LA VIDA NACIO EN EL MAR
Por J. Altamirano Hernández
El
mar tiene muy grande importancia en la vida del hombre, como regulador de las
condiciones climáticas, como medio de enlace, otrora obstáculo, entre los
hombres que pueblan los más alejados confines de la tierra, como proveedor de
numerosos productos que sirven a la satisfacción de las necesidades humanas y
desde el punto de vista de la investigación pura de la ciencia biológica por
situarse en su seno la sede de la primera manifestación del maravilloso
fenómeno de la vida.
La
teoría evolucionista sostiene la idea de que la primera manifestación de vida
se originó en el seno del agua que cubría la tierra, en forma de un minúsculo
ser rudimentario que, dotado de movimiento organizado propio, fue capaz de
proporcionar los alimentos necesarios a su subsistencia y desarrollo, hasta
llegar a una complicada estructura interna que hizo posible su reproducción.
Probablemente,
la conformación de aquel ser viviente elemental dista muchísimo de las actuales
configuraciones de células o de individuos vivientes más complicados que
conocemos y que, por lo mismo, no se puede establecer una relación precisa
entre estos y aquel, a menos de que se haga uso de un criterio muy amplio y se
considere como germen de la vida a un sistema de estímulos y de reacciones
fisicoquímicas que originan y siguen manifestando hoy día, en más complejas realizaciones, el
sorprendente fenómeno de la vida.
Si
llegamos a considerar la vida desde el punto de vista de la filosofía de la
biología, como un fenómeno reductible lógicamente al fenómeno primario del
movimiento, a una forma de movimiento complicado pero que sigue en su
desenvolvimiento las mismas leyes eléctricas y mecánicas que rigen a los
fenómenos fisicoquímicos, en este concepto resulta ser el hombre y los demás
seres animados, simples organizaciones sutiles de infinidad de substancias
químicas perfectamente asociadas, que integran células vivientes, las que a su
vez conforman las piezas, los órganos, los aparatos y los
sistemas del organismo.
Con
base en esta manera de concebir las cosas se remite el pensamiento a justificar
o cuando menos explicar la posibilidad de que haya brotado la vida, en forma
sumamente elemental, en el fondo del océano, tomando en cuenta que la
estructura y la función de los seres vivientes reconoce como factor
indispensable el agua y ciertas substancias minerales que pudo proporcionar en
composición utilizable el extenso mar de los primeros tiempos.
Las
investigaciones de laboratorio y las elucubraciones científicas conducen a
considerar como el germen de la vida en el planeta a una molécula química muy
compleja que se creó, podemos decir “espontáneamente”, en el seno de las aguas,
como una conjunción de materias simples que tuvo la propiedad de adicionarse
nuevos elementos o moléculas menos complejas, así como de eliminar algunos más,
con el objeto de mantenerse en una especie de estabilidad dinámica y dar la
impresión de un cuerpo capaz de provocar su propio mantenimiento en determinada
forma.
Posteriormente
la molécula química fue creciendo en tamaño y en complicación estructural y
funcional, al paso que asimilaba mayor
cantidad de material, tomadas del exterior y eliminaba algunos que fueron
útiles a reacciones químicas más sutiles realizadas en su conformación
orgánica.
El
desarrollo del fenómeno vital quizás no hubiera llegado al desarrollo superior
que conocemos actualmente, de no haber sido porque en la estructura de aquel
germen elemental fue evolucionando un principio que lo condujo a configurar,
después de cierto número de reacciones, una reproducción exacta o casi exacta
de la molécula-madre, en un proceso que recuerda al de la “mitosis” o
bipartición de ciertas células observable en algunos vegetales y animales
todavía. De aquí arranca, probablemente, el fenómeno de la reproducción, que puede
considerarse, en cierto modo, el carácter fundamental de los seres vivos.
Así,
en una forma sencilla, que fue desarrollándose cada vez más y mejor brotó
la vida. Y fue precisamente en el mar, como lo indican muchas investigaciones,
donde se manifestó primeramente, y todo parece indicar también que si llegara
el día en que desapareciese todo vestigio de vida sobre el planeta, tomando en
cuenta la rica variedad y cantidad de seres vivos que pueblan el mar y la
protección que éste les ofrece, sería allí donde muriera la última expresión de
vida sobre la tierra.
ARGONAUTA, México, D.F. Abril de 1957.
Biblioteca de la Secretaría de Marina.
Editorial “México Marítimo”
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