lunes, 14 de noviembre de 2016

UNA AMISTAD RAZONABLE. MEXICO-EE.UU.

UNA AMISTAD RAZONABLE. MEXICO- EE.UU.

                                            (Artículo editorial de Aurelio Altamirano Hernández, publicado
                                             en el diario Novedades, de México, D.F. el 20 de agosto de 1957.)

            Ningún país puede permanecer al margen de las relaciones económicas y culturales que debe cultivar con los demás países del mundo, sin menoscabo de su desarrollo integral. Es una necesidad vital para el desenvolvimiento de los pueblos que establezcan entre sí un intercambio útil de ideas y de realizaciones, de conceptos y de materialidades, para poder alcanzar un equilibrio saludable que sirve a la paz y a las actividades creadoras.

            La cercanía geográfica de México a los Estados Unidos de Norteamérica ha realizado una vinculación estrecha de nuestras transformaciones sociales desarrollo económico y cultural de aquel país, de modo que puedan hablarse con razón de una identificación con raíces bien cimentadas entre ambos países.

            Por estas razones, son equívocas  e inútiles las posiciones que buscan alejar totalmente a México del pueblo de los Estados Unidos y niegan las relaciones que existen, si no en la idiosincrasia y en todas las aspiraciones, sí en lo que respecta a la realización de varios fenómenos económicos y políticos entre nuestros países.

            Es un caso típico, el de México y los Estados Unidos, de los que sirven para demostrar que por encima de las diferencias, en muchas ocasiones profundamente marcadas, el espíritu afectivo de los hombres y de los pueblos triunfa sobre todas las cosas y vence todas las barreras.

            En las cosas de la amistad, cuenta mucho la sinceridad. Hay que reconocer que los países hispanoamericanos, entre ellos México, con incipiente desarrollo, tiene plena conciencia de la presión que el poderío yanqui ejerce sobre sus personalidades y de alguna manera esa potencia ha ejercido una influencia desagradable sobre sus respectivos patrimonios materiales y morales con perjuicio de la soberanía por la que han luchado siempre.

            La amistad de México con los Estados Unidos no se guía por una conveniencia innoble, sino por la necesidad de establecer un intercambio económico y cultural con el vecino y porque México sabe que responde en plan de altura como amigo y colaborador de un pueblo que tiene también en su historia páginas escritas con fuego y sangre de lucha libertarias como las nuestras. Esto es algo de lo que deben saber los norteamericanos yanquis en torno  a la amistad, que cultivamos como hombres y como pueblo, con ellos, los mexicanos.

            Los Estados Unidos de Norteamérica no ignoran que existe en el ánimo de los países hispanoamericanos un sentimiento hostil hacia ellos por motivos que no se ocultan ni se pueden ocultar, pero también que sobre esa circunstancia existen hechos que hablan elocuentemente del afecto y la estimación con que se mira a su pueblo, a su intelectuales, a sus hombres de ciencia, a sus técnicos, a sus artistas, a sus trabajadores, a sus jóvenes estudiantes y a todos los humanos nacidos o avecindados en su territorio, que saben ganarse honestamente la vida y cumplen con las elevadas obligaciones del hombre.

            Tampoco ignoran que numerosos hechos que realizan dentro del plan de cooperación interamericana son desviados a sus nobles objetivos por fuerzas internas de su organización económica y política, para las que no cuenta el humanismo, la bondad, la moral, la soberanía de los pueblos y el afecto que se deben los humanos guardar unos a los otros. Entre otras cosas, esto ha sido la causa de la pesadilla que padecen los Estados Unidos frente al mundo para atormentarse pensando en que ya todos los pueblos de la tierra se les vienen encima, con ánimos de destruirlos totalmente acicateados por el comunismo internacional. Nada hay de cierto en tal suposición de los círculos políticos de Washington, pues el mismo régimen comunista de la U.R.S.S., su adversario más potente en la actualidad, ha ratificado su propósito de establecer mejores nexos  amistosos con los EE.UU. bajo las normas de la convivencia pacífica.
  
            Deben estar seguros los Estados Unidos de que México no quebranta su promesa hecha de mantener su amistad con ellos en torno a los ideales democráticos, porque los mexicanos honestos saben cumplir con su palabra, pero deben recordar también que las cosas son condicionadas por circunstancias favorables a su mantenimiento y mejoramiento y que hasta lo más firmemente cimentado, en las relaciones humanas, se viene abajo cuando ya no se sustenta sobre las bases de una mutua comprensión e interés por el bienestar social..

            Hay motivos suficientes para creer en que a pesar de todo lo que molesta de la política y de la vida norteamericana a la sensibilidad de nuestros pueblos indoamericanos, no todo está en contra de los intereses particulares de los pueblos nuestros, porque es preciso reconocer que más allá del Río Bravo, al Norte, también palpitan corazones y piensan cerebros de hombres y mujeres, ancianos, jóvenes y niños, que anhelan como nosotros la paz y el mejoramiento del mundo y de  la vida.

            Admiramos del pueblo de los Estados Unidos de Norteamérica su voluntad emprendedora, su amplia capacidad creadora, su espíritu libertario, la hospitalidad de su país, el cosmopolitismo de sus hombres y su interés en superar sus propias fallas. De esto pueden estar seguros los norteamericanos y de que en esos motivos se funda nuestra amistad sincera con ellos.


Novedades, Martes 20 de Agosto de 1957.

.
 





No hay comentarios:

Publicar un comentario