas de la alta burocracia adicta al general Díaz, se dieron serias contradicciones, como lo muestra la existencia de una poderosa élite militar y financiera que apoyaba junto con destacados políticos al general Bernardo Reyes, influyente militar que desde tiempo atrás aspiraba a la Presidencia; y por otra parte los partidarios de Francisco I Madero, miembro de una influyente familia norteña, quien se lanzó de lleno en 1909 a la lucha política con la publicación de su libro “La Sucesión Presidencial”. Ambos, Reyes y Madero tenían estrechos vínculos con los “científicos” dirigidos por el ministro Limantour, quienes, a su vez, pretendían heredar el poder del porfirismo. Sin el apoyo popular, se derrumba la dictadura. En la primera década del siglo XX se fueron acumulando en México las condiciones objetivas y subjetivas para el estallido social y éste se extendió por toda la república en 1910. Era una realidad inocultable la vida miserable de las masas campesinas y obreras; la explotación de que eran víctimas por los grandes terratenientes y los dueños de las fábricas; la odiosa presencia del ejército pretoriano dedicado a reprimir las luchas sociales, así como la ceguera o indiferencia del viejo régimen ante tal situación. En el ánimo de las clases populares estaba latente la rebelión; su predisposición a la lucha fue hábilmente aprovechada por los que aspiraban al solo cambio político, para defender sus intereses feudales, sin conceder nada en favor de las causas populares A este respecto, hay que recordar que “hay acciones positivas que contienen elementos de innovación, reformas, progreso, evolución, pero no constituyen una revolución. La revolución es radical en sus transformaciones; establece principios, postulados y bases que cambian todo el andamiaje en que se sustenta la vieja estructura” (A.A.H. Novedades La verdadera Revolución.1957.) Los caciques regionales, aliados del poder central y protectores como éste de la clase poseedora de los medios de producción: hacendados, dueños de minas, industriales y comerciantes nacionales y extranjeros, contribuyeron con su escisión en dos bandos contrarios a debilitar la estructura del régimen. Al romperse la unidad de los sostenedores de la vieja dictadura, ésta vio desaparecer el equilibrio inestable que la sostenía y se derrumbó al primer embate de la rebelión armada. CAPITULO I. LA REPÚBLICA EN ARMAS. 1900-1920. Las guerrillas precursoras. Antes de 1910 varios grupos guerrilleros actuaban en diversos puntos de la república, muchos de ellos sin claros propósitos de reivindicación de derechos sociales, como los que encabezaron Doroteo Arango (Francisco Villa) y Pascual Orozco en el norte de la república antes de incorporarse a las filas del maderismo, sino para protegerse de la persecución de las autoridades y defender su propio derecho de sobrevivencia. Esta primera etapa se caracterizó por la movilización de grandes contingentes militares y de numerosas guerrillas, fue pródiga en hechos de armas entre el antiguo ejército federal y los combatientes opositores. Entre los mismos protagonistas de las rebeliones surgieron importantes escisiones que oscurecieron más el panorama político y sembraron la confusión y el desconcierto. Las asonadas, los cuartelazos, las infidencias fueron cosa frecuente y común. Rebelión de Francisco I. Madero. Plan de San Luis, 1910. El levantamiento armado apoyado en el Plan de San Luis del 5 de octubre de 1910 se hizo realidad una vez consumado el enésimo fraude electoral, mejor dicho la última farsa electoral del viejo régimen. La rebelión fue encabezada por una fracción de la clase favorecida por el gobierno de Porfirio Díaz: hacendados, políticos y poseedores de grandes recursos financieros, que de muchas maneras habían visto disminuida su participación en el reparto del poder. Como ocurre en toda revuelta patrocinada por la oligarquía, el proletariado sediento de justicia y necesitado de recursos para sobrevivir, se enrola en el movimiento atraído por las banderas de reivindicación de sus derechos que son enarboladas astutamente. Madero no era el único aspirante a la Presidencia. En las filas de la alta burocracia adicta al general Díaz, se dieron serias contradicciones, como lo muestra la existencia de una poderosa élite militar y financiera que apoyaba junto con destacados políticos al general Bernardo Reyes Para entonces, Bernardo Reyes se encontraba aún en Europa, adonde fue comisionado para dizque realizar estudios del ramo militar, en una hábil maniobra del general Díaz para exiliarlo y neutralizar su activismo político. Los partidarios de Bernardo Reyes quizá esperaban la muerte del dictador para movilizar todas sus influencias. Cuando se empezó a movilizar el aparato político con motivo de la sucesión presidencial de 1910 el grupo consolidado a la sombra del viejo régimen y encabezado por el general Bernardo Reyes, había dispuesto participar en la carrera presidencial, buscando por la vía pacífica y la aparente disciplina el apoyo del titular del ejecutivo. Este grupo también se preparó para, llegado el caso, asumir el poder con el concurso de las armas. Para esto último, un detalle significativo fue la creación de la Escuela Militar de Aspirantes, a iniciativa del general Reyes, para convertirlo en un pretendido contrapeso del Heroico Colegio Militar. Es bien conocido el denigrante papel desempeñado por esa escuela de aspirantes en el cuartelazo de febrero de 1913, conocido como la conspiración de la Ciudadela, que acabó con el régimen maderista. El Plan de San Luis se adelantó a todo intento de rebelión de Bernardo Reyes contra Díaz. Madero seguramente evaluó con acierto las condiciones internas y externas del momento: la ola de protestas populares contra el régimen caduco, la división interna de la alta burocracia porfiriana, las deficiencias de la organización y operación del viejo ejército pretoriano, la animadversión del gobierno estadounidense por el trato preferencial de Días a la inversiones europeas, y quizá una secreta inclinación del dictador a heredar el poder a algún civil que siendo de la misma clase en el poder aceptara conservar los privilegios de los favoritos. El contingente armado de la rebelión maderista se integró con una masa heterogénea reclutada en las bandas que desde tiempos atrás estaban en el norte del país dedicadas a actividades fuera de la ley, bajo el mando independiente cada uno del otro, de Doroteo Arango, más tarde conocido como Francisco Villa y de Pascual Orozco. Esa masa de guerrilleros la formaban hombres que de alguna manera habían sufrido en carne propia los abusos de la oligarquía, habían adquirido suficiente experiencia en el manejo de la estrategia militar y eran materia dispuesta para lanzarse a la venganza, con más presteza si la rebelión contaba con suficientes recursos como lo fue la encabezada por Francisco I. Madero. Como ocurre en todas las guerras financiadas por la burguesía en sus luchas internas para conquistar el poder, los proletarios son llamados a participar porque son los que aportan su cuota de sangre. Son utilizados como cualquier asalariado sin voz ni voto en las decisiones, únicamente como instrumento de intereses que ni ellos mismos conocen, solamente animados por falsas promesas. A la hora del triunfo no son tomados en cuenta, como ocurrió con Villa y Orozco cuando tomada Ciudad Juárez reclamaron a Madero su complaciente conducta con el general Navarro, quien al frente del ejército federal actuó con crueldad y deshonor en los combates. Este hecho explica que Pascual Orozco más tarde se haya levantado en armas contra Madero y que dominado más por la pasión que por la razón haya incurrido en errores que le negaron el reconocimiento de la posteridad. Villa continuó siendo fiel al maderismo por influencia de Ernesto Madero y otros familiares del caudillo, que trataron de asesorarlo seguramente con dificultad dado su temperamento violento, su natural perspicacia que no necesitaba de muchos consejos y el poderoso instinto que le guió en muchas de las situaciones más complicadas en que se vio envuelto. Primer periodo de transición. Francisco León de la Barra. 1911.- Francisco I. Madero. 1911-1913. La renuncia de Díaz a la Presidencia y su exilio voluntario a Europa significaron el triunfo de la rebelión maderista. Este hecho abrió el camino para que la sucesión siguiera el curso legal. Francisco León de la Barra asumió en calidad de presidente interino el poder ejecutivo y con el compromiso de convocar a elecciones. Francisco I. Madero en su carácter de cabeza de la rebelión triunfante participó en la dirección de la política del gobierno transitorio, aunque no realizó ninguna acción trascendente que señalara un rumbo nuevo a la administración pública. Cuanto hizo o quiso hacer fue boicoteado por los representantes del antiguo régimen que retenían el poder intacto: la cámara de senadores, el poder judicial, la tesorería, el ejército, los cacicazgos, la prensa y el apoyo de la iglesia. Después del gobierno de transición presidido por Francisco León de la Barra, Madero asumió el poder cuyo gobierno abarcó el periodo de noviembre de 1910 a febrero de 1913. No obstante el apoyo popular que tuvo su gobierno, Madero fue víctima de los severos ataques de los viejos políticos que se vieron desplazados en el nuevo gobierno y que fueron apoyados por la prensa adicta al viejo régimen. La libertad de expresión que fue una realidad durante su gobierno, después de décadas de freno y servilismo de la prensa, desató una fiebre de ataques que excedió los límites de la razón y la prudencia. Rebelión de Emiliano Zapata. Plan de Ayala, 1911. El descontento existente en el campo mexicano desde décadas atrás por los abusos de que eran víctimas los peones de las haciendas, dio suficiente motivo a la rebelión armada que tuvo su más clara expresión en el Estado de Morelos, encabezada por Emiliano Zapata. La vida miserable que llevaba una gran masa campesina que habitaba extensas comarcas sin desarrollo agrícola, y apenas productoras de escasos bienes de autoconsumo, encontró esperanzas de reivindicación en el Plan de Ayala (28 de noviembre de 1911), apoyado en un ejército de extracción campesina y con un ideario que no dejaba lugar a dudas sobre su propósito de revolución agraria. Se aprovechó la coyuntura de la rebelión feudal iniciada en el país por los grandes propietarios inconformes contra el gobierno de Díaz, para levantar en armas a los pueblos morelenses que desde tiempos atrás aspiraban a recuperar sus tierras usufructuadas por los grandes terratenientes. Se sumaron al Plan de San Luis proclamado por Madero, aunque después, el 28 de noviembre de 1911 se vieron en la necesidad de proclamar el Plan de Ayala para desconocerlo en vista de que no aportaba ninguna solución al problema agrario. Fue el Plan de Ayala del ejército zapatista el que dio contenido y vigor popular al movimiento reivindicador que se iniciaba en México. Zapata desconoció a Madero, aunque el Presidente, fiel a su formación humanista, intentó en varias ocasiones inútilmente el acuerdo y la reconciliación. Por la escasez de recursos el movimiento zapatista se circunscribió al estado de Morelos y parte de los estados de México y Puebla; no se extendió a otras regiones. La Casa del Obrero Mundial. El 22 de septiembre de 1912, siguiendo la línea trazada por el programa y manifiesto a la nación del Partido Liberal Mexicano publicado el 1 de julio de 1906, se fundó en la ciudad de México la Casa del Obrero Mundial. Se trata de una organización anarcosindicalista que lucha por la reivindicación de los derechos de los obreros. Su inicio asumió la forma de reuniones de carácter educativo, con la intención de formar cuadros entrenados para la lucha cívica y para organizar en sindicatos gremiales a las diversas uniones y otras agrupaciones existentes. Fueron organizados sindicatos de canteros, sastres, carpinteros, operadores de transportes varios y de otros oficios, que se sumaron a los ya existentes sindicatos de electricistas y de tranviarios. La rebelión de Félix Díaz y Bernardo Reyes. 1912. Sin duda, lastimados por la exaltación de Madero a la primera magistratura, los partidarios de Reyes promovieron el retorno del general, que estaba en Europa en una supuesta comisión militar, para encabezar la rebelión contra Madero, que este general apoyado por Félix Díaz, sobrino de Porfirio Díaz, inició el 16 de marzo de 1912, en el puerto de Veracruz. Sofocado esta primera intentona de los reyistas, sus líderes Bernardo Reyes y Félix Díaz, condenados a la pena capital por un consejo de guerra, fueron indultados por el presidente Madero y encerrados el primero en la prisión militar de Tlatelolco y el segundo en la Penitenciaría del Distrito federal. Conspiración de La Ciudadela. Bernardo Reyes y Félix Díaz fueron liberados de la cárcel por el golpe militar del 9 de febrero de 1913 que intentó apoderarse del Palacio Nacional, y provocó funestos resultados en ese periodo conocido como la Decena Trágica. Murió acribillado el general Reyes frente a Palacio, sobrevino la traición de Victoriano Huerta, fueron hechos prisioneros y asesinados Gustavo Madero, el Presidente Madero y el Vicepresidente José María Pino Suárez. Huerta asumió la Presidencia de la República mediante una maniobra legalista que mereció la reprobación del pueblo. En el Senado fue señalado como asesino por el senador chiapaneco Belisario Domínguez y en la Cámara de Diputados fue rechazado su nombramiento. Disolvió la Cámara de Diputados y fueron asesinados el senador Domínguez y varios diputados. El maderismo, que a la muerte de su fundador asesinado por los complotistas de la Ciudadela, aparecía como carente de un auténtico relevo en el liderazgo, encontró su más poderoso baluarte militar en la reorganización de las fuerzas armadas de Francisco Villa que tenía muy cercanos nexos con la familia del Presidente muerto. La presencia en el ejército villista, más tarde conocido como División del Norte, de distinguidos maderistas así como políticos y militares del viejo régimen, explica las serias diferencias que se dieron entre Villa y Carranza, cuando surgió la necesidad de definir los objetivos principales del movimiento militar que apuntaba ya hacia una verdadera revolución social. Es conveniente señalar que Villa careció de un propio Plan político y social que definiera sus propósitos; hablaba sí de reivindicaciones populares, pero parecía seguir atado al viejo Plan maderista de San Luis por su devoción a Madero. El gobierno ilegítimo de Victoriano Huerta (1913-1914) Victoriano Huerta encabezó un gobierno espurio que se dedicó a combatir a los numerosos grupos rebeldes que se alzaron en diversos puntos del país. Venustiano Carranza inició la organización del ejército revolucionario, estableciendo acuerdos con los jefes de varios contingentes que combatían a Huerta, entre los cuales destacaban la División del Norte, de filiación maderista, comandada por Francisco Villa y el Ejército Libertador del Sur al mando de Emiliano Zapata. El ejército federal, impopular y cada día con menos contingente tuvo que recurrir al procedimiento de la “leva” (levantamiento igual a reclutamiento forzado) para engrosar sus filas. Los partidarios de Madero se aprestaron a la lucha armada para combatir al usurpador, cada facción en defensa de sus propios intereses y algunos con miras distantes de un propósito de reivindicación popular. Las guerrillas zapatistas estaban en combate desde 1911 contra el antiguo régimen, luego contra el mismo Madero desde que se vio que no iba a aportar soluciones al problema agrario. Zapata, con más razón se aprestó a la lucha contra Huerta, porque vio en él la continuación del viejo régimen porfiriano Rebelión de Venustiano Carranza. Plan de Guadalupe, 1913. Venustiano Carranza, gobernador de Coahuila y connotado partidario de Bernardo Reyes, encabezó la rebelión del Plan de Guadalupe del 26 de marzo de 1913, que se propuso derribar a Huerta, quizás no tanto por vengar el sacrificio de Madero como por cobrarse la muerte de Reyes y convertirse en líder de una facción que al igual que el maderismo se había quedado acéfala. . En las filas revolucionarias se alistaron numerosos hombres capaces, dinámicos, honestos y bien intencionados. Fueron los que imprimieron al movimiento armado un contenido social y reivindicador que le confiere su título de revolución. En 1913, Lucio Blanco, acompañado de Francisco J. Mújica, ambos militares revolucionarios de las filas constitucionalistas, realizaron el prime reparto de tierras a campesinos en Tamaulipas, afectando una finca de Félix Díaz El hecho fue desaprobado por Carranza y Blanco fue relevado de su cargo. Pasó a ser jefe de la División de Caballería a las órdenes de Álvaro Obregón. Se ha dicho que Carranza consideró el hecho como un caso de desobediencia, pues debió haber sido consultado, o quizás pensaba que el reparto de tierras debía ser después de cubrir algunos procedimientos técnicos y legales. Carranza derrotó al viejo ejército federal de Huerta en la histórica batalla de Zacatecas (23 de junio de 1914). Fue decisiva para el triunfo la participación de toda la División del Norte, a pesar de que Carranza quería que solamente participara una importante fracción, quizás con el deliberado propósito de dividir las fuerzas villistas y frenar su avance hacia el sur o de restarle méritos en la derrota del usurpador. Son bien conocidos los incidentes que ocurrieron en este enfrentamiento entre Villa y Carranza. Carranza ordena que en el ataque a Zacatecas participe batallones de la División del Norte; Villa propone que sea toda la División a su mando; Carranza reitera la orden; Villa se niega y renuncia; El Primer Jefe del Ejército Constitucionalista acepta su renuncia y ordena que se convoque a los subalternos para nombrar al sustituto: son convocados los jefes subalternos de Villa, se solidarizan con el llamado Centauro del Norte y todos presentan su renuncia. La mayor crisis en el ejército de la revolución naciente se produce en todo su dramatismo. La División del Norte avanza sobre Zacatecas e inflige una definitiva derrota al ejército federal. El triunfo sobre los restos del viejo ejército porfirista se ve oscurecido por la grave escisión que se da entre las fuerzas que aspiran, cada quien a su manera, a producir una profunda transformación social. El caos imperante en el escenario nacional. En estos años de guerra en todo el país, no se podía hablar de la existencia de ningún estado de bienestar. Las familias pudientes emigraron al extranjero o extremaron precauciones para proteger sus vidas y su patrimonio. Hubo quienes formaron grupos paramilitares para protegerse del vandalismo que estaba asociado a las partidas rebeldes. La población de escasos recursos fue la que sufrió en mayor grado la escasez de alimentos, el embate de las enfermedades, el abandono de las escasas escuelas de primera enseñanza, la falta de empleo en el campo y la ciudad y la inseguridad que imperaba en los caminos y dentro de los mismos poblados. El sistema político, si algo de él existía, estaba prácticamente desmantelado. Las leyes y las autoridades eran ignoradas o desplazadas por quienes podían disponer de armas y dinero. Los jóvenes y adultos sanos como única opción de empleo, se alistaron en las filas de los ejércitos, la mayoría de las veces sin fijarse en las causas que defendían. Convención de Aguascalientes, 1915. La Convención de Aguascalientes (1915) trata de alcanzar un acuerdo entre las fuerzas ahora antagónicas: Ejército Constitucionalista y División del Norte. Carranza y Villa son conminados a renunciar. Villa en un arranque de machismo propone que ambos sean fusilados. La Convención designa como Presidente de la República a Eulalio Gutiérrez. Carranza no reconoce los acuerdos de la Convención y traslada la sede de su gobierno a Veracruz. El Ejèrcito de la Convención en la ciudad de México. Villa y Zapata avanzan sobre la capital de la República, en abierta rebeldía contra Carranza. La ciudad de México es ocupada por las fuerzas unidas de la División del Norte y el Ejército Libertador del Sur, que recibieron el nombre de ejército de la Convención. El Plan de Ayala de Emiliano Zapata, concretamente enfocado al problema agrario, y la adopción de los propósitos del Plan de San Luis reformado por la División del Norte al mando de Francisco Villa, reivindicaron la lucha revolucionaria original y marcaron nuevo rumbo a los reclamos populares. Poco después, en las filas zapatistas y villistas surgieron las contradicciones alimentadas por la presencia de agentes de la reacción conservadora y las divisiones en cada una de ellas debilitaron la acción revolucionaria. La división del Norte, influenciada por el maderismo, había asimilado a muchos elementos del antiguo ejército federal. Otros militares que sirvieron a Díaz y Huerta se habían incorporado a las filas zapatistas y a otros contingentes rebeldes, como los soberanistas de Oaxaca, renuentes éstos desde un principio a aceptar a los gobiernos emanados de las rebeliones armadas Presidentes nombrados por la Convención: Eulalio Gutiérrez, Roque González Garza y Francisco Lagos Cházaro. 1915.- La ocupación de la ciudad de México por Villa y Zapata ocurre en un escenario político en que parece que las fuerzas acusadas de conservadurismo están en retroceso y se vislumbra en el horizonte el nacimiento de una revolución social de gran inspiración popular. Los acontecimientos que siguieron a esta explosión de regocijo popular tomaron, por el momento, otros derroteros. Villa se retiró al Norte a reforzar sus dominios ante un predecible ataque del ejército constitucionalista; las fuerzas zapatistas fueron insuficientes para apoyar la consolidación del gobierno de Eulalio Gutiérrez en la Capital, y éste se desintegró al primer embate de las huestes carrancistas. Se esfumó con ello la gran oportunidad de iniciar una verdadera revolución democrática y popular. La Convención de Aguascalientes trató de introducir la concordia entre los que aspiraban a instaurar una revolución. Logró reunir un valioso contingente de luchadores sociales que se habían resuelto a tomar las armas para combatir a la dictadura y la usurpación; pero fracasó en su intento. Pudo más la ignorancia, el fanatismo y la ambición y la agudización de la crisis política desembocó en una guerra fratricida tan sangrienta como la que se libró contra el ejército federal. Faltó a la Convención un Plan de acción que reivindicara con precisión las aspiraciones de carácter económico, político y social por las que luchaban los contendientes; reunir en un órgano rector, antes que en un titular de la Presidencia que era el motivo de la discordia, la responsabilidad de dictar las medidas conducentes: allegarse por los medios legales disponibles los recursos financieros necesarios; organizar las bases de un ejército popular y de una infraestructura institucional que se avocara con personas instruidas, de capacidad reconocida y honestas, a la resolución de las situaciones más conflictivas de la confrontación. En las circunstancias prevalecientes en aquel entonces, esto no era posible; los ánimos estaban caldeados; la presión de los grupos de interés tanto nacionales como extranjeros que trataban de encontrar a un protector o colaborador; la heterogeneidad del origen de los combatientes y su dispersión a lo largo y ancho del territorio nacional dificultaron el entendimiento y el acuerdo. Las primeras conquistas del movimiento obrero. En 1914, Cándido Aguilar en Veracruz y Manuel Aguirre Berlanga en Jalisco promulgaron Leyes del trabajo sobre el salario mínimo y en general sobre el concepto de salario justo. Hacia 1915 la Casa del Obrero Mundial sumaba más de 90,000 afiliados. El 17 de febrero de 1915, pactó un acuerdo de colaboración con el ejército constitucionalista que vio en la fortaleza de la COM un recurso político favorable a la revolución social que se iniciaba. Entones, se integraron los Batallones Rojos con obreros que participaron en los hechos de armas, como la Batalla de Celaya contra la División del Norte, que dieron el triunfo al constitucionalismo. Lamentable error de la Casa del Obrero Mundial. Lo lamentable de este acuerdo de la COM con el ejército de Carranza fue que lucharon contra sus propios hermanos de clase, los campesinos y luchadores agraristas, que formaban el grueso de las fuerzas villistas y zapatistas. Una muestra de cómo se manipula a las masas para enfrentarlas en una guerra fratricida que solo beneficia a sus explotadores. Carranza se afianza en el poder. El ejército constitucionalista al mando de Álvaro Obregón se dispuso a combatir a Villa. Los reñidos encuentros militares de Celaya (6 al 13 de abril de 1915), en los que triunfó el ejército constitucionalista, significó que Carranza, entonces, no tuvo al frente ningún enemigo de consideración y asumió plenamente el cargo de Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y encargado del poder Ejecutivo. En 1915, siendo gobernador de Yucatán, Salvador Alvarado realizó una profunda transformación socio política promulgando leyes avanzadas para su tiempo en diversos rubros, principalmente en materia de educación y trabajo. Encontró terreno abonado por las luchas sociales de líderes como Felipe Carrillo Puerto, que aportaron ideas que más tarde sirvieron para fundamentar los artículos paradigmáticos de la Constitución de 1917. En 1915 Alvarado promulgó la Ley del Trabajo y durante su mandato abogó por la educación laica, socialista y popular. Es uno de los pocos generales que merecen el título de revolucionarios. La reacción conservadora aniquila el movimiento obrero. La huelga de los electricistas en 1916, patrocinada por la Casa del Obrero Mundial, significó un serio reto al gobierno, que movilizó sus más oscuras fuerzas para aniquilar al movimiento. Carranza decretó la vigencia de la Ley del 25 de enero de 1862 y los líderes huelguistas fueron arrestados, sujetos a juicio y condenados a la pena capital. Fueron liberados por intervención del general Álvaro Obregón. Los hechos mencionados en los párrafos anteriores, marcan con claridad las contradicciones existentes entre los personajes de las luchas sociales enmarcadas en el fenómeno llamado Revolución. De hecho, desde el principio de las rebeliones militares ya existía en los conflictos el germen de la Contrarrevolución. Congreso Constituyente, 1917. Carranza se propuso elaborar una nueva Constitución política, en la que quedaran plasmados los ideales que dieron sustento al movimiento renovador. Así fue como se convocó el Congreso Constituyente que inició sus labores en noviembre de 1916 y produjo la nueva Carta Magna que fue promulgada el 5 de febrero de 1917. La mayoría de los diputados constituyentes estuvo formada por políticos, intelectuales, militares y de otras actividades provenientes de la clase media; fue mínimo el número de representantes del villismo y del zapatismo. En el seno del Congreso Constituyente se dieron los más celebrados debates en los que la presencia del conservadurismo pretendía resucitar viejos conceptos decimonónicos del liberalismo individualista, en tanto que los elementos revolucionarios defendían la inclusión de los derechos sociales, que finalmente quedaron plasmados en los artículos 3ª, 27ª, 123ª y 130ª constitucionales. El Congreso Constituyente de Querétaro fue el logro más importante del movimiento reivindicador que alcanzó a consolidarse con esta primera realidad institucional. Hacía falta una nueva Carta Magna, un documento de primera magnitud, que expresara los más caros anhelos de la revolución naciente. En el seno del Congreso la lucha entre radicales y conservadores alcanzó su clímax cuando se discutieron las garantías sociales. Fueron decisiva las intervenciones de Heriberto Jara, Antonio Díaz Soto y Gama, Francisco J. Mújica y otros destacados revolucionarios para que triunfaran las tesis sustentadas en los artículos paradigmáticos: el 3º, que se pronuncia por la educación popular, racional, democrática, obligatoria y gratuita; el 27º, que reivindica los derechos de la Nación sobre los recursos del suelo y del subsuelo; el 123º, que consagra los derechos de los trabajadores a una. jornada digna, al salario remunerador y a una serie de prestaciones que tienen el propósito de elevar la calidad de su vida personal y familiar; el 130º, que establece la libertad de conciencia del individuo y su derecho a practicar la religión de su elección. Esas conquistas revolucionarias fueron desde el principio combatidas por los elementos conservadores. Hubo resistencias a la aceptación de las nuevas normas, pero finalmente la Constitución fue promulgada aunque pronto se observó que el poder público se resistía a su puesta en práctica, por lo cual fue motivo de nuevos conflictos. Desde que se supo de los artículos radicales de la nueva Constitución mexicana, los elementos conservadores: empresarios nacionales y extranjeros opuestos al régimen, la iglesia católica y los militares desplazados de regímenes anteriores, se confabularon para dar al traste con la aplicación de los nuevos ordenamientos. Ante la oposición de la reacción nacional el gobierno se vio precisado a hacer algunas concesiones que se tuvieron como manifiesta debilidad y condescendencia, tales como la devolución de sus propiedades confiscadas a los antiguos hacendados, la condena de los movimientos obreros y el encarcelamiento de sus líderes, a los que se llegó incluso a condenar a la pena capital (castigo del que fueron salvados por la intervención de Obregón); así como la controvertida declaración de no retroactividad en la aplicación del precepto constitucional que ampara la propiedad de la nación sobre las riquezas del subsuelo. Carranza es solo un rebelde con el Plan de Guadalupe original de 1913. A partir de las reformas de 1914 a dicho Plan, la expedición de la Ley Agraria de 6 de enero de 1915 y la promulgación de la Constitución de 1917.se define como revolucionario, aunque después incurrió en graves contradicciones. Presidente constitucional, Venustiano Carranza, 1917-1920. Fueron convocadas las elecciones presidenciales; Carranza fue electo Presidente y tomó posesión de la primera Magistratura el 1º de diciembre de 1917. Villa, derrotado, se refugió en lo que quedaba de sus dominios en el Norte y se dedicó a actividades que fueron calificadas de bandolerismo, como el ataque a Columbus (Estados Unidos) que fue señalado como un deliberado propósito de crearle más dificultades internacionales a Carranza, que ya las tenía más que suficientes por la reiterada indisposición del gobierno estadounidense a otorgarle el reconocimiento de jure y la predisposición de las compañías petroleras extranjeras a oponerse a toda regulación oficial sobre sus inversiones. En este escenario conflictivo el Presidente Carranza se ve envuelto en el escándalo del telegrama Zimmerman, mediante el cual supuestamente Alemania pretendía comprometer a México a una guerra con los Estados Unidos, como una medida precautoria ante la inminente participación de los norteamericanos en la primera Guerra Mundial (1914-1918). La prudencia dominó el quehacer constitucionalista y el gobierno de Carranza permaneció neutral en el conflicto mundial. Desde que se supo de los artículos radicales de la nueva Constitución mexicana, los elementos conservadores: empresarios nacionales y extranjeros opuestos al régimen, la iglesia católica y los militares desplazados de regímenes anteriores, se confabularon para dar al traste con la aplicación de los nuevos ordenamientos. No se puede hablar de hechos relevantes en la aplicación de los preceptos de la nueva Constitución en materia de bienestar social. Eran tiempos de guerra y la reconstrucción del país se veía aún a largo plazo. La educación popular continuó en el abandono. La Escuela Nacional Preparatoria y la Universidad Nacional subsistieron precariamente. Ante la oposición de la reacción nacional el gobierno se vio precisado a hacer algunas concesiones que se tuvieron como manifiesta debilidad y condescendencia, tales como la devolución de sus propiedades confiscadas a los antiguos hacendados, la condena de los movimientos obreros y el encarcelamiento de sus líderes, a los que se llegó incluso a condenar a la pena capital (castigo del que fueron salvados por la intervención de Obregón); así como la controvertida declaración de no retroactividad en la aplicación del precepto constitucional que ampara la propiedad de la nación sobre las riquezas del subsuelo. Las conflictivas elecciones de 1920 En 1920, la proximidad de las elecciones para la renovación del poder ejecutivo alteró la relativa calma que se observaba en el ámbito político. El asesinato de Zapata (abril de 1920), el líder agrario que era bien visto por Obregón, fue el detonador de una serie de acontecimientos que fueron la demostración de que existía el interés de cierto sector oficialista de destruir el fermento de una verdadera revolución. Ya se venía manejando desde antes la precandidatura de Álvaro Obregón a la Presidencia y las movilizaciones a su favor causaron preocupación en las filas carrancistas. Carranza apoyaba la candidatura de su Secretario de ComunicacIones, el ingeniero Ignacio Bonillas, congruente con su interés, quizás prematuro, de dejar el poder presidencial en manos de un civil. Figuraba también como precandidato el general Pablo Gonzáles, que ya tenía mala fama por el cargo en su contra de haber fraguado la traición a Zapata, asesinado en Chinameca. La familia revolucionaria con Álvaro Obregón. Álvaro Obregón, el general más popular en aquel entonces por sus triunfos militares, figuró como candidato de la llamada, familia revolucionaria. Fue objeto de persecuciones por parte de la élite oficial y después de sortear varias dificultades que lo libraron de la cárcel, del destierro y por el momento del asesinato, se unió al grupo sonorense que se opuso tenazmente a la intromisión del gobierno federal que vulneraba la soberanía del Estado de Sonora, sólo porque en ese Estado la candidatura de Álvaro Obregón tenía un baluarte de consideración. El gobernador de Sonora, Adolfo de la Huerta, protestó ante Carranza por el movimiento de tropas federales que se dirigían a su Estado sin mediar un conflicto armado y sin conocimiento de los poderes estatales. Le solicitó que se detuviera el avance de las tropas federales. La negativa del gobierno carrancista a acceder a la petición del gobierno del Estado de Sonora hizo que el Congreso sonorense autorizara al Ejecutivo estatal para desconocer al gobierno del Centro. La rebelión de Agua Prieta, Sonora. Con el Plan de Agua Prieta (29 de abril de1920) dio inicio la rebelión sonorense contra Carranza. El movimiento cundió rápidamente apoyado por los simpatizantes de la candidatura de Obregón y entre otros sectores heterogéneos que tenían cuentas pendientes que cobrar al carrancismo. El Presidente Constitucional intentó trasladar su gobierno nuevamente a Veracruz, como ocurrió cuando el desconocimiento convencionista: pero en el camino fue alcanzado por los rebeldes. Destrozado su convoy militar, se internó en la sierra de Puebla rumbo a Veracruz, acompañado de unos cuantos partidarios, y al pernoctar en el paraje de Tlaxcalantongo, inerme y con una escolta insuficiente, fue asesinado por enemigos locales amparados en la oscuridad y el anonimato. Álvaro Obregón condenó el crimen cometido en la persona del Presidente. Había dictado instrucciones precisas de que se respetara su vida y se le otorgaran todas las garantías necesarias para trasladarse pacíficamente adonde quisiera. Adolfo de la Huerta dejó la gubernatura de Sonora en manos de Ignacio Pesqueira, para asumir él la Primera Magistratura de la Nación de manera interina del 1º de junio de 1920 hasta el 30 de noviembre del mismo año, con el compromiso de convocar a elecciones para el periodo 1920--1924. La política de Adolfo de la Huerta se centró sobre la necesidad de reorganizar el gobierno, pacificar el país y convocar a elecciones. El gobierno estaba en gran parte con grandes deficiencias después de una década de guerra. El ejército estaba sobrecargado de jefes y tropa que estaban atentos a cualquier llamado a la subversión para alterar la paz. Inició su labor conciliatoria otorgando, a muchos jefes militares con la condición de que depusieran las armas, onerosas prebendas que pusieron en riesgo la liquidez del erario nacional. Los zapatistas fueron incorporados al ejército nacional en la División del Sur. Los principales jefes militares adictos a Carranza: Pablo Gonzáles, Cándido Aguilar y Manuel M. Diéguez, fueron cesados y enviados al exilio. La pacificación de Villa, su amigo, fue uno de sus logros, a cambio de entregarle la hacienda de Canutillo en el Estado de Chihuahua y a sus soldados veteranos una dotación de tierra para dedicarse a la agricultura. Sin duda, alcanzó cierto grado de estabilidad aparente para la realización de los comicios de 1920. Álvaro Obregón presentó su candidatura presidencial y obtuvo la victoria en las urnas, con las consabidas reservas sobre la legitimidad de las elecciones como es dable pensar cuando el gobierno tiene a su cargo el manejo de todo el proceso electoral. Fue electo Presidente y asumió el poder el 1º de diciembre de 1920, en un escenario internacional seriamente dañado en sus aspectos económicos y políticos por la Primera Guerra Mundial, y enfrente de una difícil situación del erario nacional y de la inestabilidad política latente en todo el país, derivadas de una década de conflictos militares El nuevo régimen asumió el reto que significaba llevar a la práctica la etapa constructiva de la Revolución.

domingo, 15 de agosto de 2021

EL SISTEMA POLITICO MEXICANO. La lucha de clases en el periodo precolonial.

 

EL SISTEMA POLITICO  MEXICANO.

AURELIO ALTAMIRANO HERNANDEZ

La lucha de clases en el periodo precolonial.

Mucho antes de que se integrara México como una nación, ya existían en su  antiguo  territorio habitado por varios pueblos de diverso origen, las luchas de clases sociales y comunidades enteras por la defensa de sus derechos como individuos y como colectividades.  No existían organizaciones formales que agruparan a personas identificadas por los mismos ideales, que se pudieran llamar partidos, pero sí se podía establecer una diferencia  por las condiciones de vida de cada conjunto.

El poder omnímodo del jefe, señor o cacique  en cada región mantenía sobre los súbditos la opresión y la manipulación que no daba lugar a manifestaciones  de disidencia, ésta sólo se daba entre gobernantes que se consideraban  iguales,  desembocaba generalmente en guerras que se decidían por la fuerza de las armas o de la diplomacia.

Durante la colonización (1500 a 1800)  se encontraron frente a frente dos conjuntos de pobladores: de un lado los colonizadores que se amparaban en el derecho del conquistador, protegidos por la Corona española y la Iglesia, y por el otro los antiguos habitantes que fueron despojados de sus recursos del suelo y subsuelo, campos de cultivo y minas, aguas y bosques, y tuvieron que optar para subsistir, unos por el exilio forzoso a zonas montañosas y selváticas y otros por la sumisión  y la adaptación a las nuevas condiciones imperantes.

No existía propiamente un sistema político.

El único componente del sistema político de la colonia  era la monarquía y sus leyes  que se imponían  de manera dictatorial. No existía el derecho al sufragio, ni institución que se avocara a  elecciones. No existían partidos, sólo patrones o encomenderos y siervos. Los criollos, hijos de español  y mujer nativa, disponían de algunas prerrogativas y constituyeron el germen de una clase más politizada  que  ayudó a la difusión de las ideas libertarias.

Es hasta 1810, con el  inicio de la guerra de independencia, cuando surge la fuerza política de ambos grupos contendientes: los insurgentes con claros conceptos de reivindicación de sus derechos y los realistas que luchaban por conservar sus privilegios. La lucha duró una década, tuvo su periodo álgido entre 1810 y 1815, con Miguel Hidalgo y  José María Morelos y sus seguidores, y  después se convirtió en guerra de guerrillas en el Sur, con Vicente Guerrero a la cabeza de la insurgencia.

Influencia de la invasión francesa en  España sobre la guerra de independencia mexicana.

Los cambios políticos que ocurrieron en España a partir de la invasión napoleónica a la península, contribuyeron a cambiar las condiciones de la guerra de independencia  del México colonial. La influencia de las Cortes de Cádiz y del pensamiento republicano que empezaba a cobrar fuerza en la metrópoli, contribuyó a la búsqueda de un acuerdo que pusiera fin a la guerra y le confiriera a la  nación mexicana un nuevo status  político que fuera visto de conformidad por la Corona española y los insurgentes.

 Detrás de todo eso seguramente estaba la intención oculta de separar de la monarquía peninsular a México y todas las posesiones de España en América  para formar un Imperio independiente, con el perfil suficientemente poderoso para frenar los afanes  expansionistas de las potencias europeas. y de los Estados Unidos de Norteamérica.

Es cuando  se promueve,  a instancias de las Cortes españolas, la reunión   del guerrillero insurgente Vicente Guerrero y el jefe del ejército realista Agustín de Iturbide. Después de la reunión de Acatémpan ( 10 de febrero de1821) y el Plan de Iguala (24 de febrero de 1821), Iturbide y el  comisionado de las Cortes de Cadiz   Juan O`Donojú, se reunieron  en Córdoba, Ver.,  el 24 de agosto de 1821, para convenir  en los acuerdos de esa fecha, que indebidamente se llamaron “Tratados de Córdoba” porque nunca fueron ratificados por las autoridades  de ambos países.

Iturbide inauguró los golpes militares para el cambio de regímenes en México.

Los acuerdos de Iturbide y O´Donojú en Córdoba (1821) no establecen la independencia de la nación mexicana. Se propone la creación de un Imperio encabezado por Fernando VII, rey de España, o en caso de que éste no aceptara, por un miembro de la nobleza peninsular.  Si ninguno de estos personajes aceptara el cargo, la Junta Gubernativa que se integrara con miembros notables de la sociedad colonial, podría designar libremente  al gobernante. De esta previsión se aprovechó Agustín de Iturbide para proclamarse Emperador, mediante el motín organizado por él mismo y realizado por el sargento Pío Marcha,  el 28 de mayo de 1822,  con una marcha militar  acompañada  de vecinos de la  ciudad de México.

Córdoba, Ver., 15 de Agosto de 2021.

 

martes, 10 de agosto de 2021

EL SISTEMA POLITICO MEXICANO. Breves notas sobre su vigencia a mediados del Siglo XX.

 

EL SISTEMA POLITICO MEXICANO.

Breves notas de su vigencia hacia mediados del Siglo XX.

AURELIO ALTAMIRANO HERNANDEZ

El sistema político mexicano es como un ancho río que tiene numerosos afluentes y del  que se desprenden varios brazos que hacen  cada cual su recorrido, unos para perderse al disminuir su caudal en el desierto o el pantano y otros  para  reincorporarse  sin pena ni gloria a la corriente principal.

 Sigue una trayectoria zigzagueante como la de cualquier canal de agua que encuentra muchos obstáculos en su camino, pero su corriente principal, dominada por un partido hegemónico, señala con claridad su curso.

Hasta ahora,  no ha sido desplazado por otro que pudiera operar  como lo ha hecho el partido dominante, maniobrando a derecha e izquierda un buen tiempo, un rato cargado a la izquierda y más tiempo inclinado a la derecha.

Su origen data de la fundación del partido nacional revolucionario (PNR) en 1929, cuyo propósito fue reunir en un organismo  de control a todas o la mayoría de las corrientes que se autonombraban revolucionarias y que con pretensiones de partido  luchaban entre sí para acceder  al poder público.

 Antes de esa fecha existieron numerosas formaciones políticas  que enarbolaban  banderas a cual más diversas, encontradas y contradictorias.  Casi todas   proclamaban la reivindicación de auténticos anhelos populares, pero varias   encubrían bajo las mismas proclamas las aspiraciones de grupos interesados en conservar  sus antiguos privilegios.

 

Tras la renuncia de Porfirio Díaz, provocada por la rebelión armada de Francisco I. Madero, la década 1910-1920 se caracterizó por la lucha armada entre los tres  bandos que se habían formado al calor de la inminente renovación de los poderes públicos en 1910:  uno encabezado por  el propio  Madero que se adelantó a su contrincante  Bernardo Reyes, cabecilla del otro grupo que aspiraba a la sucesión presidencial y uno más dirigido por los “científicos” que se sentían legítimos sucesores del viejo régimen.

El  choque no se hizo esperar. Bernardo Reyes fraguó el golpe militar del 9 de  febrero de 1913 y murió ese día, acribillado a las puertas del Palacio Nacional,  cuando intentó tomar la sede del poder ejecutivo. Madero murió asesinado el 22 de febrero traicionado por  Victoriano Huerta, brazo armado de los leales al viejo régimen, pero  Huerta fue derrotado en 1915 por los constitucionalistas de Venustiano Carranza.

Eliminados Madero, Reyes y Huerta, quedaron en la palestra los seguidores de Madero  apoyados por la División del Norte de Francisco Villa, frente a los antiguos simpatizantes de Bernardo Reyes adictos a Carranza, jefe del ejército constitucionalista. Hacia ambos bandos se dirigieron los generales federales desplazados y los intelectuales que buscaban acomodo tras el derrumbe del porfirismo. Carranza, receloso, guardó reservas en la admisión de algunos.

 No se podía hablar todavía de un sistema político, porque el caos imperaba entre los bandos en pugna. No había un plan general, ni programas de acción congruentes, que trataran de conciliar intereses encontrados.

La convención de Aguascalientes no logró aglutinar a los revolucionarios en un solo frente. No tuvo mayor relevancia el acuerdo entre Villa y Zapata; Villa se llevó su ejército al norte y Zapata se refugió en sus guerrillas. Carranza se mantuvo inflexible. Las ambiciones eran muy fuertes y no hubo espacio para la conciliación; es más, las contradicciones se agudizaron y la lucha amada se recrudeció.

Villa fue derrotado, pero siguió hostilizando con sus guerrillas a Carranza. El primer jefe del ejército constitucionalista,  obligado por las circunstancias,  proclamó las leyes agrarias de 1915 y  más adelante,  con mayor visión,  preparó la institucionalización de la vida nacional con base en una nueva Constitución.

La dualidad que desde un principio se manifestó en la concepción de los objetivos del movimiento social iniciado en 1910 y sancionado en 1917 con la  nueva Constitución, llevó a los herederos y simpatizantes  del viejo régimen a creer que habría oportunidad de restaurar las antiguas prebendas individualistas, en tanto que quienes luchaban por la reivindicación de las luchas populares  amparaban  sus demandas en los artículos  de los derechos sociales de la Carta Magna.

Con la muerte de Madero,  de Zapata y de Carranza    asesinados en Palacio Nacional, en Chinameca y en Tlaxcalantongo, respectivamente, terminó la etapa de los caudillos que llenaron la historia de la década 1910-1920.

Otro caudillaje surgió en el horizonte político con el plan de Agua Prieta. Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles dominaron la década de los veinte, con planes y programas que marcaron la etapa constructiva de la revolución; pero  no se veía por ningún lado la esperada unidad revolucionaria.

Villa sobrevivió unos años, en amnistía, sin plan ni programa, atareado en atender la hacienda que se le entregó a él y sus escoltas. Fue asesinado en 1923 cuando mostró simpatías por el candidato presidencial  De la Huerta, en momentos en que se gestaba un levantamiento militar contra   Obregón y Calles.

 Los restos de las antiguas formaciones políticas de la etapa armada, partidos y partidetes locales,   inspiradas en el maderismo, el carrancismo y el zapatismo, además de los residuos virulentos del antiguo régimen, ambientaron un clima de inestabilidad, de desconfianza y de rencor, que desembocó, en 1923, en la rebelión de Adolfo de la Huerta, antiguo aliado de Obregón y Calles; en 1926  en la guerra  cristera o Cristiada;  en 1927 en la infidencia y conato de rebelión de Francisco Serrano y Arnulfo R. Gómez y en 1929 en el levantamiento de José Gonzalo Escobar.

 Todos  los disidentes eran productos del mismo sistema caótico, alimentaban sus raíces en el  mismo fango y contaminaban el ambiente social, económico y político causando enorme daño a la vida nacional.

Se volvió indispensable poner orden en el caos. Fue entonces cuando Calles ideó la fundación de un partido nacional fuerte, sólido en su estructura social e ideológica, que diera cabida a todas las corrientes revolucionarias y canalizara los esfuerzos hacia los mismos objetivos. Nació así el partido nacional revolucionario (PNR), punto de partida del sistema político mexicano, padre del partido de la revolución mexicana (PRM) y abuelo del partido revolucionario institucional (PRI) contemporáneo.

En la  estructura del PNR se colocaron algunas corrientes progresistas, pero no revolucionarias, que años  más tarde, al no obtener las ventajas que buscaban dentro del partido se volvieron disidentes y acabaron por separarse. Hasta 1938 el PNR funcionó como eje del sistema. En ese año Lázaro Cárdenas  lo reestructuró para dar origen al PRM, organismo que  mantuvo la dirección de la política nacional hasta 1946,  fundando su hegemonía en las organizaciones campesinas, obreras y el elemento militar.

En 1939 se creó el partido de acción nacional (PAN), al que se alinearon las corrientes llamadas de derecha, formadas por empresarios, comerciantes e industriales, muchos de ellos  afiliados a las  cámaras de comercio (CANACO) y cámaras industriales (CANACINTRA). El clero político vio la oportunidad de consolidar su influencia y apoyó de varias maneras al naciente partido. Otros grupos políticos identificados con el sinarquismo y de clara filiación nazifascista se acomodaron en el nuevo entorno. Años después al PAN se sumaron otras organizaciones empresariales como la confederación patronal de la república mexicana (CPRM) y el consejo coordinador empresarial (CCE)

Así, en el escenario nacional, se vieron frente a frente dos partidos políticos antagónicos. El PRM asumiendo la corriente popular predominante en el régimen y el PAN convirtiéndose en el abanderado de las causas de los  privilegios.  Nuevamente surgió la dualidad en la concepción del movimiento social surgido en 1910, pues ambos organismos se decían herederos de las causas de la revolución. Mentiras de más y de menos.

Uno de los mejores éxitos del PRM en el campo de la economía política fue la fundación del instituto mexicano del seguro social (IMSS), en el que confluyen los factores de la producción: empresas y trabajadores bajo la rectoría del Estado, con el fin de institucionalizar el otorgamiento de las prestaciones establecidas por las leyes laborales a los trabajadores y sus familias.

Años después el instituto del fondo nacional para la vivienda de los trabajadores (INFONAVIT) y el fondo para la vivienda seguridad y servicios sociales de los  trabajadores del Estado (FOVISSSTE), creados bajo los regímenes del PRI, han contribuido  junto con el IMSS a   la estabilidad social, ofreciendo soluciones a los problemas de la salud y la vivienda.

Esas dos instituciones, representativas de la política centro-izquierda apoyada por el sistema político, han sido objeto de continuos ataques de las fuerzas económicas que pretenden entregar a la inversión privada la prestación de los servicios de salud y de vivienda.

Dos factores del bienestar social, alimentación y educación, no han sido beneficiados de manera óptima por el sistema político. Bajo el régimen del PRM se creó la compañía exportadora e importadora mexicana (CEIMSA), conocida por sus llamadas tiendas reguladoras, que fue transformada después por el PRI en compañía nacional de subsistencias populares (CONASUPO), fueron criticadas por los comerciantes organizados en la CANACO  quienes alegaban que se les hacía competencia desleal. Las tiendas Conasupo fueron desaparecidas.

En el campo de la educación, el Art. 3° constitucional original ha sido vulnerado por  numerosas reformas que responden a los intereses de los grupos de distinto tinte político que se han sucedido en la administración pública central. La tendencia dominante en la actualidad es la privatización de los servicios educativos, para lo cual se registra un avance al deslindarse  el gobierno federal del financiamiento de la educación media (preparatoria y bachillerato) y superior de las universidades.

El PAN, al principio,  no se enfrentó abiertamente al PRM por carecer de suficiente convocatoria, pero apoyó de alguna manera a movimientos antigobiernistas como el partido revolucionario de unificación nacional que postuló la   candidatura presidencial de Juan Andrew Almazán. Así como al partido democrático mexicano de Ezequiel Padilla.

En 1946,  Miguel Alemán, apoyado por una fuerte corriente  de empresarios que se hacían llamar nacionalistas y de una clase media aliada del régimen,  y aprovechando la coyuntura que planteó el final  de la segunda guerra mundial, dispuso la transformación de la vieja estructura partidista  y creo el PRI, orientado desde entonces a apoyar el desarrollo capitalista.

En la nueva estructura del partido oficial, (PRI)  a  la  confederación nacional campesina  (CNC) y las organizaciones obreras: confederación de trabajadores de México (CTM), confederación regional de obreros mexicanos (CROM), y la confederación revolucionaria de obreros y campesinos  (CROC)  se unió una heterogénea organización llamada confederación de organizaciones populares (CNOP). El elemento militar conformado por oficiales y tropa, quedó aparentemente en segundo plano,  actuando como asociaciones cívicas adherentes; pero a la cabeza del partido, en el comité central los generales tuvieron presencia durante varios sexenios.

Fiel a sus orígenes, el nuevo partido  (PRI) se dispuso a consolidar un frente en el que tuvieran representación las fuerzas políticas interesadas en unificar esfuerzos para acceder a las nuevas oportunidades de la postguerra, entre éstas la industrialización del país. Dio comienzo así la política del desarrollo estabilizador, bajo las  premisas de sustitución de importaciones, control de salarios, control de precios, estímulos  fiscales, inexistencia de  huelgas y asimilación de líderes sindicales a la burocracia. El desarrollo estabilizador significó un pacto entre empresarios y sindicatos, bajo la supervisión del Estado, para impulsar la economía nacional.