martes, 8 de septiembre de 2020

IMPORTANCIA DE LA AUTOESTIMA EN LA TERCERA EDAD

                     IMPORTANCIA DE LA AUTOESTIMA EN LA TERCERA EDAD.

 

Por AURELIO ALTAMIRANO HERNÁNDEZ

 

Es muy frecuente en nuestro medio social subvalorar la ancianidad. Las personas de la tercera edad, en su gran mayoría, son de manera reiterada subestimadas y catalogadas como ajenas a la época, con lo que se quiere significar que no tienen papel a desempeñar en el desarrollo actual de la vida comunitaria. A esta situación han contribuido diversas circunstancias, entre las cuales podemos mencionar:

a)      El crecimiento demográfico desmesurado, que trae consigo el ensanchamiento de la pirámide poblacional en las áreas que comprenden a los niños, jóvenes y adultos. Esta población mayoritaria ejerce una fuerte presión y absorbe una gran proporción de recursos para la satisfacción de sus necesidades, dejando un margen muy reducido para los adultos mayores o ancianos que están en minoría en esta etapa de transición.

b)      La educación deficiente de las mayorías que apenas alcanzan en promedio un índice de escolaridad que no excede la instrucción primaria. Ha contribuido a crear este analfabetismo funcional la ausencia de planes y programas educativos que contribuyan a preparar al individuo no solo para la subsistencia, sino también para una existencia superior en la que tengan cabida relevante los valores que dan sentido a la vida humana.

c)      La misma autoinmolación de los viejos que renuncian a reconocerse como tales. A una gravísima falta de autoestima, de quererse a sí mismo y darse la importancia que se tiene. Empiezan ellos por no aceptarse a sí mismos, por no identificarse con su edad cronológica y psicológica, enseguida caen víctimas de la ignorancia propia y de su entorno, incluyendo su familia, después se enredan con los "slogans" de una publicidad mercantilista, consumista y machacona, que exhibe a la apariencia juvenil como el paradigma insustituible a conseguir... y sobreviene el desastre.

d)      Lo demás viene por añadidura. Lo peor es que se pierde la autoestima, la identidad y no obstante el gran valor de su experiencia laboral y humana son relegados al rincón de los trebejos o si bien les va a la vitrina de las reliquias de valor estimativo.

¿Qué hacer ante esta situación? Reconocer que somos viejos y apreciar la dignidad que conlleva el título. Asumir nuestras responsabilidades y derechos como fundadores de familias, forjadores de generaciones y testigos insustituibles de un mundo que parece haber perdido la memoria y la moral. Respetarnos y querernos a nosotros mismos como una forma de inducir a los demás a que nos respeten y nos quieran.

México, D.F., mayo de 2001.            


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