IMPORTANCIA
DE LA AUTOESTIMA EN LA TERCERA EDAD.
Por Aurelio Altamirano
Hernández
Es muy frecuente en
nuestro medio social subvalorar la ancianidad. Las personas de la tercera edad, en su gran
mayoría, son de manera reiterada subestimadas y catalogadas como ajenas a la
época, con lo que se quiere significar que no tienen papel a desempeñar en el
desarrollo actual de la vida comunitaria. A esta situación han contribuido
diversas circunstancias, entre las cuales podemos mencionar:
a)
El crecimiento demográfico
desmesurado, que trae consigo el ensanchamiento de la pirámide poblacional
en las áreas que comprenden a los niños, jóvenes y adultos. Esta población mayoritaria
ejerce una fuerte presión y absorbe una gran proporción de recursos para la satisfacción
de sus necesidades, dejando un margen muy reducido para los adultos mayores o ancianos que
están en minoría en esta etapa de transición.
b)
La educación deficiente de las mayorías que apenas alcanzan en
promedio un índice de escolaridad que no excede la instrucción primaria. Ha
contribuido a crear este analfabetismo funcional la ausencia
de planes y programas educativos que contribuyan a preparar al individuo
no solo para la subsistencia, sino también para una existencia superior en la que
tengan cabida relevante los valores que dan sentido a la vida humana.
c)
La misma autoinmolación de los viejos que
renuncian a reconocerse como tales. A una gravísima falta de
autoestima, de quererse a sí mismo y darse la importancia que se tiene. Empiezan ellos por no
aceptarse a sí mismos, por no identificarse con su edad cronológica y
psicológica, enseguida caen víctimas de la ignorancia propia y de su entorno, incluyendo su familia, después se
enredan con los "slogans" de una publicidad mercantilista, consumista y machacona, que exhibe a la apariencia juvenil
como el paradigma insustituible a conseguir... y sobreviene el desastre.
d)
Lo demás viene por añadidura. Lo peor es que se pierde la
autoestima, la identidad y no obstante el gran valor de su experiencia laboral
y humana son relegados al rincón de los trebejos
o si bien les va a la vitrina de las reliquias de valor estimativo.
¿Qué hacer ante esta
situación? Reconocer que somos viejos y apreciar la dignidad que conlleva el título.
Asumir nuestras responsabilidades y derechos como fundadores de familias, forjadores de generaciones y
testigos insustituibles de un mundo que parece haber perdido la memoria y la moral. Respetarnos y querernos a nosotros mismos
como una forma de inducir a los demás a que nos respeten y nos quieran.
México, D.F., mayo de 2001.
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