jueves, 10 de septiembre de 2020

LA ECONOMIA Y LA EDUCACION

 LA ECONOMÍA Y LA EDUCACIÓN.

 

Por Aurelio Altamirano Hernández

 

En los momentos actuales, en que se nota la agudización de la crisis de los valores morales y el inminente naufragio de los ideales y de las conquistas mejores de la Humanidad en el océano de la mediocridad y de la criminalidad desenfrenada, resalta la importancia de la educación como instrumento necesario al buen encauzamiento de la conducta humana.

 

      La educación del hombre es el conjunto de los principios morales que rigen su vida con normas de elevación espiritual, ajena a los fanatismos, y de los conocimientos prácticos e intelectuales que forman de su persona un elemento útil a sí mismo y a la sociedad en general.

 

      Ese concepto elemental y básico de la educación no debe mixtificarse con la adopción en torno a ella de posturas inspiradas en ideas que en vez de contribuir al logro del forjamiento de las personalidades útiles que la sociedad requiere, instituyen como regla la formación de elementos deformes, incompletos o mal orientados que solo van a engrosar las filas de la delincuencia y del parasitismo social.

 

      No se aspira a la formación de legiones geniales en nuestras aulas, no se busca la integración de excepcionales mentalidades en serie en nuestros planteles, pero es  meta de la educación actual estructurar las personalidades de utilidad social que el desarrollo de la técnica, de la ciencia y del arte requiere de manera urgente para su perenne superación.

 

      La educación de la mente y del organismo físico constituye la máxima esperanza de la Humanidad para la formación de avanzadas generaciones que perpetúe su marcha ascensional en el devenir del mundo, de tal manera que ante la importancia vital de la educación y de la necesidad de su incremento resultan siempre pequeños todos los esfuerzos, escasos todos los recursos e incompletas todas las realizaciones.

 

      La noble ciencia de la educación, como superestructura social, necesita para su auge en beneficio de las amplias capas de la población, de un acondicionamiento adecuado en los puntos básicos de la vida de la sociedad, que son: la economía y la administración de ésta y de sus consecuencias, que es la que constituye propiamente la política. Es por esto que una revolución social, cuando quiere llenar íntegramente su cometido modifica juntamente con métodos, planes y programas educativos, todo el engranaje que mueve al sistema de producción y de distribución de las riquezas sociales, porque así se modifica de raíz la situación, en vista de que aquel engranaje es el que condiciona todas las formas de vida social, y de la política progresista que se aplique al mismo dependerá una existencia mejor y una educación verdaderamente satisfactoria de los más caros intereses colectivos y de la cultura misma.

 

      Las recientes declaraciones de las autoridades educativas a la prensa nacional, sobre el carácter y las proporciones del problema de la educación en el país, coinciden, por fortuna, en el fondo con tesis sustentada por la mejor fundada doctrina que guía el estudio de los fenómenos sociales, en el sentido de que otorga a la realidad económica su importancia como factor que decide la conformación de las superestructura sociales, de entre las cuales la educación ocupa señalado  lugar.

 

      Esencialmente, el carácter del problema educativo en nuestro país es de tipo económico. No hace falta en México orientación magnífica a la tarea de educar a las nuevas generaciones, ni falta voluntad ni escasean aspiraciones mayúsculas en el ánimo de nuestro pueblo; tampoco nos faltan intelectos capaces de iniciar y continuar una próspera marcha  de la educación y de la cultura en general, porque lo que es en México, como digno ejemplo de las países latinoamericanos que luchan por conquistar mejores posiciones en el concierto de las naciones civilizadas y que no desmerecen al lado de las mejores potencias del mundo, existen insospechadas aptitudes en el material humano, que se encuentra presto a integrar las legiones avanzadas de la cultura moderna.

     

      Nuestras luchas por mejorar el nivel cultural del pueblo, reconocen en esencia como base para la obtención de sus óptimos frutos, la transformación positiva de la economía nacional, el acondicionamiento adecuado de las capacidades naturales del medio para la  satisfacción de todas las necesidades mediatas e inmediatas de la sociedad; y la educación, que comprenden un amplio aspecto del problema de mejorar las condiciones de vida humana, tiene que remitirse necesariamente, en los principios causales de naturaleza, a la base de toda conformación social que es la economía.

 

      Los elementos de la educación ya han prendido en las mentes y en la acción de los mexicanos. Lo que hace falta es orientar esa considerable preparación del pueblo hacia el propósito de mejorar el acrecentamiento inmediato de los bienes nacionales, por cuantos medios sea posible, como paso para consolidar un poderío económico que haga posible el florecimiento de las formas superiores de cultura.

 

      El pueblo mexicano aspira a la integración de una educación verdaderamente superior; pero esa educación no se logrará si no se aprovechan los rudimentos que se tienen para afirmar la capacidad del pueblo y satisfacer sus necesidades inmediatas. Hay que orientar las actividades hacia el fin aquél con los elementos de que se dispone.

 

      La educación resulta más que nunca necesaria en los momentos críticos que vive la Humanidad y si para su desarrollo en términos mejores y hacia metas más elevadas, se sacrifican otros anhelos no inmediatos y si su atención se cobra también con tributos del heroísmo y de la mártir abnegación, se puede decir, aun así, que cuanto por ella se hace será poco todavía, aunque muy significativo, pues toda intensificación de la labor educativa encuentra recompensa en el mejoramiento continuo de las posibilidades de acrecentar la felicidad del hombre.

 

 

NOVEDADES, 19 DE ABRIL DE 1957.

 

 


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