PRESENCIA DE MI MADRE
Abro esta breve pausa en mi agitada vida,
Cuando el recuerdo de tu imagen tan querida,
Envuelta en halos de ternura incomparable,
Mi mente extrae de su arcano indescifrable.PRESENCIA DE MI MADRE
No tengo nada que ofrecerte, ¡Madre mía!,
Si no mi corazón henchido de alegría;
Las tiernas notas de mi lira emocionada
Y mi alma a veces triste hoy regocijada.
No tengo ni siquiera flores que ofrecerte,
Y menos la fortuna
de poder mirarte
En este día tan hermoso en que viniste
Al reino de la vida que después me diste.
Te entrego estos versos,
inspiración y angustia,
Que forman todo el patrimonio de mi mustia
Colmena sin miel,
solo plena de cariño
Y devoción que yo te guardo desde niño.
No tengo más que darte, Madre idolatrada
Después del mismo ser que tú me diste. Nada.
El triunfo se me muestra aún inaccesible.
El mundo es para
mí un ser inconmovible.
Quisiera en breve tiempo engalanar tus sienes
Con ramos de laurel a que derecho tienes,
Ganando en las humanas lides mil honores
Para cubrirte de ellas cual si fueran flores.
Mis pocas horas de fugaz contentamiento
Las vivo bien teniéndote en el pensamiento.
Y no me importa que me ofendan en la vida
Si sé que en tu corazón me das cabida.
Me llena de valor en el combate rudo
Tu bendición que llevo al frente como escudo.
Tu luz me guía, tu calor a mi ser reanima.
Tu amor me ampara, ¡Madre, ganaré la cima!.
AURELIO ALTAMIRANO HERNANDEZ.
México, D.F., 24 de diciembre de 1954.
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