Universidad
Nacional
Autónoma de
México
Facultad de Estudios
Superiores
Acatlán
“De la historia
al cine:
la matanza de
Huitzilac en La Sombra del Caudillo”
Reporte de titulación del seminario
taller extracurricular
“Interdiscursividad: cine, literatura e
historia”
Que para obtener
el título de
Licenciada en Historia
PRESENTA
María Elena Ramírez Ávila
Asesora: Maestra Laura Edith Bonilla de
León
Junio, 2011
A mi Padre
Decidido el tema de mi trabajo... una tarde, en el
cementerio, buscando tu tumba, me
encontré de súbito con la de don Adolfo de la Huerta, modesta, casi humilde,
sin nada de relumbrón y perdida en un rincón…
A poca distancia, en plena avenida principal, se veía el mausoleo del general Plutarco Elías
Calles, soberbio y a la vista de todos… los
personajes están ahí, no necesita uno buscarlos, parece ser que ellos salen a
nuestro encuentro en el momento oportuno, como tú que estas muy cerca de ellos,
de mí y de este trabajo que te dedico con todo mi amor a poco tiempo de tu
partida... Gracias papá...
A todos
mis seres queridos: familiares,
amigos y maestros que me han apoyado
a lo largo de mi vida.
Índice
Introducción
|
4
|
Capítulo
1.
|
El triángulo sonorense en el poder
|
7
|
|
1.1
|
Génesis del caudillaje
|
7
|
|
1.2
|
Adolfo de
la Huerta. Un liderazgo de transición
|
10
|
|
1.3
|
Álvaro Obregón. La formación del caudillo
|
11
|
|
1.4
|
Plutarco Elías Calles. La dicotomía caudillo o jefe máximo
|
19
|
Capítulo
2.
|
La sombra del caudillo. El
escritor y el realizador
|
32
|
|
2.1
|
Martín Luis Guzmán. El autor narra con imaginación sus
experiencias
|
32
|
|
2.2
|
Julio
Bracho. El artista transforma las palabras en imágenes
|
41
|
Capítulo
3.
|
En
las entrañas del filme
|
51
|
|
3.1
|
Los
personajes al desnudo
|
51
|
|
3.2
|
La magia del lenguaje en la pantalla
|
66
|
|
3.3
|
El
filme en la perspectiva histórica
|
70
|
|
Conclusiones
|
73
|
||
Fuentes
|
75
|
Introducción
La década 1920-1930 en México, se caracterizó por una
enconada lucha política entre las facciones revolucionarias, que trajo
desenlaces sangrientos como fueron las rebeliones delahuertista, cristera,
serrano-gomista y escobarista; todas llenas de episodios trágicos. El
conocimiento de esta etapa del movimiento revolucionario es muy importante para
tener una visión completa del desarrollo de los acontecimientos posteriores.
El presente trabajo se
fijó como objetivo establecer semejanzas y diferencias entre los hechos
históricos de la década de los veinte y su representación fílmica en La Sombra
del Caudillo, obra dirigida por Julio Bracho, basado en la novela del mismo
nombre de Martín Luis Guzmán y que culmina con la matanza de Huitzilac.
En La Sombra del
Caudillo se conjugan en un solo hecho las rebeliones encabezadas por Adolfo
de la Huerta, en 1923-1924, y por Francisco R. Serrano, en 1927; siendo esta
última la que registra el episodio dramático de Huitzilac, hecho histórico
relevante que se considera estigmático y representativo de los procedimientos
bárbaros en que degeneraron las luchas de los grupos en pugna.
El filme
trata dos temas históricos con implicaciones actuales: la reelección y la
presencia del militarismo en la vida cotidiana, temas que actualmente se
discuten en las cámaras del H. Congreso de la Unión, y son motivo de
controversia tanto entre las diversas fracciones parlamentarias como dentro de
la misma sociedad mexicana, lo que demuestra que después de más de ochenta años
no hemos aprendido de nuestro pasado histórico.
Al inicio
del filme aparece la leyenda: “México 1920-1930”: la cual ubica al espectador
en el espacio histórico en que se desarrollan las acciones y que comprende los
gobiernos post-revolucionarios de Adolfo de la Huerta (Ignacio Aguirre), Álvaro
Obregón (el Caudillo) y Plutarco Elías Calles (Hilario Jiménez). El espacio
físico es la capital de la República Mexicana donde se genera y concentra el
poder político.
Es
importante señalar que las primeras tomas se realizan en la Cámara de
Diputados, con un fondo musical de tipo marcial, que simboliza el militarismo
que invade la vida pública, mientras que el impulso oficial que recibió
el filme La Sombra del Caudillo en 1960, se contextualiza en un período
en que se trata de promover el civilismo, frente a una presencia muy notoria de
militares en la política.
El tiempo histórico en que se realiza el
análisis del filme se remite a la década 1920-1930. Su limitación teórica, en
cuanto a extensión y profundidad, comprende una breve descripción del entorno
político-social de los acontecimientos en que se inspira el argumento y el
guión, tema que se trata en el Capítulo I. Durante la investigación, se observó
que las consecuencias del drama que plantea el filme trascienden varias décadas
del acontecer histórico.
Cuando se lleva a la pantalla
cinematográfica un tema histórico, éste no representa la realidad, sino que es
una interpretación del hecho, la visión de la persona que escribió el guión, la
forma en que la representa en la pantalla el director y, además, como la
percibe el espectador. Por esta razón se incluye en el Capítulo II una breve
semblanza de Martín Luis Guzmán y Julio Bracho.
A partir de los enfoques histórico y
teórico, se examina la concordancia entre los sucesos históricos y las escenas
fílmicas. La comparación se hace por medio del análisis de los personajes
ficticios de la cinta y su contraparte en la realidad. Se consideran su
actuación, su interacción, sus diálogos y silencios; así como la interpretación
del lenguaje no verbal o de las escenas mudas, como se observa en el Capítulo
III. Se hace valer el principio de que la imagen es emoción.
Es importante el estudio sistemático de
toda la documentación fílmica existente para configurar una visión histórica
más congruente con los hechos conocidos, siempre y cuando se utilice una fuente
de comprobación digna de confianza.
El cine como medio de comunicación masiva
permite a más personas conocer los temas históricos, es una forma de acercar al
espectador a la historia e interesarlo en ella; su papel didáctico es relevante
para la interpretación de la historia, toda vez que la imagen se graba mejor en
la memoria; además tiene un valor testimonial, aunque es un arma de dos filos,
porque a través de él se puede manipular el imaginario colectivo, tergiversar
la historia y convertirlo en un instrumento con carga ideológica; por esto
mismo es importante el estudio de los filmes con espíritu crítico.
El estudioso de la
historia, para su labor de investigación, cuenta con recursos literarios, tales
como relatos, narraciones, testimonios, memorias de algunos de los
protagonistas de los acontecimientos, y novelas que en el terreno de la ficción
dan una idea aproximada de los hechos. No podemos separar la literatura del
cine, pues el cine se alimenta de esta para sus creaciones y es su fuente de
inspiración.
La literatura y el cine
son herramientas muy útiles para la investigación histórica, pues documentan el
momento que se vive, con mayor o menor grado de ficción o de verdad; aunque no
siempre reflejan la realidad histórica, pues son interpretaciones que los
autores dan a la vida cotidiana; su estudio y valoración nos proporcionan una
visión de conjunto de las diversas tendencias del pensamiento en una época
determinada.
Capítulo 1. El triángulo sonorense en el poder
A este triángulo también se le
conoce como el Triunvirato de Sonora, integrado por Adolfo de la Huerta y los
generales Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. Los tres monopolizaron el
poder en la década de los años veinte y desempeñan los papeles protagónicos en
el filme La Sombra del Caudillo.
Para poder entender cómo llegaron estos
personajes a la cima del poder, y después comparar el hecho histórico con las
escenas del filme, es preciso remontarnos a sus orígenes dentro del movimiento
armado; el cual los formó.
1.1 Génesis del caudillaje
Todo movimiento armado tiende a la formación de hombres fuertes,
poseedores de un poder ilimitado, en un determinado territorio y espacio de
tiempo, cuyo destino inmediato es convertirse en caciques o cabecillas con la
suficiente fuerza para imponer su voluntad. Cuando la figura del cacique
adquiere proporciones de paradigma por la trascendencia de su pensamiento y de
sus obras en la conciencia popular, se convierte en caudillo.
La revolución mexicana
no podía ser la excepción; creó su propio perfil de caudillo. El caudillo
concentra en su persona el ideal de toda una generación; se le toma como ejemplo
para cuanto se diga o se haga sobre los asuntos que afectan a la colectividad.
Es su última palabra la que resuelve todas las cuestiones sociales. A
diferencia del dictador, cuya voluntad es la ley, el caudillo proclama los
caminos del orden y de la legalidad. Entre sus cualidades más destacadas está
el ser carismático, conciliador y gran conocedor de la condición humana. Sus
inmediatos colaboradores dependen de él para ascender en la escala social, y se
produce una reacción en cadena que le da una formidable base social.
Estos conceptos se deben tomar en cuenta
para comprender el periodo analizado en el presente trabajo.
La década comprendida entre el inicio de
la rebelión maderista (1910) y la rebelión de Agua Prieta encabezada por Obregón,
Calles y De la Huerta (1920) se conoce como la etapa armada de la Revolución,
durante la cual ocurrieron los combates y batallas más decisivas entre los
principales protagonistas del movimiento.
El movimiento popular encabezado por
Francisco I. Madero, no obstante que estaba dirigido políticamente con un
criterio democrático característico de las clases dirigentes de principios de
siglo y que reivindicaba ideas renovadoras, fue tenazmente combatido por los
emisarios del antiguo régimen porfiriano: reyistas, felicistas y huertistas.
Además, reconocidos sectores revolucionarios, encabezados por Emiliano Zapata y
Pascual Orozco, reclamaron temprano a Madero el cumplimiento de las promesas
revolucionarias.
Por otra parte, después de un proceso de
descomposición política de 1911 a 1913, en febrero de éste último año fueron
asesinados el Presidente Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez por
la traición de Victoriano Huerta.
Entonces, Carranza desconoció al gobierno
de Victoriano Huerta y formó el Ejército Constitucionalista, en el cual Álvaro
Obregón inició su carrera militar y alcanzó el grado de general de división y
jefe del Cuerpo de Ejército del Noroeste.
La actuación relevante de Obregón en el ejército
le dieron popularidad y autoridad moral como revolucionario. Finalmente, su
hazaña del aniquilamiento del poderío de Francisco Villa en Celaya, permitió a
las fuerzas constitucionalistas asumir el predominio político y la cobertura de
una amplia extensión geográfica del país.
Esta circunstancia hizo posible la reunión
del Congreso Constituyente en diciembre de 1916 y la promulgación de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos el 5 de febrero de 1917.
Durante el proceso revolucionario la
división se había hecho presente en sus filas y las clases tradicionalmente
opuestas al avance de las ideas reivindicadoras de los derechos sociales
hicieron cuanto pudieron para obstaculizar la instauración de un nuevo régimen
y frenar el cumplimiento de la Constitución de 1917.
En la década 1920-1930 las dos figuras
relevantes y dominantes fueron Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, los dos
con grado de general de división, formados en el torbellino de la Revolución
social que tuvo sus inicios en 1910. Obregón representó al típico caudillo y Calles también asumió un destacado papel
protagónico. Ambos personajes se revelan con claridad en el filme La Sombra
del Caudillo.
En torno a
ellos se integraron varios grupos de poder en los que participaron numerosos
protagonistas de las acciones políticas y militares que generaron las
rebeliones de la década anterior.
Obregón y Calles sabían que, no obstante
las numerosas coincidencias que mantenían unidos temporalmente a estos grupos,
en cuestiones fundamentales estaban colocados en posiciones opuestas; en muchos
conceptos ideológicos y prácticos estaban profundamente distanciados; por
ejemplo, en las cuestiones religiosas, las agrarias, y las relaciones del
capital y el trabajo: las hondas diferencias existentes entre estos grupos de
poder en su manera de concebir el manejo de los intereses económicos y
políticos los mantenía en constante acecho unos de los otros.
Estaban conscientes los militantes de
estos grupos políticos de que la coexistencia era sumamente difícil, a menos de
que algunos claudicaran, y no eran los revolucionarios precisamente hombres
débiles de carácter o al menos conciliadores incondicionales, ya que se
formaron en la vorágine de la Revolución, plena de acciones violentas motivadas
muchas de ellas por el afán de sobrevivir más que por la razón de cumplir con
ideales revolucionarios.
En ese ambiente turbulento, en el ámbito
civil, también se expresaban el ideal democrático y una corriente conciliadora,
con todo y su contenido utópico, representados en el filme por Axkaná González.
1.2 Adolfo de la Huerta. Un liderazgo de transición
A la muerte de Venustiano Carranza, en 1920, Adolfo de la Huerta
asumió la Presidencia de la República el 1 de junio al 1 de diciembre del mismo
año. La desaparición de Venustiano Carranza causó un enorme vacío de poder y el
recrudecimiento de la tensión en el mundo político, por esto una de las
primeras tareas a que se dedicó el presidente De la Huerta fue convocar a la
concordia nacional, para lo cual se prestaba su carácter conciliador.
De la Huerta consiguió
una tregua en las luchas internas y se logró en parte la pacificación del país,
con el licenciamiento de tropas y el retiro de varios jefes militares a la vida
privada, entre ellos el de Francisco Villa y sus partidarios a la hacienda de
Canutillo, acto que causó gran disgusto a Obregón contra Serrano y Benjamín
Hill, porque estos apoyaron el acuerdo del Presidente;[1]
asimismo, logró el destierro voluntario del país del general Félix Díaz, que
todavía representaba al gobierno muchos dolores de cabeza y envió como
Embajador Confidencial en Europa al periodista Félix F. Palavicini, que era un
visible opositor del obregonismo.
El gabinete
delahuertista estuvo conformado por Calles como secretario de Guerra y Marina;
en la Secretaría de Hacienda el general Salvador Alvarado; en la Secretaría de
Industria y Comercio general Jacinto Treviño; además, se atrajo a varios
jóvenes universitarios conocidos como los sabios, entre ellos se encontraban
Alberto Vázquez del Mercado, Miguel Palacios Macedo, Alfonso Caso, Vicente
Lombardo Toledano y Manuel Gómez Morín,[2]
a quienes es importante mencionar por la relevancia que tuvieron algunos de
ellos en la rebelión delahuertista y el movimiento de Francisco R. Serrano y
Arnulfo R. Gómez.
A pesar de que fue un
gobierno de transición, en el breve tiempo de su mandato impulso el reparto agrario. “En los seis meses de su
interinato, Adolfo de la Huerta entrego en definitividad 84 mil hectáreas”.[3]
Se convocó a elecciones
y resultó triunfante la candidatura de Álvaro Obregón, quien tomó posesión el
1° de diciembre del mismo año. Adolfo de la Huerta pasó a ocupar la cartera de
Hacienda en el gobierno obregonista e inició las pláticas con representantes de
los Estados Unidos sobre el problema petrolero, la deuda externa y las
reclamaciones de los gobiernos extranjeros por daños y perjuicios ocasionados
por el movimiento revolucionario a sus connacionales.
En su gestión
presidencial y siendo Secretario de Hacienda en el gabinete de Obregón, De la
Huerta consolidó las relaciones con los personajes de la política, que después apoyaron
su candidatura a la Presidencia en 1923 y se lanzaron con él a la rebelión que
se inició ese año.
1.3 Álvaro Obregón. La
formación del caudillo
El período presidencial 1920-1924
de Álvaro Obregón se caracterizó por el enfrentamiento a situaciones difíciles
que se pueden resumir en cuatro aspectos principales.
Resolver los urgentes problemas
sociales y económicos
Obregón recibió la Presidencia de
la República el 1º de diciembre de 1920 con el pueblo mexicano ansioso de ver
realizados los ideales que impulsaron su participación en la Revolución; en su
período se vio con claridad que el gobierno tenía interés en resolver graves
problemas sociales y económicos como el de la educación popular, el de la salud
pública, la producción agropecuaria y la incipiente industrialización.
Al respecto, se implementaron los
proyectos tratando de utilizar los recursos existentes con una clara intención
de satisfacer los requerimientos y la presión de las clases populares, que se
sentían con justo derecho a reclamar por su cuota de sangre aportada al
movimiento revolucionario.[4]
El presidente sintió la necesidad de realizar
la alianza con los campesinos y los obreros y un sector de la clase
empresarial, para utilizar a éstos en su oportunidad y con el fin de mermar el
poder de los militares y el clero político, que venían constituyendo con sus
ambiciones una amenaza para el cumplimiento de los postulados revolucionarios y
la reconciliación nacional.
División en las filas revolucionarias y
presión del poder fáctico militar en el país
En 1920, después de una década de
lucha armada en todo el país, una enorme nómina de militares gravitaba sobre el
presupuesto nacional. Había además numerosos cuerpos que se las ingeniaban para
extorsionar y vender protección a empresas como las petroleras que operaban en
la región costera del Golfo.[5]
Muchos generales y jefes con mando de
fuerzas se convirtieron en caciques regionales y fueron una constante amenaza a
la estabilidad. Heredar sobre sus hombros el lastre del militarismo representó
para Obregón una pesadilla. Cada comandante de zona o jefe de cuerpo tenía una
particular ideología que se decía revolucionaria, y sus lealtades no estaban
bien definidas, constituyendo por tanto un riesgo latente de subversión; lo
mismo ocurría con los gobernadores.
Por lo anterior, fue necesaria una labor
de depuración para establecer el equilibrio que hacía falta y para ello resultó
de utilidad posicionar a comandantes o gobernadores en las entidades
federativas, aquellos de quienes se pudiera esperar una lealtad al menos
condicionada.
También se recurrió a la estrategia que
Martín Luis Guzmán describe en su obra La Sombra del Caudillo: rodearse
de un aparato militar y político diseñado para frenar las ambiciones de los
jefes del ejército y de los líderes obreros y campesinos opuestos al régimen.
Entonces, surgieron las figuras emblemáticas del obregonismo: Joaquín Amaro,
Juan Andrew Almazán, Emilio Portes Gil, Adalberto Tejeda, Garrido Canabal,
Felipe Carrillo Puerto y muchos más. Una de estas personalidades es Luis N.
Morones, personificado en el filme como el diputado Ricalde.
Tensión en las relaciones diplomáticas
con Estados Unidos
La falta de reconocimiento de
Estados Unidos al gobierno de Obregón representó un escollo. El intercambio
diplomático entre las dos naciones se realizó a través de representantes no
oficiales por la necesidad de dar cauce a los negocios económicos y a los
asuntos políticos de la agenda mutua.
Así, el régimen obregonista tuvo
estabilidad y resultados significativos cerca de tres años, hasta que se
restablecieron las relaciones diplomáticas entre ambos países, a mediados de
1923, con los Tratados Lamont-De la Huerta y las Conferencias de Bucareli, los
cuales reconocían deudas con gobiernos y particulares extranjeros.
Estos convenios fueron muy criticados por
algunos legisladores en las sesiones de las Cámaras, principalmente por el
senador Francisco Field Jurado, asesinado según se dijo entonces, por oponerse
a la firma de los acuerdos de Bucareli y por defender la labor realizada por
Adolfo de la Huerta como secretario de Hacienda.
Entonces se habló de una claudicación del
régimen revolucionario frente a los reclamos de Estados Unidos en los temas
petroleros y también sobre la reforma agraria, en lo que se refiere a la no
retroactividad del Art. 27° constitucional. En este punto, la Suprema Corte de
Justicia dictaminó sobre los alcances limitados de la no retroactividad, el
artículo constitucional quedó incólume y el Senado de la República aprobó,
además, los tratados sobre el pago de la deuda externa y las reclamaciones
extranjeras por concepto de daños derivados de la lucha armada.
Rebelión delahuertista
A lo largo del filme se puede observar que la mayor parte del
mismo se refiere a los antecedentes del movimiento que encabezó Adolfo de la
Huerta. En unas escenas se puede ver la lucha en las Cámaras por la presidencia
de la República: unos diputados contra la imposición que el Caudillo promovía a
favor de su candidato, el ministro de Gobernación Hilario Jiménez, que en la
realidad representa a Calles; y otros a favor de Ignacio Aguirre, ministro de
Guerra, que en esta parte de la película escenifica a Adolfo de la Huerta.
Además, las actividades políticas, dentro y fuera de la Cámara estaban
contaminadas de acciones violentas que incluían crímenes en el recinto
parlamentario, secuestros y torturas, insultos, difamación, ruptura de viejas amistades y traiciones.
Desde el punto de vista histórico, el
resentimiento acumulado de los políticos y militares que fueron proscritos por
Obregón, sirvió de catalizador para que los inconformes aceleraran la formación
de un frente opositor a la candidatura de Calles para el período presidencial
1924-1928.
Fue el caso del conflicto que se generó
por las elecciones en San Luis Potosí, en donde el líder del Partido
Cooperatista Nacional, Jorge Prieto Laurens fue el candidato a la gubernatura y
el candidato obregonista a gobernador era Rafael Nieto, apoyado por el general
Saturnino Cedillo y Aurelio Manrique. De facto había dos gobernadores y Prieto
Laurens solicitó apoyo al ministro de Gobernación, ofreciéndole a su vez:
… que tanto el partido
Cooperatista Nacional como los partidos locales de San Luis Potosí, liberal
Republicano, Liberal Obrero y Cooperatista Potosino, sostendrían su candidatura
presidencial. Le prometí también que trabajaría para que se anticipara la fecha
de la Convención Cooperatista; para que en el menor lapso de tiempo se
unificara totalmente la opinión a su favor.[6]
En el filme, en las oficinas del ministro, el diálogo entre
Hilario Jiménez y Olivier Fernández (Prieto Laurens) es el siguiente:
General
Jiménez.- Lo escucho, ¿cuáles me dice son las proposiciones que va hacerme el partido?
Licenciado
Olivier Fernández.-El Partido Radical Progresista se compromete a sostener la
candidatura del general Hilario Jiménez a la
presidencia, siempre que el candidato garantice a dicho partido los tres
siguientes puntos: los dos tercios del número total de curules en el futuro
Congreso federal, el Ayuntamiento de la Ciudad de México y la mitad de las
carteras del futuro gabinete.
General Jiménez.- Acepto
el pacto en principio, si bien señalo como condición previa que ustedes me den
alguna prueba práctica de la sinceridad de sus móviles.
Licenciado
Olivier Fernández.- ¿Le bastaría que la convención del partido, próxima a reunirse
en Toluca bajo los auspicios del gobernador Catarino Ibáñez, lo proclamara a
usted candidato a la presidencia de la República.
General Jiménez.- Me bastaría por ahora.[7]
Otra secuencia
del filme exhibe el cumplimiento de la promesa hecha a Hilario Jiménez, en
donde Olivier Fernández dispuso la logística para celebrar la Convención del
partido en la ciudad de Toluca, capital del estado en donde era gobernador
Catarino Ibáñez:
Licenciado
Olivier Fernández.- ¡Qué bueno que llegas Catarino, justamente en este momento
estaba pensando en ir a verte a Toluca!
Catarino
Ibáñez.-Pos si por eso vengo, para informarte de la convención de pasado
mañana.
Licenciado
Olivier Fernández.- ¿Diste instrucciones claras a los delegados?
Catarino
Ibáñez.-Tal como tú me las indicaste, ya sabes que para eso me pinto solo,
tendrás una convención hilarista hasta las cachas.
Licenciado
Olivier Fernández.- Eso es justamente lo que quería saber, porque acaba de
citarme para mañana el general Jiménez.
Catarino
Ibáñez.-Pues puedes asegurarle que la convención de Toluca lo designará
candidato a la presidencia de la República.[8]
El hecho cierto
es que sí se llevó a cabo la convención prometida a Calles, donde se reunieron
más de doscientos cooperatistas, y en la cual Jorge Prieto Laurens se declaró
abiertamente callista. [9]
La situación en ese
momento parecía favorable a los dos, ya que se perfilaba un solo candidato
oficial a la presidencia, apoyado por todos los miembros del Partido
Cooperatista. Sin embargo, las cosas iban a tomar otro rumbo, como veremos a
continuación:
A principios de agosto
Prieto Laurens, en ese momento todavía callista, acompañado de Luis L. León se
dirigió a Soledad de la Mota, obedeciendo una invitación de Calles para
estudiar el conflicto electoral en San Luis Potosí, asunto en el que se negó a
intervenir. A su regreso a la ciudad de México ya convencido de que Calles
compartía la hostilidad de Obregón hacia el cooperatismo, Prieto convocó a sus
compañeros a encontrar un nuevo candidato en la persona de De la Huerta.”[10]
En la cita que antecede no se menciona qué hablaron, solamente que
se dio la ruptura entre ambos. La secuencia cinematográfica en la que el
general Jiménez desconoce el acuerdo tenido con Olivier, registra lo siguiente:
Licenciado Olivier
Fernández:- General, recibí su recado urgente para venir a verlo, la convención
de Toluca está lista para mañana y todas las instrucciones han sido giradas de
acuerdo con lo que hablamos.
General
Jiménez.- Siéntese. Usted sabe diputado que yo siempre cumplo lo que prometo,
por eso mismo nunca ofrezco imposibles; he estudiado a conciencia sus
proposiciones que al principio tuve por aceptables, hoy veo que no lo son… y
las rechazo.
Licenciado Olivier
Fernández.- ¿Y la convención de mañana, general?
General
Jiménez.- La convención no está hecha, todavía puede usted con la misma mano
con que la inclinaba hacia mí, hacerla que vote a favor de otra persona, de
Aguirre por ejemplo.
Licenciado Olivier
Fernández.- Sí, eso también es verdad.[11]
Este conflicto entre Calles y Prieto
Laurens, líder de una facción importante del Partido Cooperatista, con
influencia en muchos estados y en el Ayuntamiento de la ciudad de México, trajo
como consecuencia que ese grupo se inclinara por la candidatura de Adolfo de la
Huerta. El punto culminante de este
conflicto se llevo a cabo dentro de la Cámara, cuando el presidente de la
república, el general Álvaro Obregón, presentó su informe de gobierno y Jorge
Prieto Laurens fue el responsable de contestarlo como presidente del Congreso,
aquí hizo pública su ruptura con Calles:
En la lucha presidencial
que ya se ha iniciado, es claro que hay elementos que, abusando de la confianza
que en ellos habéis depositado, aprovechan su fuerza oficial y manchan el prestigio
de una administración ostentándose líderes políticos-electorales, a la vez que
jefes de importantísimos departamentos del gobierno…[12]
Además exaltó la labor del ministro de
hacienda:
La labor hacendaria de
que habéis dado cuenta, constituye un galardón glorioso para vuestro gobierno y
para la patria, que renace al impulso de la sabia y oportuna política
financiera que estáis desarrollando.[13]
Después de una serie de acciones
encaminadas a minar la unidad del triunvirato de Agua Prieta, algunos militares
y civiles inconformes se aglutinaron en torno a Adolfo de la Huerta, quien se
negó en un principio a postularse como candidato,[14]
pero que después se lanzó a la vorágine que desembocó en una rebelión armada.
Los insurrectos contaron con un amplio
apoyo popular promovido por militantes sinceramente interesados en un avance
democrático, pero también hubo el ingrediente de fuerzas que desde la
promulgación de la Constitución de 1917 venían luchando por hacer inoperantes
algunas de las conquistas sociales consagradas en la Carta Fundamental.[15]
Es importante mencionar a algunos
personajes que conformaron el gobierno obregonista y que a la postre fueron
figuras de la rebelión delahuertista: Adolfo de la Huerta, secretario de
Hacienda; Antonio I. Villareal, secretario de Agricultura y Fomento; Rafael
Zubarán, secretario de Industria, Comercio y Trabajo; además, diputados y
senadores pertenecientes al Partido Liberal Constitucionalista y al Partido
Cooperatista Nacional; generales Cándido Aguilar y Salvador Alvarado; civiles
como Jorge Prieto Laurens, Juan Manuel Álvarez del Castillo y Martín Luis
Guzmán; gobernadores como Manuel García Vigil de Oaxaca, Froilán Manjarrez de
Puebla y Carlos Green en Tabasco; jefes de operaciones en los estados como
Enrique Estrada en Jalisco, Fortunato Maycotte en Oaxaca y Guadalupe Sánchez en
Veracruz, entre otros.[16]
En el filme se puede
identificar al general Enrique Estrada como el “general Figueroa” y el general “Encarnación
Reyes” como el general Guadalupe Sánchez.
El movimiento armado fue derrotado con
trágicos resultados; tuvo un elevado costo en vidas humanas y recursos
materiales, dañó las finanzas públicas y sembró la desconfianza, el rencor y el
deseo de venganza que años más tarde, en 1927, dieron frutos negativos con la
denominada rebelión de Francisco R. Serrano y Arnulfo R. Gómez.
1.4 Plutarco Elías Calles. La dicotomía caudillo o jefe
máximo
El gobierno de Plutarco Elías
Calles se caracterizó por una serie de convulsiones de carácter político y
militar que pusieron en grave riesgo la viabilidad del proyecto revolucionario
que se fijó el régimen derivado de la rebelión de Agua Prieta. Podemos señalar
los siguientes:
Crisis económica y política
Calles recibió el mando del
gobierno con una economía en situación difícil. La rebelión delahuertista había
significado un elevado costo en gastos militares para el gobierno obregonista,
además de numerosas muertes de civiles y militares, entre los que se cuenta un
buen número de generales y jefes de alta graduación. La eliminación violenta de
los cabecillas de la rebelión, por la vía del enfrentamiento militar y la
aprehensión con juicio sumario, dejó asimismo una estela de resentimientos en
un amplio sector de la población nacional.
La agricultura y la ganadería fueron
también objeto de la atención del gobierno de Calles, sin profundizar en las
soluciones radicales como el reparto de los latifundios que se dieron con
énfasis durante el gobierno obregonista; sin embargo, se sentaron las bases de
las industrias del campo con el impulso dado a las escuelas para la formación
de profesionales de la industria agropecuaria.
Por otra parte, el apoyo a la incipiente
industrialización significó ceder ante las presiones del capital doméstico y conceder
privilegios que pusieron en alerta a las masas trabajadoras, no obstante el
férreo dominio que sobre ellas ejercía el sindicalismo de Luis N. Morones,
jerarca de la Confederación Regional de Obreros Mexicanos que era el
instrumento del gobierno para el control del movimiento obrero. La creación de
la Comisión Nacional Bancaria y del Banco de México, sentó las bases para la
centralización en manos del Estado del sistema financiero.
El año de 1926 fue muy difícil para la
economía del país, ya que disminuyeron dos de las principales fuentes de
ingreso: el petróleo sufrió una caída en su producción y el precio de la plata
se desplomo a nivel mundial.
Situación difícil de las relaciones
diplomáticas con los Estados Unidos
Aun cuando los acuerdos y los tratados de Bucareli de
1923 habían satisfecho los requerimientos de los Estados Unidos en materia de
reclamaciones petroleras y agrarias, y se había acordado a satisfacción el pago
de la deuda externa, persistió el propósito intervencionista de ese país en la
política mexicana con motivo de la abierta inclinación del gobierno de Calles
por la satisfacción inmediata de los reclamos populares, principalmente en
materia de educación, reparto de tierras, organización obrera y campesina,
reorganización del ejército y modernización de la economía. El gobierno
callista se propuso llevar a la práctica los postulados de mayor contenido
revolucionario, expresados en los Artículos 3°, 27°, 123° y 130° de la
Constitución.
Calles pretendió reivindicar los derechos
sobre los hidrocarburos del subsuelo nacional; eso marcó una diferencia
importante con los gobiernos anteriores, atrajo la desconfianza y el encono de
los ataques del gran capital internacional y de sus seguidores locales. No
prosperó su proyecto de limitar el alcance de las concesiones petroleras a
extranjeros.
Rebelión cristera
Calles continuó la política
educativa del gobierno anterior: dio un fuerte impulso al establecimiento de
planteles de educación primaria en todo el país, estableció escuelas normales
para la formación de maestros destinados al ámbito rural y reformó el Art. 3°
constitucional para conferir a la educación que imparte el Estado el carácter
socialista. Esta situación generó una inmediata respuesta agresiva de la
jerarquía católica apoyada por los tradicionales opositores del régimen
revolucionario. Ya desde entonces, se gestaba la rebelión cristera o la
cristiada que ensangrentó al país de 1926 a 1929.[17]
Con esta decidida incursión en los ámbitos
educativos de antaño, reservado al dominio de los intereses privados aliados
con la clerecía, el gobierno se echó encima una jauría decidida a destruir el
régimen. Allí se encuentran las raíces de la inconformidad clerical, que fue
aprovechada por propios y extraños para fomentar la rebelión cristera y
debilitar la posición de Calles tanto en el ámbito nacional como en la esfera
internacional.
En 1925, en Aguascalientes, en un
enfrentamiento en que un grupo de católicos se opuso a la toma de la iglesia de
San Marcos por otro grupo de católicos cismáticos, el gobierno estatal
intervino y se habló de represión armada.
Se reformó en 1926 el artículo 130
constitucional, se restringió la participación de la iglesia católica en
actividades políticas, y se reglamentó el culto externo. La alta jerarquía
católica se inconformó y realizó una serie de acciones que violentaron el ánimo
de la grey católica. El antagonismo de varios grupos políticos contra la
política oficial, preexistente desde años anteriores, sirvió de caldo de cultivo
para la protesta popular localizada principalmente en el Bajío.
La oposición clerical tuvo varias
escaramuzas en 1925 con las fuerzas del gobierno y finalmente desembocó en una
abierta rebelión militar, que se inició formalmente el 1° de enero de 1927 y se
prolongó hasta 1929. Se habló de que de manera subterránea había un franco
apoyo del gobierno de Estados Unidos a la rebelión para debilitar al gobierno
callista.
La rebelión cristera que para entonces,
1927, estaba en su fase crítica, constituía una seria amenaza a la estabilidad
del régimen y ponía en riesgo la continuidad del quehacer revolucionario e
inclusive la de los programas renovadores y reformistas de la elite en el
poder.
El
movimiento cristero fue derrotado en el terreno militar por la confluencia de
varios factores que favorecían ampliamente al gobierno federal. De hecho, los
rebeldes cristeros no tuvieron apoyo en armas y dinero del vecino del norte. En
el terreno político fue necesaria la intervención de varios organismos
católicos y la misma representación diplomática de Estados Unidos para allanar
el camino a la pacificación. Asimismo, hubo desacuerdo en las altas jerarquías
católicas sobre el conflicto: unos prelados apoyaban la rebelión, contando con
la aprobación papal, en tanto que otros buscaban un arreglo pacífico que
finalmente se dio.
La Reelección y la lucha por la
presidencia entre Álvaro Obregón, Arnulfo R. Gómez y Francisco Serrano
Obregón tras dejar la Presidencia
se retiró a la vida privada para dedicarse a las actividades agrícolas, con lo
cual encubrió de alguna manera sus ambiciones políticas.
José Vasconcelos menciona que al término
de la rebelión delahuertista y faltando pocos días para dejar Obregón la
presidencia de la República éste dejaba entrever que estaba pensando ya en la
reelección.[18]
Un tema candente fue la legalización de la
reelección presidencial. La mayoría de los estudiosos del tema consideran que
la modificación constitucional era para favorecer a Obregón -supuesto candidato
de Calles a la silla presidencial-, y omiten la posibilidad de que en el
momento oportuno propiciaría la reelección de Calles.
La tensión política generada en el país
por la rebelión cristera se complicó en 1927 con la proximidad de las
elecciones presidenciales para el período 1928-1934. Previamente se habían
modificado los artículos 82 y 83 de la Constitución para ampliar el período
presidencial a seis años y para permitir la reelección. Con insistencia que no
dejaba mucho lugar a la duda se manejó el nombre de Álvaro Obregón como
candidato gobiernista para relevar a Calles en la presidencia. Todas las
fuerzas opositoras al régimen se aprovecharon del clima de inestabilidad
política y económica del régimen callista y se movilizaron para presentar un
frente al parecer muy unido bajo el signo de la no-reelección.
En este ambiente político sofocante surgen
las candidaturas a la presidencia de la República de Francisco R. Serrano y
Arnulfo R. Gómez, quienes se formaron bajo la protección de los generales
Obregón y Calles. El descontento de los militares y civiles por lo que parecía
ser una segura imposición caldeó los ánimos. No obstante que la liquidación de
la rebelión de De la Huerta rasuró materialmente una larga lista de jefes
militares, para 1927 todavía existía un gran número de jefes militares con
mando de fuerzas y categoría de caciques regionales. Calles, sirviéndose de
Joaquín Amaro, reorganizó al ejército y lo tuvo bajo su control.
La cercanía que mantuvo
Serrano con Obregón en las relaciones personales y en el servicio militar da
motivo a pensar que en realidad el general Serrano era el candidato obregonista
emergente para el caso de que, por su precaria salud o por un atentado, el
general Obregón perdiera la vida.
Hay noticias de que
Obregón vio con buenos ojos su candidatura y alentó su campaña, o se trató una
vez más de una actitud de disimulo para ocultar su rechazo a la candidatura de
su ex-subordinado.
Las declaraciones de Serrano en la
inauguración de su campaña política en Puebla ponen de manifiesto su filiación
con el utópico ideal de la colaboración de clases:
…estoy con los de abajo,
con los que sufren, pero sin lesionar al capital. No olviden ustedes que el
capital y el trabajo se deben amalgamar en un abrazo de confraternidad que será
la salvación de México.[19]
Más adelante, en su discurso inaugural,
asegura que si llegase a la Presidencia las puertas de su despacho estarían
abiertas de par en par, no para los privilegiados de la suerte; no haría un
gobierno de castas, sino un gobierno para el pueblo. Tales declaraciones no lo
diferenciaban de uno u otro bando, pues tal era la tónica de la prédica
revolucionaria en materia de economía política.
En particular, su posición
anti-reeleccionista lo mismo servía para oponerse a los intentos de Obregón
como a los de Calles de perpetuarse en el poder. Sirvió de imán para atraer a
los inconformes y enemigos del caciquismo vigente, pero de hecho sólo fue útil
para delimitar los campos y marcar a los adversarios.
La matanza de Huitzilac
Entre los diversos autores que han
estudiado el tema y los testimonios de los protagonistas sobrevivientes, no hay
acuerdo entre lo que sucedió antes de que Serrano saliera a Cuernavaca.
Unos dicen que se trasladó allá para estar bajo la protección de su
compadre y amigo, el general Domínguez, y para esperar el resultado de las
maniobras de Balbuena, en las que el general Eugenio Martínez iba a apresar a
Obregón y Calles. Otros aseguran que sólo fue a su rancho La Chicharra para
celebrar su onomástico el día de San Francisco, el 4 de octubre, mismo día en
que lo enterraron.
En vista de que la novela y, en consecuencia, el filme abarcan dos
rebeliones, es necesario aclarar que a partir de los diálogos que siguen, ciertos
personajes cambian su identidad: Aguirre deja de ser Adolfo de la Huerta y se
convierte en Serrano, Olivier Fernández deja de ser Jorge Prieto Laurens y pasa
a ser en un partidario más que acompaña al protagonista en la masacre. Elizondo
se transforma en el general Juan Domínguez, jefe de operaciones en Cuernavaca.
La conversación que sigue nos ubica en la disyuntiva de aceptar o no la
tesis de que realmente Aguirre se iba a levantar en armas:
General
1.- En conclusión, existen aquí dos maneras de ver el asunto, una representada
por Olivier Fernández preconiza el empleo inmediato de las armas, y la otra,
defendida sobre todo por el general Elizondo, prefiere no precipitar las cosas
aún.
Olivier
Fernández.- O nosotros le madrugamos al caudillo o el caudillo nos madruga a
nosotros.[20]
Un poco más
adelante, en la escena, el general Aguirre da su opinión sobre lo que discutían
el general y Olivier Fernández:
Olivier
Fernández.- Créame general, se lo digo con franqueza, ya es hora de pensar seriamente
en rebelarnos.
General
Aguirre.- Resuelto a rebelarme estoy, pero considero que no debemos recurrir a
las armas mientras no tengamos la justificación legal que nos dé fuerza. No quiero a toda costa adueñarme de la
presidencia… y no porque blasone de puro, de moral, de incorruptible.[21]
La relación de fuerzas favorecía al
mandatario en turno. En política se llega al extremo de sacrificar al amigo, al
correligionario, al más ferviente admirador, si está de por medio salvar la
propia existencia. Esta fue la situación de Serrano frente a Obregón y Calles,
y de su mismo compadre el general Domínguez, en la que él primero salió
perdiendo.
En torno a la conducta de Domínguez hay,
por lo menos, dos versiones: una, que le mandó decir que no lo comprometiera y otra que lo mismo se lo dijo
en su cara.
Dígale usted a mi
general que ya sabe y se lo he repetido, que yo siempre he sido leal al
gobierno, que me haga el favor de irse de allí antes de que yo llegue y me vea
en la dura necesidad de aprehenderlo; hágame ese favor:
regrese inmediatamente y procure por todos los medios que mi compadre salga
enseguida de Cuernavaca.[22]
Desde que aparece la figura de Elizondo en el filme, da la
impresión de que está en un doble juego; tiene una sonrisa burlona, no obstante
que afirma que todo lo que es él se lo debe al general Aguirre. Hasta el final
del filme todavía se presenta como aguirrista, les dice que los va a apoyar.
Aguirre y sus compañeros se sienten protegidos, pero Elizondo enseguida los traiciona:
Olivier Fernández.-
Señores, estamos ya bajo el amparo militar de Elizondo, creo que nos sobran
razones para sentirnos fuertes.[23]
Poco después llega
Elizondo, quien fue llamado por Serrano:
General
Elizondo.- Buenas noches señores.
Grupo.-
Buenas noches.
General
Elizondo.- Que tal Aguirre.
General
Aguirre.- Buenas noches, señores primero hablaremos el general Elizondo y yo,
después diremos lo que allá que hacerse…No creas que vengo a comprometerte,
valiéndome de tus ofertas cuando el momento grave llegara; el caudillo y
Jiménez tenían todo previsto para aprehenderme a mí y a mis amigos esta noche
para someternos -con el pretexto que encabezo una rebelión- a un Consejo de
Guerra sumarísimo. Por eso estamos aquí, no vengo a invitarte a que te levantes
en armas, vengo a pedirte protección, tienes cuatro mil hombres, somos amigos,
viejos hermanos en las armas; por lo tanto, puedes impedir que el caudillo
cometa con nosotros un atentado infame; si esto que te pido te compromete más
de lo que quieres hacer me lo dices ahorra mismo, me das caballos, unos cuantos
hombres y dentro de una hora me voy a otra parte.
General
Elizondo.- La justicia te asiste ya, eres mi amigo ¡que caray!... y amigo a
quien debo multitud de favores... y así, pues dispón lo que quieras, mis tropas
son tuyas.
General
Aguirre.- Quería decirte… De acuerdo.
General
Elizondo.- De acuerdo.
General
Aguirre.- Señores, Elizondo une su suerte a la nuestra.
Todos.-
Bravo mi general.
General
Aguirre.- Pero como desconfía del gobernador Catarino Ibáñez, sugiere que demos
a nuestra estancia en Toluca visos de gira electoral.
Diputado Mijares.-
Magnífica idea mi general.
General
Elizondo.- Quiero recomendarles que mañana se acerquen a mi lo menos posible,
es una precaución esencial, Catarino Ibáñez es más peligrosos de lo que tú te
imaginas, así pues con el pretexto de darles garantías voy a mandarles una
escolta, buenas noches.
Todos.-
Buenas noches.
General
Elizondo.- Ya lo saben señores, Toluca es su casa.[24]
El hecho real es que fueron capturados y
llevados al cuartel en Cuernavaca. Horas después fueron subidos a vehículos
para ser llevados presos a la ciudad de México, custodiados por fuerzas al
mando del general Díaz González.
Sobre la carretera a México, cerca del
poblado de Huitzilac, son bajados de los automóviles y entregados a las fuerzas
procedentes de la capital de la república, al mando del general Claudio Fox.
La carretera fue cerrada a la circulación
por los militares. Esto ocasionó un incidente con el primer secretario de la
embajada de los Estados Unidos, señor Alan F. Winslow, quien según dijo tenía
urgencia de llegar a la ciudad de México, por lo cual pidió un permiso que
después de varias horas le fue concedido. El funcionario diplomático menciona
que en el camino, cerca de Tres Marías, a las ocho de la noche, escucharon
varios disparos. [25]
Un incidente parecido se registra en el
filme.
Secretario
del Embajador norteamericano.- Mi embajada presentará la protesta
correspondiente.
Guardia 1.- Tengo
ordenes terminantes de no dejar pasar a nadie.
Guardia 2.-
¿De quién es este carro?
Guardia 1.-
Del señor embajador.
Secretario
del Embajador norteamericano.- Mi embajador tiene urgencia de llegar a la
ciudad de México.
Embajador
norteamericano.- De cualquier modo es contra las más elementales cortesías
diplomáticas hacer esto a un embajador.
General
Leyva.- A mi no tiene usted que decirme nada, soy el primero en lamentarlo pero
tiene usted que regresar a Toluca.
Periodista.-
Es el primer secretario de la embajada.[26]
El general Fox ordenó que los presos
fueran maniatados, lo cual ofendió a Serrano por la forma infame en que eran
tratados. Además, Fox dictó las órdenes necesarias al coronel Marroquín, jefe
del estado mayor de Joaquín Amaro, para que se hiciera cargo de las
ejecuciones. Una de las versiones dice que Fox le dio un fuetazo en la cara a
Serrano, por lo que “Cacama”, ayudante de Serrano, se le fue encima a Fox,
quien saco su pistola y lo acribilló. Otra versión dice que fue el coronel
Marroquín quien agredió a Serrano antes de matarlo. Posteriormente asesinaron a
los demás detenidos.[27] La versión cinematográfica concuerda con
algunas de estas descripciones:
Guardia 3.- Ordene mi
general que se reúnan los reos.
General.- Escolta y reos
de frente, marchen.
Guardia 4.-
Deje atrás las manos que voy a amarrárselas.
General
Aguirre.- Muchachos ejecútenme si esas son las ordenes que traen pero deshonra
a ustedes tanto como a mí el que
permitan que se me aten las manos en esta hora; soy general de división, he
sido ministro de la guerra y me considero aún candidato a la presidencia de la
república ¿consentirán ustedes que se me
trate como si fuese un bandolero?
Asesino.-
Usted habrá sido general y ministro de la guerra, pero aquí nomás es puro jijo
de la tiznada.[28]
En la imagen, Cahuama
se le va a golpes al militar que ofende a su jefe:
Asesino.-
Déjenlo, déjenlo solo. Jijo de tal, jijo de tal.[29]
El asesino acribilla a
Cahuama y ordena:
Asesino.-
Amárrenlos a todos.
General Aguirre.-
Usted y Leyva son unos asesinos que ni siquiera saben su oficio… ¡ja! ¡ja!
Asesino.-
Síganlos tales por cuales, mátenlos a todos, que no quede ninguno.[30]
Ocurrió entonces la matanza de Huitzilac y otros asesinatos:
Serrano, Gómez y sus principales seguidores fueron sacrificados en una trágica
depuración de aspirantes al poder y quedaron solos frente a frente los
principales protagonistas de la tragedia.
Serrano fue sacrificado junto a otros 13
de sus partidarios entre los que se encontraba el gobernador de Chiapas, en un
paraje de la carretera de Cuernavaca, cerca del pueblo de Huitzilac, el día 3
de octubre de 1927. En los días subsecuentes a este acontecimiento fue fusilado
Arnulfo R. Gómez en Veracruz, además, se realizaron purgas para terminar con
todos aquellos que tuvieron vínculos con los generales asesinados, y algunos
otros fueron exiliados como el caso de Félix F. Palavicini y Vito Alessio
Robles.
Una vez satisfechas las pretensiones obregonistas y callistas de
identificar con precisión a sus enemigos, poco importó sacrificar a los
protagonistas de una supuesta o real escisión de las filas revolucionarias.
Asesinato de Álvaro Obregón
Una vez liquidada la rebelión de
Francisco R. Serrano y Arnulfo R. Gómez, la reelección de Álvaro Obregón se
efectuó sin mayores obstáculos. No tuvo contrincante alguno en las elecciones.
Obregón fue reelecto, pero no llegó a ocupar la silla presidencial, porque fue
asesinado el 17 de julio de 1928, en un banquete que le ofrecieron sus correligionarios,
por un individuo que se le acercó por la espalda para mostrarle un retrato a
lápiz y le vació la carga de una pistola de bajo calibre.
Circularon versiones de que el cuerpo del
general presentaba también impactos de balas de alto calibre, disparadas
supuestamente por militares enemigos suyos emboscados en la reunión. El autor
material del crimen, José de León Toral, que murió juzgado y fusilado, fue
señalado como un fanático religioso que actuó por instigación de la religiosa
María de la Concepción de la Llata, quien fue confinada en la prisión de las
Islas Marías. Se mencionó como implicados en el asesinato a los religiosos
promotores de la rebelión cristera, (también el antecedente de que José de León
Toral mantuvo amistad con los autores del anterior atentado: los hermanos Pro y
el ingeniero Segura Vilchis),[31]
a los políticos derrotados en la rebeliónes delahuertista y gomez-serranista, a
Luis N. Morones y al mismo titular del poder Ejecutivo, de quien se decía que
quería liberarse de la tutela del caudillo.
La conmoción que causó la muerte de
Obregón cimbró toda la estructura política del régimen. Este acontecimiento
pareció marcar el principio del fin del caudillaje y de las más señaladas
causas de los conflictos que trascendieron el ámbito político y ocasionaron
acciones que ensangrentaron el país en la década de los años veinte.
Capítulo 2. La sombra del caudillo. El escritor y el
realizador
Entre el autor de la novela y el realizador del filme, existió una
comunión de intereses del orden intelectual; en otras palabras, se sintieron
identificados en todo aquello que interpretara en qué había desembocado la
revolución mexicana hacia la década de los veinte. De otra manera, es difícil
explicar tanta congruencia, pasión y entrega para llevar a cabo después de
muchas dificultades y años, la realización del filme, toda vez que el interés
económico nunca estuvo de por medio.
Por esto, reviste
interés examinar en este capítulo la personalidad de cada uno de estos
creadores. Porque el artista refleja de algún modo en su obra su propia vida.
Las novelas son en buena parte relatos autobiográficos y en el cine el
realizador imprime a las escenas su sello personal.
2.1 Martín Luis Guzmán.
El autor narra con imaginación sus experiencias
Uno de los personajes principales de la novela y de la película es
Axkaná González, de quien se dice:
… su figura, rubia y esbelta, su piel
espléndida. De un lado lo bañaba el sol, por otro lado su cuerpo reflejaba a
capricho en el flamante barniz del automóvil. La blancura de su rostro lucía
con calidez sobre el azul oscuro del traje; sus ojos, verdes…[32]
El actor que representa
a este personaje, Tomás Perrín, responde a la descripción física que se
menciona en el párrafo anterior, y además concuerda con el parecido de Martin
Luis Guzmán: tez blanca, ojos verdes, esbelto, cabello claro. Menciona uno de
sus compañeros de Cámara y de partido:
El señor Martin Luis Guzmán,
pertenece a lo que hemos dado en llamar juventud revolucionaria. Es guapo,
joven y talentoso. Tiene voz agradable y convincente.[33]
Por esto podemos
suponer que el novelista se retrató a sí mismo en el personaje de Axkaná,
aunque se cuidó de no aceptarlo. No solo comparten la semejanza de sus
atributos físicos, sino porque ambos son civiles, con cargo de diputados, con
dotes intelectuales y bien provistos de valores humanos, que contrastan con la
escasa cultura de un buen número de los protagonistas. No sin razón se ha dicho
que Axkaná González representa la conciencia revolucionaria[34]
que permanecía vigilante en esa vorágine de ambiciones, traiciones y muerte.
Al respecto, con
motivo de una exhibición privada de la película, apareció el siguiente
comentario, en la revista Cine Mundial:
Alguien, al felicitar a don Martín, y casi en
voz baja, dijo: Muy bien, Axkaná, muy bien. Don Martín contestó con
‘Sssssssssh’[35]
Hace el autor de la
novela, más adelante, una breve mención sobre el origen de Axkaná, “algo
militar heredado”, que tiene similitud con la él:
… había en la leve inclinación de su sombrero sobre la ceja derecha
remotas evocaciones marciales, algo militar heredado; pero, en contraste,
resaltaba, en el modo en que la pistola le hacía bulto en la cadera, algo
indiscutiblemente civil.”[36]
Su padre fue el
capitán Martín Luis Guzmán y Rendón y su madre, doña Carmen Franco, nació en la
ciudad de Chihuahua el 6 de octubre de 1887, y a los pocos días de nacido su
familia se trasladó al Valle de México, para residir en el municipio de
Tacubaya, donde vivió sus primeros años.
En 1899, su padre es
nombrado Subdirector de la Escuela Naval de Veracruz, motivo por el cual la
familia Guzmán cambia su lugar de residencia al puerto. En esta ciudad, Martín
Luis Guzmán hace sus estudios de educación primaria y secundaria en la escuela
cantonal Francisco Javier Clavijero. A la edad de trece años, cuando publica el
periódico estudiantil La Juventud, empieza a revelar su vocación
periodística y literaria.
En 1902 regresa a la
ciudad de México e ingresa en la Escuela Nacional Preparatoria para estudiar de
1904 a 1908. En 1909, a la edad de 22 años, contrae nupcias con Ana West, mujer
de origen tehuano, con la que procrea tres hijos y, además, es nombrado
canciller del consulado mexicano en Phoenix, Arizona;[37]
cargo que desempeñó durante quince meses, ya que tiene que regresar a México
por la muerte de su padre, quien era coronel del ejército porfirista, y que fue
herido de muerte en Cañón de Malpaso el 18 de diciembre de 1910.
Cuando Martín Luis se
encontraba estudiando la carrera de derecho, en 1911, comenzó a vincularse con
grupos maderistas, incorporándose al Partido Liberal Progresista; asimismo,
tuvo relación con el Ateneo de la Juventud, compartiendo una gran amistad con
Pedro Henríquez Ureña:
No tuvo Martin Luis Guzmán hombres relevantes que
contribuyeran a la formación de su
espíritu… Recordó eso sí, con hondo afecto, las enseñanzas de
sus maestros don Delfino Valenzuela y don Victoriano Salado Álvarez y el
carácter firme de Pedro Henríquez Ureña. A ellos debió estímulos nobles, pero
no la orientación fecunda que ha de florecer en la madurez. Esta orientación la
recibió de su padre, el coronel Martin Luis Guzmán y Rendón.[38]
De Victoriano Salado
Álvarez, connotado escritor, autor de celebradas novelas históricas del siglo
XIX, recibió sin duda alguna influencia en su labor literaria.
Trabajó en la
biblioteca de la Escuela Nacional de Altos Estudios, además, tuvo la cátedra de
español en la Escuela Superior de Comercio y, posteriormente, continuó sus
estudios en la Escuela Nacional de Jurisprudencia. En 1911 acude a la
convención del Partido Liberal Progresista. El movimiento revolucionario lo
absorbe y se ve en la necesidad de abandonar la carrera de Derecho.
En febrero de 1913, en ocasión
de la Decena Trágica une su vida a la política nacional. Al ser asesinados
Francisco I. Madero y José María Pino Suárez, eludiendo la persecución
huertista, viajó a Nueva York. Más tarde, regresa al país y se une a Venustiano
Carranza, cuando éste se subleva contra Victoriano Huerta.
Cuenta Félix F.
Palavicini que, cuando él fue nombrado ministro de Instrucción Pública, les
consultó a Martín Luis y a José Vasconcelos que empleo preferían:
El licenciado
Vasconcelos me dijo que deseaba ser director de la Escuela Nacional
Preparatoria y el señor Guzmán, Secretario de la Universidad Nacional… Al día
siguiente presenté mi lista al señor Carranza, quien la aprobó en su totalidad,
pero manifestándome que los señores Vasconcelos y Guzmán no eran elementos
deseables; que los conocía como intrigantes y desleales… Vasconcelos y Guzmán
tomaron posesión de sus empleos… Ocho días más tarde, la policía de la Primera
Jefatura aprehendía a los señores Vasconcelos y Guzmán, por haberlos
sorprendido en las juntas de los militares que preparaban la defección de una parte del ejército. [39]
Por tal motivo su permanencia en el carrancismo fue muy corta, ya
que vuelve autoexiliarse junto con su amigo Alberto J. Pani, por el peligro de
ser asesinados.
Martin Luis Guzmán
regresa a México y en Sonora se une a las fuerzas revolucionarias de Francisco
Villa. Cuando Villa retuvo a Obregón y amenazó con fusilarlo, una comisión
villista estaba en México en pláticas de conciliación. Martin Luis estaba en
ella y junto con los demás integrantes fueron recluidos en la Penitenciaría,
por órdenes de Carranza. Es en este período cuando se dio su contacto con el
llamado Centauro del Norte, que a la postre sirvió para que escribiera las Memorias
de Pancho Villa.
La Convención de
Aguascalientes solicitó a Carranza liberar a los presos políticos, incluido
Martín Luis, pero el jefe constitucionalista ordenó que fueran desterrados. Al
llegar a la ciudad de Monterrey son liberados por órdenes del general Antonio
Villareal, destacado jefe de la Convención.
Durante la presidencia
de Eulalio Gutiérrez, Martín Luis Guzmán fue nombrado consejero del Secretario de Guerra y Marina, general José
Isabel Robles, a quien conoció cuando estuvieron al mando de Villa.
En 1915 Carranza era el
hombre fuerte del país. Martín Luis Guzmán nuevamente perseguido, vuelve a
salir de México, pero esta vez viaja, además de Estados Unidos, a Paris y
Madrid. En esta última ciudad publicó su primer libro La querella de México.
En 1916, en Estados
Unidos, enseñó lengua y literatura española, además, dirigió una revista en
Nueva York, El Gráfico, y colaboró en la revista El Universal. A
la muerte de Carranza regresa a México.
Cuando Álvaro Obregón
asume la presidencia del país, a finales de 1920, nombró a Alberto J. Pani,
ministro de Relaciones Exteriores, quien a su vez designó a Martín Luis Guzmán
su secretario particular.
En 1922, el presidente
envió a su secretario de Hacienda, Adolfo de la Huerta, a negociar con los
banqueros de Nueva York la deuda pública, así como la de los ferrocarriles
nacionales y la caja de préstamos. Uno de sus acompañantes fue Martin Luis
Guzmán. [40]
Es electo diputado en
el período de 1920 a 1923. También fue vicepresidente del Partido Cooperatista
Nacional, cuando Jorge Prieto Laurens era el presidente de dicho partido; ambos
eran muy amigos y Prieto Laurens se dejaba influenciar por Martin Luis Guzmán.[41]
En sus años de
legislador vivió las luchas que se daban dentro de la Cámara por la sucesión
presidencial, siendo él testigo de los hechos que denuncia en la novela y que
en el filme se ven representadas entre los partidarios de Ignacio Aguirre, como
se observa en el siguiente diálogo, que es representativo del clima de odio y
de injurias que se fue sembrando entre las facciones políticas:
Diputado
Mijares.- Sólo he querido subir hoy hasta esta tribuna para denunciar
públicamente, haciéndome eco de la nación entera, la campaña de desprestigio
tan villanamente desatada por el general Aispuro, actualmente ministro de la
guerra, contra su antiguo jefe y antecesor, general Ignacio Aguirre.
Voces de la
galería.- ¡Viva Ignacio Aguirre!
Otras
voces.- ¡Muera!
Diputado
Mijares. El señor general Ignacio Aguirre. Campaña sin otra mira que
desprestigiar al ciudadano, al hombre, al por muchos motivos ilustre general
que la nación entera señala como único candidato posible a la presidencia de la
república; denuncio esa campaña de injurias como simple y burda maniobra
política inspirada en pasiones bastardas de los partidarios de Hilario Jiménez.
Y los partidarios de
Hilario Jiménez le contestan:
Diputado
Ricalde.- El sector obrero, que me honro representar en la más alta tribuna de
la república, piensa que el señor ministro de la guerra se limitó a denunciar
la vida de crápula, de banalidad, de francachela, no sólo en sus cinco hogares,
sino en casas de mala nota como la de esta mujerzuela llamada por mal nombre
“la Mora”. Piense la nación los males que acarrearía al país la labor
corruptora de un hombre como Ignacio Aguirre.[42]
Durante este período,
fundó y dirigió el periódico El Mundo, diario que a la postre provocó el
rompimiento entre Obregón y De la Huerta al publicar, según se dijo, la
renuncia del Secretario de Hacienda, sin que se hubiera aceptado antes por
Obregón -como tenían acordado-, y todo por una indiscreción de Martín Luis
Guzmán, quien tuvo acceso al documento clandestinamente.
De la Huerta, declara:
Después supe
-porque me lo refirió Froylán C. Manjarrez, en Tabasco-, que Martin Luis Guzmán
con interés periodístico tomó la copia de mi renuncia que había dejado en mi
casa a donde frecuentemente llegaba de visita y lo insertó en su periódico…
Esta -llámenle indiscreción de Martín Luis Guzmán-, hizo creer a Obregón que
yo, faltando a mi palabra empeñada con él, había dado a la publicidad aquél
documento”.[43]
Existe otra versión de
este hecho, en la que se menciona que Adolfo de la Huerta le pidió a Martín
Luis Guzmán que publicara la nota en su periódico. [44]
Para la sucesión
presidencial de 1924, Martín Luis se afilia al grupo que apoyó la candidatura
de Adolfo de la Huerta, contraria a la de Plutarco Elías Calles, candidato de
Obregón. Vasconcelos dice:
Y cuando, al
fin, surgió la candidatura de De la Huerta como una protesta contra la amenaza
callista, las tres cuartas partes de la Cámara se declaró anti-callista. Para
destruir esta maniobra se emplearon medios que están asombrosamente descritos
en la novela histórica, de Martín Luis Guzmán, La Sombra del Caudillo.”[45]
Al declararse la rebelión delahuertista, Martin Luis salió a
Estados Unidos a hacerse cargo de las oficinas del movimiento en la capital
estadounidense: “su actitud inmediata fue tratar de bloquear cualquier intento
de Obregón para allegarse fondos a través de impuestos adelantados de las
compañías petroleras norteamericanas con operaciones en México”. [46]
Pero Adolfo de
la Huerta, el protagonista central del movimiento, siempre aseguró que Martín
Luis Guzmán era un traidor y un espía de Pani, cuando éste fue Secretario de
Relaciones Exteriores, que había boicoteado los acuerdos que De la Huerta,
entonces secretario de Hacienda, gestionó en Washington. En sus Memorias habla
sobre Martin Luis Guzmán:
después que
Pani le entregó los sesenta mil pesos para que dejara El Mundo en sus manos y
fuera al extranjero a seguir con la misma “mascarada”, se recibió en Veracruz
una carta en la que ofrecía sus servicios nada menos en Washington, para
despacharse a sus anchas la cuestión internacional, y para poder rendir buenas
cuentas a su poderdante; pero como contestación se le llamó a Veracruz y no
quiso presentarse porque temió que nos hubieran llegado todos los informes que
lo colocaban en su verdadera posición. [47]
Entonces se trasladó a
España para residir ahí de 1925 a 1936; en este lapso también vivió un año y
medio en París. En Madrid le publican sus obras más importantes: El águila y
la serpiente y La sombra del caudillo. La publicación del libro La
Sombra del Caudillo, como se conoce actualmente, se realizó en 1929, cuando
Martín Luis Guzmán se encontraba en España. Cabe mencionar que en 1928 una
versión periodística se publicó en los Estados Unidos, en La Prensa de
San Antonio, Texas, y La Opinión de Los Ángeles, intitulada “Un General
de Treinta Años”, que en la novela se convertiría en el capítulo “Rosario”.[48]
También se publicó posteriormente una versión en México, en El Universal.
En su interesante
estudio sobre la literatura de este período histórico, José Luis Martínez
menciona que nuestros novelistas
…comenzaron
a publicar a partir de 1928 hasta una década después, una abundante serie de
obras narrativas a las que vino a denominarse “novelas de la revolución”… El
género adopta diferentes formas, y el relato episódico que sigue la figura
central de un caudillo, o bien la narración cuyo protagonista es el pueblo;
otras veces se prefiere la perspectiva autobiográfica y, con menos frecuencia,
los relatos objetivos o testimoniales. Merece notarse que la mayoría de estas
obras, a las que supondría ser revolucionarias por su espíritu, además de por
su tema, son todo lo contrario. No es extraño encontrar en ellas el desencanto,
la requisitoria y, tácitamente, el desapego ideológico frente a la Revolución.
Sería, pues, erróneo llamarles literatura revolucionaria y el nombre que
llevan, no obstante su imprecisión, es preferible.[49]
El punto culminante
tanto de la novela como del filme La Sombra del Caudillo es la matanza
de Huitzilac y este episodio lo escribió estando en España; la información
seguramente la obtuvo de los diarios que se publicaban en México, pero estos no
daban más noticias que las que la censura permitía, y es de suponer que además
tenía contactos en México con personas que le mantenían informado.
Hay diferentes versiones
sobre este trágico suceso, como se puede ver en los testimonios de la época,
pero llama la atención que el relato de Martín Luis Guzmán contiene una
síntesis de cuanto se dijo sobre este acontecimiento.
Serrano y un grupo de
sus partidarios se trasladaron a Cuernavaca (Toluca en el filme) el 2 de
octubre de 1927, para esperar allí el resultado de la conspiración fraguada
para apresar o asesinar a Obregón, Calles y Amaro durante las maniobras
programadas para realizarse en Balbuena esa noche. Serrano esperaba contar con
la protección de su amigo y compadre, el general Domínguez (Elizondo en el
filme). También Arnulfo F. Gómez se ausentó de la ciudad de México y se dirigió
a Perote, donde lo esperaba el general Lucero, partidario suyo. Hay otra versión
en la que se dice que el general Serrano se dirigió a su rancho La Chicharra
ubicada en aquella localidad, a celebrar su cumpleaños, que era el 3 de
octubre, día de San Francisco. Por otra parte, se maneja la idea de que ambos
se retiraron de la Capital para evitar ser apresados, ya que cada día era más
amenazantes los rumores de que el gobierno iba a utilizar medios violentos para
frustrar el movimiento anti-reeleccionista.
El general Aguirre (Francisco Serrano en la realidad) se hospedó con su
comitiva en el hotel Bellavista, en donde recibió la visita del general
Elizondo (su compadre el general Domínguez).
Durante su
estancia en Europa escribe crónicas que envía a México y que se publican en los
diarios nacionales. Además dirige en España los diarios La Voz y El
Sol.
En 1936 regresa a
México y continúa su labor periodística: en 1942 funda la revista Tiempo
e ingresa a la Academia Mexicana de la Lengua; en 1958 recibe el premio
Nacional de Literatura y el premio Manuel Ávila Camacho; en su estado natal le
otorgaron grado de doctor honoris causa por la Universidad de Chihuahua. En
1960 se filma La Sombra del Caudillo, autorizada por el titular del
Ejecutivo y la Secretaría de Gobernación.
Llama la atención que
durante el tiempo que la controversia estuvo en su fase más crítica, Martín
Luis Guzmán se abstuvo de hacer comentarios, ni a favor ni en contra de la
prohibición de exhibir el filme. Algo extraño, siendo él, como es de suponerse,
el primer interesado en la difusión cinematográfica de su obra cumbre.
Ocupaba, entonces, un
alto puesto en el gobierno de Adolfo López Mateos, era presidente de la
Comisión Nacional de los Libros de Texto Gratuitos. Político experimentado,
supo esperar a que amainara el vendaval y en su oportunidad pudiera exhibirse
la película.
Fallece en la ciudad de
México en 1976.
2.2 Julio Bracho. El
artista transforma las palabras en imágenes
La sombra del caudillo significó más
que un filme para Julio Bracho, ya que como él mismo lo mencionó, fue la
realización de su máxima aspiración:
Hoy (…)
puedo afirmar que he logrado la ambición más grande de mi vida y la culminación
de mi carrera de director cinematográfico. Es más; me podría morir ahora mismo,
porque ya nada me interesará tanto, ni me apasionará de igual modo, ni como
hombre ni como realizador cinematográfico ni como mexicano. [50]
Esto lo decía en 1960,
a la edad de 51 años, cuando todavía le restaban 18 años de fructífera carrera.
Nació en la ciudad de
Durango, el 17 de julio de 1909, fue el noveno de los doce hijos de la familia fundada por don Julio Bracho y
Zuloaga y doña Luz Pérez Gavilán. Su padre había sido un próspero empresario en
su estado, pero en 1913 tropas revolucionarias incendiaron su fábrica textil,
por lo cual su familia, al perder su patrimonio, se vio en la necesidad de
trasladarse a la ciudad de México, al pueblo de Tacubaya, cuando Julio tenía
cuatro años de edad, (coincidencia con Martín Luis Guzmán que también vivió sus
primeros años en el mismo lugar), en donde se empezó a manifestar su afición
por el teatro y el cine.
La pérdida del
patrimonio familiar seguramente se grabó en la conciencia de Bracho. Es de
llamar la atención de que la primera película que dirigió y cuyo argumento él
mismo elaboró, ¡Ay, qué tiempos señor don Simón!, es una comedia que se
inspira en la época porfiriana y refleja la añoranza por los tiempos idos.
Bracho tenía 18 años de
edad cuando falleció su padre, lo cual representó para él un choque tremendo;
era la época en que indeciso sobre el rumbo que tomaría su vida cursó un año de
la carrera de medicina, uno en arquitectura, y otro en filosofía y letras. El
resto de su vida fue un autodidacta genial, rebelde a todo convencionalismo,
siempre en búsqueda de innovaciones, como se puede observar en sus filmes mejor
logrados. El era un hombre culto, elegante y se dice que todo un caballero. [51]
Hacia 1927, en compañía
de Isabela Corona, su compañera sentimental, que entonces trabajaba en la
Secretaría de Educación Pública, fundó el Teatro Orientación, en donde debutó
como director de escena con la obra Jinetes hacia el mar, del irlandés
John M. Synge, traducido por Juan Ramón Jiménez. Cuando José Gorostiza ocupó la
jefatura de Bellas Artes colocó a su hermano Celestino, en lugar de Bracho que
había fundado la institución.[52]
Posteriormente es
enviado a la Escuela Nocturna de Arte
para Obreros, donde introduce el teatro y funda el grupo llamado Trabajadores
del Teatro, que funcionó de 1933 a 1935, y que llegó a tener 200 alumnos, con
los cuales ensaya obras de teatro de masas, como disciplina para los alumnos.
Tales ensayos tuvieron mucho éxito al grado de que fueron a presenciarlos
funcionarios de alto nivel, tanto de Bellas Artes como de la Secretaría de
Educación Pública. Chávez y Bassols le sugirieron que no solo hiciera los
ensayos, sino que montara las obras con los alumnos. Montó la obra Lázaro
rió de Eugene O’Neill, que tuvo gran éxito. [53]
Resultó interesante el experimento de hacer que los trabajadores hicieran teatro,
como una manera de estimular la participación del pueblo en el arte, que aún a
la fecha no ha sido plenamente explotado. Nuevamente fue removido de ese puesto
para nombrar en su lugar al mismo hermano de José Gorostiza.
Su hermana Andrea Palma
filmaba, en 1933, La mujer del puerto, y Julio acudía a los sets a
curiosear. De esa época data su interés por el cine y la idea de llevar a la
escena la obra de Martín Luis Guzmán La sombra del caudillo.
Recién fundado el Teatro de la Universidad, el rector Luis Chico
Goerne le propuso realizar el Cine de la Universidad, cuya obra inaugural iba a
ser una trilogía con el tema de la Independencia, la defensa de la República
frente la intervención francesa y la Revolución. El proyecto se frustró por intrigas
burocráticas, no obstante que había sido autorizado su financiamiento por el
general Lázaro Cárdenas, entonces presidente de la República. [54]
En 1937 trabajó en el
cine como supervisor escénico en la cinta Ave sin Rumbo, y es hasta 1941
cuando debuta como director y argumentista de su filme ¡Ay qué tiempos señor don Simón!,
la mejor película del año. En ese mismo año, se filmaron otras obras del mismo
estilo, exaltando el modo de vida de la época porfiriana. Este suceso ocurrió
en el período presidencial del general Manuel Ávila Camacho, en el que podemos
observar que el gobierno empieza a tomar interés en promover la industria
cinematográfica; este gobierno es considerado como una etapa de transición
entre el gobierno de izquierda de Cárdenas y la nueva orientación de derecha
que representaba el nuevo mandatario.
A raíz del gran éxito
alcanzado por su primer filme, es nombrado director de la Academia
Cinematográfica de México, en donde impartió el taller de escritores
cinematográficos.
Los resultados que alcanza un creador en
cierta forma están ligados a las circunstancias de su entorno, por tal motivo
es necesario señalar la situación que se vivía en México en esa década.
En los años cuarenta,
la Segunda Guerra Mundial representó para el mundo y para México un parteaguas.
Se vivió una economía de guerra; se implantó el servicio militar obligatorio;
la emigración de braceros a Estados Unidos estuvo reglamentada y contó con
facilidades por la gran demanda de mano de obra de ese país, principalmente en
el sector agropecuario; se dio impulso a la industrialización, lo cual generó
la emigración del medio rural hacia el medio urbano y se inició el crecimiento
demográfico exorbitante de la capital de la república.
La transformación del
Partido de la Revolución Mexicana en el Partido Revolucionario Institucional
marcó una nueva etapa en la forma de hacer política; tanto militares como
civiles se alinearon al sistema y las luchas por las sucesiones presidenciales
se realizaron en un ambiente menos violento que, si bien no estuvo exento de
algunos hechos reprobables, éstos no tuvieron el carácter trágico de la década
de los veinte; por ejemplo, la lucha por la presidencia entre el henriquismo y
el ruizcortinismo. Esta aparente estabilidad permitió mayores inversiones en la
industria y el comercio, y la empresa
fílmica fue una de las
beneficiadas.
En México esta etapa es
conocida como la época de oro del cine mexicano; la industria cinematográfica
en México estaba viviendo una coyuntura favorable en virtud de la crisis que
había producido la Segunda Guerra Mundial en la industria fílmica de Hollywood,
en la que no se estaba filmando con la intensidad de antes. Muchos productores
de Estados Unidos vieron en América Latina la oportunidad de invertir en ese
renglón.
Para Julio Bracho los
primeros cinco años de esta década fue la de las “vacas gordas”, fue aplaudido
por la crítica, tuvieron grandes éxitos taquilleros sus películas y como
consecuencia fue muy solicitado por los productores. Después de ¡Ay qué
tiempos señor Don Simón!, le siguieron Historia de un Gran Amor, La
Virgen que forjó una patria, Distinto Amanecer, y Crepúsculo, entre otras.
La crítica opinaba
bien de su obra cinematográfica de esos años: El Universal publicó un reportaje
en el que se afirma que Julio “no tenía nada de excéntrico ni de genial, pero
sí mucho talento, de cultura, de inspiración y de sentido del arte que sólo
puede resultar a los genios”. [55]
Como habían sido un
éxito taquillero sus mencionadas películas, se arriesgó y fundó su propia
compañía productora Bracho Films. Don Simón de Lira, fue la única
película que realizó su compañía cinematográfica, la cual desapareció.
Significó un fracaso taquillero que le perjudicó económicamente, del mismo modo
que años después La Sombra del Caudillo le trajo dificultades
relacionadas con el dinero.
Después de 1945 realizó
una serie de películas que no tuvieron el éxito taquillero de las anteriores:
Monje Blanco y La mujer de todos -teniendo estas dos en el reparto a la
gran diva del momento María Félix-, El ladrón y Rosenda entre otras.
La década de los 50’s
se caracterizó por un bajo crecimiento del producto interno bruto, el gobierno
no invirtió en grandes obras y el presupuesto nacional se ejerció con austeridad. Se hablaba de una política de
moralidad frente a la gran corrupción que imperó en el período presidencial
anterior. Hubo fuga de capitales y sobrevino la devaluación de 1954.
En este período
surgieron los tres grandes conflictos sociales que afrontó el régimen de Ruiz
Cortines: el conflicto magisterial de 1956-1958, las invasiones de tierras en
1958 y la movilización del sindicato ferrocarrilero en 1958-1959.
Estas tres
movilizaciones, la de los maestros del Distrito Federal, encabezados por Othón
Salazar y Encarnación Pérez Rivero, contra el comité ejecutivo del Sindicato
Nacional de los Trabajadores de la Educación, que dirigía Enrique W. Sánchez;
la de los campesinos invasores de tierras, al margen de la Confederación
Nacional Campesina, que dirigía en el norte Jacinto López y en el estado de
Morelos Rubén Jaramillo; y la de los ferrocarrileros encabezados por Demetrio
Vallejo contra la dirigencia del Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de
la República Mexicana -a cargo de Samuel Ortega-, pusieron de manifiesto la
pérdida de control gubernamental sobre un amplio sector de las organizaciones
de masas, de las que se alimentaba el partido oficial (PRI): “que la clase
obrera con una organización de masas era capaz de poner en jaque al sistema” [56]
fue un toque de alarma para todo el sistema político, que se aprestó a
modificar sus estrategias.
La proximidad de las
elecciones presidenciales, en 1958, obligó al gobierno a ser precavido frente a
las demandas de los trabajadores, y si se dieron respuestas violentas en
algunos casos por parte del ejército y de la policía, la tónica general fue un
manejo político a cargo del entonces visible precandidato presidencial Adolfo
López Mateos, titular de la Secretaría del Trabajo.
En 1957, la CNC lanzó
la candidatura del presidenciable oficial y toda la maquinaria del partido en
el poder se movió para asegurar el triunfo. Mientras tanto, para no dañar la
relación del partido con las organizaciones obreras, campesinas y del sector
popular que conformaban sus pilares de sostén, el régimen ruizcortinista
accedió a resolver favorablemente varias demandas populares.
Durante este período
Julio Bracho se dedicó a dirigir melodramas cinematográficos, que era lo que
pedían los productores y el público, pero su proyecto más ambicioso fue, en
1958, cuando elaboró el proyecto de creación del Instituto Nacional de
Cinematografía, cuyo objetivo era poner el cine al servicio de la educación, la
cultura, la ciencia y el arte. Proponía utilizar el cine para ese fin, pues lo
consideraba “un medio de expresión de una objetividad sin paralelo, y de una
potencialidad creadora que penetra en las mentes más distantes e insospechadas”[57].
Una vez instalado en el
poder, el 1° de diciembre de 1958, el régimen lopezmateísta procuró consolidar
su influencia sobre las organizaciones obreras, campesinas y del sector popular
disciplinadas al partido oficial. Por otra parte, se mostró complaciente con la
tarea de reprimir violentamente los
movimientos disidentes. En este contexto se produce el encarcelamiento de
Jacinto López y el asesinato de Rubén Jaramillo, líderes campesinos, y la
prisión y condena de Demetrio Vallejo, líder de los ferrocarrileros.
Con la liquidación de
estos conflictos, avanzó en 1960 la época conocida como del desarrollo
estabilizador, o dicho de otra manera estabilidad para el desarrollo:
Para
implantar esta nueva política -que llegó a afirmar a propios y extraños que se
trataba del “milagro mexicano”- hubo necesidad de sellar herméticamente hasta
la menor posibilidad de fuga que pudiera poner en peligro la estabilidad
política del sistema. Y, por supuesto, se tuvo éxito. El “desarrollo
estabilizador” no encontró obstáculos políticos en su camino.”[58]
López Mateos entregó el
Premio Nacional de Literatura a Martín Luis Guzmán en 1959, y con motivo de ese
evento surgió la posibilidad de filmar la novela La Sombra del caudillo. Julio
Bracho tenía en mente llevarla al cine, desde 1936 cuando la leyó en una
edición clandestina de la editorial chilena Ercilla. Le pidió a Guzmán
los derechos para filmarla y éste se los dio de palabra, “y en un gesto de gran
nobleza -expresó Julio en una entrevista para la revista Proceso en
1977-, me los mantuvo siempre durante 25 años, a pesar de que otros se
interesaron en adquirirlos”.[59]
Tres o cuatro veces
fracasó el intento de filmar la obra. En 1959 López Mateos dio su aprobación al
proyecto y el Banco Nacional Cinematográfico se encargó de financiarlo.
En una entrevista que
dio Julio Bracho para Cine Mundial, el 14 de octubre de 1959, declaró:
Con los
mejores elementos técnicos y artísticos y montado en el “caballo de hacienda”
que es La Sombra del Caudillo (la mejor novela que se ha escrito en México en
los últimos cien años), realizaré la mejor película que se haya hecho en toda
la historia del cine mexicano. La Revolución mexicana ha llegado,
afortunadamente a un grado de madurez que puede hacer su autocrítica. Presentar
lacras de gobernantes -desde el presidente hasta los diputados amordazados- es
una fase de su historia. Ese problema México lo ha superado. Ya puede y debe
presentarlo en imágenes. Para lección de los nacionales y para lección, así
mismo, de todos los países de Iberoamérica que verán en La Sombra del
Caudillo el propio drama de su país.[60]
En la misma revista los
articulistas con voz profética escribieron:
Novela
peligrosa es La sombra del caudillo... ¿Es aconsejable filmar esa obra?... Esa
arma tremenda que es la gran obra de don Martín, ¿No será un arma de dos
filos?... Y si no es arma filosa, si es un fusil, ¿No puede dispararse el tiro
en la culata en manos de Bracho?... ”. [61]
Julio Bracho declaró a la misma revista: “Siempre que he puesto el
tiro en la recámara de mi fusil -y pienso ahora en mi historia de cineasta-,
nunca me ha salido el tiro por la culata”.[62]
Más tarde, Julio Bracho
no pudo ocultar su rencor contra Octavio Alba (director de dicha revista) por
su afirmación que resultó de alguna manera una profecía en cuanto a las
dificultades que tuvo el filme para su exhibición al gran público.
Hacia finales de la
década de los años 50, la presencia de los militares era todavía muy notoria en la política nacional. La
presidencia del Partido Revolucionario Institucional se turnaba entre
distinguidos generales de división: Gabriel Leyva Velásquez, Agustín Olachea
Avilés, Rodolfo Sánchez Taboada, y no dejaba de ser un fuerte elemento de
presión frente al poder del primer mandatario, de extracción civil. El general
Cárdenas, encabezaba el Movimiento de
Liberación Nacional, que reunía a diversas agrupaciones de izquierda. En 1962,
Cárdenas estuvo en una gran manifestación en el Zócalo capitalino, en apoyo de
Cuba, que enfrentaba la invasión de Playa Girón por las fuerzas estadounidenses.
En este ambiente en que
el civilismo permanecía en guardia ante el militarismo latente, se aprueba y
financia, en 1960, la idea de Bracho de llevar a la pantalla grande la novela
de Martín Luis Guzmán. Pudiera pensarse que los civiles se aprestaban a la
defensa tratando de exhibir las lacras del militarismo que exhibe la novela.
Ya antes de La
sombra del Caudillo, Bracho había saboreado las mieles del triunfo, con sus
películas Distinto Amanecer y Crepúsculo. La crítica del cineasta Miguel
Zacarías tal vez no le hizo mucha mella, cuando éste aseguró que Distinto
Amanecer era “una estupidez de principio a fin, la película más idiota que
se pueda hacer”[63]. Pero el trago más amargo, que siempre de
alguna manera aparece en la vida de un hombre creador, se presentó demasiado
cargado de acíbar, cuando se propuso hacer cine-ficción a partir del argumento de
la novela de Martín Luis Guzmán.
Cuando Bracho elaboraba
este proyecto, la estabilidad política del país no estaba resuelta. Eran muy
recientes los acontecimientos que alteraron la paz pública y no estaban
borradas las huellas de la represión. El descontento siguió en pie después de
1960, alentado por varias organizaciones de filiación izquierdista.
Para tratar de conciliar
los intereses encontrados de la clase política, López Mateos llamó a colaborar
con el régimen a siete ex-presidentes de la república. Así, Cárdenas fue
nombrado vocal ejecutivo de la Comisión del Río Balsas, Miguel Alemán en el
área de turismo, y los demás en otras áreas estratégicas.
Julio Bracho, quizá
embriagado de optimismo o inmerso en el idealismo que siempre inspiró sus
afanes, con una grave falta de visión política, expresó “El cine mexicano y el
público están llegando a una madurez que les permite abordar y apreciar,
respectivamente, los problemas nacionales…”. [64]
Sólo que no alcanzó a
ver que, en esos años críticos de la década de los sesenta, a pesar del llamado
“desarrollo estabilizador” de la economía, flotaba en el ambiente el signo de
la represión violenta de los anhelos populares, que tuvo su manifestación en
las protestas de los maestros, estudiantes, telegrafistas y ferrocarrileros
(1956-1958), y culminó en la tragedia de Tlaltelolco, en 1968, tanto o más
dramática como la matanza de Huitzilac.
Bracho no era político,
a diferencia de Martín Luis Guzmán que estaba curtido en mil peripecias de sus
andanzas en la Revolución. Creía sinceramente en que la democracia había
llegado al país. De otra forma, no podemos explicarnos cómo defendió su
película a lo largo de los años 1960 y 1961, para enemistarse con el
sistema y quedar relegado, hasta que en
el período de Echeverría fue rehabilitado con créditos del Banco
Cinematográfico.
La película se filmó en
1960. Es el año de la recuperación del poder político del gobierno después de
resolver los tres grandes conflictos sociales que caracterizaron el período
comprendido entre 1956 y 1958 del régimen de Adolfo Ruiz Cortines.
En este contexto se
inscribe la pretendida libertad de expresión a la que se adjudica el hecho de
que Bracho hiciera posible la filmación de su cinta. Este ambiente de
tolerancia y apertura política debió haber influido sobre él para que creyera
que se vivía un clima de libertad, como fue la tónica de su discurso en la
defensa apasionada que hizo de La Sombra del Caudillo con motivo de la
prohibición.
Durante sus años de
ostracismo, 1960 y 1961, incursionó en programas de televisión. En 1962 regresó
a los estudios para filmar y en 1965 volvió a disfrutar el éxito taquillero con
El Proceso de Cristo. Después de un período de inactividad, volvió a los
foros en 1973 y dirigió tres películas más: En Busca de un muro, Espejismo
de la ciudad y Los Amantes Fríos. Asimismo, participó como actor en el filme
Pedro Páramo del realizador José Bolaños. Su fallecimiento ocurrió en
1978.
Capítulo 3. En las entrañas del filme
Hay tres aspectos que nos interesa resaltar en el análisis de la
cinta: los personajes que le dan vida a toda la trama; el lenguaje que se
emplea para comunicar el mensaje inmerso, tanto en la actuación y los diálogos
como en las escenas que hablan por sí
solas; y el filme visto desde la perspectiva de la historia.
3.1 Los personajes al desnudo
Para poder entender un filme es necesario examinar, en primer
lugar, a los personajes, que constituyen el alma viviente de toda obra
cinematográfica. Interpretar qué dicen, por qué lo dicen, cómo lo expresan,
dónde se ubican física y emocionalmente cuando actúan, cuánto significado imprimen
a su participación, con quién o quienes interactúan, a quien o quienes va
dirigido su mensaje, nos ayuda a desentrañar la trama de la obra.
En La sombra del
caudillo los personajes principales tienen bien definida su personalidad.
Martín Luis Guzmán, que interactuó con los personajes reales tuvo oportunidad
de conocerlos ampliamente y los describió con toda propiedad en la novela;
solamente les cambió los nombres y coloco algunos personajes ficticios para
enriquecer su obra.
El Caudillo
El personaje central del filme, el que le da nombre a la creación
novelística y cinematográfica, lo interpreta Miguel Ángel Ferriz. Obregón, el Caudillo,
era más joven en la época en que se sitúa la acción; tendría alrededor de 48
años de edad. Su intérprete es una persona de mayor edad, que se parece
físicamente más a Calles en sus tiempos de Jefe Máximo.
Caso insólito, que
muestra la habilidad de Julio Bracho para centrar la atención en un personaje
poco visible, pero omnipresente y omnipotente, es la aparición del Caudillo
en una escena de escasa duración, pero impactante, cuando demuestra su
autoridad ante un Ignacio Aguirre, que le lleva pruebas del atentado que sufrió
Axkaná por órdenes de Hilario Jiménez. El Caudillo ni se inmuta, como si no le
importara, y le dice a Aguirre que esas son pequeñeces. Aguirre se disgusta y
en ese momento se da el rompimiento entre los dos:
El
Caudillo.- Muy interesante relato, sin duda, pero niego la autenticidad de los
hechos. Hilario como funcionario y como hombre está por encima de esas
pequeñeces.
Aguirre.- Y
si yo le asegurase a usted que es verdad cuanto aquí se describe.
El
Caudillo.- Pues entonces creería que la pasión lo ciega y le recomendaría el
camino de los tribunales.
Aguirre.-
Pero a eso yo podría responder mi general, que los tribunales para un hombre de
la posición política de Jiménez son también pequeñeces.
El
Caudillo.- No Aguirre, no respondería usted así, porque esas cosas cuando yo
gobierno, no se dicen en mi presencia.[65]
Ignacio Aguirre
Este personaje interpretado por Tito Junco representa, como se
menciona en los capítulos anteriores, a dos importantes políticos de la década
de los veinte. En una primera etapa del filme el personaje representa a Adolfo
de la Huerta, con quien tiene un cierto parecido físico: es de cara redonda y
complexión robusta, aunque el bigote no es característico del político
mencionado. Sin embargo, en cuanto a comportamiento, usos y costumbres, se sabe
que Adolfo de la Huerta nunca anduvo vestido de militar ni se ostentaba como
tal, no llevaba una vida disipada, ni que tuviera mujeres fuera de su
matrimonio y no se le conocía afición por el alcohol. Era muy buen cantante de
ópera, lo cual lo califica como persona con sensibilidad artística. Por tal
motivo, el Adolfo de la Huerta de carne y hueso no corresponde a su contraparte
en la película. Por otro lado, nunca fue secretario de Guerra; fue Secretario
de Hacienda.
En una segunda etapa,
próxima al desenlace final de la matanza de Huitzilac, Ignacio Aguirre es la figura
de Serrano, aunque físicamente no se parecen, ya que Serrano era de baja
estatura y no usaba bigote. Sí corresponde el hecho de que fue secretario de
Guerra en el gobierno del general Obregón, así como en la configuración moral
del personaje, pues éste tiene varios “hogares”, le gusta la vida nocturna,
frecuenta lugares de mala nota y se codea con prostitutas, su bebida favorita
era el cognac como se observa en el filme:
General
Aguirre.-Y ahora que me acuerdo de cuando acá vienes a México sin mi permiso y
te atreves a no presentarte en la Secretaría de Guerra.
General
Encarnación Reyes.-Pues pa´qué, pues, buscarte en el ministerio, si sé Aguirre
que donde te caigo es en las tabernas.[66]
A pesar de sus
defectos, Aguirre no deja de de tener rasgos de nobleza, sigue creyendo en la
amistad y en la lealtad.
General
Jiménez.- Sí, que el Partido Radical Progresista me
proclame su candidato y que si no lo hace pronto pondremos un plazo prudente,
entonces me dejaras obrar a mi modo con Olivier Fernández, con Axkaná y con los
otros líderes.
General
Aguirre.- En resumen de cuentas me pides que te entregue
a mis amigos, que te los venda a cambio de un poco de cordialidad; pides mucho
más de lo que soy capaz de hacer, dejaremos que los sucesos corran. Si te basta
renunciaré inmediatamente a la Secretaría de Guerra.
General
Jiménez.- Eso no es nada, tus partidarios se sentirían
más fuertes; no, no me basta.
General
Aguirre.- Conformes, entonces; hasta aquí hemos sido
amigos.
General
Jiménez.- Hasta aquí no… ya va para meses que dejamos de
serlo.[67]
Ignacio Aguirre es
sincero con sus contrincantes políticos, pero su idealismo lo conduce a la
muerte, junto con sus partidarios.
El filme, al
representar dos personas en una, siendo las dos tan diferentes, como la luz y
la oscuridad, dificulta un poco su separación al hacer el análisis para ubicar
la identidad de los personajes.
Caso curioso, el de
Ignacio Aguirre: en un mismo personaje se representa al verdugo y a la víctima,
porque Serrano persiguió a De la Huerta en la rebelión que éste último
encabezó.
Hilario Jiménez
Ignacio López Tarso interpreta a este personaje. Hay cierto
parecido físico con el político que representa. Además, el carácter severo,
enérgico, circunspecto, propio de un individuo con pleno dominio de sí mismo lo
identifica como Plutarco Elías Calles. Los diálogos en que participa Hilario
con Aguirre, revelan al individuo observador, taimado, reservado,
desconfiado, de pocas palabras, siempre al asecho y tajante en sus declaraciones.
Hilario habla del pueblo, de los obreros y campesinos, que él vela por los
intereses de ellos, pero no tienen empacho en convertirse en un gran hacendado
y no le da pena que los demás lo sepan:
General
Jiménez- Vil canalla, convenencieros ¿Cuándo han sido
sensibles al dolor proletario de las ciudades y los campos?, mereceríamos que nos ahorcaran si los dejamos vivir.
Secretario.-
Puedo interrumpirlo mi general.
General
Jiménez- Ya dije que no estoy para nadie.
Secretario.-
Se trata de los papeles que tiene usted que firmar urgentemente para
que quede como propietario legítimo de la hacienda, mi general.
Esbirro.- Por cierto mi general, quiero felicitarlo, esa hacienda que acaba de
adquirir con sus ahorros es la mejor de todo el norte de la república; yo la
conozco bien, buenas tierras para el trigo, mucha agua, buenos potreros para el ganado.[68]
No se tienta el corazón
para eliminar a sus enemigos, es vengativo, conoce las partes vulnerables de
sus enemigos:
General Jiménez.- Bien, hay que hacer un
escarmiento. Ustedes ya saben cómo y que sea precisamente con el que más le
duela a Aguirre.[69]
Axkaná
Tomás Perrin caracteriza a este personaje que en el curso del
filme es el símbolo de la “conciencia revolucionaria”.
Axkaná, joven, de buena
apariencia, con lenguaje correcto de persona educada, personalidad serena y
segura de sí misma, simboliza a la Revolución social, no armada, que está en su
etapa de formación, plena de ideales justicieros, discurso halagador, confiado
y noble en sus aspiraciones de justicia social. En lo físico tiene una cercanía
con el retrato de Serrano y del mismo Martín Luis Guzmán. Axkaná aparece en
varias escenas, pero habla muy poco o permanece callado, como si fuera una
aparición espiritual.
Cuando sobreviene la
ruptura entre Jiménez y Aguirre, el ministro de Gobernación manda a
llamar a sus sicarios y ordena un escarmiento para darle a Aguirre donde más le
duela, con su mejor amigo, Axkaná.
Axkaná embriagado con
tequila es la conciencia popular intoxicada por la demagogia, sojuzgada por el
abuso del poder, víctima inocente de un escarmiento por algo que ni siquiera
conoce. En la secuencia en que es agredido y emborrachado, es la imagen de una
nación zarandeada por la ignorancia, la hipocresía y la ambición de políticos
aventureros. Simboliza a la víctima de
la corrupción policiaca, de la tortura sistemática, y del indefenso ciudadano
que todos los días sufre la violación de sus derechos humanos.
Conoce muy bien a
Aguirre y cuando éste explota disgustado por la actitud del caudillo con él,
Axkaná en una muestra de sinceridad interviene para hacerle ver la realidad,
ocasionando el disgusto de Aguirre, y sus palabras se vuelven proféticas:
General
Aguirre.- ¿Quiero pedirte consejo?... Mañana necesito de todo mí aplomo, de
toda mi inteligencia. Siéntate, necesito saber sin equívocos a qué
atenerme… (Gritando) Diez años de
absoluta disciplina, de obediencia, de sumisión a su voluntad política que ha
sido siempre la mía y todo para qué, para que a un rumor y una intriga le
ofrezca más crédito que mi palabra leal y franca.
Axkaná.-
Políticamente el caudillo tiene razón.
General
Aguirre.- Políticamente, no es punto político entre él y yo, es punto de
amistad, de compañerismo.
Axkaná.- Eso
es un error, en el campo de la política la amistad no figura. No subsiste. De
los amigos más íntimos nacen en política los enemigos acérrimos, los más
crueles, los que se destrozan y se matan.
General
Aguirre.- Tus filosofías no vienen al caso.
Axkaná.- Al
revés, vienen al caso perfectamente, te explican porque el caudillo, tu jefe y
tú amigo, está a punto de dejar de serlo; en su deseo de hacer presidente a
Hilario Jiménez tú le estorbas y se dispone a eliminarte.[70]
Olivier Fernández
El actor Carlos López Moctezuma, célebre por sus papeles de
villano en el mundo cinematográfico, asume el papel del diputado Olivier
Fernández (Jorge Prieto Laurens, líder del Partido Cooperatista, en la
historia). Por la edad, el intérprete no refleja a su personaje, pues el actor
es un hombre de más de cuarenta años y el líder al que representa andaba en los
veintiocho años. La caracterización en la actuación corresponde a una persona
agresiva, de mucha iniciativa, rápida para adecuarse a nuevas situaciones y en
la toma de decisiones, fogoso orador de armas tomar como lo fue Prieto Laurens
en su vida política. Se enfrentó con resolución a contrincantes fuertes como el
mismo Calles, Morones, Obregón y varios gobernadores.
Martín Luis Guzmán
conoció muy bien a Prieto Laurens, los dos fueron legisladores y dirigentes del
mismo Partido, por lo cual tuvieron mucha cercanía, de donde se deduce que
Prieto Laurens en Olivier Fernández está bien caracterizado.
Como hombre práctico y
conocedor de la realidad política, puede leer con claridad las situaciones por
las que está atravesando y se adelanta en sus decisiones:
Licenciado
Olivier.- Que cierren todas las puertas de la cámara. Suba y detenga al
asesino.
Policía.-
Pero le digo señor diputado que mi puerta sólo se compone de veinte hombres,
permita que pida ayuda a la inspección.
Licenciado
Olivier.- Esta usted solapando un crimen.
Otro
diputado.- Compañero no extreme usted las cosas.
Licenciado
Olivier.- Detrás de este asesinato hay más de lo que usted supone; demando que
capture al asesino.[71]
Otro caso curioso;
dentro del Partido Cooperatista Nacional existieron tres diputados
delahuertistas con el nombre ó apellido Olivier: Francisco Ollivier, Salatiel
Oliver C. e Isacc Olivier. [72]
General Elizondo
Este personaje representa al general Juan Domínguez, jefe de
operaciones militares que traicionó a Serrano cuando éste se refugió en
Cuernavaca, confiado en la promesa de que el jefe militar se iba sumar a la
rebelión.
El actor, Víctor Manuel
Mendoza, asume su papel con propiedad, simula sinceridad cuando le jura su
lealtad a Ignacio Aguirre y sus partidarios; hay señales de perfidia y sadismo
en su rostro cuando recibe el periódico con la noticia del levantamiento de
Aguirre. Elizondo refleja la satisfacción de tener preso a Aguirre, como si
esto significara para él un triunfo personal. A lo largo de toda la cinta se
percibe que no es sincero en sus intenciones, como se indica en este fragmento
de diálogo, citado con anterioridad:
General
Elizondo.- La justicia te asiste ya, eres mi amigo ¡que caray!... y amigo a
quien debo multitud de favores... y así, pues dispón lo que quieras, mis tropas
son tuyas.
General
Aguirre.- Quería decirte… De acuerdo.
General
Elizondo.- De acuerdo.
General
Aguirre.- Señores Elizondo une su suerte a la nuestra.[73]
Se sabe que el
general Domínguez le debía muchos favores a Serrano, eran además compadres y no
se esperaba que él lo fuera a traicionar.
Catarino Ibáñez
El típico gobernador impuesto desde el centro del poder, cacique
que acumula grandes propiedades mientras el pueblo vegeta en la miseria, está
representado por este personaje. Inculto hasta lo ridículo, sus modales sólo
exhiben su rudeza y su egoísmo. Sólo ha ascendido en su carrera política por el
apoyo del partido. Es la imagen de algunos gobernadores de esa época:
Licenciado
Olivier.- Tienes que hacerlo.
Catarino
Ibáñez.- ¿No me pidieron una convención hilarista?… pues ahí la tienen hasta la
mera penca.
Licenciado
Olivier.- Es preciso suspender la convención
Catarino Ibáñez.-
No, “niondi”, Toluca está que revienta a estas horas con las delegaciones de
todos los pueblos. La música ya está contratada y han de estar llegando los
indios de las haciendas pa´ la manifestación, ya casi todos están pagados.
Licenciado
Olivier.- Bueno pues todo eso se pierde
Catarino
Ibáñez.- Y también se pierde mí reputación política… con que pretexto razón
salgo diciendo ahora que no hay nada de
lo dicho.
Licenciado
Olivier.- Es preciso dar marcha atrás y no te me indisciplines Catarino, porque
gobernador y todo te meto en orden; lo que importa no eres tú, sino el partido,
y el partido necesita sacar candidato a Aguirre y no a Jiménez.[74]
José Elías Moreno
interpreta este papel con gran acierto. Catarino Ibáñez es el político
pueblerino que ha ascendido a cargos de mayor importancia, a base de obedecer
consignas de los de arriba y de ser incondicional, pero también sabe rebelarse
-otro acierto de la dirección del film- cuando se colma su paciencia y su
abyección (con unas copas encima se da valor).
Catarino
Ibáñez.- ¡Ah!… aquí mi amigo Olivier Fernández que es buen revolucionario como
todos ustedes, bueno digo bueno, aunque antes haya sido catrín, me dijo la
semana pasada que teníamos sacar candidato a mi general Hilario Jiménez, muy
bien, pero ahora en la mañana me dijo que ya no, que habíamos de sacar
candidato al ciudadano general Ignacio Aguirre, muy bien… yo compañeros les
pregunto: como revolucionarios conscientes y honrados, al chaquetear de ese
modo, mi amigo Olivier ¿no da pruebas de que si yo soy un farsante, él quiero
decirlo, él es más farsante que yo?
Licenciado
Olivier.- Cuidado Catarino, jálenlo.
Voces.-
Vámonos.
Invitado 2.-
No se comprometa mi general.
Catarino
Ibáñez.- Ya déjame. Ya verán estos farsantes ultimadamente. Ya volverán
catrines hijos de la tiznada.
La Mora
Este nombre nos recuerda la Moral, un vocablo con que se
identifica a uno de los valores humanos más hermosos, y al mismo tiempo el más
pisoteado por quienes arriban al poder sin una pizca de ideales y de dignidad.
Ese ideal está simbolizado en la figura de una mujer estigmatizada -La Mora
se dedica a la vida galante, como quien dice la prostitución de la conciencia
ciudadana-, es la parte discriminada de la masa anónima, que es el pueblo,
aquella que en un arranque de coraje y dignidad no teme enfrentarse a quienes
usurpan el poder y cometen atropellos incalificables.
Kitty de Hoyos actúa
como La Mora; quien ama en Axkaná al ideal revolucionario, en el que ve
la reivindicación de sus derechos. La Mora denuncia el atropello de que es
víctima su amado.
El machismo imperante
en la época que abarca el filme, la política monopolizada por los hombres, que no tienen el freno de la exquisitez y
finura del alma femenina, se ve reflejada en esa sesión tormentosa de la Cámara
de diputados en que se vitupera al candidato opositor y de paso a la mujer que
comparte sus sueños y esperanzas.
Diputado
Ricalde.-…como la de esta mujerzuela llamada por mal nombre “la Mora”.[75]
Y los asistentes y el
presidente de la Cámara se ríen a carcajadas. La discriminación de la mujer en
todo su apogeo.
Rosario
La figura de Rosario y su interés por Aguirre se usa para exhibir
la seducción que produce la fama y el
dinero; representa también a la mujer sumisa y que actúa con doble moral. Por
un lado, rechaza al pretendiente por ser casado, pero todos los días se
encuentra con él y finalmente consiente en ser su amante. Es representativa de
la época en que a la mujer no le es permitido hablar de política, veamos el
diálogo siguiente:
Rosario.-
¿Sucede algo grave?
General
Aguirre.- No.
Rosario.- Ya
sabes que a mí no me engañas con un no. Me basta con mirarte a los ojos.
General
Aguirre.- No debes de mezclarte en mis asuntos políticos para nada. En medio de
tanta falsedad y tanta basura, tú eres lo único limpio que tengo. No quiero
salpicarte con mi lodo.[76]
Varios generales
Aparecen en una secuencia que dura poco tiempo, pero sus
comportamientos son muy significativos.
Son generales sin
nombre, pero que pueden representar a cualquier otro de esa época, de los
muchos proclives a la simulación, la hipocresía y el oportunismo político. Le
hacen creer a los candidatos que están con ellos, para que en el momento en que
alguno de los presuntos sea el elegido, se puedan ver favorecidos.
General.-Ya
usted sabe general Aguirre, conmigo cuenta para todito lo que le haga falta. De
veras, sin recámaras… y si alguien le viene con el chisme de que yo hablo con
el General Jiménez tómelo a broma, que de hacerlo es tan solo para que los
otros no puedan sospechar, ya sabe usted cómo hay que bandearse en estos
negocios.
General.-Usted
ya sabe mi general Jiménez, usted cuenta conmigo para todo lo que se le
ofrezca. De veras, sin recámaras… y si le vienen con el chisme de que yo hablo
con el General Aguirre tómelo a broma, que de hacerlo es tan solo por no dar
pié que los otros puedan sospechar, usted ya sabe cómo hay que irse bandeando
en este negocio. [77]
Este es el tipo de
ofrecimiento que le hacen los generales, tanto a Jiménez como a Aguirre.
Adelaido Cruz
A pesar de que aparece en escena por muy poco tiempo, su papel es
destacado. Canuto Arenas le ordena que él sea el encargado de matar al diputado
Olivier Fernández en la Cámara. No es un cualquier asesino, está
recomendado desde arriba, por el general Leyva, alto jefe militar, pero
en el último instante, ya teniendo en frente a su víctima, sin motivo aparente
se niega a realizar el crimen.
Coincidencia con la
realidad. Otro personaje de la vida real, de apellido Cruz y nombre Roberto, el
policía favorito de Calles, cuando se le pide ejecutar a Serrano, se niega a
hacerlo, porque es su amigo, y solicita al mandatario que lo releve de la
comisión. Los dos, Adelaido y Roberto Cruz, por uno u otro motivo, se niegan a
cumplir la orden,[78]
mostrando nobleza en sus acciones.
Diputado Ricalde
Se trata de un personaje que está caracterizado físicamente con
bastante precisión, destacando que es obeso.
En el filme, este
diputado demuestra falta de escrúpulos, no se tienta el corazón para eliminar a
sus enemigos; su lenguaje es demagógico y es incondicional de Hilario Jiménez;
también está involucrado en el atentado contra Olivier Fernández y otros
diputados del Partido Radical Progresista:
Un
diputado.- Por ahora estamos perdidos, siendo los aguirristas dueños de la
mayoría serán los amos de la lucha electoral; es decir, del futuro congreso, es
decir, de la futura presidencia.
General
Leyva.- De modo que nada impedirá a Hilario ser el próximo presidente de la
república si solo quitamos de en medio a cuatro o cinco diputaditos
discursiadores, ¿no es así?
Diputado
Ricalde.- Todo lo otro, programa, propaganda, sufragio, elecciones es puro
jarabe de pico, compréndalo usted mi general.
General
Leyva.- ¡Ja¡ ¡ja¡… vaya un problema, mañana mismo los pongo en comunicación con
el mayor Segura, sobrino mío y hombre de mi absoluta confianza.[79]
El dato histórico
registra que los enemigos de Luis N. Morones le adjudican los atributos del
diputado Ricalde y fue acusado como autor intelectual del frustrado complot
para asesinar en la Cámara, a Jorge Prieto Laurens, como antes se le señaló
culpable del asesinato del senador Francisco Field Jurado.[80]
Protasio Leyva
Manuel Arvide actúa en el filme como Protasio Leyva, quien es el
verdugo de Aguirre, quien a su vez representa dos personajes históricos.
Protasio Leyva es en
palabras de Martín Luis Guzmán, Arnulfo R. Gómez, jefe operaciones del Valle de
México, quien junto con Serrano, que era secretario de Guerra, persiguieron a
los rebeldes delahuertistas.
En la matanza de
Huitzilac, Protasio Leyva es el general Claudio Fox, ejecutor de Serrano. En la
cinta cumple con el papel asignado.
Menciona Adolfo de la
Huerta, en sus Memorias, que Arnulfo R. Gómez trató de asesinarlo varias veces.[81]
Cahuama
En el filme, Cahuama es el ayudante incondicional de Aguirre, y
está caracterizado por el actor Salvador Vázquez. Su servicio va más allá de un
simple colaborador, porque en el momento crítico de la agresión a su jefe, no
mide las consecuencias para defenderlo y toma la ofensa como si se la hubieran
hecho a él mismo. Protagoniza al servidor y leal amigo que es capaz de dar la
vida por alguien a quien respeta y quiere.
Cacama, en la vida
real, es el capitán Ernesto Noriega Méndez, ayudante del general Serrano, con
el cual compartió un gran afecto casi de hermanos, esto lo demuestra la
correspondencia que existió entre ellos.[82]
Coronel Jáuregui
El coronel Jáuregui le avisa a Aguirre y a sus compañeros que hay
orden de aprehensión contra ellos y que se les va a someter a Consejo de
Guerra, para sentenciarlos a la pena capital.
Aparece en la cinta con
el papel mencionado el actor Antonio Aguilar, y como Jáuregui no es un apellido
muy común, se puede inferir que el nombre lo tomó Martín Luis Guzmán de uno de
los asesinados en Huitzilac, el sobrino, casi hijo, de Francisco R. Serrano:
Coronel
Jáuregui.- Puede usted no creerlo, si gusta, mi general, pero lo que le vengo a
contar es tan cierto como que estamos aquí viéndonos las caras, mientras otros que usted antes protegía lo traicionan. Yo vengo a
enterarlo del golpe que sus amigos están preparándole; mi general Leyva nos ha
pedido a tres coroneles para que denunciemos como hechos a nosotros las
proposiciones con que, según se afirma, los generales adictos a la candidatura
de usted andan sonsacando a quienes tenemos mando de fuerzas; los jefes del
cuarenta y cuatro y del veintiuno ya le han vuelto la espalda a usted mi
general. Yo, entre dos juegos, pues consentí para disimular, pero lo peor de
todo no es esto, he sabido que esta misma noche lo aprehenderán a usted y a sus
amigos y a todos, y esto lo sé de muy buena fuente, van a formarles juicio
sumario que lo sentencie a la última pena; yo, mi general cumplo con avisárselo
sin esperar ninguna recompensa.[83]
El Periodista
La aparición del periodista en la trama, caracterizado por el
actor Xavier Loyá, es circunstancial. El fue a hacer una entrevista a Aguirre,
cuando éste se disponía a huir de la Capital. Presintiendo que algo sensacional
estaba ocurriendo, insistió en acompañar al candidato y ese fue la causa de su
trágico fin.
Periodista.-
General buenas noches, que suerte, vengo a entrevistarlo y a que me haga la más
sensacional del año.
General
Aguirre.- No mi joven amigo, hoy no estoy para declaraciones.
Periodista.- La noticia ¿se va usted de viaje?
General
Aguirre.-Voy solo de paseo y usted que es un buen amigo va a prestarme el
servicio de Herodes, es decir, de esto ni una sola palabra.
Periodista.-
Solo con una condición mi general.
General
Aguirre.- ¿Cuál?
Periodista.-
Que me lleve con usted.
General
Aguirre.- Y si le ruego que no me acompañe.
Periodista.-
Corro al periódico y doy más la noticia.
General
Aguirre.-Está bien, en este caso acompáñame.[84]
El periodista
representa al individuo que estuvo en el lugar no adecuado, en el momento no
adecuado y en las circunstancias menos adecuadas.
La referencia histórica
menciona que hubo un periodista entre los muertos, que fue Alonso Capetillo.
No fue circunstancial
la aparición de Capetillo, que fue secretario de Jorge Prieto Laurens y luchó
en las filas de la rebelión delahuertista , aunque De la Huerta lo acusó de ser
espía de Calles y Obregón, además de espiar, años después a Serrano y morir con
él en Huitzilac .[85]
3. 2 La magia del
lenguaje en la pantalla
La novela nos da su versión en el lenguaje escrito. El cine,
sinónimo de movimiento, nos da la versión oral y de imágenes que se transforman
a cada instante. La materia prima de la literatura, la palabra, se vuelve
mensaje, que lo mismo puede ser explícito y claro en la oración o la frase
escrita o hablada, como puede ser velado, simbólico o subliminal en el lenguaje
no verbal de las imágenes.
En la cinta La
Sombra del Caudillo las imágenes mudas dicen tanto o más que los diálogos
de los actores. En algunas de esas imágenes la palabra refuerza su
significación. Mencionaremos sólo algunos ejemplos ilustrativos.
Un águila a la entrada
En la presentación de los créditos, el camarógrafo hace un
acercamiento, en la sala de sesiones de la Cámara de diputados, al águila del
escudo nacional. Posteriormente, cuando Olivier Fernández sube a la tribuna
para defender al general Aguirre, identifica al caudillo con el águila.
En una de tantas broncas
suscitadas en la Cámara, Olivier Fernández se refiere a él diciendo que no sólo
tiene la mirada del águila, sino también las garras. Se puede interpretar lo
dicho por Olivier como que el caudillo todo lo ve y todo lo sabe, y sus garras
son su fuerza y su poder.
Oscuridad dentro del coche de Aguirre
Mucha oscuridad en el interior del coche induce a la intimidad.
Para Rosario subirse al coche es invadir esa intimidad y envolverse en ella.
También puede representar la
personalidad impregnada de claroscuros de ambos personajes: Aguirre no
teme revolcarse en el lodo, pero no acepta salpicar a su pareja; por su parte,
Rosario se muestra pudorosa, reticente, pero más adelante sucumbe a los
requerimientos de Aguirre y se vuelve su amante.
Vistas de los centros de poder
Se muestran las imágenes del Palacio Nacional y de la Cámara de
diputados, símbolos del poder político; la catedral metropolitana, que
representa el poder de la Iglesia, y el palacio de Bellas Artes, emblema de la
cultura en México.
Panorámica del Alcázar de Chapultepec
Este lugar es la residencia de los presidentes de la república. Se
ubica la acción en la ciudad de México donde se manejan los hilos del poder. Se
infiere que el caudillo es el presidente. Aparece él leyendo el periódico que a
ocho columnas anuncia “Se desata la lucha por la presidencia”. No habla,
solamente hace una mueca de disgusto. Seguramente presagia que se avecinan
conflictos, pues él ya tiene su candidato, que es Hilario Jiménez.
Música romántica para Ignacio Aguirre
La música de fondo en el banquete al general Aguirre no es propia
para una celebración jubilosa de hombres aguerridos. El vals Tristes
jardines y la canción Un viejo amor parecen evocar la dulzura de
tiempos idos y presagiar la cercanía de la tragedia.
Calles sombrías y solitarias
En el primer encuentro de Rosario con Aguirre, la calle se ve
solitaria, no hay automóviles que transiten en la avenida ni peatones. Sucede
lo mismo cuando salen los invitados del banquete que ofrece Olivier a Aguirre;
se observa que las calles están desiertas y oscuras. No circulan más
automóviles que los de los asistentes. Ambiente de soledad y desamparo propio
de un drama.
Familiaridad en los prostíbulos
En la escena en que el grupo llega al prostíbulo, para celebrar la
inminente candidatura presidencial del general Aguirre, los políticos saludan
con familiaridad a las mujeres. Se ve que conocen muy bien el lugar; se reúnen
en el comedor y la “matrona” del burdel se muestra solícita con ellos,
denotando que son clientes asiduos. Refleja la vida disipada de muchos políticos, para los cuales es la cosa más
natural del mundo.
Un coqueteo perturbador
En la función de teatro que presenta la obra El Colegio Electoral,
en el teatro Iris (conocido como
Esperanza Iris, inmediato a la Cámara de diputados), mientras la
cantante coquetea al precandidato, otra
mujer coquetea en la mirada con Aguirre, quien al darse cuenta que la dama lo
ha sacado de sus íntimos pensamientos, muestra una expresión de menosprecio.
Las camarillas deciden la política
A lo largo de la cinta se puede observar que las
elites políticas deciden el destino del país. Las masas están ausentes,
solamente una vez aparece el pueblo -en la convención de Toluca- y es
menospreciado por el gobernador Catarino Ibáñez.
Un retrato elocuente y revelador
En la toma en que aparecen Aguirre y el Caudillo, en un comedor
del alcázar de Chapultepec, en la pared del fondo se ve un retrato que parece ser del general
Obregón. No platican. La intención del enfoque es que se sepa quién es el
Caudillo en la realidad.
Los periódicos hablan…
En varias ocasiones los periódicos asumen el papel de narradores
extradegéticos, explicándonos los acontecimientos históricos entre una
secuencia y otra.
El
encabezado anuncia a ocho columnas: “Se desata la lucha por la Presidencia”.
Esta imagen anuncia las escenas subsecuentes, en que es obvio que ya
existen candidatos y en las que aparecen los generales que ofrecen su apoyo a
los dos contrincantes.
El
Caudillo, viendo el encabezado del periódico Excelsior que dice: “Poderoso
bloque de diputados y senadores pro –Ignacio Aguirre”, hace un gesto de
disgusto. Esta secuencia significa que a partir de ese momento están definidas
las posiciones y la lucha que se va a dar en las Cámaras. La toma se da después
de que Catarino Ibáñez y el grupo que representa al Partido Radical Progresista
-antiimposicionista-, arman un zafarrancho en Toluca.
En los
encabezados de El Universal se lee “El general Aguirre presenta su
renuncia”, “El general Aguirre acusado de malversación de fondos y de
corrupción”, “El general Aguirre aceptó su candidatura a la presidencia de la
República”. Estas noticias se producen a raíz del rompimiento entre Aguirre
y el Caudillo, y explican los motivos de los conflictos que se dan
posteriormente en la Cámara.
A raíz de
su renuncia a la Secretaría de Hacienda, Adolfo de la Huerta es acusado por los
diputados obregonistas de malversación de fondos y de corrupción por denuncia
que personalmente hizo ante el nuevo secretario de Hacienda, Alberto J. Pani.
El bloque del Partido Cooperatista defendió a De la Huerta, quien salió bien
librado, dejando en evidencia al acusador. Después de este conflicto y de una
serie de persecuciones y hostigamientos, Adolfo de la Huerta acepta su
candidatura.
“Rumores
del levantamiento en Puebla, Jalisco y Toluca” es
otro encabezado del periódico El Universal donde aparece Olivier
Fernández con el periódico en la mano, quien está enterado de lo que sucede y
como hombre práctico insiste posteriormente ante Aguirre y su gente en que se
levanten en armas, antes que el Caudillo les “madrugue”. Lo cierto es que los
Estados que se levantaron en armas para unirse a la rebelión son los que
menciona el periódico, excepto Toluca.
Cuando
Aguirre se encuentra en la cárcel de Toluca, Elizondo ordena introducir en la
celda de los prisioneros el periódico del día, en el cual el encabezado dice “Se
levantó en armas el general Aguirre”. La prensa nacional de esa fecha
confirmó la noticia del levantamiento de armas del general Serrano, publicando
la versión oficial y cambiando varias veces la versión.
Siempre sí. Aguirre y Rosario duermen juntos
La vista de la recámara de Rosario, con Aguirre entre las sábanas,
dice más que mil palabras. Cuando llega Axkaná, se introduce sin reservas hasta
la alcoba, lo que significa que es un confidente que tiene acceso hasta la más íntima privacidad
de Aguirre.
Movimiento de las cámaras
En varias escenas las cámaras enfocan en picada y en contrapicada,
con lo cual cambian la perspectiva de
los personajes. De esta manera, los sujetos se engrandecen o empequeñecen,
dando el significado correspondiente a la trama del argumento.
La cacería de presos maniatados
En la parte final que se refiere a la matanza de Huitzilac,
no hay en el filme escenas de juicio
sumario, fusilamiento u otra forma de ejecución. La masacre asume la forma de
una cacería de fugitivos, que huyen a campo traviesa perseguidos por la
soldadesca.
3.3 El filme en la
perspectiva histórica
La filmación de La sombra del caudillo se realizó en el
segundo año de gobierno de López Mateos, cuando ya se había recuperado el
control gubernamental sobre las organizaciones sindicales y campesinas
disidentes del sexenio pasado, y había que estimular el crecimiento económico
del país.
Sólo quedaba en pie la
presencia ominosa del militarismo, representado por viejos generales con poder
político, a los que había que asimilar al sistema cada vez más orientado al
civilismo. La presidencia del comité central ejecutivo del Partido
Revolucionario Institucional la ocuparon sucesivamente generales de división,
como Rodolfo Sánchez Taboada, Agustín Olachea Aviléz y Gabriel Leyva Velásquez.
Sólo a partir del gobierno de Díaz Ordaz empezaron a presidir el PRI políticos
de extracción civil.
Martin Luis Guzmán y
Julio Bracho al estructurar el contenido de textos e imágenes de La Sombra
del Caudillo, hicieron una
dedicatoria proyectada a décadas posteriores. No sólo se diseñó en
retrospectiva, sino se le proyectó hacia el futuro. En una lectura entre líneas
se puede conjeturar que el filme se proyecta sobre otros regímenes derivados
del movimiento revolucionario, de todas las tendencias, hasta la fecha en que se permitió la producción y
exhibición del filme de Julio Bracho, 1960, y décadas después.
Luego, se puede inferir
que el veto impuesto a La Sombra del Caudillo obedece no solo a la
presencia de prominentes herederos del obregonismo y de la CROM en la nómina
oficial, sino porque exhibe una debilidad que muchos presumen endémica del
sistema político mexicano: la presencia de los militares en la política.
Es bien sabido que la
sombra del caudillismo siguió proyectándose sobre varios sucesos políticos
posteriores a la década de los años veinte: los seguidores de Juan Andrew
Almazán, candidato anti-imposicionista, opositor de Manuel Avila Camacho,
fueron masacrados durante la campaña y el día de las elecciones; las huestes de
Ezequiel Padilla, contrincante del candidato oficial Miguel Alemán, fueron objeto
de vejaciones; Miguel Alemán decretó desaparición de poderes en los Estados
cuyos gobernadores no eran de sus simpatías y persiguió a dirigentes sociales
que no se plegaron al oficialismo; los partidarios de Miguel Henríquez Guzmán
sufrieron también el acoso del gobierno, que apoyaba a Adolfo Ruiz Cortines;
hubo entonces muchos muertos.
Después, los “halcones”
del sistema político persiguieron a los
maestros y estudiantes, a los telegrafistas, a los ferrocarrileros, a los
líderes agraristas, a los universitarios, politécnicos y normalistas en un
sistemático hostigamiento que tuvo su clímax en la represión de 1968. La
dictadura de un sistema, no de un hombre, pero caudillaje al fin. He ahí una de
las causas de la prohibición y olvido de la cinta La Sombra del Caudillo durante
treinta años.
En el sexenio
(1988-1994) de Carlos Salinas de Gortari, de muy discutida legitimidad, toda
vez que se habló de elecciones fraudulentas, el presidente promovió
acciones para crear una estructura electoral que diera la impresión de
una real apertura democrática. Surgió
entonces el IFE, en 1990, organismo autónomo responsable de democratizar las
elecciones, a diferencia de las anteriores que eran organizadas por la Secretaría
de Gobernación, por conducto de la Comisión Federal Electoral.
Es de llamar la
atención que en este momento de cambio para el país, tanto a nivel nacional
como internacional (se firma el Tratado de Libre Comercio con los Estados
Unidos) se autoriza la exhibición de La
Sombra del Caudillo. El reestreno fue en el cine Gabriel Figueroa del Sindicato de
Trabajadores de la Producción Cinematográfica, en condiciones deplorables y sin
gran publicidad.
El actor Carlos Bracho,
gran amigo de Julio Bracho, al referirse al reestreno del filme en 1990,
declaró: “la copia de la película no la entregó ni Gobernación, ni la Defensa.
Estábamos a dos horas del estreno y no contábamos aún con la película. Yo hablé
a la filmoteca de la UNAM y ahí fue de donde me mandaron los rollos de 16 milímetros”.[86]
Podemos suponer, que en la perspectiva actual, a pesar de los
cambios tecnológicos introducidos por la electrónica y que han favorecido al
arte escénico, incluyendo el cine y el teatro, La Sombra del Caudillo, por
su contenido esencial, sigue siendo de actualidad, porque tiene un mensaje
antireeleccionista y antimilitarista que traspasa las fronteras de lo
controversial, y se ha constituido en una joya filmográfica.
Quizá en el tiempo se
ha difuminado el recuerdo de su tema central, porque el ser humano, víctima de
la prisa con que vive en un mundo que está en constante cambio, olvida con
facilidad. Otros hechos más recientes constituyen sus centros de interés; y lo que
es noticia hoy, mañana es pasado.
Conclusiones
El filme La Sombra del Caudillo plasma un testimonio y una
visión sobre dos acontecimientos históricos que ensangrentaron al país: la
rebelión delahuertista contra la imposición, y la de Serrano y Gómez contra la
reelección. El clímax del drama se alcanza, tanto en el cine como en la
realidad, con la Matanza de Huitzilac.
De principio a fin, La
sombra del caudillo teje sobre anécdotas el hilo conductor de un relato o
narración en que se entremezcla la historia y la ficción, y que pretende dar
una visión panorámica de un período post-revolucionario. Se encuentran
coincidencias entre las secuencias cinematográficas y la realidad histórica,
estrictamente en cuanto a que algunos hechos sí ocurrieron, pero no
necesariamente en la forma en que se plantean en el filme.
El valor intrínseco del
filme estriba en que invita a la reflexión sobre acontecimientos históricos que
es necesario conocer con mayor precisión. La tragedia de Huitzilac y los hechos
que la antecedieron invitan a examinar con espíritu crítico los hechos que
registra la posteridad. La sombra de la reelección y el militarismo sigue
siendo una amenaza latente para los proyectos democráticos en México.
Es necesario continuar
en la tarea de llevar a la pantalla, para conocimiento del mayor número de
personas, temas que tratan sobre nuestro pasado histórico. Un pueblo que no
olvida sus raíces, que tiene conciencia de sus realizaciones positivas y de sus
tropiezos y que asume con responsabilidad el rescate de sus valores cívicos, es
un pueblo con derecho a alimentar su esperanza en un futuro mejor.
La importancia del
documento fílmico radica en que forma parte del acervo cultural, junto con los
archivos históricos, bibliográficos, hemerográficos y fotográficos. Permite
impulsar el análisis de las obras fílmicas, para establecer la interrelación
que existe entre la acción, los diálogos, la psicología de los personajes, la
música, las costumbres, el lenguaje no verbal de las imágenes y el registro de
la época a que corresponde.
Es útil y gratificante
el estudio de todos los filmes, inclusive los que nos pudieran parecer
intrascendentes, porque el tiempo ha demostrado que filmes que en su momento no
fueron bien aceptados por la crítica o no fueron un éxito de taquilla, al
correr de los años se han transformado en íconos de la filmografía mundial.
Finalmente, es
necesario promover una mayor presencia de los historiadores en el análisis de
la documentación filmográfica que trata de los temas sociales y políticos, para
definir la concordancia de lo que se dice en ella con la realidad. La libertad
de los autores de narrar lo sucedido conforme a su libre albedrío, debe
encontrar su contraparte en la libertad de los analistas para interpretar y
precisar el contenido, y en la libertad del espectador para adoptar una opinión
personal sobre los acontecimientos.
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Filmografía
La sombra del caudillo. Director Julio
Bracho. Productor Sección de
técnicos y manuales
del Sindicato
de Trabajadores de
la Producción Cinematográfica de la República
Mexicana. Guionista
Julio Bracho. Actores Tito
Junco, Roberto Cañedo, Tito Novaro,
Tomás Perrín, Bárbara
Gil, Miguel Ánge l Ferriz,
Ignacio López Tarso, Carlos López
Moctezuma, Víctor
Manuel Mendoza, Fernando Mendoza,
Agustín Isunza, Prudencia
Grifell, Kitty de
Hoyos, José Elías Moreno, Víctor Junco,
Narciso Busquets, José Luis
Jiménez, Manuel Arvide, Noé Murayama, Luis Aragón, Xavier Loyá,
Antonio Aguilar,
1960. Duración 129
minutos.
Documentos
Texto completo del
discurso pronunciado por el C. Jorge Prieto Laurens, presidente del
Congreso de
la Unión (XXX
Legislatura Federal) el
1 de septiembre
de 1923 en
respuesta al mensaje
presidencial del C. Gral. de división Álvaro Obregón.
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[1] Roberto
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[2] Enrique Krauze.
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[3] Héctor Aguilar
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[4] Jesús Romero
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[5] Aarón Sáez. La Política Internacional de la Revolución. Estudios
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[6] Alonso Capetillo. La
rebelión sin cabeza. México, Botas, 1925, p. 33.
[7] La sombra del caudillo. Director Julio Bracho. Productor Sección de
Técnicos y Manuales del Sindicato de
Trabajadores de la Producción
Cinematográfica de la República Mexicana. Guionista Julio Bracho. Actores
Tito Junco, Roberto Cañedo, Tito Novaro,
Tomás Perrín, Bárbara Gil, Miguel Ángel
Ferríz, Ignacio López
Tarso, Carlos López Moctezuma, Víctor Manuel Mendoza, Fernando Mendoza,
Agustín Isunza, Prudencia
Grifell, Kitty de Hoyos,
José Elías Moreno, Víctor
Junco, Narciso Busquets, José Luis
Jiménez, Manuel
Arvide, Noé Murayama, Luis Aragón, Xavier Loyá,
Antonio Aguilar, 1960.
Duración 129 minutos. “A
partir
de ésta, todas las citas del filme indican entre paréntesis la medida del tiempo en la
película” (44:14).
[9] Alonso Capetillo, op. cit., p. 34.
[10] Pedro Castro. Adolfo de la Huerta: la
integridad como arma de la revolución. México, UAM-I- Siglo
XXI, 1999, p. 152.
[12] Texto completo del discurso
pronunciado por el C. Jorge Prieto Laurens, presidente del
Congreso de la
Unión (XXX Legislatura Federal) el 1 de septiembre de 1923 en respuesta al mensaje
presidencial del
C. Gral. de div. Álvaro Obregón, p. 10.
[13] Ibidem,
p. 12.
[15] Jesús Romero, op. cit.,
p.16.
[16] Nicolás Cárdenas
La reconstrucción del estado mexicano. Los años sonorenses (1920-1935). México,
UAM–X, 1992, pp. 39-79.
[17] Alicia Olivera Sedano. Aspectos del
conflicto religioso de 1926 a 1929. México,
SEP, Cien de México,
1987, p.86.
[18] José
Vasconcelos. Memorias II. El desastre.
El proconsulado. México,
FCE, Letras mexicanas, 1982,
pp. 246, 247.
[19] Helia
D´ Acosta. La matanza
política de Huitzilac .
México, Posada , Colección Duda
semanal, 1976,
p.
52.
[21] (1:28:23)
[22] Testimonio del teniente de caballería Daniel Mora Arizmendi,
“Francisco Serrano tuvo la culpa”, en
Mujeres
y Deportes, 31 de agosto
de 1935 p. 1, citado en Pedro Castro. A la Sombra
de un Caudillo.
México, Plaza Janés, 2005, p.185.
[23] (1:37:49)
[24] (1:39:31)
[28] (1:51:59)
[29] (1:53:06)
[32] Martín Luis Guzmán. La sombra del caudillo. México.
Porrúa, Colección de Escritores Mexicanos, núm.
89, 1994, p. 4.
[33] Alonso Capetillo, op.
cit., p. 50.
[34] Carlos
Monsiváis, La cultura en México, Suplemento de Siempre,
17 de mayo de 1972, citado en Emilio
García
Riera, Julio Bracho 1909-1978.
México, Universidad de Guadalajara, Centro de investigaciones y
enseñanza cinematográficas, 1986, p. 103.
[35] Cine Mundial, 18 de junio de 1960,
citado en Emilio García Riera, op.
cit., p.103.
[36] Martín Luis Guzmán, op.cit., pp. 4, 5.
[37] Martín Luis Guzmán.
La Sombra del Caudillo,
versión periodística. Estudio
introductorio de Bruce-
Novoa, México, UNAM, 1987, p. XVI.
[38] Ermilo Abreu Gómez. Martín Luis Guzmán.
México, Empresas Editoriales, Colección un mexicano y
su obra, 1968, pp.124, 125.
[40] Pedro Castro, Adolfo de
la Huerta:la Integridad…, p.114.
[41] Alonso Capetillo, op. cit.,
p. 50.
[47] Carta de Adolfo
de la Huerta a J. Ismael Aguado, Los Ángeles, 19 de junio de 1927,
citado en Pedro
Castro, Adolfo de la Huerta: la
integridad… p. 219.
[48] Martín Luis Guzmán, La
Sombra del Caudillo, versión periodística, op. cit. p. XLIII
[49] José Luis Martínez, “Letras Patrias,
De la época de independencia a nuestros días”, México y la cultura.
Coordinador Secretaria de Educación
Pública, México, SEP., 1961, pp. 411, 412.
[50] Lauro
González Porcel, “Entrevista
a Julio Bracho,”
Últimas Noticias, 21
de junio de 1960,
citado
en Emilio García Riera, op. cit., p.109.
[53] Ibidem, p. 104.
[54] Ibidem, p. 106.
[55] Ibidem, p.110.
[56] Olga Pellicer de Brody y José Luis
Reyna. El afianzamiento de la estabilidad política 1952-1960. México,
El Colegio de México, Colección Historia
de la Revolución Mexicana, núm. 22, 1988, p.197.
[57] Jesús Ibarra, op. cit.,
p. 152.
[58] Olga Pellicer de Brody y José Luis Reyna, op. cit., p. 216.
[59] Jesús Ibarra, op. cit., p. 154.
[60] Julio Bracho, “Entrevista”,
Cine Mundial, 14 de octubre de 1959, citado en Jesús Ibarra, p. 156.
[61] Emilio García Riera, op.cit., p. 105.
[62] Ibidem, p.105.
[63] Jesús Ibarra, op. cit.,
p.114.
[64] Jaime Valdéz, “Entrevista a
Julio Bracho,” Novedades, 16 de abril de 1960, citado en Emilio García Riera,
pp.106, 107.
[66] (17:45)
[71] (1:23:57)
[72] Gustavo Casasola.
Historia gráfica de la Revolución Mexicana 1900-1960. México, Trillas, Edición
conmemorativa, cuarta reimpresión, tomo III,
1967, p.1636.
[75] (1:14:09)
[79]
(1:19:31)
[82] Carta del capitán Ernesto N. Méndez al general
de división Francisco R. Serrano,
México D.F. 13 de
agosto de 1925.Carta del general de
división Francisco R. Serrano al capitán Ernesto N. Méndez, Brucelas,
Bélgica, 10 de noviembre de 1925, citadas
en el periódico Segunda Sección de La Prensa de San Antonio,
Texas, domingo 22 de septiembre.
[83]
(1:30:45)
[86] Jesús Ibarra, op.cit.,
p.167.