UNA AMISTAD RAZONABLE. MEXICO- EE.UU.
(Artículo
editorial de Aurelio Altamirano Hernández, publicado
en
el diario Novedades, de México, D.F. el 20 de agosto de 1957.)
Ningún país puede permanecer al
margen de las relaciones económicas y culturales que debe cultivar con los
demás países del mundo, sin menoscabo de su desarrollo integral. Es una
necesidad vital para el desenvolvimiento de los pueblos que establezcan entre
sí un intercambio útil de ideas y de realizaciones, de conceptos y de
materialidades, para poder alcanzar un equilibrio saludable que sirve a la paz
y a las actividades creadoras.
La cercanía geográfica de México a
los Estados Unidos de Norteamérica ha realizado una vinculación estrecha de
nuestras transformaciones sociales desarrollo económico y cultural de aquel
país, de modo que puedan hablarse con razón de una identificación con raíces
bien cimentadas entre ambos países.
Por estas razones, son
equívocas e inútiles las posiciones que
buscan alejar totalmente a México del pueblo de los Estados Unidos y niegan las
relaciones que existen, si no en la idiosincrasia y en todas las aspiraciones,
sí en lo que respecta a la realización de varios fenómenos económicos y
políticos entre nuestros países.
Es un caso típico, el de México y
los Estados Unidos, de los que sirven para demostrar que por encima de las
diferencias, en muchas ocasiones profundamente marcadas, el espíritu afectivo de
los hombres y de los pueblos triunfa sobre todas las cosas y vence todas las
barreras.
En las cosas de la amistad, cuenta
mucho la sinceridad. Hay que reconocer que los países hispanoamericanos, entre
ellos México, con incipiente desarrollo, tiene plena conciencia de la presión
que el poderío yanqui ejerce sobre sus personalidades y de alguna manera esa
potencia ha ejercido una influencia desagradable sobre sus respectivos
patrimonios materiales y morales con perjuicio de la soberanía por la que han luchado
siempre.
La amistad de México con los Estados
Unidos no se guía por una conveniencia innoble, sino por la necesidad de
establecer un intercambio económico y cultural con el vecino y porque México
sabe que responde en plan de altura como amigo y colaborador de un pueblo que
tiene también en su historia páginas escritas con fuego y sangre de lucha
libertarias como las nuestras. Esto es algo de lo que deben saber los
norteamericanos yanquis en torno a la
amistad, que cultivamos como hombres y como pueblo, con ellos, los mexicanos.
Los Estados Unidos de Norteamérica
no ignoran que existe en el ánimo de los países hispanoamericanos un
sentimiento hostil hacia ellos por motivos que no se ocultan ni se pueden
ocultar, pero también que sobre esa circunstancia existen hechos que hablan
elocuentemente del afecto y la estimación con que se mira a su pueblo, a su
intelectuales, a sus hombres de ciencia, a sus técnicos, a sus artistas, a sus trabajadores,
a sus jóvenes estudiantes y a todos los humanos nacidos o avecindados en su
territorio, que saben ganarse honestamente la vida y cumplen con las elevadas
obligaciones del hombre.
Tampoco ignoran que numerosos hechos
que realizan dentro del plan de cooperación interamericana son desviados a sus
nobles objetivos por fuerzas internas de su organización económica y política,
para las que no cuenta el humanismo, la bondad, la moral, la soberanía de los
pueblos y el afecto que se deben los humanos guardar unos a los otros. Entre
otras cosas, esto ha sido la causa de la pesadilla que padecen los Estados
Unidos frente al mundo para atormentarse pensando en que ya todos los pueblos
de la tierra se les vienen encima, con ánimos de destruirlos totalmente
acicateados por el comunismo internacional. Nada hay de cierto en tal
suposición de los círculos políticos de Washington, pues el mismo régimen
comunista de la U.R.S.S., su adversario más potente en la actualidad, ha
ratificado su propósito de establecer mejores nexos amistosos con los EE.UU. bajo las normas de la
convivencia pacífica.
Deben estar seguros los Estados
Unidos de que México no quebranta su promesa hecha de mantener su amistad con
ellos en torno a los ideales democráticos, porque los mexicanos honestos saben
cumplir con su palabra, pero deben recordar también que las cosas son
condicionadas por circunstancias favorables a su mantenimiento y mejoramiento y
que hasta lo más firmemente cimentado, en las relaciones humanas, se viene
abajo cuando ya no se sustenta sobre las bases de una mutua comprensión e
interés por el bienestar social..
Hay motivos suficientes para creer
en que a pesar de todo lo que molesta de la política y de la vida
norteamericana a la sensibilidad de nuestros pueblos indoamericanos, no todo
está en contra de los intereses particulares de los pueblos nuestros, porque es
preciso reconocer que más allá del Río Bravo, al Norte, también palpitan
corazones y piensan cerebros de hombres y mujeres, ancianos, jóvenes y niños,
que anhelan como nosotros la paz y el mejoramiento del mundo y de la vida.
Admiramos del pueblo de los Estados
Unidos de Norteamérica su voluntad emprendedora, su amplia capacidad creadora,
su espíritu libertario, la hospitalidad de su país, el cosmopolitismo de sus
hombres y su interés en superar sus propias fallas. De esto pueden estar
seguros los norteamericanos y de que en esos motivos se funda nuestra amistad
sincera con ellos.
Novedades,
Martes 20 de Agosto de 1957.
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