sábado, 7 de noviembre de 2015

POR QUÉ MÉXICO SE ESCRIBE CON "X"




POR QUÉ MÉXICO SE ESCRIBE CON X.

Por J. Altamirano Hernández

         Es interesante observar que hasta en los detalles al parecer insignificantes, surgen disímbolas tendencias en la concepción y realización de hechos ligados a la tares de forjar la personalidad de nuestro país, y que las corrientes progresistas buscan integrar nuestra nacionalidad con perfiles propios y distintivos que dan la imagen de México como país de sana individualidad característica ante el mundo civilizado.

         Hay que reconocer que poco cuentan las palabras frente a los hechos, y que, en cierto modo, lo mismo da escribir México, Méjico, o Mégico, si por encima de todo eso se tiene una concepción de nuestro país como algo entrañablemente nuestro, como entidad material y moral estrechamente ligada a nuestra conciencia, a nuestro afecto y a nuestro interés de contribuir a su elevación como la tarea enteramente patriótica, pero, cuando existen hechos, materialidades difíciles de esconder, que apoyan a palabras de construcción marcadamente tendenciosa, que buscan deliberadamente alterar la fisonomía característica de un objeto, hay que sospechar latencia de mala fe en ellos, o, en el mejor de los casos hacerlas hijas de una ignorancia que de ingenua a condenable, y que puede ser consecuencia de una debilidad por las cosas que rinden culto al “snobismo” o por descuido personal bastante intolerable en las cosas del lenguaje.

         Andrés Henestrosa toca con justificado coraje el tema del México escrito con “j” y de paso arremete contra los que rinden deliberado homenaje a un interés de eliminar de todo mexicano los residuos respetables de nuestras civilizaciones autóctonas. Alfonso Junco no ha hecho esperar la respuesta contraria a la defensa que se hace de la conservación estricta de la “X” en la  escritura del sustantivo México y de sus derivados. La respuesta  de Junco a Henestrosa está en el artículo “Juárez  no fue nieto de encomendados ni precursor del franquismo”, del sábado 3 de agosto, en Novedades.

         Es necesario aclarar que si México se escribe con “X”  es  porque   se sigue una saludable regla gramatical que pide respeto a la raíz etimológica de una palabra en su construcción, y bien sabido es que la palabra “mexitl”, de origen nahoa, de la que deriva el nombre México, no admite ninguna otra letra fuera de la “X” para respetar su natural prosodia. Está bien que en no pocos vocablos de la lengua castellana se huya de aquella regla para presentar una escritura que no concuerda con la ortografía de las raíces etimológicas de las palabras, cosa admisible si se toma en consideración la vejez de la lengua y las numerosas transformaciones morfológicas  y semánticas que ha sufrido a través de los tiempos; pero en lo  que toca a México, que es una palabra relativamente nueva en el diccionario, con raíz lingüística perfectamente establecida y que no justifica cambio alguno en su escritura, no resulta desde cualquier punto de vista lógica la suplantación de la “X” (letra que más se acerca a la indígena de pronunciación casi “cs”) por una “J” advenediza que, lejos de servir a la correcta pronunciación de la palabra México (repetimos: la “X” casi “cs”) únicamente   sanciona como válida una degeneración de la pronunciación de la misma.

         Es necesario reconocerlo; degeneró primero de México la pronunciación hacia Méjico y hasta Mégico que algunos autores emplean, y, estas pronunciaciones derivadas del antigua “mexitl” de los nahoas, se acomodan a la prosodia empleada por comodidad o por una supuesta eufonía,  en el lenguaje de los que no aceptaron de buen grado la pronunciación indígena de México (casi Mécsico)  original, y que esta degeneración en la pronunciación se ha extendido inevitablemente, desde entonces, en el México común y es en ella en donde se apoyan quienes escriben México con “J”.

         Si se ha adulterado la pronunciación de México a Méjico, siquiera hay que conservar la escritura correcta, que es con “x”, y si Juárez y muchos hombres distinguidos de la historia de México se supone que han empleado la “J” al escribir el nombre del país  no quiere decir  esto que se justifique el empleo indebido de la “j” porque a los estadistas, como a mucha gente más, no obstante la más amplia cultura que se les suponga, no se les puede exigir atención a ciertas delicadas minucias de la lengua como para erigirse ello en autoridades de la materia. En los que sí es condenable, hasta cierto punto, el descuido, es en los escritores, de los cuales  Alfonso Junco cita cuidadosamente algunos.

         Indudablemente, Andrés Henestrosa, lo que condena es el deliberado propósito de algunas gentes al escribir México con “J”  para alterar un símbolo patrio, y a ese  malintencionado afán de borrar lo mexicanista de nuestras cosas buenas, y naturalmente no a la ignorancia que puede presentarse en cualquier colegial de primera enseñanza o en persona con mala ortografía. Lo que condena es ese interés de personas con alguna cultura reconocida, que busca todos los medios posibles y hasta los imposibles para quitarle fisonomía propia a nuestro país, como un medio de uncirlo al yugo económico y político de otras potencias.

         Por otra parte, es conveniente conceder validez a cualquier transformación lingüística, si sirve a los intereses progresistas de la cultura, y por otra no, por ningún  concepto, si únicamente se inspira en equívocos fines.  Las palabras se transforman por necesidad, pero no deben transformarse por capricho o voluntad enfermiza de las gentes.

         Si la introducción de la “j” o cualquier otra letra o palabra, sin justificar alguna, en nuestro léxico, sirve al malinchismo, a esa estúpida adoración de lo exótico, se debe condenar como debe condenarse y atacarse la inicua explotación que  los malos extranjeros de Asía, Europa y América misma, realizan al mexicano y sus riquezas.
                         
          Tal vez, después de todo, la “x” no signifique tanto para México, pero lo que sí no puede perdonarse es la suplantación que se pretende y se logra a veces realizar, de sus auténticos valores, por gentes del tipo de aquellas –que Alfonso Junco ensalza--, que desearon la independencia también, pero no como la quisieron Hidalgo, Morelos y otros creadores auténticos de nuestra nacionalidad, en torno a los ideales más caros del pueblo, sino como interesados en arrancar de las vilezas de España una joven nación para instaurar en ella una oligarquía dentro de la cual no fueran segundones de una política expoliadora de allende el mar, sino los meros amos y señores.

          Hay una cosa que deben siempre recordar los que traicionan a México, que este, con “X o sin ella, se eleva cada día más sobre su miseria y muestra al mundo sus potencias formidables para cumplir con todas las exigencias nobles de la civilización de hoy y del futuro.

NOVEDADES, 8 de agosto de 1957.




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