SIGNIFICACIÓN DEL
5 DE MAYO DE 1862 EN LA DEFENSA
DE LA
INDEPENDENCIA Y SOBERANÍA DE MÉXICO.
Introducción.
Los países con grandes recursos materiales o que poseen
una posición estratégica en la geografía
política, son siempre objeto de las ambiciones de los países más fuertes. Por
todos los medios, las potencias que basan su predominio en la posesión de
armas y dinero intentan apoderarse de los territorios ricos en materias primas,
como son las minas de oro, plata y otros metales, los depósitos de petróleo, las grandes
extensiones de tierras fértiles y de bosques maderables, así como de los
recursos marinos, además de la fuerza de trabajo o mano de obra que representa
una numerosa población.
México, nuestro país, desde los tiempos de la invasión de
la Corona española hasta nuestros días, ha sido objeto de la explotación de potencias
extranjeras que de diversas maneras intervienen
en el manejo de los asuntos públicos, ya sea manipulando a gobiernos
colaboracionistas o imponiéndose por la fuerza de las armas.
La
lucha de México por su Soberanía e Independencia.
En el curso de esta breve exposición haré algunas referencias que parecen apartarse del tema principal que
es el triunfo de las armas mexicanas en la batalla del 5 de mayo de 1862. Lo
hago con el propósito de situarnos en el contexto histórico en que se ubica
este episodio trascendental.
La lucha entre
Inglaterra y España por el dominio de los mares desde siglos atrás, condujo al
reino británico -- a finales del Siglo
XVIII y principios del XIX, cuando la
armada española había dejado de ser una amenaza -- a promover y ver con simpatía la emancipación de las
colonias españolas en América.
Los Estados Unidos anglosajones que recién habían
conquistado su independencia trazaron desde entonces su ruta de expansión hacia
el Oeste y hacia el Sur, con la mirada puesta en las riquezas naturales de la
entonces Nueva España y de Centroamérica, que de hecho constituían una sola unidad geográfica, socioeconómica,
política y cultural, como lo quiso ratificar infructuosamente el efímero primer
Imperio mexicano.
La independencia de México no se logró con el Plan de
Iguala, ni los llamados Tratados de Córdoba, ni con la entrada del ejército
Trigarante en 1821. El Plan de Iguala fue una maniobra urdida por Iturbide para
comprometer a Guerrero en una aventura que servía a los intereses de los
criollos interesados en conservar la Nueva España fuera del dominio de Napoleón
Banaparte que tenía invadida a España.
Los Tratados de Córdoba nunca fueron ratificados por el
reino español. O´Donoju no vino como Virrey sino como Delegado de las
Cortes de Cádiz para acordar la pacificación del país. En los acuerdos que
suscribieron Iturbide y Juan O´Donojú se establece claramente el propósito de
traer a un descendiente de la Corona
española a ocupar el trono de México, y solo por la negativa o inexistencia de
un candidato idóneo podría el gobierno ser ejercido por otro individuo, cosa
que aprovechó Agustín para proclamarse emperador.
Históricamente la
guerra de independencia se inició en 1810 por Hidalgo y sus seguidores;
alcanzó su autoridad moral y legítima con el Acta de la Independencia
firmada en Chilpancingo el 6 de
noviembre de 1813 y la Constitución promulgada en Apatzingan
el 22 de octubre de 1814.. Se consolidó con la Constitución Federal de
los Estados Unidos Mexicanos promulgada el 4 de octubre de 1824, que dio
nacimiento a la República y liquidó los primeros intentos de restablecer la
monarquía.
México
como Objetivo de las Ambiciones Imperialistas.
A raíz de la primera independencia de México, a partir de
la segunda década del siglo XIX, los EE.UU. anglosajones en abierta oposición a las potencias europeas
se aferraron a su doctrina Monroe (1823),
con el propósito de favorecer sus propios intereses en todo el continente
americano. Esta situación repercutió en todos los países de América,
especialmente en México por su cercanía geográfica y la significación
estratégica de sus recursos.
Las contradicciones de carácter socioeconómico y
político existentes desde antes en México, promovidas por quienes veían en Europa la salvación del
país y los que luchaban por la verdadera
independencia de la nación, promovieron la continuación de la guerra entre
liberales y conservadores, entre
republicanos y monarquistas, hasta
abarcar los dos tercios del siglo XIX. Unos y otros se acusaban de
traición; de un lado los que se entendían con las monarquías europeas y de otro
quienes veían en la república norteamericana
un modelo a seguir.
La nación mexicana se encontraba muy debilitada
económicamente y muy dividida en lo político, cuando Texas se rebeló contra el
gobierno centralista y proclamó su independencia en 1836. México no pudo someter la rebelión a pesar de
los hechos heroicos de la batalla del Álamo de ese año. Texas solicitó en 1845,
su anexión a los Estados Unidos y México en defensa de su
dignidad se lanzó en 1847 a
una guerra con los EE.UU. que le resultó desastrosa y significó la
pérdida de más de la mitad del territorio nacional, no obstante la defensa
heroica de San Jacinto, Churubusco y Chapultepec.
En tanto, proseguía la lucha entre liberales y
conservadores. Estos promovieron la guerra de 1857 a 1860, en abierta oposición a las Leyes de Reforma y a
la Constitución de 1847 que significaron el más serio golpe a las pretensiones
de la Iglesia católica de seguir usurpando funciones propias de un gobierno
civil, laico y democrático.
El triunfo del liberalismo en la batalla de Calpulalpan,
en 1860, abrió la posibilidad de establecer un
sólido gobierno republicano en México. No conformes con su derrota, los
conservadores integrados en torno a la
grande y pequeña burguesía, alentados por la Iglesia y los monárquicos,
buscaron la protección de los gobiernos europeos y del Vaticano.
Esta era la situación en nuestro país, cuando las contradicciones internas de la nación
norteamericana dieron origen a la guerra de Secesión (1861-1865), el enfrentamiento militar entre los
federalistas del Norte y los confederados del Sur. En el contexto de las luchas
de las potencias por extender su dominio esta circunstancia significó para Francia la oportunidad de
intervenir en América, muy a despecho de la doctrina Monroe proclamada por los
yanquis desde el 2 de diciembre de 1823. Napoléon III aprovechó
la oportunidad que le brindaba la solicitud formulada por un grupo de mexicanos
de instaurar una monarquía, se puso de acuerdo con Inglaterra y España y la
armada anglo-franco española apareció en el puerto de Veracruz en 1862.
Napoleón veía la ocasión de encerrar a EE.UU: en unas
tenazas que se abrían al Norte con Canadá francesa y por el Sur con México
invadido por Francia y gobernado por un príncipe europeo. De esta manera creía
cumplir con el afán imperialista de Francia y el deseo de los monarquistas
mexicanos.
Los
mexicanos defienden heroicamente su dignidad.
El primer gran revés de los sueños imperialistas
fue el triunfo de las armas mexicanas el 5 de mayo de 1862. Este hecho
de armas retrasó el avance francés un año, hasta 1863 en que cayó la ciudad de
Puebla en manos de los invasores.
La batalla del 5 de Mayo de 1862, coronado por el triunfo
de las fuerzas liberales comandadas por Zaragoza y sus valientes generales, tiene
una significación mayúscula como ejemplo de heroísmo de un pueblo que
lucha, casi inerme y acosado por la
miseria, por la defensa de su soberanía e independencia.
Al año siguiente, 1863, Puebla cayó en poder de los invasores
y más tarde casi todo el país. Sin embargo, la dignidad nacional se mantuvo
incólume porque no faltaron patriotas a lo largo y ancho del territorio
nacional que combatieron con las armas a la Intervención y defendieron
heroicamente el derecho de México a la autodeterminación como nación libre y
soberana.
Algunas
reflexiones sobre los acontecimientos relatados.
Posiblemente sin proponérselo Napoléón III ayudó a los
federalistas de Lincoln al hacer de la
invasión de México una barrera a la expansión de los confederados del Sur, que
veían en nuestro país una gran reserva de recursos estratégicos.
El triunfo del ejército federal en Estados Unidos
coincidió con el retiro de las tropas francesas en México, en 1867, al término
del apoyo militar y económico por 5 años convenido entre Napoleón y Maximiliano de
Hapsburgo.
Algunos que hablan de historia pretenden atribuir el
retiro de las tropas napoleónicas al triunfo de los federalistas del Norte de
EE. UU. y a la amenaza de la doctrina
Monroe. En realidad, ni los Estados Unidos, recién salidos de la guerra civil,
ni Francia con sus intereses amenazados en una Europa conflictiva, estaban
interesados en un enfrentamiento inútilmente desgastante.
El debilitamiento del efímero imperio de Maximiliano, que
no pudo consolidarse a lo largo del lustro que tuvo el apoyo francés, debido a
la férrea oposición y hostigamiento de las fuerzas liberales encabezadas por
Juárez y una pléyade de patriotas, dio al traste con las pretensiones
monárquicas e imperiales de los conservadores.
La restauración de la República en 1867 y la legitimidad
del derecho de México a ser soberano e independiente tuvieron su confirmación
en el Cerro de las Campanas con el fusilamiento de tres de los principales cabecillas de la usurpación y
la reacción del siglo XIX. Quedan pendientes
todavía muchas acciones de
consolidación de la justicia y la democracia en nuestro país. Varias
generaciones han cumplido con sus tareas y corresponde a las nuevas
generaciones continuar la lucha por la emancipación de México de las cadenas de
la ignorancia, de la miseria y de los abusos de los poderosos.
AURELIO ALTAMIRANO
HERNANDEZ.
(Este
texto forma parte de un libro del autor en preparación)
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