sábado, 7 de noviembre de 2015

LA VIDA FECUNDA DE DIEGO RIVERA



LA VIDA FECUNDA DE DIEGO RIVERA

Por J. Altamirano Hernández

            Diego Rivera, el gran muralista mexicano, innovador del arte pictórico mundial, dejo de existir, a las 11:20 horas del domingo  24 de Noviembre de 1958, en la ciudad de México, cerrando así toda una época de la pintura mural revolucionaria a la que su nombre se encuentra ligado indisolublemente en todo el mundo.

            Siendo uno de los más grandes pintores de todos los tiempos, quizás el último con una producción genial, riquísima en extensión y en contenido ideológico y sobre todo identificada con los ideales reivindicadores de las masas populares, Diego Rivera conservó siempre la sencillez y la modestia característica del pueblo humilde, de cuyo seno surgió a la conquista del respeto, la admiración y el cariño del mundo entero.

            SUS AÑOS INFANTILES.

            Diego Rivera nació en la casa número 8 de la calle de Pocitos, en la ciudad de Guanajuato, Estado del mismo nombre, en la República Mexicana, el 8 de Diciembre de 1886. Su padre, Don Diego Rivera, ejercía la profesión de químico y además trabajaba como maestro rural y como editor de un periódico de ideas liberales. Su madre, Doña María Pilar Barrientos, fue una humilde señora muy devota de la religión cristiana y cariñosa mujer que contribuyó a formar en su hijo Diego  un buen carácter de simpatía hacia el bien y hacia los humildes.

            Los seis primeros años de su vida los pasó en su tierra natal, conviviendo con los mineros y los hombres del campo y desde entonces datan ya las primeras manifestaciones de vocación artística.

            SU VIAJE A LA CAPITAL DE LA REPÚBLICA.

            En 1892 hizo el viaje a la ciudad de México con el fin de irse abriendo paso en la vida y en 1896  se inscribió en la Academia de San Carlos, para estudiar pintura, pero de este plantel se retiró en 1902 manifestándose rebelde a las condiciones rígidas que las autoridades educativas de esa institución pretendían  imponer a los estudiantes.

            SALE BECADO AL EXTRANJERO.

            En 1907, el gobierno del Estado de Veracruz, al frente del cual estaba Don Teodoro Dehesa, a raíz de la primera exposición pictórica de Diego Rivera, le concede una beca para estudiar en España, y ese mismo año ingresa a la Academia de Madrid. De 1908 a 1909 se va a radicar en París y viaja por varios países de Europa: Bélgica, Holanda, Inglaterra, para regresar a México y exponer nuevamente sus creaciones.

            En 1911 regresa a España y se establece en París, en donde realiza otra exposición de sus obras antes de partir para Cataluña, España. En 1912 regresa a París y al año siguiente ejecuta trabajos siguiendo la escuela cubista, algunos de los cuales se cotizan ahora a precios fabulosos. En 1914 realiza un viaje a Mallorca y luego vuelve a Madrid, en donde exhibe juntamente con Marie Blanchart.

            De 1915 a 1920 radica en París y se muestra insatisfecho de la escuela cubista y acaba por abandonarla para entregarse de lleno a sus ideales renovadores en el mundo de la pintura. En 1920 regresa a México y en el término de un año dio cima al primer capítulo revolucionario de su obra fundando el Sindicato Mexicano de Pintores, juntamente con José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros.



            PRINCIPIOS DE SU OBRA MAGNIFICA.
           
            En 1922 inicia la gran pintura mural, terminando en ese año una serie de frescos que adornan el antiguo edificio de la Universidad de México ocupado hoy por la Escuela Nacional Preparatoria y comenzando una serie más en los corredores del edificio de la Secretaría de la Educación Pública.

            Cuatro años después, en 1926 principia otra serie de cuadros revolucionarios en la Escuela Nacional de Agricultura, de Chapingo, obra a la que da cima en el año de 1927. En este año hace un viaje a la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, hasta donde había llegado ya su fama de pintor, invitado por la Comisión de Educación Política de aquel país.

            Tres años antes ya había manifestado ideas simpatizadoras del comunismo y en 1927, con motivo de su viaje a Moscú no cupo duda alguna ya sobre su filiación política, que conservó hasta su muerte.
           
            En 1928 se casa con Frida Kahlo, su tercera esposa, después de haberse divorciado sucesivamente de Argelia Beloff y Guadalupe Marín. Al año siguiente, en 1929, pinta murales en el edificio del Departamento de Salubridad Pública, y en el Palacio de Cortés de Cuernavaca, Morelos.

            SU CONSAGRACIÓN COMO PINTOR MURALISTA.

            En 1929 comienza a trabajar sobre los frescos que adornan la escalera principal y los corredores del Palacio Nacional, obra que dio término, en su parte inicial, en 1953. En 1930 va a los Estados Unidos de Norteamérica y expone sus pinturas de caballete. Es contratado para pintar murales en la escaleta del Stock and Exchange Luncheon Club de  San Francisco, Cal, en 1931, además de otros murales intitulados “Los Trabajadores Plásticos en el Trabajo” y “Cosecha de los Frutos” realiza una exposición en Nueva Cork.

            En 1932 se presentó en la Academia de Música de Filadelfia un Ballet de Carlos Chávez y la escenografía y trajes estuvieron a cargo de Diego Rivera. En ese mismo año inaugura una serie de 17 frescos sobre industrias en Detroit y comienza otra serie en el Rockefeller Center, que fueron destruidos después porque apareció en ellos un retrato de Lenin.

            Inauguró al año siguiente, en 1933, una serie de 18 frescos sobre los movimientos revolucionarios de los Estados Unidos y en 1936 realizó otros frescos en el Hotel Reforma de la ciudad de México. La reconstrucción en el Museo Nacional de Artes Plásticas de México, del mural destruido en el Rockefeller Center, se ejecutó en 1935.

            En el año 1940 participo en la Exposición Internacional de San Francisco y realizó una serie de 7 frescos sobre la ciudad de Nueva York. Se conserva en esta ciudad, en el Museo de Arte Moderno, una obra de Diego Rivera, réplica de su mural “Zapata” que se encuentra en el Palacio de Gobierno de Cuernavaca.

            DIEGO RIVERA EN LA CUMBRE.

            En 1940 su prestigio era ya internacional sin asomos de duda. En 1944 pintó para el Instituto Nacional de Cardiología, en 1947 para el Hotel del Prado y en 1949 se realizó la Exposición Nacional de sus 50 años de pintor, estando presente en la ceremonia inaugural el Presidente de la República.

            De 1951 a 1952 realizó un mosaico pictórico en la caja de distribución de las aguas del Río Lerma. En 1951 salió su famoso mural “Pesadilla de Guerra y Sueño de Paz” a la luz pública, siendo cuestionado después dicho mural por el Instituto Nacional de Bellas Artes. De 1952 a 1953 pinto el mural del Teatro de los Insurgentes, despertando una vez más la atención pública en torno suyo por haber pintado en la gabardina del cómico “Cantinflas” la figura de la Guadalupana. De 1953 a 1954 realiza murales en el Hospital de la Raza y en este último año pinta otro mural particular llamado “Las Posadas” y uno transportable intitulado “Gloriosa Victoria”. Posteriormente ejecutó su grandiosa obra de mosaico ornamental en la Ciudad Universitaria de México, que iba a comprender también una serie de murales esculpidos en piedra, sobre la historia del deporte en México, en el estadio Olímpico de aquel centro de estudios.

            LA TRAGEDIA DEL ARTISTA.

            Diego Rivera pensaba retirarse de la pintura a los sesenta años, pero no pudo realizar su idea. En los últimos años de su vida la parálisis de su mano hizo  pensar en el término de su producción, pero aún enfermo, Diego siguió pintando y realizando obras monumentales. Varias semanas antes de su muerte, una tromboflebitis inmovilizó su mano y brazo derecho y se inició la etapa crítica de su organismo en lucha contra la muerte.

            SUS TRABAJOS TRUNCADOS.

            Proyectaba pintar en el Castillo de Chapultepec un mural en una superficie de 60 metros cuadrados sobre la Independencia Nacional. Se mandó a construir un muro especial para tal fin bajo su dirección, pensaba que este iba a ser su obra cumbre. Iba a pintar 23 murales en el Palacio Nacional, de los cuales dejó terminados 8. Dejó en proyecto un cuadro mural sobre Cuauhtémoc en una superficie de 50 metros cuadrados en el ala Sur del tercer piso del Palacio Nacional. Los 23 cuadros murales en el Palacio  iban a comprender el pasado azteca y la Revolución de México. Un museo, proyectado para él, en San Pablo Tepetlapa, D.F., y otro en Coyoacán, son otros de sus trabajos que no fueron terminados. 

            SU LEGADO A MÉXICO.

            Además de la gloria que México recibe de Diego Rivera, el legado material del pintor genial alcanza la suma de catorce millones de pesos en joyas arqueológicas, arquitectónicas, y de otra índole artística,  manejados en fideicomisos por el Banco de México como administrador de esos bienes, legado a la nación mexicana por el pintor.

            Las joyas arqueológicas se encuentran en la casa de la extinta Frida Kahlo, su tercera esposa, en Coyoacán y las demás en el edificio piramidal que mandó a construir en San Pablo Tepetlapa, D.F. Llamado “Anahuacalli”. Entre las joyas del arte antiguo mexicano se encuentra una estela teotihuacana, figuras de barro de Tlatilco, jades olmecas y otras joyas valiosas de todas las culturas prehispánicas de México. Suman las piezas artísticas más de cuarenta mil ejemplares de los cuales, únicamente las joyas arqueológicas valen de 1.5 a 4 millones de pesos. 

            CARÁCTER DE SU PERSONA Y DE SU OBRA.

            Diego Rivera fue siempre sencillo, como los verdaderos grandes. Hondamente humano y simpatizador de los de abajo. Gustaba de la publicidad, dado su carácter festivo, nunca le faltaron motivos para conseguirlas con la facilidad que hacía posible su obra genial reconocida en todas partes. Su obsesión eran la historia y las mujeres. Pintó preciosos murales de contenido histórico e ideológico de grandísimo valor.

            Vestía sencillamente de overol y no hizo nunca ostentación de sus bienes materiales para fines ajenos a su modestia. Gastaba bromas a menudo y era gran aficionado a la mentirilla graciosa que hacían decir de él “un niño grandulón” un hombre de cuerpo crecido, con mente genial pero con alma de niño. Seguramente ningún otro pintor ha realizado obras de tal magnitud como la suya. Sirvió al muralismo como ningún otro pintor, renovando su contenido y su forma de manera sorprendente. Su obra ha quedado magistralmente plasmada es más de 30 mil metros cuadrados de pintura.


            Le gustaba la verdad histórica y fue por eso que trataba siempre de reproducir con fidelidad, los rasgos de los personajes que pintó. El Museo Nacional de Historia de Chapultepec le mandaba reproducciones de retratos de los héroes nacionales y todavía ahora antes de su muerte estaba lista otra colección para él. Reprodujo el mural del Hotel del Prado la célebre frase de Ignacio Ramírez “El Nigromante”, “Dios no Existe”, pero, respetuoso en las creencias ajenas ofreció borrarla si ofendía los sentimientos de los católicos.

            HONORES RECIBIDOS DE MÉXICO Y DEL EXTRANJERO.

            Fue miembro fundador del Colegio Nacional, y miembro de la Facultad de la Universidad de Chile, titular de la Medalla de Oro de la Asociación de Arquitectos Americanos; recibió el premio Nacional de Artes y Ciencias de México; fue miembro activo de la Academia de Bellas Artes de la República de Argentina, y miembro de Honor y socio de número de Sociedad de Etnografía e Historia de Bolivar, miembro de honor de la American Academy Of Arts and Letters, miembro de Nacional Institute de Arts And Letters de Estados Unidos de Norteamérica y miembro de número de la Academia de Artes de Berlín.

            DIEGO RIVERA EN LA INMORTALIDAD.

            Sus últimas horas de vida, tras de la crisis de su enfermedad localizada en el corazón, dio muestras de ánimo firme y sereno. Ya con anterioridad había pedido que sus restos mortales fueran  incinerados  y revueltas sus cenizas con las de Frida Kahlo, su tercera esposa fallecida hace algunos años. Expiró en su estudio, estando a su lado su cuarta esposa, Ema Hurtado, quien aceptó el ofrecimiento del gobierno de la República para que el genial pintor recibiera sepultura en la Rotonda de los Hombres Ilustres.

            ¡Diego Rivera descansa allí, al lado de otros mexicanos distinguidos, y su recuerdo inmortal vive en el corazón de sus admiradores en todo el mundo!
           
NOTICIERO GRÁFICO, México, D.F. diciembre de 1958.
  REVISTA ISTMEÑA,        Salina Cruz, Oax. Enero de 1958.








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