martes, 7 de septiembre de 2021

REVOLUCIÓN Y CONTRARREVOLUCIÓN EN MÉXICO. CAP. II. La Revolución en Marcha.

REVOLUCIÓN Y CONTRARREVOLUCIÓN EN MÉXICO AURELIO ALTAMIRANO HERNÁNDEZ CAPITULO II. LA REVOLUCIÓN EN MARCHA Caos, herencia de las rebeliones militares. El uso de la fuerza de las armas, en la década de 1910, para destruir la estructura militar del antiguo régimen, con la consiguiente cauda de daños materiales y gran pérdida de vidas humanas, planteó un panorama de inestabilidad que no permitió llevar a la práctica inmediata las reformas que constituyeron el núcleo del reclamo social; principalmente las que se refieren a las demandas de los obreros y campesinos y la clase media que dieron su cuota de sangre en el movimiento armado. El triunvirato de Sonora. En 1920, otro caudillaje había surgido en el horizonte político con el plan de Agua Prieta. Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, usando las cualidades conciliatorias de Adolfo de la Huerta para intentar apaciguar a los militares revoltosos, dominaron la década de los veinte, con planes y programas que marcaron la etapa constructiva de la revolución; pero no se veía por ningún lado la esperada unidad revolucionaria. Demasiados jugadores en la partida de ajedrez. Existían numerosos grupos que se autollamaban revolucionarios, pero la mayoría carecía de plan o programa que definiera con claridad sus propósitos. Tanto Obregón como Calles sabían que tarde o temprano las diferencias con esos estos grupos y entre esos mismos, iban a estar en situación crítica, como ocurrió en 1923. La lucha se agudizó. Todos sabían que algunos sobraban en el escenario. Fueron consolidando sus alianzas con los factores de poder y se esmeraron en guardar las apariencias. Era un juego de ajedrez político en el que el más mínimo error conduciría al trágico jaque-mate. Se conoce cómo eliminaron de la palestra pública a los grupos de políticos y militares identificados con otro miembro del triunvirato sonorense, Adolfo de la Huerta, quien sirvió transitoriamente a los intereses de muchos de ellos durante la Presidencia que ejerció a la muerte de Venustiano Carranza. Obregón y Calles, dos cartas diferentes de la misma baraja. El Ministro de Gobernación, Plutarco Elías Calles, no pensaba de igual manera que Obregón en muchos aspectos. En unos, como el asunto religioso era radicalmente opuesto. En otros temas, su postura era contradictoria o absurda, como se demostró después siendo él Presidente. Participaba de las mismas ideas de Obregón inclusive en forma mucho más acentuada que su antecesor; casos concretos: su apoyo declarado a la clase empresarial nacionalista y su oposición al afán imperialista de apropiarse por entero del petróleo. Vasconcelos, ejemplo de intelectual frustrado. La hostilidad que Calles manifestó en contra de José Vasconcelos, ministro de educación, a quien consideraba un emisario del pasado por su formación católica, lo marcó como jacobino en sus relaciones con la Iglesia. Vasconcelos tuvo el apoyo de Obregón en la tarea educativa que se echó a cuestas, pero se vio obligado a renunciar por la presión de Calles que veía en él a un hombre de ideas conservadoras, nada útiles al proceso revolucionario que se iniciaba con fuerte impulso. En 1915, Vasconcelos fue nombrado, por unos días, director de la Escuela Nacional Preparatoria por Venustiano Carranza, pero descubierta su deslealtad fue cesado. De la Huerta lo nombró rector de la Universidad Nacional en 1920.y Obregón lo nombró ministro de educación pública. Vasconcelos realizó una campaña nacional de alfabetización y de misiones culturales y una amplia difusión de publicaciones destinadas a los maestros. Durante su gestión en educación pública surgió el muralismo, como medio visual por excelencia para hacer llegar a la población el conocimiento de la historia nacional y del proceso revolucionario; gracias a la presencia de connotados artistas pictóricos como Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, que contaron con el apoyo del presidente Obregón. Varios hechos enemistaron a Vasconcelos con la corriente revolucionaria y malograron sus esfuerzos. Publicó una colección de creaciones literarias llamada “Lecturas para Niños”, sin tomar en cuenta la producción nacional y todo con un contenido fantasioso y ajeno a los intereses de una nación en proceso de regeneración y de reivindicación de valores sociales. De alguna manera quiso impregnar la cultura universitaria con algunas características de la “generación del 98 español”. No obstante sus críticas negativas a Miguel de Unamuno, éste figuró entre los favoritos de los vasconcelistas, quizás con la intención de orientar el quehacer universitario mexicano hacia los “ismos” (simplismo, escepticismo, existencialismo, “izquierdismo”, nacionalismo, conservadurismo) de la Universidad de Salamanca, de la que era rector el vizcaino españolista, compañero de ruta con el mexicano hispanista que siempre fue Vasconcelos. Propuso el escudo universitario, que se conserva todavía como insignia, con el lema de “Por mi raza hablará el espíritu”, impropio por los conceptos anacrónicos que maneja para una institución considerada como depositaria de los más altos valores humanos y crisol en que confluyen las más ricas expresiones del pensamiento universal. Dos liderazgos incompatibles. La formación liberal de ambos, Obregón de manera empírica y Calles de cierta manera doctrinaria, en ambos casos sin formación académica, les permitía moverse en muchos casos de un extremo a otro del liberalismo, lo cual puso en entredicho su verdadera ideología en materia de economía política. Calles no pudo evitar la confrontación con el clero político, azuzado éste por los interesados en mermar la revolución cultural que pretendían los radicales incrustados en posiciones claves del gobierno. No puede decirse que daban tumbos a diestra y siniestra. Fueron sumamente inteligentes para manipular las circunstancias políticas de su época y su entorno y su contribución a la causa popular revolucionaria fue trascendental. Negarlo es cerrar los ojos a la realidad; que consciente o inconscientemente sirvieron a otros intereses también es posible y quizás no faltarán hechos que lo demuestran. De eso no se salvan ni los más hábiles políticos y la mayoría lo hace con el deliberado propósito de legitimarse, sobrevivir y sacar avante sus propósitos. En cierto momento las diferencias ideológicas entre Obregón y Calles parecieron asumir caracteres irreconciliables. Sus enemigos se encargaron de propalar la versión de una confrontación entre ambos. Por un tiempo se pensó que Calles iba a ser un continuador de la política obregonista en todos sus detalles, mas no fue así. La sombra de los llamados tratados de Bucareli, a los que se endilgó el cargo de desfavorables a los intereses petroleros y agrarios de México, pretendió oscurecer la figura de Obregón, por más que se trató de establecer que en realidad fueron tratados para el pago de la deuda externa y de las reclamaciones derivados de los daños a extranjeros ocurridos durante la etapa armada de la Revolución, y que el Artículo 27 constitucional quedaba incólume. Sucesión presidencial y horno político muy caliente La sucesión presidencial de 1928 planteó una grave crisis política, por los grandes intereses que estaban en juego tras de cada una de las presuntas candidaturas. El capital extranjero buscaba el control absoluto de la riqueza petrolera; la iglesia católica pretendía recuperar su dominio sobre la educación pública, los latifundistas buscaban a alguien que los protegiera del reparto agrario y los empresarios buscaban la forma de conservar sus privilegios en detrimento de los intereses de la clase trabajadora. Un tema candente fue la legalización de la reelección presidencial. La mayoría de los estudiosos del tema se van tras la finta de que la modificación constitucional era para favorecer a Obregón -.supuestamente candidato de Calles a la silla presidencial--, y se omite la posibilidad de que el truco llevaba gato encerrado y en su oportunidad iba a servir a la reelección de Calles. Tan es así que dio origen a un chiste que utilizaba las siglas de la CROM (Confederación Regional de Obreros Mexicanos) para significar que “Calles Reelecto, Obregón Muere, ó de otra manera, Muerto Obregón, Reelecto Calles”. Tales fueron las más señaladas causas de los conflictos que trascendieron el ámbito político y ocasionaron acciones que ensangrentaron el país en la década de los años veinte: la rebelión delahuertista en 1923-1924, la rebelión cristera en 1926-1829, la rebelión gomista-serranista en 1928, y la rebelión de José Gonzalo Escobar en 1929. Calles fue el único sobreviviente de los cuatro protagonistas del drama antireeleccionista de 1928. No se reeligió, pero asumió el liderazgo de la familia revolucionaria en el sexenio 1928-1934. 1. GOBIERNOS COMPOMETIDOS CON LA REVOLUCION Alvaro Obregón con el poder presidencial. Obregón recibió el gobierno en circunstancias difíciles. México acababa de vivir una década de guerra que dejó dañada la producción en el campo y en las escasas industrias establecidas. El desempleo y la existencia de alimentos rozando en cifras alarmantes. La población estaba apenas recuperándose de los efectos de la pandemia de influenza de 1918, y el mundo entero padeciendo la crisis económica y demás secuelas de la Primera Guerra Mundial. Existía una calma aparente, que resultó de apaciguar a numerosos militares levantiscos desempleados, labor que desempeñó Adolfo de la Huerta repartiendo tierras, dinero y prebendas. Villa había depuesto las armas, estaba en amnistía, sin plan ni programa, atareado en atender la hacienda que se le entregó a él y sus escoltas, pero siguió siendo una amenaza latente a la estabilidad del sistema por ser considerado por la reacción conservadora como una carta a apostar contra Obregón y Calles. Fue asesinado en 1923 cuando mostró simpatías por el candidato presidencial De la Huerta, en momentos en que se gestaba un levantamiento militar contra el gobierno.. Al inicio del periodo presidencial de Álvaro Obregón existía la prioridad de atender las siguientes situaciones: 1(. Necesidad urgente de hacer realidad las conquistas sociales contempladas en los Artículos 3º, 27º, 123º y 130º de la Constitución de 1917. 2).Oposición de sectores tradicionalmente contrarios al progreso social. 3). Presión del poder fáctico del militarismo en el país y división en las filas revolucionarias. 4).Irregularidad de las relaciones diplomáticas con los EE.UU. El Artículo 3º y la educación popular. Obregón se propuso dar cumplimiento a los postulados revolucionarios. Es de mencionarse el impulso que dio a la educación popular, desde la primaria hasta la Universidad, a las misiones culturales y la primera campaña de alfabetización. Su ministro de instrucción pública, José Vasconcelos, jugó un papel importante en esta cruzada educativa, enfrentándose a la incomprensión de los grupos que pretendían seguir conservando sus privilegios o de los que buscaban para pronto cambios más radicales. Es significativo que el ministro José Vasconcelos haya renunciado bajo la presión de los radicales que lo acusaron de no tomar en cuenta las aportaciones de nuestras culturas indígenas en el nuevo diseño de la educación pública; el nuevo nacionalismo exigía el diseño y realización de una educación destinada a forjar nuevas generaciones conscientes de su responsabilidad en el cumplimiento de las metas revolucionarias, También se dificultó en el medio rural la aplicación de la reforma educativa, por la sistemática oposición del clero, que vio desdibujarse el tutelaje del cura o sacerdote, frente al nuevo liderazgo del maestro rural. La fundación de escuelas primarias y misiones culturales hasta en los lugares más remotos de la geografía nacional data precisamente desde los inicios de la década de los veinte; significó un paso importante en la tarea de erradicar el analfabetismo y combatir la ignorancia, el fanatismo y la superstición. Se crearon escuelas prácticas de agricultura y escuelas normales rurales y los estudios superiores recibieron fuerte impulso con la refundación de la Universidad Nacional. Los comienzos de la reforma agraria. El gobierno obregonista empezó el reparto de tierras a los campesinos, con la consiguiente alarma de los grandes propietarios que vieron amenazadas sus posesiones. Lo que pareció ser desde el principio una revolución agraria, empezó con una restitución a los pueblos de los fundos legales usurpados por latifundistas y con el reparto de parcelas formadas con terrenos baldíos y tierras tomadas de las haciendas expropiadas. En los años veinte, cuando se procuró la pacificación del país, muchos caciques militares fueron beneficiados con el reparto de tierras junto con sus escoltas o guardias que fundaron colonias. En las décadas que siguieron no fueron menos los políticos civiles y sus allegados los beneficiados con el reparto, principalmente de grandes extensiones propias para la agricultura. La política agraria se orientó al principio en una reforma agraria que sólo consideró el reparto de tierras, sin tomar en cuenta que hacían falta otros elementos indispensables para hacerlas producir: recursos humanos capacitados, financiamiento, implementos materiales y tecnología moderna. Alvaro Obregón, amigo de los obreros. Durante el gobierno de Álvaro Obregón se impulsó el sindicalismo, que adquirió proporciones tan notables al grado de que se constituyó en un poderoso aliado del gobierno, y después, debido a las exageradas ambiciones de sus líderes, en un serio obstáculo para el establecimiento de un equilibrio necesario entre los factores de la producción y para hacer efectiva la rectoría del Estado en todos los ámbitos de la economía nacional.. La Casa del Obrero Mundial, fundada en 1913 y que alcanzó en 1915 un gran desarrollo, dio origen a la Confederación Regional de Obreros y Campesinos de México (CROM), organización que desempeñó un papel relevante en la política sindical mexicana. Adquirió tanto poder que se convirtió en una prioridad para el gobierno controlarlo y utilizarlo para sus fines de gobernabilidad. Consciente de su poderío la CROM, a su vez, se aprovechó de ello para escalar posiciones políticas que después se convirtieron en un serio reto a las autoridades. La iglesia se aprovecha de la situación. Un obstáculo para el gobierno de Obregón lo representó la animadversión que se encargó de difundir el clero político a raíz de la promulgación del precepto constitucional del Artículo 3º. y la ley reglamentaria en materia de culto religioso. El asunto se manejó con prudencia; el gobierno evitó los posibles roces con la jerarquía eclesiástica. Un miembro del gabinete presidencial, el ministro de educación pública, era católico declarado y promotor de ideas afines a los intereses del catolicismo. Como anillo al dedo. En el terreno de las garantías individuales, el clero político reclamó una irrestricta libertad en el ejercicio público de la religión católica, asumiendo que la mayoría del pueblo profesaba la creencia en esa abstracción; pero la jerarquía eclesiástica no tomó en cuenta que en el campo de la libertad de conciencia el individuo es dueño de su ser intelectual y moral, y puede hacer uso de esa libertad para creer o no creer, actuar o no actuar, sin más limitación que el respeto a los derechos de los demás. El ministro de gobernación, Plutarco Elías Calles, se encargó de hostilizar a José Vasconcelos, el encargado de la educación pública, y éste se vio obligado a renunciar. La iglesia se puso en guardia y continuó tejiendo sus alianzas para llegado el caso de que el gobierno adoptara medidas restrictivas sobre la libertad religiosa. Poner quietos a los militares levantiscos. Las fuerzas conservadoras reforzaron su posición con la conducta concilliatoria y ambigua de Adolfo de la Huerta y con el descontento de los militares que habían sido desplazados de las posiciones privilegiadas que disfrutaron con los gobiernos anteriores. Adolfo de la Huerta realizó esfuerzos para pacificar el país sin recurrir a procedimientos violentos, en el corto periodo de seis meses que ocupó la presidencia de la República a la muerte de Carranza. Una tregua temporal, seguramente, mientras se decidía la sucesión presidencial que favoreció a Obregón, que estaba en el apogeo de su carrera militar y política y en tanto se realizaba el reacomodo de las influencias caciquiles. Poco tiempo después la división se recrudeció y el golpeteo político continuó de manera irrestricta. División en las filas revolucionarias. La división entre las fuerzas revolucionarias estaba en su punto más crítico, a pesar de los esfuerzos realizados por el triunvirato de Agua Prieta para disminuir el impacto negativo del asesinato del Presidente Carranza. El reacomodo de las influencias de los caciques militares y políticos en la geografía nacional produjo serias divergencias. Maderistas, carrancistas, zapatistas, villistas y los remanentes del viejo régimen porfirista desplazados del ejército y de la nómina burocrática, seguían tejiendo alianzas para cualquier evento que les favoreciera. En Oaxaca, considerado todavía como un reducto del porfirismo, los soberanistas no reconocían al gobierno de Obregón, como hicieron con los de Madero y Carranza, por considerarlos productos de rebeliones armadas. También era patente la deslealtad del gobierno de Chiapas. Los acuerdos de Bucareli. En 1923, el gobierno de los Estados Unidos convocó al gobierno mexicano a una Convención Especial de Reclamaciones, con el propósito de tomar acuerdos sobre el pago de las indemnizaciones a ciudadanos norteamericanos por daños ocasionados durante el proceso revolucionario y por otros pendientes desde los tratados de 1868. La opinión pública señaló a las empresas petroleras, como las instigadoras de las reclamaciones, con el fin de presionar al gobierno mexicano y hacerlo desistir de su insistencia en aplicar con efecto retroactivo las leyes aplicables a la industria del petróleo. Estas reclamaciones de EE.UU. se dan en el momento en que el gobierno mexicano, en un ejercicio de soberanía e independencia, envía auxilios humanitarios a la Rusia soviética en cuya región del Volga se carecía de alimentos por los efectos de una sequía inesperada. México no se plegó a las exigencias de las potencias imperiales, EE., Francia e Inglaterra, que presionaban para que muchos países participaran en el bloqueo que se estaba aplicando al primer gobierno socialista del mundo. El desafío de Obregón motivó a EE.UU. para volver a las andadas sobre el caso de las reclamaciones y desempolvó hasta la deudas pendientes de 1868. La antigua controversia en torno a los pretendidos derechos de las compañías extranjeras sobre los recursos del suelo y el subsuelo, el petróleo, en primer término, marcó las dificultades que tuvo que enfrentar el gobierno para obtener el reconocimiento de los Estados Unidos. A este respecto, la versión oficial señala que desde los tiempos de la administración de Carranza ya se había manejado, por las empresas petroleras, la tesis de que la retroactividad de las leyes no era aplicable a sus inversiones en infraestructura (instalaciones y equipo) y, no solo eso, sino que pretendían que se hiciera extensivo a sus supuestos derechos sobre los depósitos naturales de hidrocarburos (petróleo y gas). La posición de los gobiernos revolucionarios de México ha sido siempre que el petróleo, como todos los demás recursos del suelo y del subsuelo, es propiedad de la Nación y este derecho inalienable no puede estar sujeto a negociación que significara la pérdida del patrimonio nacional. Esta fue, sin duda, la posición del gobierno de México en 1923 en las pláticas celebradas en la Convención Especial de Reclamaciones y la Convención de Reclamaciones Generales por los representantes del gobierno de México y de los Estados Unidos, en el caso de las reclamaciones de los industriales petroleros y de los latifundistas extranjeros cuyas propiedades resultaron dañadas en los conflictos militares. La Suprema Corte de Justicia había determinado que la retroactividad de las leyes de la industria petrolera no eran aplicables a los contratos y permisos otorgados antes de 1917. Los convenios de Bucareli, relativos al pago de indemnizaciones no tuvieron el rango de Tratados porque no fueron ratificados por los Congresos de ambos países; Obregón firmó los documentos y fueron publicados en el Diario Oficial de la Federación, el 27 de febrero de 1924. Los relativos a los asuntos agrarios y del petróleo fueron firmados en actas como compromisos propios del gobierno de Obregón, por lo que no comprometieron a gobiernos posteriores y solo quedaron a nivel de acuerdos. La discusión de los convenios de Bucareli en la Cámara de Senadores fue muy acalorada y finalmente no fueron aprobados. Varios senadores fueron secuestrados por oponerse a la aprobación de los tratados. El 23 de enero de 1924, en el contexto de los ánimos exaltados por los debates parlamentarios y de la reciente rebelión delahuertista, ocurrió el asesinato del senador de la oposición Francisco Field Jurado, y se culpó al gobierno del escandaloso crimen. Obregón obtuvo el reconocimiento del gobierno de Estados Unidos y fue duramente criticado por la oposición, que denunció una supuesta transacción que comprometía la soberanía nacional y entregaba los recursos patrimoniales de la nación a la inversión extranjera. El 21 de agosto de 1924 el gobierno mexicano estableció relaciones diplomáticas con la Unión Soviética. Fue el primer país latinoamericano en hacerlo. Situación política inestable En 1923, el cambio de gobierno para el periodo 1924-1928 agudizó los conflictos derivados de varias circunstancias, entre las cuales destacan: a) la prepotencia de los sindicatos obreros que se extralimitaban en sus funciones y comprometían la estabilidad política que buscaba el Estado; b) la intransigencia de los partidos políticos que convirtieron la Cámara de Diputados en campo de batalla: c) el resentimiento de grupos de militares de la vieja guardia, desplazados de la esfera del poder o de la nómina oficial, y la infiltración de agentes provocadores y saboteadores de la reacción nacional entre los altos jefes del ejército; d) la ambición de jefes del ejército, que se habían convertido en caciques en sus comandancias y jefaturas de operaciones y aspiraban a convertirse en presidenciables. e) La predisposición de los empresarios nacionales y extranjeros contra la aplicación de las nuevas leyes proteccionistas que amparan al trabajador f) La movilización del clero que no cesaba de organizar grupos de provocadores y de incitar a la rebelión armada. La sucesión presidencial calienta los ánimos. Todas estas manifestaciones de inestabilidad encontraron eco en un amplio sector de la población. Gran parte del pueblo estaba manipulado por políticos de convicciones arraigadas en los paradigmas de la época prerrevolucionaria. Los conservadores de toda clase, alineados con los militares desempleados o que aspiraban a más altos privilegios; con el alto clero que no dejaba de conspirar con el propósito de recuperar sus prerrogativas de antaño, con los políticos metidos a empresarios o en connivencia con los dueños del dinero, creyeron más conveniente la política ambigua y complaciente que manejó Adolfo de la Huerta en su paso transitorio por la Presidencia. El nombre de Plutarco Elías Calles empezó a sonar fuerte como sucesor de Obregón y sembró la alarma entre los reformistas, innovadores y “revolucionarios” moderados que buscaban solamente cambios políticos y no de fondo en el nuevo orden de cosas. Calles, más radical que Obregón, con una formación doctrinaria e ideológica que le permitía señalarse objetivos y metas muy concretas y avanzadas en materia de transformaciones económicas, políticas, sociales y culturales, fue visto por la reacción conservadora como enemigo peligroso a quien había que cerrarle el paso a la Presidencia. Las intrigas urdidas por el Partido Cooperatista presidido por Jorge Prieto Laurens, inconforme con los resultados que le fueron adversos en los comicios para elegir gobernador en Aguascalientes y lastimado por la pérdida del control partidista en los ayuntamientos de la ciudad de México, dieron como resultado que Adolfo de la Huerta, que se prestó como abogado de la causa perdida, se confrontara más con el régimen, del que se separó poco después bajo el cargo de malversación de fondos. Presionado desde varios frentes para que aceptara su candidatura a la Presidencia por el nuevo periodo, de la Huerta se vio precisado en varias ocasiones a rechazar el ofrecimiento. Dio la impresión de que se resistía a romper el pacto que dio nacimiento al Plan de Agua Prieta. De la Huerta de mala gana se va a la rebelión. El resentimiento acumulado de los políticos y militares que fueron proscritos por Obregón de la nómina oficial, todos ellos con antecedentes políticos y carreras emanadas de movimientos de rebelión, asonadas, golpe de estado, u otros de oscuro origen, sirvió de catalizador para que los inconformes aceleraran la formación de un frente opositor a la candidatura de Plutarco Elías Calles para el periodo presidencial 1924-1928. Después de una serie de acciones encaminadas a minar la unidad del triunvirato de Agua Prieta, los restos de las huestes reyistas, maderistas, huertistas, carrancistas y villistas se aglutinaron en torno a Adolfo de la Huerta, quien se negó en un principio a postularse como candidato, pero que al fin y al cabo se lanzó a la vorágine que desembocó en una rebelión armada. El movimiento armado fue derrotado con trágicos resultados; tuvo un elevado costo en vidas humanas y recursos materiales, dañó las finanzas públicas y sembró la desconfianza, el rencor y el deseo de venganza que años más tarde, en 1927, dieron sus frutos negativos con la rebelión de Francisco Serrano y Arnulfo R. Gómez. El movimiento rebelde que encabezó Adolfo de la Huerta contra el binomio Obregón-Calles fue el precursor de la rebelión de Arnulfo R. Gómez y Francisco R. Serrano que tuvo su desenlace trágico en la Matanza de Huitzilac. Otros acontecimientos vinieron a enredar más la situación, de por sí bastante complicada. Los insurrectos contaron con un amplio apoyo popular promovido por militantes sinceramente interesados en un avance democrático, quizás desesperados por la lentitud del proceso reivindicador; pero también hubo el ingrediente de fuerzas retrógradas que desde la promulgación de la Constitución de 1917 venían luchando por hacer inoperantes las conquistas sociales consagradas en la Carta Fundamental. La conspiración contra los sonorenses, Obregón y Calles, tenía proporciones mucho más ominosas. Las pinzas calentadas al rojo para destruir al régimen, tenían una rama procedente del norte con la figura de Francisco Villa que se había declarado abiertamente a favor de su amigo de la Huerta; otra de occidente con el general Rafael Estrada a la cabeza en Jalisco; la tercera al oriente activada por el general Guadalupe Sánchez en Veracruz, y la cuarta en el sur manejada por el gobernador Manuel García Vigil y el general Fortunato Maycotte en Oaxaca. Villa fue eliminado del escenario (20 de julio de 1923) mediante el asesinato. Los otros generales no corrieron la misma suerte quizás porque los cuarteles en que se desenvolvían les brindó protección y estuvieron a salvo de atentados. De Rafael Estrada en Jalisco y de Guadalupe Sánchez en Veracruz, se tenían ya noticias de su infidencia, pero supieron cuidar las formas hasta lo último. Fortunato Maycotte, supuesto amigo de Obregón, fue considerado como una de las cartas del gobierno, hasta el día de la sublevación. Acosado de la Huerta por sus partidarios que le exigían su postulación y bajo las amenazas, reales o supuestas, de que iba ser encarcelado se trasladó a Veracruz. Nada más faltaba ese paso del precandidato para que en un golpe publicitario que ni él mismo preveía se diera por cierta su rebelión. Guadalupe Sánchez movilizó sus tropas hacia el Centro y lo mismo hizo Rafael Estrada. Hipólito Villa en el norte tuvo un papel poco relevante en la subversión. Las tropas de Sánchez a las que se había sumado el contingente de Oaxaca fueron derrotadas en esación Esperanza, y las fortificaciones de Estrada en Ocotlán fueron aniquiladas De la Huerta se exilió voluntariamente en Estados Unidos y la rebelión descabezada tuvo que sufrir la persecución de sus más connotados promotores. La sublevación tuvo un alto costo en vidas de personajes relevantes de ambos bandos: Felipe Carrillo Puerto, gobernador de Yucatán de filiación obregonista; Salvador Alvarado, Fortunato Maycotte y Manuel García Vigil de los conjurados, y una larga lista de jefes y oficiales del ejército que fueron muertos en los combates o ejecutados en el paredón. La tropa sacrificada en esta reyerta fratricida de generales y políticos ambiciosos, rindió como siempre su trágico tributo de sangre como carne de cañón. Se realizaron las elecciones y Calles fue electo Presidente sin adversario al frente. Calles asume la responsabilidad revolucionaria La candidatura de Calles salió triunfante e inició su gobierno en 1924 con una agenda política y de problemas económicos y sociales muy cargada. Obregón tras dejar la Presidencia se retiró a la vida privada para dedicarse a las actividades agrícolas, con lo cual encubrió de alguna manera sus aspiraciones políticas. El gobierno de Plutarco Elías Calles se caracterizó por una serie de convulsiones de carácter político y militar que pusieron en grave riesgo la viabilidad del proyecto revolucionario que se fijó el régimen derivado de la rebelión de Agua Prieta. Podemos señalar los siguientes: 1). Crisis económica y política. Resentimiento en amplio sector de la población. 2).Situación difícil de las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos. 3).Rebelión cristera, promovida por la alta jerarquía eclesiástica. 4). Rebelión de Arnulfo R. Gómez y Francisco Serrano. 5).Asesinato de Álvaro Obregón. Plutarco Elías Calles, 1924-1928. Calles fue electo Presidente de la República. Inició su mandato en un ambiente de crisis económica y política cargado de desmoralización social. Plutarco E. Calles recibió el mando del gobierno con una economía en situación difícil. La rebelión delahuertista había significado un elevado costo en gastos militares, además de numerosas muertes de civiles y militares, entre los que se cuenta un buen número de generales y jefes de alta graduación. La eliminación violenta de los cabecillas de la rebelión, por la vía del enfrentamiento militar y la aprehensión con juicio sumario, dejó asimismo una estela de resentimientos en un amplio sector de la población nacional. Se propuso continuar y mejorar la obra de su antecesor y entre los hechos relevantes de su gestión se mencionan: 1). Impulso a la educación socialista 2). Reparto agrario 3. Manejo de la relación obrero-patronal 4. Manejo de la situación religiosa La escuela laica de tendencia socialista La educación pública del periodo callista se orientó hacia la escuela laica de tendencia socialista, según una interpretación propia de la época del primigenio artículo 3º constitucional. Eran los tiempos de la consolidación de la revolución soviética en Rusia y del avance del nacionalsocialismo en Alemania. Estos acontecimientos representaron un reto a la influencia del capitalismo en Occidente, señalado como un depredador en los países de escaso desarrollo. En estas circunstancias, la implantación del laicismo en las escuelas alarmó a los sectores conservadores alineados con la iglesia católica y empezaron las hostilidades contra el gobierno de Calles. Estas tuvieron su mayor expresión en la guerra cristera que se inició en el verano de 1926. y terminó en junio de 1929. La propaganda contra la escuela socialista trató de confundir al pueblo, y lo logró en parte, presentándola como una reproducción calcada del sistema educativo del comunismo y del naciomalismo. Estaba de moda usar esa comparación con la intención de estigmatizar las luchas sociales. En realidad, la escuela socialista mexicana inauguró una etapa de reencuentro del pueblo con sus raíces alimentadas en la ideología de los movimientos de Independencia y de Reforma del siglo anterior. Se trató de reactivar un nacionalismo acendrado, ajeno a los afanes de un liberalismo individualista, para orientarlo hacia la comprensión de los problemas sociales con el propósito de encontrarles la mejor solución. En el marco de la escuela socialista se fortaleció el muralismo, que había cobrado impulso desde la época de Obregón como un instrumento idóneo para hacer llegar al pueblo el conocimiento de su propia historia. Igual tratamiento recibieron la literatura y la música inspiradas en los temas de la nacionalidad. No hay duda de que la educación pública tuvo una orientación socialista; basta leer la obra intitulada “Lecturas Populares” de Esperanza Velásquez Bringas, funcionaria del régimen callista, y en la que se advierte marcada inclinación por los temas, autores y personajes ligados a las luchas sociales. Durante el régimen de Calles (1924-1928) se fomentó la educación pública, creando un mayor número de escuelas en el ámbito rural, tanto de educación básica como de formación del magisterio. Se anticipó el proyecto de la autonomía universitaria y la creación de escuelas técnicas para la capacitación de la clase obrera. Calles continuó la política educativa del gobierno anterior y dio un fuerte impulso al establecimiento de planteles de educación primaria en todo el país. Se establecieron escuelas normales para la formación de maestros destinados al ámbito rural. El Art. 3° constitucional fue reformado para conferir a la educación que imparte el Estado el carácter socialista. Esta situación generó una inmediata respuesta agresiva de la jerarquía católica apoyada por los tradicionales opositores del régimen revolucionario: sectores de altos ingresos, clase media de tendencia burguesa, y un amplio sector de la población analfabeta y pobre víctima sempiterna de la manipulación. Ya desde entonces se gestaba la rebelión cristera o la cristiada que ensangrentó al país de 1926 a 1929. Las acciones continuadas en materia de educación popular, expresadas con el apoyo al incremento considerable de las escuelas rurales señaló la inclinación del régimen callista a las causas primarias de la revolución social, entre las cuales destaca el abandono en que se tenía la educación de las masas. Impulso a la reforma agraria La agricultura y la ganadería fueron también objeto de la atención del gobierno de Calles, sin profundizar en las soluciones radicales como el reparto de los latifundios que se dieron con énfasis durante el gobierno cardenista; sin embargo se sentaron las bases de las industrias del campo con el impulso dado a las escuelas superiores para la formación de profesionales de la industria agropecuaria. Continuó con el reparto agrario, propició la creación de los bancos refaccionarios del campo, aunque estas realizaciones no alcanzaron la culminación de sus propósitos, debido a los disturbios políticos y enfrentamientos armados. No pudo impedir que a la colectivización del ejido se impusiera el parvifundismo, estimulado éste por un imprudente propósito de crear la propiedad privada con las parcelas individuales; lo que se logró con esta medida fue atomizar los predios, limitar su acceso a los créditos y hacerlos materia de especulación comercial, es decir un triunfo regalado para los eternos enemigos de las políticas agraristas. La construcción de presas y la creación de los distritos de riego elevaron la productividad de las labores del campo. Por otra parte, el apoyo a la incipiente industrialización significó ceder ante las presiones del capital doméstico y conceder privilegios que pusieron en alerta a las masas trabajadoras, no obstante el dominio que sobre ellas ejercía el sindicalismo de Luís N. Morones, jerarca de la Confederación Regional de Trabajadores que era el instrumento del gobierno para el control del movimiento obrero. Luis N. Morones le sirvió para controlar a los obreros y establecer alianzas con el capital doméstico Los sindicatos siguieron en auge con bastante independencia como estuvieron en el régimen obregonista, hasta que Calles se propuso ponerlos bajo el control del Estado. Como asociaciones adheridas al partido del gobierno tenían que acogerse a la disciplina impuesta si querían conservar su status en el reparto del poder, a cambio de la pérdida de su soberanía y legitimidad. De entonces data la subordinación de los sindicatos oficialistas al poder público como piezas de ajedrez del juego político gubernamental. La creación de la Comisión Nacional Bancaria y del Banco de México, sentó las bases para la centralización en manos del Estado del sistema financiero Fue una prioridad la relación con las comunidades agrarias, lidereadas por Adalberto Tejeda, las que fueron incorporadas después como un sector básico al Partido Nacional Revolucionario. Combatió tenazmente la rebelión cristera, pero buscó también el arreglo pacífico, que finalmente llegó con la ayuda de intermediarios extranjeros años después- Cabe sospechar que la Cristiada fue también una creación con injerencias extrañas, que tuvieron la intención de complicar más la situación al gobierno que se inclinaba abiertamente a favor de las causas populares. Conato de rebelión de Gómez y Serrano. La tensión política generada en el país por la rebelión cristera se complicó en 1927 con la vecindad de las elecciones presidenciales para el periodo 1928—1934. Previamente se habían modificado los artículos 82 y 83 de la Constitución para ampliar el periodo presidencial a seis años y para permitir la reelección. Con insistencia que no dejaba mucho lugar a la duda se manejó el nombre de Álvaro Obregón como candidato gobiernista para relevar a Calles en la presidencia. Todas las fuerzas opositoras al régimen se aprovecharon del clima de inestabilidad política y económica del régimen callista y se movilizaron para presentar un frente al parecer muy unido bajo el signo de la no-reelección. Los sobrevivientes de las facciones maderistas, huertistas, carrancistas, dela huertistas y los demás proscritos de la nómina oficial, se sumaron a la oposición. En las filas del mismo gobierno apareció la división, encabezada por jefes militares muy cercanos al dúo Obregón—Calles. En 1927 Obregón fue objeto de un atentado del que salió ileso. Se culpó a militantes de organizaciones católicas que de manera sistemática se habían venido oponiendo a la orientación laica que adoptó el gobierno, de acuerdo con lo establecido en la Constitución, en materia de educación y por las acciones que ejerció para restringir la participación del clero en política. Había otros grupos interesados en la eliminación del caudillo, pero la acusación se volcó contra los militantes religiosos que abiertamente retaban a la jerarquía oficial. El sacerdote jesuita Miguel Agustín Pro Juárez, que se destacó como activista opositor, su hermano Humberto y el ingeniero Luis Segura Vilchis involucrados los tres en el atentado fueron ejecutados bajo el cargo de conspiración. Arnulfo R. Gómez y Francisco Serrano, generales que se formaron bajo la protección de los triunviros de Agua Prieta, lanzaron sus respectivas candidaturas para la presidencia de la República. El descontento de los militares por lo que parecía ser una segura imposición caldeó los ánimos. No obstante que la liquidación de la rebelión de De la Huerta rasuró materialmente una larga lista de jefes militares desafectos al régimen, hacia 1927 todavía era muy grande la lista de jefes militares con mando de fuerzas y categoría de caciques regionales, además de aquellos civiles proscritos del poder que estaban a la caza de una nueva oportunidad para reinstalarse en el sistema. Otro ingrediente que hay que tomar en cuenta es el remanente de porfiristas, reyistas, maderistas y villistas que se fueron a la oposición antireeleccionista cuando vieron que Obregón y Calles no se inclinaban abiertamente a seguir conservando los privilegios de la clase dominante. Son los mismos, que a su tiempo vieron con buenos ojos la candidatura de Vasconcelos, para oponerse a Portes Gil, candidato de los obregonistas, y amigo de Calles. Esos mismos antireeleccionistas, años después, encontraron su oportunidad de oro cuando las numerosas reformas contrarrevolucionarias entraron en su apogeo. Calles se propuso poner límites a la presencia del militarismo y su consecuencia inmediata: el caudillaje. Surge aquí una pregunta que no ha encontrado respuesta de los escritores que hasta ahora han descrito el periodo de la lucha antireeleccionista. ¿Los generales Francisco R. Serrano y Arnulfo R. Gómez, dos elementos muy conocidos dentro del Ejército, sirvieron a Calles para sembrar el desconcierto y la división en las filas obregonistas?... Martin Luis Guzmán en su novela La Sombra del Caudillo --trasladada a la pantalla fílmica en 1960 --se refiere al tema sin ahondar en el mismo. La respuesta, pues, sigue pendiente. Otra pregunta más. ¿Sirvió realmente el antireeleccionismo de Serrano a los enemigos de Obregón y Calles?. No se puede soslayar cierta presencia protagónica de los elementos carrancistas en el escenario político de entonces. Estaba latente el propósito de cobrarse los agravios que culminaron con el asesinato de Venustiano Carranza. Tlaxcalantongo era una herida abierta y había que buscar un remedio heroico. Hay motivos de peso para pensar que entre los seguidores de Gómez y de Serrano estaban muchos de los antiguos carrancistas. La presencia de numerosos militares y civiles que no se definieron abiertamente a favor de Obregón y Calles en los momentos críticos fortalece la hipótesis. En este ambiente político surgen las candidaturas de aparentes terceros en discordia: Francisco R. Serrano y Arnulfo R. Gómez. Para entonces Obregón se veía sin la vitalidad de otros tiempos, no obstante que a sus 48 años no se podía decir que estaba caduco. Calles aparecía lleno de energía o sabía disimular bien sus achaques. ¿Fueron los generales Serrano y Gómez auténticos candidatos independientes?... ¿Eran verdaderamente imparciales, una tercera opción completamente confiable frente a las dos corrientes en pugna? Hay serias dudas al respecto. La cercanía que mantuvo Serrano con Obregón en las relaciones personales y en el servicio militar da motivo a pensar que en realidad el general Serrano era un candidato obregonista emergente para el caso de que por su precaria salud o por un atentado el general Obregón perdiera la vida. Hay noticias de que Obregón vio con buenos ojos su candidatura y alentó su campaña, o se trató una vez más de una actitud de disimulo para ocultar su rechazo a la candidatura de su ex – subordinado y retrasar el lanzamiento de su propia candidatura. Son obligadas otras preguntas. ¿Por qué, Obregón no hizo nada para salvar a Serrano, si éste era su carta oculta para una emergencia?... ¿Le falló Serrano al ponerse al servicio del antireeleccionismo?. Cabe la hipótesis de que se dio cuenta, a tiempo, de que Serrano y Gómez, eran las cuñas callistas para romper la unidad del obregonismo. ¿Calles, maniobrando entre bambalinas? Una vez descubierta la trama callista, actuar a favor de Serrano era imposible. Hacer lo contrario, eliminarlo abruptamente frente al mandamás en turno que tenía todos los poderes fácticos en la mano, significaba el suicidio. Y Álvaro Obregón no tenía vocación de suicida, aunque se vio después que en su afán de ser reelecto apostó de hecho la vida. No hubiera transcurrido mucho tiempo entre la eliminación de Serrano y la ejecución del ex –Presidente, como ocurrió después. Por mucha que fuera la influencia que tuviera Obregón, los duros ataques de que fue objeto por Morones, Gómez, Serrano y muchos más, sin que Calles interviniera abiertamente a su favor constituyen una prueba de que su estrella palidecía. Y Obregón dejó que Calles actuara. Descubierta la conspiración. La rebelión militar gomista-seranista se perfiló como un hecho real a principios de octubre de 1927. Muchos de los que se sumaron a la rebelión fueron los mismos o los sucesores de quienes se opusieron en 1923 a la elección de Calles y a la presunta rotación del poder entre el Caudillo y su sucesor. En derredor de Arnulfo F. Gómez y de Francisco Serrano se alinearon connotados militares y civiles que desde los tiempos de Madero, Carranza y Villa luchaban por tener posiciones destacadas en el gobierno, pero se habían visto limitados por la relevante personalidad del sonorense que tuvo una brillante actuación como jefe de la División del Noroeste, vencedor de Celaya y coautor del plan de Agua Prieta que acabó con el régimen de Carranza. Los zapatistas se habían asimilado ya al régimen obregonista y el Caudillo agrarista, asesinado por carrancistas, era un ícono revolucionario que en cierto modo desdibujaba la figura del popular Francisco Villa. Al apodado Centauro del Norte se le cargaban a la cuenta su complacencia con elementos del ejército porfiriano que se incorporaron a sus filas y el haber aceptado la presencia de “asesores” norteamericanos en el territorio que dominaba. Todas las cartas a la vista. Cuando los involucrados en la contienda Calles- Obregón y Serrano-Gómez dieron color, fueron fáciles blancos y candidatos seguros no a la presidencia sino al patíbulo. Ocurrió entonces la matanza de Huitzilac y otros asesinatos; Serrano y Gómez y sus principales seguidores fueron sacrificados en una trágica depuración de aspirantes al poder y quedaron solos frente a frente los principales protagonistas de la tragedia. Otras creaciones del callismo. 1). Fundó el Banco de México, centro gravitatorio de la banca doméstica y en general de la economía nacional. 2). Apoyó la rehabilitación del sistema ferroviario seriamente dañado por la convulsión de los levantamientos militares. 3). Fomentó la ampliación de las vías terrestres de comunicación con el programa de caminos y puentes. Hizo realidad la creación del Partido Nacional Revolucionario, que agrupó en su seno a todas las corrientes interesadas en el cumplimiento de los preceptos de la nueva Constitución. Su sucesor, Emilio Portes Gil, inauguró el partido Nacional revolucionario (PNR), en 1929. Art.130 La Cristiada. Calles se mantuvo firme en su determinación de cumplir y hacer cumplir los mandatos de la ley en materia religiosa. La provocación que devino en la rebelión cristera de 1926 surgió de la protesta de la grey católica principalmente en el Bajío por la intervención de la policía para impedir la violación de la ley de cultos. La movilización contra esa ley estaba latente desde la promulgación de la Constitución de 1917, sólo esperaba un pretexto para definir su acción y alcanzó perfiles de una auténtica rebelión armada en 1926, auspiciada por la alta jerarquía eclesiástica y numerosos organismos e individuos del país y extranjeros interesados en frenar la aplicación de las leyes revolucionarias. El ejército nacional combatió el levantamiento y lo mantuvo a raya; muchos eclesiásticos y civiles comprometidos tomaron el camino del exilio voluntario, la subversión se debilitó y acabó por llegar a un acuerdo con el gobierno en 1929, bajo el gobierno de Emilio Portes Gil. Infidencia de Serrano y de Gómez. 1927 Al término de su mandato en 1924 Obregón se retiró a la vida privada y a la atención de sus negocios particulares. Anunció su separación de la política militante para dejar a su sucesor en completa libertad de ejercer su mandato sin interferencias. Una gran mayoría del pueblo no creyó en ese ofrecimiento dada la fuerte personalidad del caudillo que se imponía sin quererlo a las situaciones más comprometidas. Desde 1927 se empezaron a barajar seriamente los nombres de varios personajes para la sucesión que se avecinaba. Se empezó a manejar con insistencia la posibilidad de que los generales Francisco R. Serrano y Arnulfo R. Gómez, muy ligados a los círculos del poder, pudieran llegar a la selección final del abanderado. Obregón se mantuvo a la expectativa, sin abonar más a la especulación, aunque ya desde entonces flotaba en el ambiente político el fantasma de la reelección. La reforma del artículo 82 constitucional autorizando la reelección rompió los diques de la impaciencia popular. Ante la certidumbre de que esa reforma era para favorecer la reelección de Calles y de Obregón para los periodos inmediatos, la oposición enarboló la bandera del Sufragio Efectivo, No Reelección y se aprestó a dar la batalla civil que más tarde, en octubre de 1927, adquirió las características de una infidencia y de un conato de rebelión armada. Arnulfo R. Gómez fue más virulento en sus ataques a los reeleccionistas; Serrano se manejó con cierta prudencia al principio, cuando pensó que Obregón estaba de acuerdo con su postulación; pero luego se tiró a fondo cuando el caudillo anunció la aceptación de su propia candidatura. No se sabe con certeza si Calles y Obregón estaban de acuerdo en sondear a sus supuestamente respectivos precandidatos: Gómez y Serrano, o si buscaban definir la postura de los políticos más relevantes frente al tema de la reelección, para luego hacer una depuración en las filas partidistas. El hecho real es que las posiciones se polarizaron. La Matanza de Huitzilac. Se habló de un complot para poner presos al Presidente, a Obregón y otros jefes militares, aprovechando un simulacro nocturno de combates en los llanos de Balbuena, evento al que fueron invitados y no asistieron. Descubierto el complot --si es que realmente existió parece una maniobra muy burda, o solo fue un pretexto para iniciar la persecución-- Serrano en previsión de un atentado contra su persona se dirigió a Cuernavaca en donde dijo que se iba a celebrar su onomástico el 4 de octubre. En esa población fue obligado a presentarse al cuartel, para después ser remitido a la ciudad de México. En el camino su escolta fue relevada por otra al mando de su enemigo personal, el general Claudio Fox, y ese mismo día al anochecer, el 4 de octubre de 1927, fueron ejecutados él y sus doce acompañantes en el trágico episodio conocido como la Matanza de Huitzilac. Arnulfo R. Gómez fue perseguido y aniquilado en Veracruz. Reelección y muerte de A. Obregón. Obregón ganó las elecciones de 1928, sin contrincante al frente; pero no llegó a ocupar de nuevo la silla presidencial. Murió asesinado el 17 de julio de ese año, a manos de un fanático religioso que le disparó a quemarropa. Se manejaron varias hipótesis sobre los orígenes del atentado, pues el general Obregón tenía muchos enemigos de variada filiación. Se llegó a suponer que el asesino material, un creyente fanatizado, sólo sirvió de pantalla encubridora de los autores intelectuales embozados inclusive en puestos públicos. No se realizaron investigaciones exhaustivas sobre el crimen. Lo que llama la atención es que el Presidente electo, con enemigos en cada esquina y contra todo principio elemental de logística asistió al banquete en La Bombilla sin una escolta oficial o particular que le cubriera de cualquier agresión. Calles hizo realidad la creación del Partido Nacional Revolucionario, que agrupó en su seno a todas los partidos y movimientos políticos interesados en el cumplimiento de los preceptos de la nueva Constitución. El objetivo principal del Partido se definió como el compromiso de cumplir los postulados de la revolución. En su último informe presidencial Calles expresó que se había acabado la era de los caudillos y que la política iba a seguir el rumbo institucional que marcara la voluntad popular. Su sucesor, Emilio Portes Gil, inauguró el partido Nacional revolucionario (PNR).creado a iniciativa del expresidente. Los hechos posteriores negaron esa afirmación; el ex- Presidente se convirtió después de su mandato constitucional en consultor o consejero al que acudieron los nuevos titulares del Ejecutivo: Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez, en el lapso comprendido entre 1928 y 1934. Fue una reelección disimulada. Pero la presencia de un remanente importante de fuerzas antagónicas de la revolución social obligó a Calles a asumir un papel vigilante e incurrió en el mismo afán de Obregón de inmiscuirse en el gobierno de sus sucesores. Calles no se atrevió a la reelección, pero buscó constituirse en eminencia gris, en el poder tras del trono y ejerció su influencia como “jefe máximo de la Revolución” hasta que Lázaro Cárdenas lo mandó al exilio. Tercer periodo de transición. El periodo 1928-1934 en el que Calles asumió el cargo virtual de jefe máximo de la revolución se conoce como tercer periodo de transición, en el que se insiste por algunos historiadores en que no hubo cambios trascendentales porque el continuismo fue el denominador común de los tres inmediatos sucesores de Calles. El 1° de diciembre de 1928, Emilio Portes Gil, que fungía como gobernador de Tamaulipas y gozaba de las simpatías de los obregonistas. se hizo cargo del Poder Ejecutivo con carácter de presidente interino. Al final de su mandato Calles sentó las bases del Partido Nacional Revolucionario, que el 4 de diciembre de 1928 inició sus actividades formales. En la Convención del PNR efectuada en Querétaro en enero del siguiente año fue designado Pascual Ortiz Rubio candidato a la Presidencia. Tomó posesión el 5 de febrero de 1930 como presidente provisional y renunció dos años después en 1932 por diferencias con Plutarco E. Calles que había asumido de propia iniciativa el papel de “Jefe Máximo de la Revolución”. Abelardo L. Rodríguez tomó posesión como presidente sustituto de la República el 2 de septiembre de 1932. A diferencia de otros periodos de transición, podemos señalar que en el gobierno de Portes Gil se elaboró el proyecto de la Ley Federal del Trabajo que fue aprobado en el gobierno de Pascual Ortiz Rubio y que tuvo una gran influencia en los conflictos obrero-patronales de los años siguientes. En el gobierno de Abelardo L. Rodríguez en la Convención Nacional del PNR (1933) que `postuló a Lázaro Cárdenas como candidato a la presidencia de la República, se aprobó también el Plan Sexenal 1934-1940 que programó entre sus prioridades la implantación de la educación socialista. También en 1933se promulgó la Ley de la Educación Socialista, que sirvió de base al programa educativo del gobierno cardenista. Emilio Portes Gil en sus Memorias afirma que el ex - presidente siempre fue respetuoso de la investidura de sus sucesores y si él acudía a visitar a Calles era por los lazos de amistad que los ligaba. En los años del maximato se persiguió a los comunistas y nazifascistas. En el periodo presidencial de Portes Gil cuando se produjo la rebelión del general José Gonzalo Escobar, un oficial gobiernista que participó en los combates contra las huestes de Escobar, portando una bandera con la hoz y el martillo, fue juzgado y llevado al paredón. En un mitin de protesta en el centro de la Capital, fue asesinado José Antonio Mella, fundador del partido comunista de Cuba. No hubo investigaciones y el crimen quedó impune. José Vasconcelos que se postuló como candidato contrincante de Portes Gil, perdió las elecciones y sus partidarios corrieron el rumor de que se iba a levantar en armas. Vasconcelos se fue al exilio voluntario, porque según se dijo, corría peligro su vida. El gobierno de Portes Gil dio garantías a diversas corrientes políticas, inclusive algunas de la oposición interna, para que se institucionalizara la lucha social a través de un partido al que se llamó partido nacional revolucionario (PNR).creado a propuesta de Calles. Pero en sus discursos condenó al comunismo y al nazifascismo. Rebelión de José Gonzalo Escobar. 1929. En 1929 un importante grupo de obregonistas expresó su inconformidad con la elección de Emilio Portes Gil como Presidente, no obstante que éste se mantuvo fiel al caudillo asesinado y al presidente Calles de quienes mereció confianza en el desempeño de importantes cargos en el gabinete. La sedición la encabezó en 1929 el general José Gonzalo Escobar y fue rápidamente sofocada. En busca de la unidad revolucionaria. La rebelión escobarista demostró que no existía el supuesto control político de los diferentes grupos de militares y de población civil que se consideraban adictos al régimen revolucionario. Fue necesario establecer un instrumento que aglutinara a los partidarios de los cambios inspirados en la Constitución de 1917. Los restos de las antiguas formaciones políticas de la etapa armada, partidos y partidetes locales, inspiradas en el maderismo, el carrancismo y el zapatismo, además de los residuos virulentos del antiguo régimen, ambientaron un clima de inestabilidad, de desconfianza y de rencor, que desembocó, en 1923, en la rebelión de Adolfo de la Huerta, antiguo aliado de Obregón y Calles; en 1926 en la guerra cristera o Cristiada; en 1927 en la infidencia y conato de rebelión de Francisco Serrano y Arnulfo R. Gómez y en 1929 en el levantamiento de José Gonzalo Escobar. Todos los disidentes eran productos del mismo sistema caótico, alimentaban sus raíces en el mismo fango y contaminaban el ambiente social, económico y político causando enorme daño a la vida nacional. Se volvió indispensable poner orden en el caos. Fue entonces cuando Calles ideó la fundación de un partido nacional fuerte, sólido en su estructura social e ideológica, que diera cabida a todas las corrientes revolucionarias y canalizara los esfuerzos hacia los mismos objetivos. Nació así el partido nacional revolucionario (PNR), punto de partida del sistema político mexicano, padre del partido de la revolución mexicana (PRM) y abuelo del partido revolucionario institucional (PRI) contemporáneo. En la estructura del PNR se colocaron algunas corrientes progresistas, pero no revolucionarias, que años más tarde, al no obtener las ventajas que buscaban dentro del partido se volvieron disidentes y acabaron por separarse. Hasta 1938 el PNR funcionó como eje del sistema. En ese año Lázaro Cárdenas lo reestructuró para dar origen al PRM, organismo que mantuvo la dirección de la política nacional hasta 1946, fundando su hegemonía en las organizaciones campesinas, obreras, en el sector popular y el elemento militar. Los tiempos de la tercera transición. A semejanza del periodo delahuertista (1920) los Presidentes que cubrieron los años que van de 1928 a 1934 en el apogeo de la influencia callista, proyectaron una imagen conciliatoria, con la intención de procurar la estabilidad nacional que era necesaria, según se dijo, para continuar la etapa constructiva. También fue necesario minimizar los conflictos entre los factores de la producción, capital y trabajo, entre el civilismo y el militarismo y entre los defensores de una libertad religiosa irrestricta y los que pugnaban por la libertad de consciencia. La política de los gobiernos de transición se enfocó a ganarse la confianza de los tres factores de poder más conflictivos: empresarios, ejército y clero político, con el fin de enfrentar los efectos de la grave recesión económica producida en el país por los conflictos precedentes y por el crack financiero de 1929 en Estados Unidos Absortos en ese problema los gobiernos de la época dejaron en el cajón del archivo muchos reclamos de los campesinos y de los obreros. Al término de su interinato Portes Gil entregó el poder al ingeniero Ortiz Rubio, quien por motivos no bien esclarecidos un año y medio después de asumir el poder se vio obligado a renunciar. La opinión pública se dividió entre los que creyeron en una rebeldía del ingeniero frente a las consignas del jefe máximo y los que se burlaban de él diciendo que había sido eliminado por inepto. Abelardo L. Rodríguez ejerció su mandato sin mayores contratiempos, bajo el amparo del callismo y con la complacencia de los militares que veían con agrado la continuidad del poder en manos del ejército. A. Rodríguez se manejó en mejores términos con el general Calles, quizás por su afinidad como compañeros de armas: le tocó organizar las elecciones que llevaron al general Lázaro Cárdenas a la primera magistratura Lázaro Cárdenas asume la Presidencia. Lázaro Cárdenas fue electo Presidente para el periodo 1934--1940 y muchos pensaron que iba a ser uno más de los disciplinados al maximato. En previsión de lo que seguramente sabía que iba a ocurrir, Cárdenas se adelantó a los acontecimientos y preparó el cambio de gobernadores y jefes de operaciones militares que no eran dignos de confianza. En el momento en que hizo crisis la relación del Ejecutivo con el maximato (1935) solicitó la renuncia a todo su gabinete, en el que aparecían varios adictos al ex- presidente. Formó un nuevo equipo con personas de su confianza y se dispuso a realizar el Plan Sexenal que se había trazado, primero en su género, desde la Convención del PNR en 1933 que lo declaró su candidato. Al analizar la Carta Magna de 1917 se observa que su contenido encierra una legislación avanzada, notablemente la más adelantada para su época. Sin ser radical en toda su estructura presenta un articulado revolucionario en materia de derechos sociales y dedica un capítulo a las garantías individuales en el que se consagran los derechos fundamentales del hombre. Eso fue lo que seguramente tomó en cuenta la visión del gobierno cardenista cuando asumió el reto de continuar y mejorar la obra de sus antecesores. Apoyo del gobierno cardenista a los obreros. Durante el gobierno de Cárdenas se reconoció plenamente el derecho de huelga; en los conflictos que surgieron entre los trabajadores y las empresas el gobierno ratificó su compromiso de apoyar a los sindicatos dentro de la ley. La mayoría de los laudos fueron favorables a los obreros. Con base en la Constitución y la ley federal del trabajo se elaboró el proyecto de la ley del seguro social, que no fue aprobada en el sexenio cardenista, pero sirvió de base a la ley definitiva que se promulgó en 1943. Sin apartarse de lo establecido en la Constitución, la política de Cárdenas se orientó a buscar la concordia entre los diversos sectores de la población, sin mengua de los derechos consagrados de las clases más necesitadas como lo eran y lo siguen siendo, los campesinos y los obreros. El carácter socialista de la educación. En materia de educación, durante el gobierno de Lázaro Cárdenas se siguió dando impulso a la escuela en el medio rural, se incrementó el número de planteles del nivel primario y la formación de maestros en las Escuelas Normales Rurales; se creó la Escuela Nacional de Maestros y la Escuela Normal Superior. Se aumentó el número de escuelas técnicas para la capacitación de los trabajadores, que se convirtieron en el primer antecedente de la máxima infraestructura educativa del sexenio: el Instituto Politécnico Nacional. Se dejó bien claro el compromiso social de la educación. La escuela tenía que participar decididamente en la formación del ciudadano consciente de sus deberes y derechos. Los viejos libros de texto de la escuela tradicional fueron sustituidos por otros de gran contenido progresista, como “El Porvenir” del maestro Rafael Ramírez que marcó el rumbo a toda una generación de educadores. Se creó el Departamento Autónomo de Publicidad y Propaganda,(DAPP) que realizó una labor trascendente con la edición de los primeros libros de texto gratuitos para los seis grados de la educación primaria, redactados por personajes , --muchos de ellos ignorados--, de la talla de Adolfo López Mateos e Ismael Rodríguez Aragón. José Clemente Orozco tuvo a su cargo la realización de los grabados que ilustraron numerosas publicaciones del DAPP- El apogeo de la Reforma Agraria. Fue el gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940) el que asumió de lleno el compromiso de llevar a la práctica los postulados reivindicatorios de la revolución social en materia agraria y en las relaciones de los factores de la producción: capital y trabajo. Esta acción lo enfrentó a la política falsamente conciliatoria y más bien proclive a la burguesía en que devino el quehacer gubernamental en el periodo del maximato. En el gobierno de Cárdenas el reparto de la tierra a los campesinos solicitantes agrupados en las ligas de comunidades agrarias y militantes de la confederación nacional campesina rebasó las más altas cifras de hectáreas distribuidas en los gobiernos anteriores. Los bancos refaccionarios del campo otorgaron créditos a los agricultores en condiciones muy favorables para incrementar la producción ejidal; lamentablemente la intromisión de políticos influyentes pervirtió el otorgamiento de los recursos económicos, muchos de los cuales nunca fueron recuperados; se alegó que desastres naturales, sequía, incendios, plagas e inundaciones habían echado a perder las plantaciones y cosechas, aparte de que una porción del presupuesto de los bancos se destinaba al pago de una abultada nómina de políticos y funcionarios llamados “aviadores” que cobraban sin trabajar. Esta situación prevaleció en los gobiernos posteriores hasta que finalmente se optó por liquidar esas instituciones bancarias. Las estadísticas del reparto agrario deben ser analizadas cuidadosamente hasta donde lo permiten los registros. Las cifras desnudas no dicen la calidad de las tierras repartidas ni la condición de los beneficiados. No es lo mismo repartir tierras de los distritos de riego a agricultores solventes sujetos de crédito que entregar tierras de temporal a campesinos sin recursos para poderlas cultivar. De igual forma la repartición de terrenos para la ganadería requiere ser calificada. Política en materia de relaciones obrero-patronales En un sistema de economía mixta o liberal, no hay en realidad materia de confrontación si se reconoce honestamente la necesidad de que los factores de la producción, capital y trabajo, generen riqueza, y que los trabajadores participen en el reparto equitativo de la misma. El conflicto surge cuando en la distribución de la ganancia generada la parte que le corresponde al trabajador, en forma de salario y prestaciones, presenta una desproporción injusta respecto a las percepciones del inversionista. En junio de 1935, a escasos meses del inicio del gobierno cardenista, varias huelgas afectaban el ambiente político y económico del país .Calles, que se sentía el mandamás por encima de cualquier presidente, hizo imprudentes declaraciones contra los paros de labores en las empresas, que fueron interpretadas como una crítica al gobierno cardenista. La reacción de los trabajadores la inició el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), que convocó a una reunión de varios sindicatos, misma que derivó en la formación del Comité Nacional de Defensa Proletaria (CNDP). Ante esas declaraciones del “jefe máximo” sobre la situación del país, con motivo de las huelgas que tensaban las relaciones obrero-patronales, el presidente Cárdenas, el 14 de junio de 1935, solicitó la renuncia a todo su gabinete en el que se encontraban varios adictos al general Calles, entre ellos su hijo Rodolfo E. Calles, secretario de Comunicaciones. En los meses siguientes varios gobernadores de los Estados y comandantes de zonas militares de filiación callista fueron relevados de sus funciones, al igual que varios jefes militares de alta graduación que desempeñaban cargos en el Ejército.. Fueron desaforados numerosos diputados callistas y de las filas del PNR fueron expulsados los simpatizantes de Calles, que se apresuraron a fundar el Partido Constitucional Revolucionario, de efímera duración. La oposición al gobierno de Cárdenas, por parte de los desplazados del gobierno y del partido, fue creciendo al grado de amenazar seriamente la paz pública y la estabilidad del régimen. La voladura de un tren en la vía Veracruz-Orizaba, que produjo 13 muertos y numerosos heridos, anunció el inicio de actos terroristas atribuidos a los disidentes. Para evitar mayores complicaciones del ambiente político que podrían conducir a una guerra civil, el 10 de abril de 1936 el gobierno de la República envió al exilio al general Calles y sus colaboradores Luis N. Morones, Luis G. León y Melchor Ortega Cárdenas se perfiló entonces como el depositario de las esperanzas revolucionarias. Apoyo decidido a las causas del proletariado. El gobierno cardenista se caracterizó por su apoyo a las causas de la clase trabajadora. Alentó la organización de sindicatos obreros y de organizaciones campesinas, que constituyeron un fuerte apoyo a su gobierno en las acertadas decisiones que tomó en la resolución de graves problemas nacionales. En la industria petrolera operaban varias compañías extranjeras que tenían cada una un sindicato por separado de los demás sindicatos existentes en la misma industria. Cárdenas promovió la unificación de todos los sindicatos petroleros y así nació el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) el 15 de agosto de 1935. La expropiación de la industria petrolera fue el desenlace del conflicto laboral (1937-1938) suscitado entre las compañías que explotaban el petróleo mexicano y el STPRM. El Sindicato propuso la firma del contrato colectivo de trabajo y solicitó un aumento de salario y mejores condiciones de labores: pero desde el principio las empresas se negaron a conceder las peticiones de los trabajadores. La huelga petrolera estalló el 28 de mayo de 1937 y se levantó el 9 de junio del mismo año a petición del Presidente de la República. Intervino la Junta de Conciliación y Arbitraje que emitió un laudo a favor de los trabajadores. Las empresas se ampararon ante la Suprema Corte de Justicia y ésta confirmó el arbitraje de la Junta de Conciliación para obligar a las compañías petroleras al pago de los aumentos salariales y las prestaciones solicitadas. Rebeldía de las empresas petroleras. Las compañías se negaron a acatar el fallo de la SCJN las compañías, alegando que no contaban con los recursos suficientes para hacer la erogación y el Presidente intervino personalmente en las pláticas conciliatorias tratando de obtener un acuerdo favorable a las partes. Se dispuso una investigación oficial que llegó a la conclusión de que las empresas petroleras habían obtenido suficientes ganancias en sus recientes operaciones y podían asumir sin perjuicio para ellas el pago de los conceptos reclamados por los trabajadores petroleros. Decreta de expropiación de la industria petrolera. Ante el empecinamiento de las compañías en negarse a acatar la orden de la máxima autoridad judicial, el presidente Cárdenas se vio en la necesidad de decretar la expropiación de toda la industria del petróleo, en un acto de justicia, dignidad y soberanía nacional. El 18 de marzo de 1938 fue leído por radio en cadena nacional el Decreto expropiatorio de la industria petrolera, causando enorme expectación nacional e internacional con la aprobación entusiasta del pueblo mexicano. Por otra parte se apoyó la creación de las cámaras de comercio y de la industria, que se convirtieron en interlocutores válidos del gobierno en todo cuanto tenía que ver con el desarrollo de la economía nacional. Las relaciones con la iglesia sin contratiempos. Durante el mandato de Lázaro Cárdenas las relaciones con la jerarquía eclesiástica se mantuvieron en un nivel de respeto y entendimiento. Influyó en este caso el hecho de que la alta jerarquía eclesiástica a cargo del Arzobispo Luis María Martínez Rodiguez contribuyó con su prudencia a evitar las tensiones de antaño. Por parte del gobierno se adoptó el ideal juarista de que la elevación del nivel cultural del pueblo es la herramienta idónea para erradicar los prejuicios y las supersticiones y que la educación es el único instrumento que abre las puertas de la libertad a los individuos y a los pueblos. La reapertura de los templos católicos al culto se llevó a cabo sin dificultades con la observancia voluntaria de feligreses y personal eclesiástico de lo establecido en la normativa. El nacimiento del PRM El 30 de marzo de 1938 el antiguo partido nacional revolucionario (PNR) se convirtió en el partido de la revolución mexicana (PRM). Su estructura se hizo corporativa, alineó al sector obrero representado por la Confederación de Trabajadores Mexicanos (CTM) y la Confederación General d Trabajadores (CGT), al sector campesino con la Confederación Nacional Campesina (CNC), que agrupaba a las Ligas de Comunidades Agrarias, al sector popular con agrupaciones de mujeres, jóvenes, artesanos, profesionales, maestros, estudiantes y burócratas, y al sector militar integrado por jefes, oficiales y tropa que se afiliaron de manera individual. En el ambiente internacional ya soplaban los vientos ominosos de la conflagración mundial que violentó la historia de la Humanidad (1939-1945). Las potencias imperiales de la derecha, representadas por el fascismo (Italia), el nacionalsocialismo (Alemania), el capitalismo (Francia, Inglaterra y EE.UU.) y el imperialismo asiático (Japón), víctimas de sus propias contradicciones internas, estaban empeñados en armar una guerra global para ampliar sus dominios y hacerse de la hegemonía mundial, y de paso acabar con las manifestaciones del socialismo que ya tenía en Rusia su mejor exponente. Los conservadores reaccionaron y al año siguiente fundaron el Partido de Acción Nacional (PAN), que reunió en su seno al sector empresarial, --industriales y comerciantes dedicados a grandes inversiones--, en general a los ricos poseedores de los medios de producción como son los latifundios, minas, fábricas y comercios monopolistas, así como a una clase media alta subordinada a la aristocracia del dinero y a una larga cauda de proletarios desorientados y manipulados con falsas promesas. Se veía claro que el gobierno de Cárdenas estaba decidido a fortalecer la lucha por la reivindicación de los derechos sociales de las clases populares amparados en la Carta Magna de 1917. Actitud independiente en política internacional. Cárdenas colaboró con la política del Buen Vecino que inauguró el presidente Roosevelt de EE.UU., y también se fueron tomando medidas preventivas que después fueron útiles cuando se declaró la Segunda Guerra Mundial y el vecino del Norte requirió diversos apoyos de México. Mantuvo relaciones diplomáticas y comerciales con Alemania hitleriana hasta 1941, año en que ocurrió el hundimiento de varios barcos petroleros mexicanos por submarinos alemanes que, según se dijo, merodeaban en el Golfo de México. Alemania nazi estuvo comprando petróleo mexicano durante el bloqueo que los dueños de las empresas petroleras expropiadas declararon al petróleo de México en el comercio internacional. El gobierno cardenista rompió relaciones con la Unión Soviética a raíz de la invasión de Finlandia por el ejército Rojo. También canceló las relaciones con Italia fascista cuando Mussolini ordenó la invasión de Etiopía (1935-1936) Dio asilo a León Trotsky, fundador de la III Internacional comunista que era perseguido por el régimen de Stalin. Cuando cayó la República española, ante el avance de las tropas de Francisco Franco, dio asilo al gobierno republicano en el exilio y a cientos de españoles que escaparon de la guerra civil (1936-1939) y de la dictadura franquista. Rebelión de Saturnino Cedillo. 1938. En una época especialmente recargada de agitación política por la proximidad de las elecciones presidenciales; y por la continua movilización de la reacción que apuntaba hacia la inestabilidad social, por las medidas radicales tomadas por el gobierno en el tema del petróleo, --que se vinieron a sumar a las avanzadas realizaciones en materia agraria, obrera y educativa--, sirvieron de campo abonado a los enemigos del régimen para sembrar en el ánimo del cacique y general Saturnino Cedillo, gobernador de San Luis Potosí, la ambición de ser el abanderado de un movimiento subversivo que lo llevaría a la Presidencia de la República. Cedillo se lanzó a la a rebelión en 1938, asumiendo que se proponía restablecer el orden constitucional y evitar la implantación del régimen comunista en el país. El movimiento estuvo circunscrito a solamente el estado de San Luis Potosí, por la rápida reacción de Lázaro Cárdenas, que agotó los medios persuasivos y pacíficos con la intención de convencer a Cedillo a que volviera a la disciplina; pero ante la reiterada negativa de éste a volver al orden el gobierno lo tuvo que combatir y perseguido en la sierra en que se ocultó murió entre el 9 y el 10 de enero de 1939. La sucesión presidencial de 1940. El ala radical del cardenismo apoyaba la precandidatura del general Francisco J. Mújica, revolucionario que desde los inicios de la Revolución y como miembro del Congreso Constituyente se había distinguido por su participación en la defensa de los derechos de la clase proletaria. Su cercanía al general Cárdenas, que siempre le dispensó una sólida confianza, su liderazgo y sus dotes en la oratoria le ganaron las simpatías y el respeto de las organizaciones campesinas y obreras. En 1939 se había convertido en el candidato de las mayorías para suceder al general Cárdenas. Faltaba, sin embargo, la aprobación de una minoría influyente, poseedora de grandes recursos económicos, con poderosos contactos dentro del ejército, ligado al clero político y a las compañías transnacionales. Se movieron muchas influencias, inclusive la amenaza de levantamientos armados como el de Saturnino Cedillo, con el fin de presionar al Partido de la Revolución Mexicana hacia una diferente opción. Al frente, dentro de la oposición interna, apoyado por el ala conservadora del Partido se trabajaba la precandidatura del general Manuel Ávila Camacho, entonces secretario de la defensa nacional. Detrás de la figura apacible, tranquila y bonachona del secretario estaba la eminencia gris representada por su hermano el general Maximino Ávila Camacho, político poblano de no muy clara filiación gobiernista, de carácter violento y que desde años atrás figuraba como una de las cartas a apostar para lograr un viraje hacia la derecha de la política gubernamental. Campaña de Juan Andrew Almazán. 1939-1940. En otro frente de la oposición tradicional, integrada por las organizaciones confesionales, grupos de empresarios, comerciantes e industriales y de militares inconformes, buscaban un precandidato idóneo para defender sus intereses en la próxima justa electoral. La fundación del partido revolucionario de unificación nacional (PRUN) para impulsar la candidatura del general Juan Andrew Almazán sirvió de faro y antena a cuantos buscaban cobrarle agravios al régimen. El general Almazán contaba con un largo historial en las luchas armadas de las décadas anteriores. Se inició en el ejército federal, después incursionó en las filas villistas y zapatistas, estuvo cercano a Félix Díaz que encabezaba a los soberanistas de Oaxaca y finalmente sentó plaza en el ejército revolucionario hasta llegar a ser jefe de operaciones en Nuevo León, puesto desde donde instrumentó alianzas para sus aspiraciones. Se decía que era uno de los generales que se habían beneficiado de contratos de obras públicas. Almazán desarrolló una intensa campaña hasta en los más apartados rincones del país; se vio que tras de su candidatura estaba un partido económicamente poderoso. Puso en serio predicamento a la maquinaria electoral oficial, que sin duda tuvo que hacer trabajos extraordinarios para que su abanderado Manuel Ávila Camacho superara el estigma de ser candidato de la imposición. Vicente Lombardo Toledano, intelectual, político y orador maestro de varias generaciones que siempre militó en las filas de la izquierda oficial, en uno de sus discursos al ser increpado por una porra que le echó en cara que Ávila Camacho era el candidato de la imposición, contestó con un dramático “Sí, es el candidato de la imposición, porque lo va a imponer el pueblo”….. Los aplausos de la multitud no se hicieron esperar. El día de las elecciones se habló de muchos conflictos en las casillas; inclusive de zafarranchos en que salieron mal librados los opositores. Al conocerse los resultados que dieron el triunfo a Ávila Camacho se tenía por segura la insurrección militar encabezada por Almazán. Este se exilió voluntariamente y tiempo después cuando los ánimos se habían apaciguado regresó al país para dedicarse a sus negocios. Algunas conclusiones sobre la etapa de la Revolución en marcha. El estudio de la etapa de 1920 a 1940, que hemos llamado de la Revolución en Marcha, revela que durante ella los gobiernos se preocuparon de manera prioritaria por dar cumplimiento a los artículos constitucionales 3º. 27º, 123º y 130º., que se refieren, respectivamente, a la educación popular, el problema agrario nacional, los intereses de la clase obrera y la libertad de consciencia de la población mexicana. En el periodo 1920-1940 no se dio a conocer ningún plan o programa oficial que se avocara a resolver el problema alimentario y el de la vivienda popular. Fueron atendidos, como ya se expuso, los temas de la educación popular, se impulsó la construcción de escuelas de nivel primario, medio y superior en número que resultó insuficiente para las necesidades de la época, el de la salud para los trabajadores sindicalizados y sus familias con el proyecto del Instituto Mexicano del Seguro Social que inició sus actividades en 1943. Se cuidó el ejercicio de la libertad de creencias de acuerdo con los principios del laicismo. Como males endémicos se registraron: el desempleo en el campo y la ciudad, la escasez de centros recreativos, la falta de libertad ciudadana para afiliarse de manera individual a partidos y sindicatos debido al corporativismo, y la falta de seguridad y protección civil por la presencia de grupos delincuenciales que atentaban impunemente contra la vida y el patrimonio de las familias. ,

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