CHIAPAS
MERECE QUE SE LE AYUDE.
Por J. . Altamirano Hernández
Novedades, México, D.F. 13 de septiembre de 1957.
Para quien no conoce a Chiapas, ese
jirón de México con bellos paisajes, hermosos lagos multicolores, tierras
feraces, próspera ganadería, mujeres bonitas y hombres trabajadores, para quien
no sabe cómo es la realidad que vive el pueblo chiapaneco tan esforzado como el
mejor, poseedor de grandes riquezas naturales y tan poco satisfecho en sus
necesidades primordiales, lo que se dice acerca de la miseria e ignorancia que
priva en gran parte de su población, principalmente entre los pobres indígenas:
lacandones, chamulas, tzetzales, tzotziles y quichés, parece propaganda
interesada de políticos.
Pero la realidad es la realidad y
por encima de cualquier interés se encuentra el superior que ánima a las
fuerzas progresistas, en cuyo plan de trabajo está estipulada la tarea de
mejorar las condiciones de vida de toda la población mexicana que ha estado
abandonada por centurias a su suerte luchando incansablemente por su
reivindicación. Es por eso que donde quiera que se encuentra
un chiapaneco honrado que ama a su tierra y siempre que se le menciona el tema
de la situación económica y cultural de su pueblo, saca a relucir un noble
coraje por el descuido en que se tiene a los campesinos, a los obreros, a los
indios lacandones y chamulas, herederos también de nuestra nacionalidad, y por
la discriminación de que se les hace víctimas en esta era de progreso nacional, dejándolos hundirse cada día más en la miseria y en la ignorancia que
tanto mella sobre sus generaciones.
Habiendo en Chiapas grandes
extensiones de tierra propicias a la agricultura, el pueblo sufre cada año la
escasez de maíz, porque no se cultivan todas las tierras por falta de apoyo
crediticio gubernamental, porque las tierras están en su mayor parte en manos
de políticos que han sido fatales a Chiapas y a México; porque las pocas que se
dedican a ese cultivo rinden un producto que se exporta a Guatemala en lugar de
satisfacer las necesidades domésticas y por que el monopolio del aguardiente,
inexplicablemente protegido por fuerzas políticas y otros intereses bastardos
que repugnan al pueblo de Chiapas, los explota para el cultivo de la caña de
azúcar, que lejos de servir para la extracción del dulce alimento necesario a
la economía nacional, se dedica única y criminalmente a la elaboración de
alcohol envenenador del pueblo.
Causa indignación ver a los pobres
indígenas arrastrar una vida miserable ante la imponente naturaleza tan rica en
recursos como lo es la de Chiapas. Después de trabajar largas jornadas
cotidianas, el pobre chamula recibe como salario nada más que el alcohol para
ahogar en él sus ansias de liberación y
para que encuentre, en su escape de la realidad que logra al
embriagarse, una ficticia felicidad suplente de la auténtica que no alcanza
todavía.
Alcohol
y maíz constituyen dos grandes dolores de cabeza para Chiapas. El primero por
su abundancia criminal y el otro por su escasez desesperante.
Hay muchos ignorantes, incluso
chiapanecos, cegados por obscuros intereses, o palurdos que solo ven su
prosperidad personal, que niegan la triste realidad que vive la población rural
de Chiapas y otros tratan de ocultar por cuantos medios encuentran, los hechos
que saltan a la vista si se mira a Chiapas desnudo, con todas sus miserias a
cuestas, pero también con muchas grandezas para su honor.
Los chiapanecos mejores, los que
saben ganarse la vida honestamente, los que procuran la elevación material y
moral de su pueblo, que son muchos y se encuentran no sólo en Chiapas sino
también fuera de él, son también los mejores ciudadanos y no se justifica
frente al mexicanismo auténtico de ellos ese cuento del separatismo que se ha
adjudicado a Chiapas. En las fronteras del Sur son los heraldos de nuestra
nacionalidad, plausiblemente sin ese extranjerismo ridículo que caracteriza a
otros pueblos fronterizos.
Chiapas está muy cerca de México y
reclama justicia. Pero no obstante su cercanía y su contribución notable al
desarrollo de la economía y de la cultura nacional, no ha sido atendida
debidamente en sus necesidades.
Como todos los Estados dignos trata
de satisfacer por sí sólo sus aspiraciones, pero no puede lograrlo totalmente
si no le brinda apoyo de la Federación para su mejoramiento integral.
No se mire la prosperidad del
Soconusco por el café, ni por la abundancia en que se desarrolla la vida de
unos cuantos favorecidos de la fortuna, para formarse un concepto de Chiapas.
Váyase a las regiones abandonadas del centro, de la costa y mírese el descuido
en que se tiene sus moradores, sin escuelas, sin caminos, sin fuentes de
trabajo; obsérvese el atraso de Tuxtla Gutiérrez, de San Cristóbal, de Huixtla,
de Comitán, de Arriaga, Motozintla, Simojovel, Ocosingo, Tonalá y otros muchos
pueblos más y no se crea que la relativa prosperidad de Tapachula y de los
malos políticos chiapanecos y de los hambreadores extranjeros es extensiva a
todos los pueblos de Chiapas.
Las obras de Grijalva requieren
mayor atención. El pueblo de Chiapas es digno contingente que forma el pueblo
mexicano y a la resolución de sus problemas se les debe prestar toda la
atención que se merece dentro de los planes nacionales de progreso integral.
“NOVEDADES”, MÉXICO, D.F. 13 DE SEPTIEMBRE DE 1957.
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