lunes, 22 de agosto de 2016

EL PROBLEMA DEMOGRÁFICO DE MEXICO


EL PROBLEMA DEMOGRÁFICO DE MÉXICO

Por J. Altamirano Hernández

      Desde todos los puntos de vista es indispensable que uno de los factores determinantes de la prosperidad del pueblo mexicano, lo sea la buena distribución de su población en el territorio nacional, al mismo tiempo que una organización económica que haga posible la intervención fructífera de todos los habitantes en la tarea de incrementar cada día en mayor escala la producción nacional, en todos los ámbitos del país.

      Ni en los lejanos tiempos de la dominación azteca, ni en tiempo de la colonización española y tampoco en las últimas épocas, ha habido una buena distribución de pobladores de nuestro país; concentraciones casi monstruosas en áreas reducidas y por otra parte la existencia de amplias extensiones pobladas débilmente y otras completamente deshabitadas, muestran un panorama pleno de desequilibrios que repercuten perjudicialmente en la economía y la cultura nacional.

      En los lugares en los que existen medios suficientes para condicionar la prospera existencia de amplio número de habitantes, como son las ricas zonas costeras del país, las tierras feraces del Sureste y otras cuencas interiores propias para la agricultura y ganadería, no existen núcleos pobladores y se abandonan al desperdicio de las riquezas naturales que de otro modo bien aprovechadas, significarían mucho en la integración del poderío económico y la cultura de la nación. En cambio, en donde se han practicado exhaustivas explotaciones de los recursos naturales e incluso hasta en lugares en que una inexplicable adhesión al medio geográfico que no prometen nada, mantiene a poblaciones de vida precaria, se encuentran elevadas cifras demográficas, y todo revela la falta de normas económico-políticas que hagan posible una buena distribución de la población mexicana.

      Fundamentalmente el problema tiene que remitirse a una causa primaria que es la carencia de medios para procurar la explotación provechosa de los recursos naturales, la falta de centros de trabajo y de cultura en los diversos puntos del territorio nacional, y por tal motivo, la afluencia desproporcionada de individuos a los pocos lugares con más desarrollada vida material y cultural.

      El ejemplo lastimoso de la ciudad de México, con características de ciudad monstruosa, en donde se codean la miseria más desesperante con la más ostentosas de las riquezas materiales, el analfabetismo con las altas manifestaciones de cultura, los sistemas más modernos en el desarrollo de la industria y del comercio con las más elementales y hasta ridículas actividades en el mimo renglón, es la muestra más visible de la realidad que se observa en el país si se mira serenamente el desenvolvimiento de nuestra vida social.

      Se encuentra superpoblada la capital de la República, porque solamente aquí, en la ciudad, se puede encontrar en mayor número las fuentes de trabajo y los centros de preparación técnica profesional y subprofesional y porque, como es natural, aquí se encuentra el centro director de las actividades políticas que en cierto modo han servido y sirven de “modus vivendi” a gran número de personas.

      Se impone la necesidad de conducir las realizaciones materiales que buscan el progreso de México hacia el ideal de constituir hasta en los más apartados rincones del país, las fuentes de trabajo y de saber que atraigan a su seno a la población que hoy se reconcentra en pocas ciudades y de llegar, incluso a modificar, si es necesario, la legislación nuestra para reglamentar, con base en la necesidad de procurar el bienestar social, la distribución de la población mexicana.

      No se debe partir de la tesis de que el mexicano es libre de radicar en donde le dé la gana, al analizar el problema demográfico nacional, sino de la idea de que el individuo debe instalarse necesariamente en el medio geográfico y cultural que mejor convenga a su interés de vivir en buenas condiciones y de contribuir al mismo tiempo al procuramiento del bienestar común.

      Muchos individuos viven, equivocándose, en el ambiente citadino, con la creencia de que no causan perjuicios a la colectividad con el simple hecho de su inadaptabilidad al medio, creyéndose muchas veces hasta necesarios en la situación, cuando en realidad desperdician sus energías que en otras regiones del país producirían magníficas realizaciones, y gastan inútilmente los satisfactores reservados a los que desarrollan actividades que realmente encuentran ambiente propio únicamente en la metrópoli.

      El hecho incontrovertible de la escasez de fuentes de trabajo y de estudios superiores en la provincia, se ha querido explotar, hasta en los planos ya injustificados, para explicar la desmesurada inmigración de provincianos a la capital, lo cual no tiene razón de ser, por que salta a la vista que no todos los inmigrantes, incluyendo los extranjeros, son precisamente capaces para los trabajos que se desarrollan en la ciudad y la afluencia, por ejemplo, de estudiantes con bajo nivel de aptitud para los estudios superiores produce una crecida superpoblación escolar que repercute en deficiencias de la educación y en la producción desmedida de profesionales mediocres.

      No se quiere, por supuesto, limitar sin consideraciones serias, la población en la ciudad de México, como caso concreto, pero sí se debe tener en cuenta que la libertad de radicar en un lugar está condicionada no solo por el interés particular sino por algo que está encima de todo eso y que es el interés colectivo, y que existe el imperativo de cultivar el espíritu emprendedor en el mexicano, para que vuelva sus ojos a la provincia, hoy desangrada y contribuya patrióticamente a crear y utilizar centros productivos allá, y afirmarse en los lugares nativos, sin mengua de sus relaciones económicas y culturales con los demás lugares de la geografía, como paso para afirmar la nacionalidad en todo el país y estructurar una prosperidad orgánica que tanta falta hace a la nación.


NOVEDADES, 12 DE JULIO DE 1957.

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