LA
AMISTAD
Por Aurelio Altamirano Hernández
La estimación reciproca de las virtudes
y el mutuo interés por el bien común, constituyen esencialmente las bases de la
más noble y auténtica amistad. No es sobre intereses innobles donde descansa el
fundamento y justificación de la relaciones amistosas, porque con la vileza de
aquellos lo que está llamado a ser un todo el instrumento para el logro del
bienestar común se corrompe y se rebaja a las simas de la lambisconería y la
ruindad.
¿Qué sería de la vida nuestra si no
tuviéramos alguien a quien poder contarle nuestras penas y nuestras
alegrías?... Insoportable sería una
existencia en la cual careciéramos de la presencia de alguien en quien confiar plenamente
para comunicarle nuestras ideas, nuestro sentimientos y las realizaciones de
nuestro existir, porque no hay cosa más agradable que tener con quien hablar
como si hablara uno consigo mismo.
De todas las virtudes que la naturaleza
dotó al hombre, el sentimiento de la amistad es el más elevado, porque
significa la identificación precisa que existe entre los seres humanos por
encima de diferencias secundarias y temporales. Es el paso para alcanzar las
cumbres del amor, es la condición entre los hombres y entre los pueblos para
establecer un intercambio de ideas y de hechos que sirven al incremento de la
felicidad humana, y es el más seguro refugio en las horas tempestuosas del
diario vivir.
El requisito fundamental que hace
imperecedera una amistad es el respeto mutuo y la virtud de dar y pedir al
amigo únicamente cosas honestas, sin hacerle esperar para lo primero y sin
crearle dificultades para lo segundo. Con el amigo no debe uno hacerse del
rogar y es más, si está en nuestras posibilidades ayudarle a resolver sus
dificultades no debe darse margen a la situación, siempre penosas para él, de
pedir nuestra colaboración. Se debe ir en auxilio del amigo con el ánimo bien
dispuesto para otorgar cuando está de nuestra parte en busca de su beneficio.
Son hombres débiles de corazón y
vividores los que andan a caza de
amistades para construirlas con una serie de artificios, que buscan su propia
tranquilidad y el provecho que no pueden sacar de su manifiesta poquedad de
espíritu. En cambio, el hombre que responde de sí mismo en cualquier lugar y
tiempo, con sus propias fuerzas aunque sean menguadas por las circunstancias,
es el prototipo del amigo leal, sincero y útil, a quien se debe brindar la
plena confianza y la amistad.
Ningún problema humano deja de
encontrar alivio y solución en la nobleza de la amistad abierta, franca, sana y
entusiasta para brindarle el bien el homenaje de su contribución en la tarea de
lograr el bienestar común.
Una amistad que ahonda sus raíces en la
mutua comprensión, en la nobleza espiritual de admirar las virtudes y de
perdonar los yerros del amigo, no muere nunca. Los contratiempos de la vida
quizás la llegan a ocultar, pero calladamente sigue latiendo en lo más
recóndito del alma, donde se guardan los mejores sentimientos.
ARGONAUTA, Mayo, 1957.
Biblioteca de la Secretaría de Marina.
Editorial “México Marítimo”
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