martes, 10 de agosto de 2021

EL SISTEMA POLITICO MEXICANO. Breves notas sobre su vigencia a mediados del Siglo XX.

 

EL SISTEMA POLITICO MEXICANO.

Breves notas de su vigencia hacia mediados del Siglo XX.

AURELIO ALTAMIRANO HERNANDEZ

El sistema político mexicano es como un ancho río que tiene numerosos afluentes y del  que se desprenden varios brazos que hacen  cada cual su recorrido, unos para perderse al disminuir su caudal en el desierto o el pantano y otros  para  reincorporarse  sin pena ni gloria a la corriente principal.

 Sigue una trayectoria zigzagueante como la de cualquier canal de agua que encuentra muchos obstáculos en su camino, pero su corriente principal, dominada por un partido hegemónico, señala con claridad su curso.

Hasta ahora,  no ha sido desplazado por otro que pudiera operar  como lo ha hecho el partido dominante, maniobrando a derecha e izquierda un buen tiempo, un rato cargado a la izquierda y más tiempo inclinado a la derecha.

Su origen data de la fundación del partido nacional revolucionario (PNR) en 1929, cuyo propósito fue reunir en un organismo  de control a todas o la mayoría de las corrientes que se autonombraban revolucionarias y que con pretensiones de partido  luchaban entre sí para acceder  al poder público.

 Antes de esa fecha existieron numerosas formaciones políticas  que enarbolaban  banderas a cual más diversas, encontradas y contradictorias.  Casi todas   proclamaban la reivindicación de auténticos anhelos populares, pero varias   encubrían bajo las mismas proclamas las aspiraciones de grupos interesados en conservar  sus antiguos privilegios.

 

Tras la renuncia de Porfirio Díaz, provocada por la rebelión armada de Francisco I. Madero, la década 1910-1920 se caracterizó por la lucha armada entre los tres  bandos que se habían formado al calor de la inminente renovación de los poderes públicos en 1910:  uno encabezado por  el propio  Madero que se adelantó a su contrincante  Bernardo Reyes, cabecilla del otro grupo que aspiraba a la sucesión presidencial y uno más dirigido por los “científicos” que se sentían legítimos sucesores del viejo régimen.

El  choque no se hizo esperar. Bernardo Reyes fraguó el golpe militar del 9 de  febrero de 1913 y murió ese día, acribillado a las puertas del Palacio Nacional,  cuando intentó tomar la sede del poder ejecutivo. Madero murió asesinado el 22 de febrero traicionado por  Victoriano Huerta, brazo armado de los leales al viejo régimen, pero  Huerta fue derrotado en 1915 por los constitucionalistas de Venustiano Carranza.

Eliminados Madero, Reyes y Huerta, quedaron en la palestra los seguidores de Madero  apoyados por la División del Norte de Francisco Villa, frente a los antiguos simpatizantes de Bernardo Reyes adictos a Carranza, jefe del ejército constitucionalista. Hacia ambos bandos se dirigieron los generales federales desplazados y los intelectuales que buscaban acomodo tras el derrumbe del porfirismo. Carranza, receloso, guardó reservas en la admisión de algunos.

 No se podía hablar todavía de un sistema político, porque el caos imperaba entre los bandos en pugna. No había un plan general, ni programas de acción congruentes, que trataran de conciliar intereses encontrados.

La convención de Aguascalientes no logró aglutinar a los revolucionarios en un solo frente. No tuvo mayor relevancia el acuerdo entre Villa y Zapata; Villa se llevó su ejército al norte y Zapata se refugió en sus guerrillas. Carranza se mantuvo inflexible. Las ambiciones eran muy fuertes y no hubo espacio para la conciliación; es más, las contradicciones se agudizaron y la lucha amada se recrudeció.

Villa fue derrotado, pero siguió hostilizando con sus guerrillas a Carranza. El primer jefe del ejército constitucionalista,  obligado por las circunstancias,  proclamó las leyes agrarias de 1915 y  más adelante,  con mayor visión,  preparó la institucionalización de la vida nacional con base en una nueva Constitución.

La dualidad que desde un principio se manifestó en la concepción de los objetivos del movimiento social iniciado en 1910 y sancionado en 1917 con la  nueva Constitución, llevó a los herederos y simpatizantes  del viejo régimen a creer que habría oportunidad de restaurar las antiguas prebendas individualistas, en tanto que quienes luchaban por la reivindicación de las luchas populares  amparaban  sus demandas en los artículos  de los derechos sociales de la Carta Magna.

Con la muerte de Madero,  de Zapata y de Carranza    asesinados en Palacio Nacional, en Chinameca y en Tlaxcalantongo, respectivamente, terminó la etapa de los caudillos que llenaron la historia de la década 1910-1920.

Otro caudillaje surgió en el horizonte político con el plan de Agua Prieta. Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles dominaron la década de los veinte, con planes y programas que marcaron la etapa constructiva de la revolución; pero  no se veía por ningún lado la esperada unidad revolucionaria.

Villa sobrevivió unos años, en amnistía, sin plan ni programa, atareado en atender la hacienda que se le entregó a él y sus escoltas. Fue asesinado en 1923 cuando mostró simpatías por el candidato presidencial  De la Huerta, en momentos en que se gestaba un levantamiento militar contra   Obregón y Calles.

 Los restos de las antiguas formaciones políticas de la etapa armada, partidos y partidetes locales,   inspiradas en el maderismo, el carrancismo y el zapatismo, además de los residuos virulentos del antiguo régimen, ambientaron un clima de inestabilidad, de desconfianza y de rencor, que desembocó, en 1923, en la rebelión de Adolfo de la Huerta, antiguo aliado de Obregón y Calles; en 1926  en la guerra  cristera o Cristiada;  en 1927 en la infidencia y conato de rebelión de Francisco Serrano y Arnulfo R. Gómez y en 1929 en el levantamiento de José Gonzalo Escobar.

 Todos  los disidentes eran productos del mismo sistema caótico, alimentaban sus raíces en el  mismo fango y contaminaban el ambiente social, económico y político causando enorme daño a la vida nacional.

Se volvió indispensable poner orden en el caos. Fue entonces cuando Calles ideó la fundación de un partido nacional fuerte, sólido en su estructura social e ideológica, que diera cabida a todas las corrientes revolucionarias y canalizara los esfuerzos hacia los mismos objetivos. Nació así el partido nacional revolucionario (PNR), punto de partida del sistema político mexicano, padre del partido de la revolución mexicana (PRM) y abuelo del partido revolucionario institucional (PRI) contemporáneo.

En la  estructura del PNR se colocaron algunas corrientes progresistas, pero no revolucionarias, que años  más tarde, al no obtener las ventajas que buscaban dentro del partido se volvieron disidentes y acabaron por separarse. Hasta 1938 el PNR funcionó como eje del sistema. En ese año Lázaro Cárdenas  lo reestructuró para dar origen al PRM, organismo que  mantuvo la dirección de la política nacional hasta 1946,  fundando su hegemonía en las organizaciones campesinas, obreras y el elemento militar.

En 1939 se creó el partido de acción nacional (PAN), al que se alinearon las corrientes llamadas de derecha, formadas por empresarios, comerciantes e industriales, muchos de ellos  afiliados a las  cámaras de comercio (CANACO) y cámaras industriales (CANACINTRA). El clero político vio la oportunidad de consolidar su influencia y apoyó de varias maneras al naciente partido. Otros grupos políticos identificados con el sinarquismo y de clara filiación nazifascista se acomodaron en el nuevo entorno. Años después al PAN se sumaron otras organizaciones empresariales como la confederación patronal de la república mexicana (CPRM) y el consejo coordinador empresarial (CCE)

Así, en el escenario nacional, se vieron frente a frente dos partidos políticos antagónicos. El PRM asumiendo la corriente popular predominante en el régimen y el PAN convirtiéndose en el abanderado de las causas de los  privilegios.  Nuevamente surgió la dualidad en la concepción del movimiento social surgido en 1910, pues ambos organismos se decían herederos de las causas de la revolución. Mentiras de más y de menos.

Uno de los mejores éxitos del PRM en el campo de la economía política fue la fundación del instituto mexicano del seguro social (IMSS), en el que confluyen los factores de la producción: empresas y trabajadores bajo la rectoría del Estado, con el fin de institucionalizar el otorgamiento de las prestaciones establecidas por las leyes laborales a los trabajadores y sus familias.

Años después el instituto del fondo nacional para la vivienda de los trabajadores (INFONAVIT) y el fondo para la vivienda seguridad y servicios sociales de los  trabajadores del Estado (FOVISSSTE), creados bajo los regímenes del PRI, han contribuido  junto con el IMSS a   la estabilidad social, ofreciendo soluciones a los problemas de la salud y la vivienda.

Esas dos instituciones, representativas de la política centro-izquierda apoyada por el sistema político, han sido objeto de continuos ataques de las fuerzas económicas que pretenden entregar a la inversión privada la prestación de los servicios de salud y de vivienda.

Dos factores del bienestar social, alimentación y educación, no han sido beneficiados de manera óptima por el sistema político. Bajo el régimen del PRM se creó la compañía exportadora e importadora mexicana (CEIMSA), conocida por sus llamadas tiendas reguladoras, que fue transformada después por el PRI en compañía nacional de subsistencias populares (CONASUPO), fueron criticadas por los comerciantes organizados en la CANACO  quienes alegaban que se les hacía competencia desleal. Las tiendas Conasupo fueron desaparecidas.

En el campo de la educación, el Art. 3° constitucional original ha sido vulnerado por  numerosas reformas que responden a los intereses de los grupos de distinto tinte político que se han sucedido en la administración pública central. La tendencia dominante en la actualidad es la privatización de los servicios educativos, para lo cual se registra un avance al deslindarse  el gobierno federal del financiamiento de la educación media (preparatoria y bachillerato) y superior de las universidades.

El PAN, al principio,  no se enfrentó abiertamente al PRM por carecer de suficiente convocatoria, pero apoyó de alguna manera a movimientos antigobiernistas como el partido revolucionario de unificación nacional que postuló la   candidatura presidencial de Juan Andrew Almazán. Así como al partido democrático mexicano de Ezequiel Padilla.

En 1946,  Miguel Alemán, apoyado por una fuerte corriente  de empresarios que se hacían llamar nacionalistas y de una clase media aliada del régimen,  y aprovechando la coyuntura que planteó el final  de la segunda guerra mundial, dispuso la transformación de la vieja estructura partidista  y creo el PRI, orientado desde entonces a apoyar el desarrollo capitalista.

En la nueva estructura del partido oficial, (PRI)  a  la  confederación nacional campesina  (CNC) y las organizaciones obreras: confederación de trabajadores de México (CTM), confederación regional de obreros mexicanos (CROM), y la confederación revolucionaria de obreros y campesinos  (CROC)  se unió una heterogénea organización llamada confederación de organizaciones populares (CNOP). El elemento militar conformado por oficiales y tropa, quedó aparentemente en segundo plano,  actuando como asociaciones cívicas adherentes; pero a la cabeza del partido, en el comité central los generales tuvieron presencia durante varios sexenios.

Fiel a sus orígenes, el nuevo partido  (PRI) se dispuso a consolidar un frente en el que tuvieran representación las fuerzas políticas interesadas en unificar esfuerzos para acceder a las nuevas oportunidades de la postguerra, entre éstas la industrialización del país. Dio comienzo así la política del desarrollo estabilizador, bajo las  premisas de sustitución de importaciones, control de salarios, control de precios, estímulos  fiscales, inexistencia de  huelgas y asimilación de líderes sindicales a la burocracia. El desarrollo estabilizador significó un pacto entre empresarios y sindicatos, bajo la supervisión del Estado, para impulsar la economía nacional.

 

 

 

 

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