EL
SISTEMA POLITICO MEXICANO.
Breves
notas de su vigencia hacia mediados del Siglo XX.
AURELIO ALTAMIRANO HERNANDEZ
El sistema político mexicano
es como un ancho río que tiene numerosos afluentes y del que se desprenden varios brazos que hacen cada cual su recorrido, unos para perderse al
disminuir su caudal en el desierto o el pantano y otros para reincorporarse sin pena ni gloria a la corriente principal.
Sigue una trayectoria zigzagueante como la de
cualquier canal de agua que encuentra muchos obstáculos en su camino, pero su
corriente principal, dominada por un partido hegemónico, señala con claridad su
curso.
Hasta ahora, no ha sido desplazado por otro que pudiera
operar como lo ha hecho el partido
dominante, maniobrando a derecha e izquierda un buen tiempo, un rato cargado a
la izquierda y más tiempo inclinado a la derecha.
Su origen data de la
fundación del partido nacional revolucionario (PNR) en 1929, cuyo propósito
fue reunir en un organismo de control a
todas o la mayoría de las corrientes que se autonombraban revolucionarias y que
con pretensiones de partido luchaban
entre sí para acceder al poder público.
Antes de esa fecha existieron numerosas
formaciones políticas que
enarbolaban banderas a cual más diversas,
encontradas y contradictorias. Casi
todas proclamaban la reivindicación de auténticos
anhelos populares, pero varias encubrían bajo las mismas proclamas las
aspiraciones de grupos interesados en conservar
sus antiguos privilegios.
Tras la renuncia de Porfirio
Díaz, provocada por la rebelión armada de Francisco I. Madero, la década
1910-1920 se caracterizó por la lucha armada entre los tres bandos que se habían formado al calor de la
inminente renovación de los poderes públicos en 1910: uno encabezado por el propio
Madero que se adelantó a su contrincante
Bernardo Reyes, cabecilla del otro grupo que aspiraba a la sucesión
presidencial y uno más dirigido por los “científicos” que se sentían legítimos
sucesores del viejo régimen.
El choque no se hizo esperar. Bernardo Reyes
fraguó el golpe militar del 9 de febrero
de 1913 y murió ese día, acribillado a las puertas del Palacio Nacional, cuando intentó tomar la sede del poder
ejecutivo. Madero murió asesinado el 22 de febrero traicionado por Victoriano Huerta, brazo armado de los leales
al viejo régimen, pero Huerta fue
derrotado en 1915 por los constitucionalistas de Venustiano Carranza.
Eliminados Madero, Reyes y
Huerta, quedaron en la palestra los seguidores de Madero apoyados por la División del Norte de
Francisco Villa, frente a los antiguos simpatizantes de Bernardo Reyes adictos
a Carranza, jefe del ejército constitucionalista. Hacia ambos bandos se
dirigieron los generales federales desplazados y los intelectuales que buscaban
acomodo tras el derrumbe del porfirismo. Carranza, receloso, guardó reservas en
la admisión de algunos.
No se podía hablar todavía de un sistema
político, porque el caos imperaba entre los bandos en pugna. No había un plan
general, ni programas de acción congruentes, que trataran de conciliar
intereses encontrados.
La convención de
Aguascalientes no logró aglutinar a los revolucionarios en un solo frente. No
tuvo mayor relevancia el acuerdo entre Villa y Zapata; Villa se llevó su
ejército al norte y Zapata se refugió en sus guerrillas. Carranza se mantuvo
inflexible. Las ambiciones eran muy fuertes y no hubo espacio para la
conciliación; es más, las contradicciones se agudizaron y la lucha amada se
recrudeció.
Villa fue derrotado, pero
siguió hostilizando con sus guerrillas a Carranza. El primer jefe del ejército
constitucionalista, obligado por las
circunstancias, proclamó las leyes
agrarias de 1915 y más adelante, con mayor visión, preparó la institucionalización de la vida
nacional con base en una nueva Constitución.
La dualidad que desde un
principio se manifestó en la concepción de los objetivos del movimiento social
iniciado en 1910 y sancionado en 1917 con la
nueva Constitución, llevó a los herederos y simpatizantes del viejo régimen a creer que habría
oportunidad de restaurar las antiguas prebendas individualistas, en tanto que
quienes luchaban por la reivindicación de las luchas populares amparaban
sus demandas en los artículos de
los derechos sociales de la Carta Magna.
Con la muerte de
Madero, de Zapata y de Carranza asesinados en Palacio Nacional, en
Chinameca y en Tlaxcalantongo, respectivamente, terminó la etapa de los
caudillos que llenaron la historia de la década 1910-1920.
Otro caudillaje surgió en el
horizonte político con el plan de Agua Prieta. Álvaro Obregón y Plutarco Elías
Calles dominaron la década de los veinte, con planes y programas que marcaron
la etapa constructiva de la revolución; pero
no se veía por ningún lado la esperada unidad revolucionaria.
Villa sobrevivió unos años,
en amnistía, sin plan ni programa, atareado en atender la hacienda que se le
entregó a él y sus escoltas. Fue asesinado en 1923 cuando mostró simpatías por
el candidato presidencial De la Huerta,
en momentos en que se gestaba un levantamiento militar contra Obregón y Calles.
Los restos de las antiguas formaciones
políticas de la etapa armada, partidos y partidetes locales, inspiradas en el maderismo, el carrancismo y
el zapatismo, además de los residuos virulentos del antiguo régimen,
ambientaron un clima de inestabilidad, de desconfianza y de rencor, que
desembocó, en 1923, en la rebelión de Adolfo de la Huerta, antiguo aliado de
Obregón y Calles; en 1926 en la
guerra cristera o Cristiada; en 1927 en la infidencia y conato de rebelión
de Francisco Serrano y Arnulfo R. Gómez y en 1929 en el levantamiento de José
Gonzalo Escobar.
Todos
los disidentes eran productos del mismo sistema caótico, alimentaban sus
raíces en el mismo fango y contaminaban
el ambiente social, económico y político causando enorme daño a la vida
nacional.
Se volvió indispensable
poner orden en el caos. Fue entonces cuando Calles ideó la fundación de un
partido nacional fuerte, sólido en su estructura social e ideológica, que diera
cabida a todas las corrientes revolucionarias y canalizara los esfuerzos hacia
los mismos objetivos. Nació así el partido
nacional revolucionario (PNR),
punto de partida del sistema político
mexicano, padre del partido de la
revolución mexicana (PRM) y abuelo del partido
revolucionario institucional (PRI) contemporáneo.
En la estructura del PNR se colocaron algunas corrientes progresistas, pero no
revolucionarias, que años más tarde, al
no obtener las ventajas que buscaban dentro del partido se volvieron disidentes
y acabaron por separarse. Hasta 1938 el PNR funcionó como eje del sistema. En
ese año Lázaro Cárdenas lo reestructuró
para dar origen al PRM, organismo
que mantuvo la dirección de la política
nacional hasta 1946, fundando su
hegemonía en las organizaciones campesinas, obreras y el elemento militar.
En 1939 se creó el partido de acción nacional (PAN), al que se alinearon las
corrientes llamadas de derecha, formadas por empresarios, comerciantes e
industriales, muchos de ellos afiliados
a las cámaras de comercio (CANACO)
y cámaras industriales (CANACINTRA). El clero político vio la oportunidad
de consolidar su influencia y apoyó de varias maneras al naciente partido. Otros
grupos políticos identificados con el sinarquismo y de clara filiación
nazifascista se acomodaron en el nuevo entorno. Años después al PAN se sumaron otras organizaciones
empresariales como la confederación
patronal de la república mexicana (CPRM)
y el consejo coordinador empresarial (CCE)
Así, en el escenario
nacional, se vieron frente a frente dos partidos políticos antagónicos. El PRM asumiendo la corriente popular
predominante en el régimen y el PAN convirtiéndose
en el abanderado de las causas de los
privilegios. Nuevamente surgió la
dualidad en la concepción del movimiento social surgido en 1910, pues ambos
organismos se decían herederos de las causas de la revolución. Mentiras de más
y de menos.
Uno de los mejores éxitos
del PRM en el campo de la economía
política fue la fundación del instituto
mexicano del seguro social (IMSS), en el que confluyen los factores de la
producción: empresas y trabajadores bajo la rectoría del Estado, con el fin de
institucionalizar el otorgamiento de las prestaciones establecidas por las
leyes laborales a los trabajadores y sus familias.
Años después el instituto del fondo nacional para la
vivienda de los trabajadores (INFONAVIT)
y el fondo para la vivienda seguridad y
servicios sociales de los trabajadores
del Estado (FOVISSSTE), creados
bajo los regímenes del PRI, han
contribuido junto con el IMSS a la
estabilidad social, ofreciendo soluciones a los problemas de la salud y la
vivienda.
Esas dos instituciones,
representativas de la política centro-izquierda apoyada por el sistema
político, han sido objeto de continuos ataques de las fuerzas económicas que
pretenden entregar a la inversión privada la prestación de los servicios de
salud y de vivienda.
Dos factores del bienestar
social, alimentación y educación, no han sido beneficiados de manera óptima por
el sistema político. Bajo el régimen del PRM
se creó la compañía exportadora e
importadora mexicana (CEIMSA),
conocida por sus llamadas tiendas reguladoras,
que fue transformada después por el PRI
en compañía nacional de subsistencias
populares (CONASUPO), fueron
criticadas por los comerciantes organizados en la CANACO quienes alegaban que
se les hacía competencia desleal. Las tiendas Conasupo fueron desaparecidas.
En el campo de la educación,
el Art. 3° constitucional original ha sido vulnerado por numerosas reformas que responden a los
intereses de los grupos de distinto tinte político que se han sucedido en la
administración pública central. La tendencia dominante en la actualidad es la
privatización de los servicios educativos, para lo cual se registra un avance
al deslindarse el gobierno federal del
financiamiento de la educación media (preparatoria y bachillerato) y superior
de las universidades.
El PAN, al principio, no se
enfrentó abiertamente al PRM por carecer de suficiente convocatoria, pero apoyó
de alguna manera a movimientos antigobiernistas como el partido revolucionario de unificación nacional que postuló la candidatura presidencial de Juan Andrew Almazán.
Así como al partido democrático mexicano de
Ezequiel Padilla.
En 1946, Miguel Alemán, apoyado por una fuerte
corriente de empresarios que se hacían
llamar nacionalistas y de una clase media aliada del régimen, y aprovechando la coyuntura que planteó el
final de la segunda guerra mundial,
dispuso la transformación de la vieja estructura partidista y creo el PRI, orientado desde entonces a
apoyar el desarrollo capitalista.
En la nueva estructura del
partido oficial, (PRI) a la confederación
nacional campesina (CNC) y las organizaciones obreras: confederación de trabajadores de México (CTM), confederación regional de obreros mexicanos (CROM), y la confederación
revolucionaria de obreros y campesinos (CROC)
se unió una heterogénea organización
llamada confederación de organizaciones
populares (CNOP). El elemento
militar conformado por oficiales y tropa, quedó aparentemente en segundo plano,
actuando como asociaciones cívicas
adherentes; pero a la cabeza del partido, en el comité central los generales
tuvieron presencia durante varios sexenios.
Fiel a sus orígenes, el
nuevo partido (PRI) se dispuso a consolidar un frente en el que tuvieran
representación las fuerzas políticas interesadas en unificar esfuerzos para acceder
a las nuevas oportunidades de la postguerra, entre éstas la industrialización
del país. Dio comienzo así la política del desarrollo
estabilizador, bajo las premisas de sustitución de importaciones,
control de salarios, control de precios, estímulos fiscales, inexistencia de huelgas y asimilación de líderes sindicales a
la burocracia. El desarrollo
estabilizador significó un pacto entre empresarios y sindicatos, bajo la
supervisión del Estado, para impulsar la economía nacional.
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