domingo, 28 de febrero de 2016

GUSTAVO C. HERMESDORF. Promotor de la Educación.



GUSTAVO C. HERMESDORF.   
 Promotor de la Educación.                                  

El profesor Gustavo C. Hermesdorf nació el 12 de abril  1915 en Santa María Petapa, distrito de Juchitán, Oaxaca  (México) primogénito de Erasmo C. Hermesdorf , originario de Petapa y de Florinda Caba, nativa de Ixtaltepec. Trabajó como maestro de educación primaria y en las décadas de 1940 y 1960 laboró como funcionario de la  Secretaría de Educación Pública, en la  Dirección general de enseñanza primaria en los Estados y Territorios, dependencia conocida entonces como “Rurales”. Fue colaborador de los maestros  Lucas Ortiz, Ignacio Ramírez López y Claudio Cortés Castro que fungieron como titulares de la Dirección general. Poco tiempo después de su jubilación falleció el 24 de mayo de    1973. Sus restos reposan en el cementerio de su pueblo natal Santa María Petapa, Oax.
Es ampliamente conocido el apoyo que brindó al fomento de la educación en numerosas comunidades del país, particularmente en el Istmo de Tehuantepec. Los escritores Alberto Cajigas Lagner, de Tehuantepec y Gabriel López Chiñas, de Juchitán, fueron muy amigos suyos  y recibieron su apoyo para la difusión de sus obras literarias. A su oficina acudían  a saludarlo numerosos  maestros e inspectores escolares de diversas zonas del país.  

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En  Petapa promovió el mejoramiento de la educación primaria, elevando la categoría unitaria de la escuela primaria federal “Vicente Guerrero”, de un solo maestro,  a la de organización completa con una planta de 7 maestros incluyendo al director efectivo. En  los primeros años de la década de l950  a  dicha escuela acudían también los alumnos de los grados 5° y 6° de Santo Domingo Petapa y de El  Barrio, comunidades que entonces no contaban todavía con la estructura escolar para atender esos grados.
Fue importante la colaboración entre  los maestros Gustavo C. Hermesdorf  y Leopoldo Castillo Meneses, director de la escuela primaria en Petapa y originario de Juchitán para consolidar los adelantos de la educación en el pueblo. Ambos se esforzaron por lograr que se construyera el nuevo centro escolar, que se completara la plantilla de maestros y que se iniciara la formación de una generación de estudiantes que alcanzaron  más altos niveles de estudios en instituciones de educación  superior.
Su biblioteca personal la donó a la escuela primaria del pueblo, misma que sirvió de base para la formación de la nueva que lleva su nombre y que actualmente se encuentra ubicada en el palacio municipal. Cabe mencionar, para evitar confusiones, que el nombre que el maestro utilizó siempre para su identidad personal es Prof. Gustavo C. Hermesdorf, que se debe considerar y respetar como su identidad histórica.
Lo conocí personalmente. Éramos vecinos  en el pueblo. Trabajé a sus órdenes durante tres años en la SEP. Hombre honesto, inteligente, de una  gran capacidad intelectual, de ideas avanzadas, escrupuloso en su manera de vivir, impecable en su forma de expresarse, siempre fue un digno ejemplo para quienes lo tratamos de cerca. Su muerte fue una pérdida muy sentida, ocurrida en 1973 cuando estaba en plena madurez de sus grandes dotes de educador.

Aurelio Altamirano Hernández. Petapa, Oax. Febrero de 2015.




martes, 9 de febrero de 2016

Importancia de la Autoestima en la Tercera Edad.





IMPORTANCIA DE LA AUTOESTIMA EN LA TERCERA EDAD.

Por Aurelio Altamirano Hernández

Es muy frecuente en nuestro medio social subvalorar la ancianidad. Las personas de la tercera edad, en su gran mayoría, son de manera reiterada subestimadas y catalogadas como ajenas a la época, con lo que se quiere significar que no tienen papel a desempeñar en el desarrollo actual de la vida comunitaria. A esta situación han contribuido diversas circunstancias, entre las cuales podemos mencionar:
a)      El crecimiento demográfico desmesurado, que trae consigo el ensanchamiento de la pirámide poblacional en las áreas que comprenden a los niños, jóvenes y adultos. Esta población mayoritaria ejerce una fuerte presión y absorbe una gran proporción de recursos para la satisfacción de sus necesidades, dejando un margen muy reducido para los adultos mayores o ancianos que están en minoría en esta etapa de transición.
b)      La educación deficiente de las mayorías que apenas alcanzan en promedio un índice de escolaridad que no excede la instrucción primaria. Ha contribuido a crear este analfabetismo funcional la ausencia de planes y programas educativos que contribuyan a preparar al individuo no solo para la subsistencia, sino también para una existencia superior en la que tengan cabida relevante los valores que dan sentido a la vida humana.
c)      La misma autoinmolación de los viejos que renuncian a reconocerse como tales. A una gravísima falta de autoestima, de quererse a sí mismo y darse la importancia que se tiene. Empiezan ellos por no aceptarse a sí mismos, por no identificarse con su edad cronológica y psicológica, enseguida caen víctimas de la ignorancia propia y de su entorno, incluyendo su familia, después se enredan con los "slogans" de una publicidad mercantilista, consumista y machacona, que exhibe a la apariencia juvenil como el paradigma insustituible a conseguir... y sobreviene el desastre.
d)     Lo demás viene por añadidura. Lo peor es que se pierde la autoestima, la identidad y no obstante el gran valor de su experiencia laboral y humana son relegados al rincón de los trebejos o si bien les va a la vitrina de las reliquias de valor estimativo.
¿Qué hacer ante esta situación? Reconocer que somos viejos y apreciar la dignidad que conlleva el título. Asumir nuestras responsabilidades y derechos como fundadores de familias, forjadores de generaciones y testigos insustituibles de un mundo que parece haber perdido la memoria y la moral. Respetarnos y querernos a nosotros mismos como una forma de inducir a los demás a que nos respeten y nos quieran.
México, D.F., mayo de 2001.                          

YOLOXOCHITL, LA FLOR DEL CORAZON.



YOLOXOCHITL, LA FLOR DEL CORAZON.
Yoloxóchitl era una niña a quien le gustaban mucho las flores. En su casa cuidaba con esmero sus jardincitos, en el que lucían su exquisita fragancia y sus bellos colores los jazmines, las gardenias, azucenas, el nardo y el azahar, el geranio, el tulipán, la azalea,
las rosas, la violeta, el clavel, el cempasúchil, la dalia, el crisantemo, el heliotropo y el yoloxóchitl o flor del corazón. Sus padres y sus abuelitos y abuelitas la adoraban, pues aparte de hermosa era delicada de sentimientos y le gustaba mucho estudiar.
Las vacaciones las pasaba en el campo, en casa de sus abuelitos. Recogía flores de las praderas y con ellas hacía hermosos ramos que obsequiaba a su familia. Las flores también la adoraban; sus corolas se abrían en tiernas sonrisas a su paso y le decían palabras dulces que enternecían su corazón. Cada primavera, presurosas y alegres se hacían presentes en el jardín, en la pradera y en todas partes para contemplarla y recibir sus mimos y caricias. Entre ellas había una flor blanca, solitaria y misteriosa, delicadamente perfumada, que se llamaba como ella, Yoloxóchitl y que cultivaba. con especial devoción; ésta hermosa flor brotaba entre el denso follaje de un árbol vigoroso plantado en el centro del jardín y su aroma se podía percibir a varias kilómetros de distancia.
Todos los vecinos del pueblo la querían mucho, para todos tenía palabras gentiles y en la escuela también era muy estimada; sobresalía por sus altas calificaciones y su sonrisa inocente ponía una nota de alegría en sus juegos y entretenimientos.
El tiempo pasó y Yoloxóchitl se convirtió en una linda jovencita. Siguió siendo la chica bondadosa, amable y respetuosa a quien todos estimaban y rendían admiración. Una primavera conoció al amor de su vida, con quien vivió un romance apasionado y antes de Navidad de ese año se vistió de novia hermosa, con corona y ramo de azahares. Las flores de primavera siguiente se llenaron de gozo al saber que Yoloxóchitl había contraído nupcias. Vistieron de gala los jardines y la floresta toda roció de perfume los vientos.
Siguió moviéndose la rueda del tiempo. Pasó la primavera y el verano y el otoño refrescó con sus soplos los atardeceres. Llegó el Día de Todos los Santos y la gente se dispuso a recordar a sus fieles difuntos. No se podía ya comprar la cantidad de flores que acostumbraban llevar a sus seres ausentes; apenas alcanzaría cada quién un breve ramo de cempasúchil. Los tiempos eran difíciles; la pobreza reinaba en los hogares; las cosechas se perdieron por el mal tiempo y las plagas. Muchas fábricas y talleres cerraron sus puertas, la escasa producción no se vendía, despidieron a muchos trabajadores y la miseria llevó tristeza a los corazones. Miles de obreros se lanzaron a la huelga y seguidos de sus esposas y sus hijos desfilaron por las calles con voces de protesta por la injusta situación... Yoloxóchitl estaba triste. Su hogar también había sido lastimado por la situación.
Un día fue al mercado a surtirse modestamente de víveres. Curiosa se detuvo en la calle a mirar la multitud enardecida que agitaba pancartas con reclamos de justicia y profería insultos a las autoridades y a los detentadores de la riqueza ... Muy cerca de allí los cuerpos de policía aguardaban con escudos y macanas para repeler algún desorden. Angustiada no encontraba qué hacer, veía los rostros contraídos en rictus de rabia y rencor y eso le causaba profundo dolor. Ella, tan tierna, tan dulce, tan bondadosa, sintió que su mente y su corazón se estremecían de pena... Miró hacia todos los lados buscando qué camino tomar y en un arranque de inspiración brotada de lo más íntimo de su ser corrió al puesto de flores más próximo. Compró con sus escasos recursos todos los claveles, crisantemos, tulipanes y cuantas flores vio, suplicó a sus amigas las vendedoras a que le ayudaran a llevarlas y empezó a repartirlas a todas las mujeres que desfilaban en la manifestación. La sorpresa cundió entre la multitud; al principio, sorprendida la gente rechazaba el presente y fue necesario insistirles varias veces para que aceptara cada quién un ramo. Yoloxóchitl se sumó al mitin.
Nunca se supo de donde salieron tantas flores para tanta gente; pareciera que éstas se multiplicaron por arte de magia. Los bellos colores y el suave aroma que emanaba de sus pétalos alivió la angustia de los rostros y suavizó el ambiente... Brotaron sonrisas de aquellos rostros y el tono de las protestas cambió, sin dejar de ser enérgico exigió mejores condiciones de vida, respeto a los derechos de las mayorías necesitadas, pan y educación para todos como requisito inmediato para una vida mejor.
Al día siguiente regresó al mercado. De pronto un tumulto de mujeres sonrientes, vendedoras que la conocían y estimaban mucho por su lindo carácter, se abalanzaron sobre ella para abrazarla y felicitarla. ¡Se había resuelto la huelga a favor de los trabajadores¡ Las autoridades intervinieron ante los dueños de las factorías y se acordó mejorar las percepciones de los obreros. Las fábricas abrieron de nuevo sus puertas, empezaron a circular vehículos cargados de mercancía hacia todos los destinos, los puestos del mercado empezaron a llenarse de clientes y la sonrisa volvió a iluminar los rostros de las mujeres y los niños...
Los diarios comentaron ese día que nunca antes una manifestación pacífica había logrado tanto. Impresionó a todos que la multitud esgrimiera flores en lugar de palos y piedras y que firme en su decisión de alcanzar mejores niveles de vida exigiera atención de las autoridades. Estas decidieron retirar la policía y dejar libre paso a los manifestantes. Los líderes obreros dijeron discursos enérgicos y bien razonados; de parte de los patrones hubo buena dosis de comprensión y se allanaron las dificultades. No se podía sacrificar a los trabajadores, que son quienes producen la riqueza.
Lo que nadie supo decir es de dónde salieron tantas flores para apaciguar los ánimos exaltados el día anterior. Sólo pudo lograrlo la amiga de las flores, Yoloxóchitl, la flor del corazón.
AURELIO ALTAMIRANO HERNÁNDEZ.      
 México, D.F., junio de 2001.