miércoles, 3 de junio de 2020

FILOSOFIA, POLITICA Y RELIGION


FILOSOFIA, POLITICA Y RELIGIÓN.

                                        AURELIO ALTAMIRANO HERNÁNDEZ

Es necesario ponernos a pensar si  el vocablo Religión ha sido hasta ahora  correctamente definido. Se le ha querido limitar únicamente a  su connotación etimológica en el concepto de religar  a los individuos como si una  visión de conjunto mal enfocada los  considerara dispersos, desunidos, aislados cada quien de los demás  y sumidos todos en el caos.
Desde los tiempos más remotos el hombre  ha vivido siempre en comunidad. Los padres y los hijos, la familia en  general y los miembros  de un grupo solidario, han permanecido siempre cercanos, excepto cuando circunstancias fortuitas los han separado, pero han mantenido siempre el sentimiento y el interés de reunión, de convivencia y de participación en el destino común.
El hombre primitivo fundó la organización más elemental como núcleo familiar en torno a la madre y el padre y de allí surgieron los clanes y las tribus para después ir constituyendo sociedades más complejas y mejor organizadas. En todo tiempo ha permanecido vigente el espíritu de unión y solidaridad, pues de otra manera la vida individual y colectica y la permanencia del hombre sencillamente hubiera sido imposible.  Sólo se rompió ese vínculo moral cuando el interés material  de acumular beneficios individuales se sobrepuso al interés colectivo; cuando la ambición  y la hipocresía de alguien o de unos cuantos se aprovechó  de la ignorancia y la superstición para buscar el embotamiento del don más preciado que tiene el ser humano: su conciencia, la percepción racional  de su vida interior, el conocimiento de su ser íntimo como única autoridad que  puede guiar su pensamiento, sus sentimientos y su acción por el sendero de la razón y de la justicia.
El Examen de Conciencia
El conocimiento  de su ser íntimo por medio de la reflexión, el acercamiento a su conciencia por el camino de la meditación y si se quiere con el concurso de la oración que es de hecho otra forma de  dialogar  consigo  mismo, esa introspección del Yo  Soy es el medio idóneo para  definir  la  Filosofía  o  conjunto de valores que  preside  nuestra concepción del mundo y de la vida.
De una u otra manera, dependiendo de cómo se aborde  esa búsqueda  y la interpretación de sus resultados, con mucho o  poco conocimiento,  saldrá a la luz una actitud filosófica basada en la investigación y  el conocimiento de la realidad ó un sentimiento religioso o espíritu creyente  proclive a las concepciones míticas, al misterio y los arcanos indescifrables.
La actitud filosófica  es una posición  consciente y racional que reconoce la presencia en  nuestro Ser Íntimo  de una entidad rectora  que guía nuestros actos;  es la convicción de que en nuestro Yo Profundo subyace una estructura hecha de herencias y tradiciones,  así como  de  continuas adquisiciones de nuestro ser biológico,  intelectual y emotivo  que le da forma a nuestro comportamiento  y nuestra moral.
 Reconocer esa potencia interior como un atributo personal  ligado a nuestra conformación biológica, psicológica y social es la actitud racional a la que se llega por medio de la meditación, de la introspección y   del auto-examen. De hecho aquí empieza la Filosofía a presidir la  vida del hombre, aquí  el hombre inicia la conquista de la libertad de conciencia; a  concederse  el privilegio de liberarse del fanatismo y disfrutar del don de creer o no creer
  De esta manera,  con la fe racional sinónima de conocimiento, empieza a sentirse dueño de sí mismo para disponer inteligentemente de sus potencialidades. La fe racional es el conocimiento de la realidad, es la aceptación de lo posible y la protección contra la fantasía y la ilusión.
De otra manera, en  contraposición a esa actitud racional se encuentra el  sentimiento o espíritu  creyente inspirado solamente en la  fe  primitiva, hermana del instinto que no razona, porque es más fácil creer y no investigar las causas y los efectos de las situaciones.  Es la fe ciega, amiga de las ilusiones, de los sueños y de las aspiraciones fantásticas.
Las necesidades de la vida material, la urgencia de satisfacer requerimientos físicos del organismo, obligaron al ser humano a buscar los medios de aprovechar los recursos naturales a su favor. Se hizo necesaria la administración de los bienes disponibles y de ahí surgió el arte o ingenio de la administración que después se convirtió en la ciencia de la Política.
 Cuando el hombre o la mujer, frente a los avatares de la existencia se refugia en su mundo íntimo, en busca de la inspiración que le señale un camino de liberación, si no tiene la instrucción o educación suficiente para razonar, se convierte en víctima de  la fe ciega y liga su destino a entidades ilusorias producto de la fantasía.
Es aquí donde empieza la idea de Religión, cuando el hombre liga o religa su realidad física con su mundo interior y si no tiene más herramientas intelectuales para entender la vida y el cosmos que le rodea, se inclina simplemente por una creencia en lo sobrenatural y recurre a la fe primitiva para explicar lo que ocurre en su entorno.
Surge entonces el fanatismo en todas sus modalidades: religioso, político, económico y de las subculturas, como la de la moda;  se define como  la adhesión ciega y acrítica, la aceptación inconsciente de ideas que esclavizan y  nada más,  como dijimos antes,  porque es más fácil creer por creer y no buscar  la razón de ser de las cosas.

Política y Religión.

La manipulación de la conciencia de los individuos y de las multitudes se convirtió entonces  en el objetivo de quienes siempre han pretendido usufructuar el esfuerzo ajeno, acumular riquezas, pisotear  las libertades y cometer una serie interminable de tropelías en nombre de una simbiosis enfermiza  que se dio por llamarse “Política y Religión”.
La mezcla de Política y Religión adulteró la concepción y práctica de cada cual. La reunión del poder de unos cuantos sobre las cosas materiales y de los bienes productos del intelecto y la moral condujo a la manipulación, la discordia, la guerra y el exterminio de los valores humanos.  Sólo el esfuerzo heroico de los hombres libres y de buenas costumbres ha  logrado en parte rescatar los elevados ideales del hombre y meter orden en el caos.
 La Política y la Religión como creaciones intelectuales  del ser humano son enteramente respetables; tienen bien delimitadas sus áreas de aplicación y sus atributos; ambas buscan la comprensión de los fenómenos que afectan la vida del individuo y de la sociedad. Por eso los  librepensadores, hombres y mujeres,   en el ejercicio legítimo de nuestros deberes y derechos,  abordamos los temas políticos y religiosos, en el seno de nuestra convivencia social,  como centros de interés para el   análisis y la crítica serena, sin afán de proselitismo y con la mejor intención de utilizar el método científico en la búsqueda y aceptación de las mejores conclusiones.
Es necesario insistir en que la Política y la Religión, en sus áreas de aplicación son distintas y separadas;  la Política es instrumento propio de la administración pública y del  poder civil,  se ubica por lo mismo entre las Ciencias sociales y está  atada al compromiso ético y moral de éstas, en tanto que  la Religión, como abstracción cuyo estudio se deslinda de las concepciones materiales  y físico-matemáticas, se  maneja con liberalidad, tiene su campo de acción en los terrenos de  la Metafísica, de lo puramente especulativo,  de la introspección y la meditación que son actitudes individuales, personales y privadas.
La ambición por el poder, que es innato en el ser humano, aprovechó la organización de la sociedad como un campo propicio para manipular a los grupos e individuos  en  beneficio de unos cuantos. La sociedad organizada, que es el Estado, ideada para aprovechar los recursos de la comunidad para beneficio colectivo, se fue convirtiendo poco a poco en una estructura de clases estratificadas conforme a su participación en el disfrute de los bienes producidos.  Surgieron los individuos  que se apropian de los recursos de la comunidad para su provecho personal y se inició la formación de grandes legiones de proletarios que subsisten en la pobreza y la miseria.
La religión pretendió justificar la existencia de individuos privilegiados como un designio de entidades abstractas (el derecho divino de los reyes) y de esa manera contribuyó a fortalecer moralmente a la explotación de los desposeídos.
Se hicieron poderosas las iglesias al compartir el poder y los bienes,  originalmente propiedad de la colectividad, con los políticos o administradores corruptos de la sociedad organizada. Esa es la simbiosis de que hablamos, Política y Religión, astutamente manejada para mantener el orden social de la desigualdad.

Córdoba, Ver, México, 14 de abril de 20014.

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